Capitulo 5
Traición (yo lo busqué): ser entregado a un enemigo por traición o deslealtad; ser desleal; seducir y abandonar... ¿Es esto de lo que soy culpable? ¿Lo he seducido y abandonado? ¿Estoy entregando a Jonathan a un enemigo? ¿He sido desleal? Al repetirme la palabra una y otra vez, empieza a perder todo significado; se convierte en un sonido sin sentido, un balbuceo Tiresiano o Praxiano. Pero entonces empiezo a considerarlo como un tipo de grito de guerra, un sonido que se repite de un lado a otro a través del terreno de mi vida y estos veinte años de derramamiento de sangre. Si soy una traidora, también soy la traicionada. Soy las SDF-1, 2, y 3; soy todos los consejos y todos los generales. Soy la muerte, la Guerra misma.
Un extracto del diario de Lynn-Minmei
Con Rick y Lisa y todos los otros hombres y mujeres que se habían unido a la causa de los Sentinels perdidos y presumidos muertos, había muy pocas personas en quienes el Dr. Lang podía confiar, mucho menos buscar compañía o un anticuado buen consejo. Las cosas no habían sido las mismas entre Lang y Harry Penn desde que Karen partió, y de los miembros Plenipotenciarios, sólo Justine Huxley y Niles Obstat eran todavía receptivos. Edwards había influido en el resto de un modo u otro, excepto por supuesto por Exedore, quien se había convertido en el aliado no oficial y amigo cercano de Lang. Hasta Lynn-Minmei había sido transformada –por algo que, Lang no desearía tratar de imaginar. Lang, sin embargo, estaba bien acostumbrado al aislamiento; así que aún cuando éste no fue auto impuesto él pudo arreglárselas. Él había estado ingeniándoselas para no perder terreno con el consejo, a pesar de Edwards, y al mismo tiempo estaba inspeccionando ambas cosas, las operaciones mineras en Fantoma y las reparaciones a la SDF-3. Pero la visita del Regente había introducido algo nuevo y amenazante al horizonte: la posibilidad de una asociación entre Edwards y el Invid. Lang había visto a la Protocultura dar forma a eventos extraños estos pasados veinte años, pero ninguno tan potencialmente peligroso –para la misión Expedicionaria, para Tirol, para la Tierra misma.
Algo dentro de él se negó a aceptar la muerte de Hunter; él sabía que no estaba parado aquí solo, pero él sin embargo había sido impotente hasta ahora en persuadir al consejo para lanzar una nave de rescate –aún ahora cuando había varias disponibles con la capacidad para la transposición requerida, algunas funcionando con Sekiton, algunas con los combustibles monopole recientemente minados. Pero fue el comportamiento del Regente en las sesiones introductorias de la cumbre el que finalmente lo convenció de tomar las cosas en sus propias manos. Y fue esa decisión la que lo trajo a Fantoma. Él había permitido a su ahijado y aprendiz, Scott Bernard, acompañarlo, pero dejó a Exedore detrás en la fortaleza para salvaguardar sus intereses mutuos mientras la flota del Regente permanecía anclada en el espacio de Fantoma. La tripulación del acorazado prototipo recientemente estrenado que él había comandado –la sin nombre SDF-7– era una que había sido escogida personalmente para el viaje después de algo de trampa legal hecha por él mismo y el General Reinhardt; ellos eran una partida capaz y leal, comandados por el Mayor John Carpenter, quien estaba siendo considerado como un candidato para encabezar la primera misión de regreso a la Tierra.
Las razones de Lang para escoger Fantoma pueden ser resumidas en una palabra: Breetai. Él estaba consciente de las hostilidades que habían aflorado entre Breetai y Edwards sobre el tema de la llegada del Regente, y él sabía precisamente dónde las lealtades de los Zentraedi yacían. Y donde Breetai fuera, allí sería seguido por sus cientos de fuertes y biogenéticamente diseñados guerreros de dieciocho metros –una fuerza para ser tenida en cuenta sin importar cuales pudieran ser las decisiones finales del consejo.
