Capitulo 12

Varios comentadores se han sentido compelidos a señalar que el “desliz” de Jonathan Wolff [sic: véase Calaveras y Bribones de Mizner; La Verdadera Historia de la Misión Expedicionaria de la SDF-3] fue tal vez el evento de giro de la Tercera Guerra Robotech. El razonamiento va algo así como esto: Si Wolff hubiese disparado sobre la nave Invid, Rem nunca habría alcanzado Haydon IV; y sin Rem, la Regis no habría sido capaz de instruir al Sensor Nebulosa para explorar los brazos extremos de la Galaxia en busca de evidencia de la matriz, y no habría, por lo tanto, encontrado la Tierra hasta años después de que la Misión Expedicionaria retornó. El lector debe decidir por sí mismo si algo se ganará por tal especulación; pero yo señalaría que el razonamiento de Mizner puede intentarse aplicar en ambas direcciones. Es tan fácil culpar a Lynn-Minmei como lo es a Jonathan Wolff.

Nota al pie de página en El Camino a Punto Reflex de Zeus Bellow

Una nave Invid, un pequeño transbordador, se había acoplado a la instalación del puerto espacial de Haydon IV. A la Regis se le había dicho que era de Garuda –y que cargaba regalos.

Ella estaba en su cuartel temporal en la cima de una de las maravillas arquitecturales ultratecnológicas de la ciudad cuando la noticia de la llegada de la nave le fue entregada. Fuera de alcance, a ella le gustaba pensar; distanciada de la presencia inquietante y fría de las criaturas revoloteantes y sin extremidades del planeta, de la desplazada y aún descontenta Hermandad Praxiana, de sus propios descubrimientos disturbantes... Y fuera del alcance del Regente, de sus oscuros proyectos y planes locos.

Pero quizás, Haydon IV sólo había agravado la miseria que ella había traído consigo aquí desde Optera y Praxis. Ella se sentía a la merced de un anhelo confuso el que ella no podía definir; una necesidad de liberarse de esta condición sin perspectiva.

Ella supuso que debía haber estado agradecida que los habitantes de Haydon IV en ningún modo habían jugado con ella o negádole algo; pero tampoco la habían aceptado a ella como el ser evolucionado que ella imaginaba ser. Era más preciso decir que ellos habían tolerado su presencia –como si ellos tuviesen conocimiento particular de algún misterio arcano grandioso el cual ella siquiera podía discernir, mucho menos desenmarañar. Y además ella sentía que esto tenía algo que ver con el igualmente misterioso fundador/creador del mundo –Haydon. Los bancos de datos que ella había explorado por respuestas para sus propios acertijos evolutivos pusieron cierto vislumbre en la vida de él, pero apenas suficiente para formar un retrato completo del ser. Y ella confesó cierta trepidación al expandir sus esfuerzos de esta manera. Desde entonces el cimiento mismo del trabajo de su propia vida había sido sacudido por lo que ella había descubierto en las meditaciones transfísicas de Haydon, y de repente ella se sintió muy insegura de sí misma y de sus ambiciones para tolerar mucho más al modo de contradicciones. Había indicios, sin embargo, de que ella no estaba, como ella había imaginado, en control de las cosas; que el hurto de las Flores, la búsqueda del Invid, hasta las fechorías de Zor, no eran sino parte de un diseño mucho mayor –uno en el que ella, también, hizo poco más que representar un papel. Y ese papel... ese papel demandaba que ella aceptase que lo que ella buscaba no eran las Flores de la Vida, sino la materia que había sido conjurada de ellas por Zor –la Protocultura.

Como ella lo veía –como ella quería verlo– la Protocultura era una energía maliciosa, una malignidad que no hacía más que abastecer de combustible a la máquina de guerra de los Maestros y de su frustrado ex esposo. Para verlo como más habría que admitir que ella había estado equivocada después de todo, que el curso del Regente era el más verdadero, el predestinado.

Y repentinamente él le había enviado a ella cierto tipo de regalo.

