Capitulo 7

El rescate del cristalito Spherisiano de Miriya Parino Sterling [sic] fue un acto de proeza meritorio de estar al lado del infame “cambio de estilo” que le había hecho merecer a su esposo tantos aplausos durante las etapas tempranas de la Primer Guerra Robotech.

LeRoy La Paz, Los Sentinels

“Quiero que alguien despeje las cuevas,” Rick dijo en el fonocaptor de su casco. “¡Luego nos marchamos de aquí!”

Bela se ofreció como voluntaria. Rick miró a su alrededor y la divisó abajo, saludándolo desde el área que la GMU había ocupado antes de que el plan desesperado de Cabell hubiera sido puesto en marcha. Rick apretó de nuevo con la barbilla el interruptor del casco y dijo a Bela que lo hiciera rápido. Él la vio a ella, a Kami, y a Learna escurrirse hacia la boca de la cueva y desaparecer dentro. Rick llamó a una pantalla en el visor del casco; entonces, satisfecho porque tenía suficiente oxígeno restante, trepó una pendiente empinada hacia el vehículo reubicado.

La atmósfera de Praxis se había recalentado y vuelto irrespirable, forzando a todos excepto a Veidt y a Teal a colocarse cascos y trajes de medio ambiente. Desde las tierras altas sobre las cavernas, donde la GMU estaba manteniendo su precaria posición en ángulo, Rick avistó hacia abajo el terreno arrugado. Erupciones de luz volcánica podían ser vistas a través del velo denso que se extendía desde las colinas por todo el camino hasta la base de un acantilado distante. Y fuera de esta tempestad llegaban dos solitarios Veritechs, regresando de un vuelo de reconocimiento final. Rick sintonizó la frecuencia de comando, sólo para que le confirmasen sus peores miedos: no se encontraba una región segura en ninguna parte del planeta.

Los Alphas pasaron como una exhalación por arriba, se reconfiguraron, y maniobraron para introducirse en las fauces abiertas de la bahía de artillería de la GMU. Los Hovertanks y los VTs del Skull ya estaban a bordo; sólo dos mecha permanecían en el exterior –los VTs que Rick y Max pilotearían una vez que Vince Grant diese la señal de partida.

Rick clavó sus puntas de los pies en el suelo y completó el ascenso, sin aliento cuando alcanzó el borde del sumidero que los Sentinels habían abierto con una explosión en el techo de la cueva. El extremo delantero de la GMU pendía sobre el borde, elevado ahora por los centenares de esferas que habían manado de la cueva después de que el sumidero había sido abierto. Fue la idea de Cabell, y los talentos peculiares de Veidt, los que hicieron que el plano resultase.

Como último recurso los Sentinels habían decidido agrandar el diámetro de los pasadizos internos de la cueva para acomodar a las enormes criaturas atascadas por la falta de una salida propia para su tamaño. De esa manera, Cabell razonó, ellos al menos podrían levantar unos cuantos Alphas más antes de que el planeta volase en añicos –por supuesto siempre que a las esferas se le pudiese hacer comprender que los Sentinels no estaban tratando de destruirlas, como lo estaban haciendo con esas monstruosidades semejantes a arañas. Y asumiendo por lo pronto que Wolff y Janice, o alguien, estaría viniendo a su rescate.

Rick no pudo recordar quién había señalado que algunas de las esferas más grandes todavía iban a enfrentar dificultades en alcanzar la entrada; pero fue Veidt quien propuso horadar una chimenea artificial a través del techo de la cueva. Adicionalmente, el Haydonita sostenía, que los Sentinels estaban derrochando su tiempo aerotransportando a los mecha individualmente, cuando el aprovisionamiento aumentado de seres esferas permitiría levantar a la GMU entera –si la base móvil pudiese ser situada de tal modo que las esferas pudieran meterse debajo. (Aún con sus neumáticos de treinta metros de diámetro, la cosa aún era demasiado baja para acomodar a las más grandes de las esferas.) Vince, Rick, Lisa, y algunos de los otros habían determinado que la GMU podía mantenerse a sí misma en órbita por un tiempo limitado, gracias a las modificaciones que la oruga de tracción había sufrido durante su tarea con la Farrago. Ello significaría una existencia peligrosamente incómoda mientras Praxis se mantuviese unida; pero aún la ingravidez y la privación eran preferibles a la muerte a la que ellos estaban destinados a sufrir en la superficie.