Apenas Lang dio un paso fuera del transbordador que había transportado a su equipo a la superficie del gigante anillado fue que Breetai insistió en escoltarlo en un viaje de reconocimiento por el complejo minero. Era obvio que el Zentraedi estaba acogiendo cierto orgullo por sus logros, así que Lang no ofreció ninguna resistencia. Pero la oportunidad para discutir los temas apremiantes que lo habían traído aquí no se presentó hasta mucho después, y para entonces Lang estaba casi febril. Breetai los había llevado a una estructura de estilo Quonset que servía como el centro de comando y control de la colonia –el único edificio en Nueva Zarkopolis diseñado para acomodar a ambos: gigantes y humanos con relativa comodidad. Allí, Lang repasó lo que había sido dicho durante la así llamada plática de tregua, y qué informaciones reportadas se habían intercambiado entre Edwards y el Regente durante las subsecuentes sesiones cara a cara. Breetai dijo poco, prefiriendo en cambio escuchar ó gruñir una exclamación ocasional de ira o sorpresa. Pero cuando Lang terminó –con un suspiro audible– el Zentraedi plegó sus dedos largos y se inclinó hacia delante en su silla, mirando asiduamente en el área del balcón de los humanos.
“Un parte de mí desea culpar al Almirante Hunter por permitir que las cosas lleguen a esto,” él dijo a Lang. “Pero si alguien puede apreciar la naturaleza impredecible de estas cosas, ese soy yo.” Lang no tuvo que ser recordado de los trastornos bizarros que el comandante Zentraedi había testificado y sufrido; y en esto el científico y el guerrero eran hermanos de algún tipo. “Sugiero que tomemos medidas para asegurar nuestra posición contra Edwards.”
“Sí, ¿pero cómo?” Lang preguntó.
“Precisamente como usted ha comenzado,” Breetai dijo, indicando con un gesto hacia donde Carpenter y su segundo comandante estaban sentados. “Y debe tomar medidas para que mecha adicionales sean enviados aquí...”
“Disfrazados como dispositivos mineros tal vez.”
“Exactamente. Tenemos nuestra propia nave, nuestros propios mecha, pero debemos tener nuestras propias armas. Nueva Zarkopolis podría convertirse en nuestra base de operaciones. Y por supuesto poseemos algo aún más importante que poder de fuego...”
“El mineral,” Lang completó.
Breetai inclinó la cabeza. Él tenía su boca abierta para decir algo más cuando un humano a la consola de comunicaciones lo interrumpió. “Reporte de la fortaleza,” el técnico anunció, esforzándose para oír el comunicado. “Una nave ha entrado al sistema. Se dice que el Coronel Wolff y algunos de los Sentinels están a bordo.”
“Gracias a Dios,” Lang dijo, tirando su cabeza hacia atrás.
Breetai tenía una mirada enigmática. Él tocó su placa de recubrimiento craneal de una manera ausente y se levantó de la silla para elevarse por sobre el balcón “Microniano”.
“La Protocultura está trabajando de nuevo. Nosotros llamamos y ella responde.”
“Sí,” Lang se dirigió hacia arriba hacia él. “Y eso determinaría que siempre podamos predecir su respuesta.”
***
La noticia del acercamiento del módulo de propulsión se extendió a todas las estaciones y fue retransmitido hacia la superficie de Tirol. En su cantina en Tiresia, Minmei desfalleció al recibir la noticia. Ella había regresado a la superficie sólo horas antes, y ahora trataba de reunir sus pensamientos antes de regresar apresuradamente a la zona de estacionamiento del transbordador de la ciudad.
Al mismo tiempo en su habitación a bordo de la SDF-3, T. R. Edwards estaba en medio de una sesión con el Regente falso.
“Parece que usted fue algo prematuro en reportar la destrucción de la Farrago” él dijo con una sonrisa malévola. Aún los ojos negros e ilegibles del Invid no lograron ocultar un sentimiento de shock; pero el simulagente rápidamente se repuso.
“Y tal vez los datos que usted suministró estaban errados,” él contestó airadamente.
El impostor Invid se había metido a hacer un intento en ganarle a Edwards, a pesar de las ordenes del Regente en contra. Él había prestado cuidadosa atención a las duras críticas del Regente y estaba convencido de que una discusión consecutiva estaba bien. Él pensaba ahora que tenía una comprensión clara del concepto de subordinación; pero como Tesla él no era grande en las sorpresas, y la aparición repentina del módulo Spherisiano había socavado completamente sus esfuerzos.
Edwards estaba moviendo de un lado a otro un índice hacia él. “Ya, ya, Su Alteza, no hay necesidad de ofensas, ¿no es así? Precisamente cuando nos estábamos llevando tan excelentemente.” Luego la cara de Edwards se puso seria, su único ojo indiferente. “Además, es sólo un par de nuestra gente y uno de los suyos. Estaba destinado a que hubiera sobrevivientes.”
“¿Uno de los míos?” el simulagente preguntó, alarmado.
“Tesla –¿no es ese su nombre? ¿O no sabía usted que él estaba a bordo?”
El Invid rizó uno de sus sensores. “Usted no mencionó eso.”
Edwards se encogió de hombros. “¿Cuál es la diferencia? Él está vivo.” Así como Wolff, Edwards pensó. Él miró a través del escritorio al Invid, comenzando a cansarse del juego. ¿Sería este Tesla capaz de confirmar sus sospechas? Él se preguntó, tomando nota para tener a los recién llegados monitoreados todo el tiempo. “Ahora, ¿qué era lo que estaba diciendo?”
El simulagente se separó de las preocupaciones sobre las posibles consecuencias de encontrar a Tesla. “Yo –yo estaba a punto de hacerle una oferta, creo.”
Edwards esperó que continúe, luego rió. “Bien, continúe –pongamos las cartas sobre la mesa.”
El simulagente levantó una mano. “Tres planetas –a su elección. Libre acceso a todos los otros mundos que yo controlo –una asociación limitada– y por último, mi ayuda para realizar sus, sueños, podríamos decir.”
Edwards tocó su mandíbula. “A cambio del cerebro...”
“Y Tesla...”
“Y Tesla.”
“Y una cosa más.”
La ceja de Edwards se levantó.
“Quiero a Minmei.”
***
Wolff y compañía caminaron fuera del módulo y sobre la cubierta de la bahía de acoplamiento de la SDF-3 hacia el sonido de los aplausos –unos pocos, de todas maneras, de una sección dirigida por Emil Lang, Lord Exedore, y varios funcionarios del estado mayor. Y fue Lang quien apretó la mano y la muñeca de Wolff, como si él nunca hubiese estado tan contento de ver a alguien. Detrás de él, Janice estaba recibiendo el mismo tratamiento; Sarna, Burak, y Tesla casi fueron ignorados.
“¿Qué rayos está sucediendo?” Wolff preguntó al científico enseguida. “¡Ustedes tienen a la mitad de la flota Invid allí afuera!”
“Hay mucho que discutir,” Lang gritó y los oficiales se empujaron unos a otros para acercarse. “Pero dígame –los otros– Rick y Lisa–”
“Están vivos,” Wolff retornó, abriéndose paso por la multitud. “Pero no lo estarán por mucho más si no enviamos una nave de rescate a Praxis.”
Lang frunció el entrecejo. “Bien, tenemos que ocuparnos de eso.”
“¿A qué se refiere con, ‘ocuparnos de eso’?” Wolff señaló con un ademán hacia el módulo. “No teníamos suficiente combustible para transposicionarnos de regreso, pero Praxis–”
“Las cosas han cambiado,” Lang le dijo, lo bastante alto para ser oído. “Tenemos que hablar.”
Wolff sintió que algo ácido lo lavaba. Todo ese tiempo él había estado respondiendo las preguntas de Lang, sus ojos habían estado recorriendo la bodega, buscando algún signo de Minmei. Ahora, después de ver cien naves Invid ancladas en el espacio de Fantoma, y con los cuchicheos portentosos de Lang en su oído, él la encontró, y la vista sólo sirvió para redoblar su temor. Ella estaba parada al lado de Edwards, entre ese grupo insensible, ofreciéndole una sonrisa débil y patética.
“Venga, Coronel,” Lang estaba diciendo, una mano en el codo de Wolff, “debemos apresurarnos.”