Así que después de que Veidt había retransmitido los detalles del plan a las esferas (quienes estaban en sus palabras “agradecidas” y más que dispuestas a corresponder), y el poder de fuego había abierto el sumidero, la GMU fue reubicada en el borde de la apertura para atrapar a las criaturas cuando se elevaban y flotaban desde la cueva.

Ahora cuando Rick observaba el casi flotante vehículo, él decidió que era la vista más rara que él alguna vez había visto: la GMU parecía como si estuviese descansando encima de una montaña de burbujas que no explotaban. Veidt estaba revoloteando cerca dirigiendo el flujo. Y a pesar de la escala y del tamaño increíble de algunas de las esferas, el resultado final de la asociación de los Sentinels con las criaturas había convertido a la GMU casi como en un juegue en apariencia.

Rick continuó observando con sorpresa como más y más esferas se unían al racimo. Las ruedas masivas de la GMU estaban enteramente levantadas de la tierra ahora, y Rick estaba previendo las palabras de Vince Grant aún antes de que ellos transmitiesen por los altavoces del casco.

“El viaje ha comenzado, Rick. Es mejor que eleves los Alphas.” el tono de Grant era uno de excitada incredulidad.

Rick giró a tiempo para ver a Veidt darle una seña de conocimiento con la cabeza, comunicando que él había “escuchado” el mensaje de Grant. Cuando el Haydonita empezó a partir con rumbo al Alpha de Max, elevándose un poco al revolotear a lo largo del borde del sumidero, Rick abrió con la barbilla la frecuencia de Bela.

“Un momento más,” la Praxiana le dijo. “Teal está con nosotros.”

“¿Qué está haciendo ella allí abajo?” Rick preguntó, sorprendido. “Se suponía que todos deberían estar a bordo ahora.”

“Lo oirá de su propia boca,” Bela le dijo brevemente.

Rick entendió que tenía algo que ver con la muerte de Baldan, y cambió de idea acerca de insistir en detalles. “Correcto,” él dijo. “Dígale a Kami y a Learna que ellos viajarán con Max y Veidt. Usted y Teal subirán conmigo.”

Bela confirmó, y Rick se apresuró hacia el Alpha en modo Guardián, el cual estaba posado al filo de la montaña de burbujas de la GMU como un ave de presa diminuta. Él se arrojó dentro de la cabina y trajo a los motores del mecha a la vida. Cerca de él la montaña estaba ascendiendo, mientras que Praxis continuaba gruñendo sus ominosos adioses.

***

En el espacio de Fantoma, entretanto, el transbordador robado que llevaba a Wolff y compañía desde la SDF-3 se estaba acercando rápidamente al acorazado anclado que Lang había sido hábil en adquirir.

“Nos están advirtiendo para virar y regresar a la fortaleza,” Janice dijo a Wolff desde la silla de comando. “Los escáneres muestran dos naves de escaramuza siguiéndonos.”

Wolff se inclinó hacia delante para estudiar un monitor, estirándose en contra de los arneses de la silla. En otra parte en la pequeña cabina de comando, Sarna y Burak estaban similarmente atados. Demasiado grande para cualquiera de los dos cubiles de aceleración del transbordador, Tesla estaba en el compartimento de carga, esposado pero flotando libremente.

“¿Alguna noticia del crucero?” Wolff preguntó con una voz determinada.

“Negativo. No están respondiendo al puente de la SDF-3.”

“Bien. Ahora si sólo pudiéramos llegar allí a tiempo...”

Un sonido estridente comenzó a aullar por los altavoces externos de la estación de mando, y Janice giró hacia una consola adyacente. “Estamos siendo fijados como objetivo.”

“Ignórelo,” Wolff dijo bruscamente. “El primero será un disparo de advertencia. Con un poco de suerte estaremos demasiado cerca del crucero para que ellos arriesguen un segundo disparo.”

“Sujétense...” Janice advirtió, y una fracción de segundo más tarde un rayo de luz furiosa flasheó dentro de la cabina a través de los puertos de observación delanteros. Un segundo estallido siguió, chamuscando el radomo del transbordador. Displays y monitores centellearon apagándose, luego revivieron.

Wolff mostró a los otros una sonrisa pícara. “Ahora no podemos responderles aunque quisiésemos.”