Wolff se apartó y levantó su cuello para atrapar otra vista de Minmei; pero el contingente de Edwards ya estaba dejando la bahía, y ella estaba perdida en la multitud.
“Escuche, Lang, necesito un minuto,” Wolff dijo, en puntillas de pie ahora.
Lang se dio vuelta para seguir la mirada de Wolff, entonces lo agarró más firmemente, más urgentemente. “El consejo está listo para oírlo. Todo depende de esto.”
“Mire, yo sólo quería–”
“Lo sé. Lo comprendo,” Lang agregó después de un momento. “Pero las cosas han cambiado, hombre. ¿No me está escuchando? Piense en sus amigos.”
Wolff comenzó a decir algo imprudente, pero se contuvo, alisando hacia atrás su cabello en un gesto de agotamiento. “Lo siento, Lang.” Él se dio vuelta e indicó con un gesto a Janice y a Sarna que se adelantasen, luego señaló a Burak y a Tesla. “Quiero a estos dos en el calabozo.” Periféricamente, Wolff atrapó la mirada de Lang. “Se lo explicaré,” él le dijo.
Cuando todos empezaron a irse, Lang mencionó que el Regente había venido a Tirol por su propia voluntad; que él estaba en realidad en la fortaleza en ese mismo momento.
Wolff hizo un sonido de sorpresa –pero ni la mitad del que Tesla pronunció al oír por casualidad la declaración. Wolff estaba demasiado absorto en las observaciones subsecuentes de Lang para oírlo, sin embargo; pero si él se hubiera dado vuelta, habría visto la mirada de casi arrobamiento en el rostro afluido del Invid.
***
El Consejo Plenipotenciario se convocó en sesión extraordinaria para escuchar el reporte del Coronel Wolff y oír sus solicitudes. Porque ambos, Janice y Sarna, eran “civiles” según los principios del consejo, Wolff tuvo que enfrentar a los doce solo. La sesión tuvo lugar en los despachos privados del consejo a bordo de la fortaleza, con los usuales secretarios y oficiales de turno. Representando a la RDF estaban los Generales Reinhardt y Edwards. Wolff aún tenía que informarse de la relación de Edwards con Minmei, pero él aborrecía al hombre no obstante. Lang había instruido a Wolff antes de que la sesión se reuniera para encontrarse con él más tarde en la habitación del científico. “No importa el resultado,” Lang había dicho. Y esas palabras se repetían ahora cuando Wolff estaba de pie ante el consejo recapitulando los eventos de los pasados cuatro meses.
“...Pero parece que las Praxianas abandonaron su mundo por una buena razón,” Wolff estaba concluyendo poco tiempo después. “Praxis es inestable. El Almirante Hunter–”
“Le advierto Sr. Wolff de usar cualquier tratamiento honorífico,” uno de los miembros del consejo dijo. “El consejo ya no los reconoce como miembros de la Fuerza de Defensa Robotech.”
“Algunos del consejo,” Niles Obstat objetó.
“La mayoría de nosotros.”
Wolff miró con severidad a la mujer. “¿Entonces por qué no están Janice y Sarna aquí, si todos somos civiles?”
“Sr. Wolff,” el Senador Longchamps interrumpió, “sólo estamos tratando de poner las cosas en orden para el registro. Usted y los Hunter, los Sterling, y los Grant se entiende que son una parte de la misión Expedicionaria. Los Sentinels extraterrestres son otro asunto. Y en cuanto a la Srta. Em, ella nunca ha estado afiliada a la RDF –o a la misión, en cuanto a eso, si es que no estoy siendo demasiado claro al respecto.”
Wolff reprimió un impulso explosivo de desgarrar la garganta del hombre. “Me disculpó con el consejo si parezco impaciente,” él continuó más calmo, “¡pero ello es que nuestros amigos están allí afuera, abandonados en un planeta que por lo que sé ahora es sólo un recuerdo! Todo lo que les estoy pidiendo es una nave con una tripulación mínima.”
“¿Para hacer qué, Sr. Wolff?” Thurgood Stinson preguntó. “Para rescatar a sus amigos, sin duda. ¿Y luego qué –continuar en su campaña, o regresar a Tirol?”
Wolff apretó sus labios. “No creo estar califico para responder a eso, Senador.”
“Y no estamos seguros de que podamos prescindir de una nave en este momento, Sr. Wolff.”
Justine Huxley rompió el incómodo silencio. “Creo que estamos perdiendo el punto aquí.” Ella indicó con un gesto hacia Wolff. “Amigos, es el término que el coronel empleó. Les pido a todos que pasemos por alto por un momento los eventos de los pasados cuatro meses, y recordemos nuestro primer encuentro con los Sentinels, especialmente los compromisos que fueron intercambiados entonces.”
Cuando los miembros del consejo expresaron entre gruñidos su acuerdo a sus maneras individuales, Wolff pilló a Exedore y a Lang enviando miradas esperanzadas en su dirección.
Luego Edwards se puso de pie para dirigirse a los doce.
“Yo debería ser el primero en admitir que los Sentinels son ambos, nuestros amigos y aliados,” él empezó, “pero hay una asunto importante aquí que está siendo descuidado –los Invid. La posición del Regente es muy clara: cualquier asistencia que prestemos será considerada un nuevo acto de guerra. Y él no hace distinción entre humanos y XTs en este asunto.”
El corazón de Wolff se fue a pique.
Edwards esperó a que la habitación quedara en silencio. “No pienso que sea necesario que le recuerde al consejo de la presencia de la flota Invid. No estoy diciendo que si ello llega a un combate con ellos no podremos salir victoriosos, pero los resultados de un combate en todo caso tendrán efectos desastrosos en nuestra meta a largo plazo –reparar nuestra nave y regresar a la Tierra. Estoy seguro que el General Reinhardt y el Almirante Forsythe concuerdan en este punto.”
De mala gana, Reinhardt inclinó su cabeza, desviando la mirada de Wolff. Edwards, sin embargo, estaba observando fijamente a Wolff.
“El momento no podría ser peor, Wolff. Lo siento. Tal vez si esperamos hasta que la tregua sea firmada –digamos, seis meses más o menos–”
“¡Ellos no tienen seis meses!” Wolff gritó. Él miró al consejo. “¡Una nave! Una maldita–”
“El consejo tomará estas cuestiones en consideración y emitirá su fallo en unos cuantos días, Sr. Wolff,” el senador metió un bocado, su cara enrojecida.
“Pero–”
“En unos cuantos días, Wolff.”
El martillo del senador bajó.
***
“¡El destino está obrando!” Tesla rugió jubilosamente. “¿Lo ves, Burak –acaso se te escapa cómo llegamos a estar aquí, cómo estábamos destinados a estar aquí?”
Burak torció su cara de diablo y señaló con un ademán a sus alrededores. “¿Aquí? ¿Destinados a estar aquí?”
Tesla hizo un gesto de rechazo. “En esta nave en este momento en particular,” él enfatizó. “Con el Regente lo bastante cerca para tocarlo.” Sus manos se doblaron alrededor de una garganta invisible.
Los dos conspiradores estaban confinados en el área de reclusión de la fortaleza, enfrentados uno al otro en celdas separadas enrejadas con rayos láser. Burak estaba con cara de malhumor, situado en el borde de una litera de estructura de aluminio estudiando sus manos, mientras que al otro lado del pasillo Tesla se paseaba de un lado a otro.
“Debemos encontrar la manera de salir de aquí,” el Invid dijo, deteniéndose. “Debo... hablar con él, convencerlo–” Él giró rápidamente para mirar de frente a Burak. “Tú no piensas que ellos mantendrán mi presencia en secreto para él, ¿ó sí?”
Burak se encogió de hombros.
“No puedo correr el riego,” él murmuró, de nuevo en movimiento. “Burak, ¿aún deseas ver a tu planeta libre de su maldición?”
“Sabes que sí, Tesla. ¿Pero cómo puedo ayudarte ahora? Ellos hasta han sacado tus frutos de mi cuidado.”