“La bahía de acoplamiento del crucero se está abriendo. El puente se está enlazando con nuestro sistema de guía. La SDF-3 cree que ellos están tomando parte en nuestra captura.”

“Déjenlos llevarnos adentro,” Wolff ordenó. Él giró su cabeza para dar un vistazo final a la SDF-3, reprimiendo un deseo de ver a la fortaleza agujereada y abandonada.

Janice se enderezó en su silla para obstruir la vista de él. “La fortaleza está repitiendo la advertencia. El Almirante Forsythe–”

“Al diablo con ellos,” Wolff ladró.

Cuatro miembros de la tripulación fueron dispuestos para recibir al transbordador en la bahía de acoplamiento. “Estamos adjuntos al comando del Mayor Carpenter,” uno de los jóvenes funcionarios explicó cuando Wolff salió. “Bienvenido a bordo, señor.”

Sarna revoloteaba al lado de Wolff; Janice fue la última en salir, manteniendo un ojo en Burak y Tesla.

Wolff aceptó las manos ofrecidas. “¿Carpenter, huh? Buen hombre. Lástima que no pueda estar con nosotros.”

“El Dr. Lang tiene otros planes para él, señor,” un alférez proporcionó.

“Así lo entiendo,” Wolff dijo. Luego, como si recordando: “Escuche, tenemos que hacer algo sobre esas armas–”

“Nos hemos hecho cargo de todo, señor. Pusimos unos cuantos disparos a través de su proa y ellos mostraron sus barrigas.”

Wolff regresó una débil sonrisa. “Usted sabe lo que eso significa, Capitán –usted está condenado.”

“Todos lo estamos. Ahora podemos actuar sobre ello.”

“Muy bien,” Wolff dijo, inclinando la cabeza, su sonrisa ensanchándose. “Pongámonos en marcha.”

Cuando dejaban la bahía, el alférez añadió, “El curso está fijado hacia Praxis.”

“¿Cuál es nuestro ETA?” Janice quiso saber.

“Dos días relativos.” El capitán vio su sorpresa. “Hemos hecho ciertos mejoramientos desde que ustedes se fueron.”

“Supongo que lo han hecho,” Wolff se entusiasmó. Y él comenzó a pensar sobre esos mejoramientos cuando el capitán lo apresuró hacia el puente. Carpenter era un alma afortunada, teniendo suerte al retornar a la Tierra. Wolff nunca habría creído que él podía ser envidioso de tal oportunidad, pero los eventos de las pasadas treinta y seis horas habían encontrado una gran cantidad de errores en su antiguo parecer. Las cosas han cambiado, él parecía oír a ambos, a Lang y a Minmei decir; y de hecho ellos lo hicieron. Él sería el próximo en retornar al espacio terrestre, él decidió. De una manera o de otra. Y por primera vez en un año él pensó en la familia que había dejado detrás, y en el amor que él trataría de volver a despertar.

***

Las esferas habían levantado a la GMU hasta una altura de casi treinta y dos kilómetros para cuando Rick y Max trajeron a sus Alphas a bordo. Debajo, oculto debajo de un turbulento y agitado manto de nubes, Praxis estaba fracturada más allá del reconocimiento, la materia fundida de su núcleo brotando a la superficie y consumiendo la frágil atmósfera y los océanos del planeta. Microclimas y tormentas ciclónicas se agregaban a la furia, desencadenando relámpagos cegadores y torrentes de lluvia negra, mientras que los volcanes respondían a los cielos con descargas atronadoras de su propia elaboración. Praxis bramaba y rugía como un animal torturado, traqueteando a la GMU con sus gritos clamorosos.

En el compartimento presurizado de artillería de la base, Rick y los otros comenzaron a preguntarse si lo lograrían después de todo. Veidt les había dicho que las esferas sólo podrían permanecer agrupadas por poco tiempo una vez que ellos alcanzasen el borde exterior de la envolvente del planeta; pero con Praxis aparentemente entrando en su fase final, la base necesitaría estar a cientos de miles de kilómetros de distancia –a menos tan lejos como el satélite primario del planeta. Del modo en que Cabell lo veía, los Sentinels tenían un recurso: usar los VTs y Logans I que tuviesen la mayor cantidad de combustible para alcanzar el lado más lejano de la luna. Una cuenta preliminar de los mecha disponibles, sin embargo, ya había puesto de relieve la verdad cruel que la mitad de los Sentinels tendría que afrontar; y aún así, ¿qué habría logrado el resto excepto prolongar lo inevitable? ¿Iban ellos a juntarse en un vivac en la superficie helada de la luna, o simplemente vagabundear por los yermos como una multitud extraviada hasta que el poder y los sistemas de soporte de vida de los mechas fallasen?