“No importan los frutos.” Tesla cautamente empujó su mano dentro del campo de láseres, y se sobresaltó por la quemadura resultante. “Sólo has lo que te pido cuando llegue el momento. No hemos llegado hasta aquí para ser estafados de nuestra victoria.”
***
Traición de una clase diferente tenía a Minmei en lágrimas en la habitación de Edwards. El general estaba en la cama, su espalda contra la cabecera, las manos agarradas detrás de su cabeza. Minmei estaba al alcance de la mano en una silla al lado de la cama, pero en otro sentido distante. Él la había encontrado esperándolo a su regreso de la cámara del consejo, todavía desordenada por su vuelo impulsivo a la fortaleza, sus ojos de bordes rojos e hinchados. Él no necesitó preguntar; así que en cambio, él se había preparado un trago, dejó caer sus botas sacudiendo sus pies, y se colocó en la cama mientras ella lloraba.
“Él está vivo,” Edwards dijo ahora, estirándose para alcanzar el trago. “¿No es eso lo que cuenta?”
Ella levantó su cara de sus manos para mirarlo con fijeza. “Ése es el problema.”
“Oh, tú deseas que él hubiera muerto.”
Minmei sollozó y sacudió su cabeza. “Bastardo,” ella le dijo.
Edwards rió burlonamente y bebió un largo trago del vaso, determinado a no entregárselo a ella. “¿Qué quieres de mí, Minmei?”
Ella enjugó sus ojos y lo miró con ira. “¿Es demasiado esperar algo de apoyo?”
“Tú no necesitas mi apoyo. Te sientes culpable porque Wolff fue lo bastante estúpido para pensar que tú te sentarías a esperar y suspirar por él. Y supongo que yo ya no cuento –yo sólo fui un hombro sobre el cual llorar.”
“Detente, T.R. –por favor.” Minmei se arrodilló al lado de la cama, descansando su mejilla en el muslo de él. “¿Qué le voy a decir a él?”
Edwards hizo un sonido áspero y se apartó de ella abruptamente. Él se levantó del lado opuesto de la cama y caminó hacia el centro de la habitación, volviéndose hacia ella. “No tengo tiempo para este tipo de disparate. Dile lo que quieras. Sólo deja de gimotear sobre ello.”
Él mantuvo su espalda hacia ella mientras refrescaba su trago; pero la pudo oír poniéndose sus zapatos y caminar hacia la puerta. “Y dile que le digo ‘Hola,’” él alcanzó a decir antes de que la puerta se cerrara.
La mano de él estaba temblando cuando bajó el segundo trago; él estaba a punto de dirigirse hacia la ducha cuando el tono de su comunicador sonó. Era el Mayor Benson.
“Una conversación interesante abajo en la prisión,” el ayudante de Edwards reportó. “Parece que no hay agrado entre Tesla y el Regente. Él está bastante ansioso de hablar con su comandante en jefe, pero me suena como que él tiene asesinato en su mente.”
La cabeza de Edwards fue hacia atrás en sorpresa. “Un suceso inesperado.”
“Él tiene algún tipo de acuerdo en marcha con ese otro alienígena. No le puedo encontrar mucho sentido. Algún tipo de pago de deuda después de que Tesla se erija como el número uno.”
Mientras Benson continuaba para completar con detalles escasos, Edwards concluyó que un asesinato podría resultar un evento ventajoso. Él no creía que la flota Invid iría a las armas por la muerte de un impostor –había simplemente demasiado en juego– y permitiendo el asesinato, Edwards estaría enviando un mensaje claro al Regente real. Más que eso, Edwards podía hacer caer la culpa por un fracaso diplomático completo en Wolff, y por extensión, al resto de los Sentinels.
“¿Algo más de otras habitaciones?” Él oyó a Benson reír brevemente.
“Le encantará esto. Creo que Lang va a ofrecer a Wolff la SDF-7. Por supuesto que Wolff tendría que hacerlo parecer como que él robó la cosa...”
Edwards meditó sobre ello. Un asesinato, el hurto de una nave, un escape... y la aprobación del consejo para capturar a los asesinos –una oportunidad para terminar el trabajo que el Invid había empezado.
Edwards sonrió al intercomunicador. “Lo llamaré más tarde,” él dijo a Benson.