En otra parte del compartimento, Gnea y Bela estaban preguntando a Teal por qué ella había regresado a la cueva. Ninguna de las Praxianas conocía mucho sobre Spheris o los comportamientos de sus formas de vida cristalinas, pero las mujeres supusieron que Teal habría estado muy contenta de haber permanecido en Praxis con su camarada muerto.

“Pero todos hemos sufrido pérdidas y penurias,” Bela le estaba diciendo, tratando de ser útil. “Recuerda cómo Lron y Crysta sufrieron cuando la Farrago encontró su final, y cómo Gnea y yo nos lamentamos por nuestra Hermandad. Ahora nuestro propio mundo...”

Lron, quien estaba al alcance del oído, hizo un gruñido de dolor. “La muerte es la costumbre de moda,” él murmuró del modo usual Karbarriano. “Nosotros no lloramos la pérdida de nuestros amigos; estamos resignados a tales cosas.”

“Yo no estoy llorando por Baldan,” Teal dijo, mirándolo a él y a Crysta. “Estoy enojada por el niño.”

“El niño muerto,” Gnea comenzó a decir.

“No está muerto,” Teal dijo ásperamente, poniéndose de pie y alejándose de ellos.

“¿Está vivo?” Bela dijo, agarrándola y haciéndola girar por el brazo. “¿Y tú lo abandonarás deliberadamente?”

“Déjala en paz, Bela,” Lron interrumpió. “Tú no sabes nada de sus costumbres.”

“Sé lo que significa dejar a un ser morir,” ella le respondió. “¿Por qué, Teal?” ella preguntó.

La Spherisiana la miró fija y fríamente. “Porque tendré que hacerme cargo del menor. Ésa es nuestra costumbre.”

Teal arrebató su brazo rápidamente y lo alejó y Bela echó hacia atrás sus anchos hombros. “Yo regresaré por el niño. Lo criaré, si tú no lo harás.”

Teal giró rápidamente hacia ella, apuntando una mano acusantemente. “¿Qué saben las Praxianas de maternidad? ¡Te lo prohibo!”

Hasta Gnea había tenido dudas sobre la idea, y arriesgado un paso en el camino de Bela. “Piénsalo dos veces, Hermana. Además, es demasiado tarde –Halidarre descansa y nuestra Praxis está fuera de alcance.”

“Yo te llevaré,” una voz femenina se levantó desde el grupo de pilotos de mecha que se había agrupado alrededor. Miriya Sterling pasó lentamente a través del grupo, hasta que estuvo cara a cara con la amazona. “Yo te llevaré,” ella repitió.

“¿Una Praxiana y una Zentraedi compartiendo el mismo espacio pequeño?” Gnea se mofó. “Aún tal misión de misericordia–”

“No importa lo qué puedas pensar de mi,” la ex as Quadrono respondió, “Sé tanto sobre la santidad de la vida como cualquiera de ustedes. Inténtalo, Bela –por el bien del menor.” Ella empujó un casco en las manos de Bela.

Bela sostuvo la cosa por un momento, luego se lo puso, y corrió deprisa con Miriya hacia uno de los VTs de color rojo del Skull.

Rick ni siquiera consideró tratar de detenerlas –ni Bela o Miriya le habrían escuchado en todo caso. Él había notado cierta xenofobia latente emerger entre los Sentinels –algo de tensión había salido a relucir– y razonó que una misión de rescate podría proveer el punto de unión que todos necesitaban.

Bela y Miriya estaban ataviadas para cuando Rick se acercó para desearles suerte; y minutos más tarde el compartimento había sido despejado para el lanzamiento del VT. Miriya ingresó los datos del rumbo cuando el mecha cayó a lo largo del racimo de esferas sustancialmente reducido de la GMU y dentro de la noche oscura del alma del planeta.

Una vez pasado el recubrimiento, las dos mujeres testimoniaron por sí mismas el final, momentos tormentosos de la muerte estructural de Praxis. Ríos grandes y furiosos de materia fundida corrían a través de la superficie del planeta ahora, enterrando bosques y aldeas en fuego líquido. Acá y allá, donde los ríos eran abruptamente represados por ondulaciones del terreno, se daban lagos de lava del tamaño de un cráter, sacudiendo zarcillos de calor blanco en un cielo igualmente infernal. Praxis parecía estar expandiéndose mientras ellas miraban, reventando sus estratos geológicos.

Milagrosamente, la región alrededor de las cuevas estaba prácticamente inalterada, a excepción de un flujo de lava que se expandía y que había sellado la entrada a la caverna central. El sumidero artificial, sin embargo, permanecía abierto y accesible.

“Tendremos que ingresar por la cima,” Miriya voceó, esforzándose por mantener al VT estabilizado en presencia de corrientes ascendentes intensas provenientes del piso del valle licuado.

Miriya imaginó al VT pasando a modo Guardián y dejó caer al mecha en una caída controlada a través de la ancha chimenea que los Sentinels habían abierto detonando explosivos a través de quince metros de roca porosa. Con temperaturas externas registrándose en el rojo, no había manera de dejar el Veritech para un rescate personal; pero años de experiencia en el manejo del mecha permitieron a Miriya realizar algo aún más extraordinario: los impulsores de los pies sosteniendo al mecha inmóvil sólo a centímetros sobre una piscina de lava que se había colado por la boca de la cueva, ella utilizó el radomo para rastrillar el cristal pulsante alejado de la pared donde Teal lo había dejado caer. Entonces, cuando el menor Spherisiano estuvo al alcance de la mano, ella lo tomó cuidadosamente con la mano metálica del VT, aumentó los impulsores, y elevó al Guardián por la chimenea, en un tipo de inversión de cigüeña.

Todo ese tiempo, Bela estuvo ofreciendo palabras de aliento, y libres del sumidero ahora, ella se extendió hacia delante para dar a Miriya un apretón afectuoso en el hombro.

Praxis hizo todo lo que pudo para poner en tierra a la pequeña nave, lanzando lenguas de fuego a su cola y persiguiéndola hasta el filo del espacio con puñaladas salvajes de relámpagos; pero eso no detendría a Miriya, no había manera de que ella permitiese al planeta reclamar al niño que ellas habían rescatado de su maldad desenjaezada.

Otra vez a través de la cubierta nubosa, el VT alcanzó la seguridad engañosa de la estratosfera del planeta. Enlazadas a la frecuencia de la GMU ahora, Miriya y Bela comenzaron a relajarse un poco; pero al acercarse al carretón de batalla de diez ruedas y a su racimo de soporte, ellas vieron algo que las llevó al borde del pánico: ambas puertas de la bahía de lanzamiento del vehículo estaban abiertas de par en par, y el espacio local estaba esparcido con VTs y Logans, hasta media docena de Hovertanks reconfigurados. Miriya y Bela pensaron por un momento que las cosas habían alcanzado un nivel desesperado, y alguien había dado la orden de abandonar la nave, un imprudente y último jadeo hasta la luna...

Entonces ellas avistaron el acorazado, la mancha brillante de Wolff en la galaxia –la nave de rescate SDF-7.

***

Un día Rick y Lisa compararían el rescate de los Sentinels con el rescate de la SDF-l de Macross del círculo exterior del infierno helado del Sistema Solar; allí existió el mismo sentido de urgencia, los mismos problemas logísticos y sacrificios –y primero entre éstos estaría la GMU misma. Con las esferas huyendo velozmente a la seguridad del espacio interestelar, los Sentinels no tuvieron manera de guiar a la base a bordo, y allí no había ninguna bahía de acoplamiento en la SDF-7 lo suficientemente grande para contenerla aún si pudieran. Pero ahora, para todos excepto para Vince Grant, la GMU era un asunto secundario. La distancia era la cuestión crucial inmediata –cuánto podría ser puesto entre el crucero y Praxis, y cuán rápidamente.

Ellos estaban cerca de un millón seiscientos mil kilómetros de distancia cuando el planeta se partió, con bastante fuerza para destruir la luna –el lugar que Rick había visto recientemente como su posible salvación. Bela y Gnea estaban en el puente para atestiguar la breve bola de fuego que llameaba donde un mundo había girado una vez.

“Ya no tenemos hogar,” Bela lloró.

Pero por lo que Rick y los otros estaban comenzando a entender, las Praxianas no eran las únicas. De nuevo una comparación con la SDF-1 se presentaría, el recuerdo del mandato de un consejo que prohibía a la fortaleza permanecer en el espacio terrestre, un mandato que efectivamente traicionó a la Fuerza de Defensa Robotech. Y tales traiciones, Rick recordó para sí, tenían un modo cruel de equilibrarse...

Los propulsores Reflex Superluminales mantuvieron a la fortaleza muy adelante de los escombros Praxianos, y durante esa breve carrera hacia los límites exteriores del sistema planetario, Wolff relató a sus aturdidos camaradas el relato sobrio de su breve estadía a bordo de la SDF-3. Wolff no sabía nada del asesinato del simulagente, y Tesla no estaba hablando ciertamente; pero aún sin esa trama secundaria, había más que suficiente para dejar a los humanos enmudecidos.

Al ellos continuar rearguyendo los detalles, una comprensión curiosa de la decisión del consejo comenzó a socavar su indignación inicial. Pero que Wolff debiera robar una nave, y que los Sentinels serían vistos en consecuencia como proscritos... estas cosas no eran tan fácilmente comprendidas. Para los Sentinels XT, las revelaciones sólo significaban que ellos habían ganado un segundo enemigo en lugar de un aliado mucho más necesario. Entre el grupo, sin embargo, se dio el comienzo de una renovada cohesión.

Rick pensó que detectó algo inquietante en Wolff, pero él lo desechó, especulando que él podría haber retornado probablemente en un estado aún peor.

“¿Regresamos a Tirol, o continuamos como lo planeado?” Rick preguntó a todos. “Si optamos por regresar, ello podría significar la prisión para la mayoría de nosotros, la muerte para algunos,” él añadió, echando una mirada a Wolff. “Por otra parte, ello nos podría dar la oportunidad de explicar nuestras acciones al consejo e impedir que Edwards gane alguna influencia adicional.”

“¿Qué nos importa su General Edwards?” Lron voceó, buscando recibir apoyo de los otros XTs. “El Invid es nuestro enemigo. Y si sus fuerzas deciden aliarse con ellos en contra nuestra, que así sea.”

Kami, Learna, Crysta, Bela, y Gnea expresaron su apoyo a la posición de Lron. Cabell, Rem, Janice, Sarna, y Veidt estaban curiosamente calmados.

Rick los hizo callar y dirigió la pregunta al contingente de la RDF. Lisa se puso de pie para responderle.

“Comprendo la necesidad de contender la influencia de Edwards,” ella dijo de una manera que estaba dirigida a Rick, “pero tenemos que considerar todo el panorama. Nuestro regreso podría poner al consejo en una posición embarazosa con respecto a negociaciones ulteriores.”

“Lograremos lo mismo con actos continuos de agresión dirigidos en contra de planetas tomados por el Invid,” alguien del Wolff Pack señaló. “¿Qué sucederá cuando Edwards venga a perseguirnos –¿combatiremos a nuestras propias fuerzas?”

Vince Grant se molestó y giró hacia el piloto, aún cuando Jean estaba tratando de calmarlo. “¡El consejo nunca cedería a las demandas del Regente de que seamos cazados! Ellos romperían la tregua antes de hacer eso–”

“¡No si Edwards está manejando el consejo!”

“¡Destruyámoslos!” dijo un piloto del Skull. “¡Ellos estaban listos para dejarnos morir en Praxis! ¡Yo digo que hagamos lo que queramos!”

XTs y humanos alentaron. Rick se encontró pensando sobre piratas, y notó por casualidad que Jack Baker daba palmadas a Lron en la espalda, mientras Karen levantaba sus ojos en un gesto implorante.

“Pongámoslo a votación,” Max sugirió.

Rick exploró la multitud y recibió inclinaciones de cabeza en acuerdo de Lisa, Wolff, Miriya, Vince, y Cabell. “¿Será Garuda, entonces, o regresar a Tirol?” él preguntó con voz suficientemente alta para ser oída sobre el tumulto.

“¡Garuda!” llegó la respuesta abrumadora.

“Entonces está acordado,” él dijo, consciente otra vez de cómo él se había hecho cargo sin que se le hubiese pedido. Y desde el otro lado de la habitación, los ojos de Lisa ardían dentro de los suyos.