Ella se estaba paseando por la habitación como una bestia enjaulada ahora, aguardando a que la cosa no solicitada fuese traída a ella. Finalmente, dos de los “científicos” de su esposo fueron admitidos en su habitación; ella reconoció a uno de ellos como un maestro al cual ella misma había evolucionado para el propósito expreso de inspeccionar la recolección de la Flor en Garuda –otro de los mundos malditos que Zor había por alguna razón tenido a bien cultivar.

“Su Alteza,” el científico se dirigió a ella, inclinándose. “El Regente se apena de no poder estar aquí en persona para conferir su regalo.”

La Regis hizo un sonido ridiculizante. “Si él hubiese venido en persona, yo no estaría aquí para recibirlo. Ahora, presénteme la cosa y despídase, subordinado.”

“Por supuesto, Su Señoría,” el científico dijo, inclinándose otra vez. “Sólo que no es tanto como una ‘cosa’...”

“¿Qué es entonces?” ella le preguntó, los brazos en jarra.

“Es más al modo de una presentación viva –pero una que seguramente resultará más ilustrativa.” El científico gritó unas cuantas órdenes rápidas por sobre su hombro, y dos soldados Invid ingresaron marchando a la habitación. Intercalado entre ellos estaba un pequeño Tiresoide masculino, narcotizado, así parecía.

Confundida, la Regis redujo su estatura un poco para conseguir una mejor vista de él. Uno de los soldados inclinó la cara del Tiresoide hacia arriba para que ella la inspeccionara.

Era Zor.

Un grito sucinto se abrió paso desde las entrañas mismas de su ser, y ella estuvo cerca de perder el conocimiento, retrocediendo de los soldados y su terrible trofeo y estrellándose contra una esfera de comunicaciones.

“¡Un clon, Su Alteza, un clon!” el científico estaba voceando, consciente de la congoja de la Regis. “No nos propusimos hacerle ningún mal.”

“¡Cómo se atreve!” ella bramó, suficientemente fuerte para hacer arrodillar a ambos soldados y científicos, y mandar a Rem al piso.

“Expusimos al clon a la atmósfera Garudiana y descubrimos que sus sueños hablaban de cosas que estábamos seguros usted encontraría–”

“¡Silencio!” la Regis dijo, cortando el torrente de palabras del científico. “Sé lo que pensaron,” ella añadió, más compuesta ahora. “Y sé qué intensiones tuvo el Regente al enviarme este... clon. ¡De pie!”

Con vacilación, el cuatro Invid hizo lo que se le instruyó, dejando a Rem donde yacía. “Su Alteza,” el científico principal empezó con una nota tímida, “Los dispositivos de Haydon IV nos permitirán mirar aún más profundo en la memoria celular del clon. Tal vez alguna pista con respecto a los Maestros o a la desaparecida matriz de la Protocultura...”

“Sí,” ella le respondió, mirando hacia abajo a Rem cuando él se quejaba y rodaba sobre sí. Le tomó a ella toda su fortaleza abstenerse de extenderse para tocarlo. ¿La recordaría él? Ella se preguntó. ¿Revelaría la memoria celular del clon lo que Zor había estado pensando cuando él la sedujo, cuando él retornó a Optera para sembrarla, respaldado por un ejército de gigantes guerreros? ¿Revelaría esa misma memoria el camino que la matriz había tomado, el rumbo que ella seguiría?... “Conduzcan sus experimentos,” ella dijo al grupo relevado. “¡Muéstrenme el futuro de nuestra raza!”

***

Jonathan Wolff estaba más allá de creer en milagros, pero estaba apremiado por una palabra mejor para describir la vista de varios cientos de Garudianos yendo a la carga en la escena para rescatar a sus hermanos esclavizados. Ellos estaban alcanzando la cima de la colina ahora –armados con todo desde mazas de guerra y bolos y cosas de forma de arpeo hasta armas aéreas Karbarrianas y cohetes antimecha– y cayendo sobre los soldados Invid quienes mantenían a los esclavos rodeados. Una docena más o menos de Bioroids sobre plataformas aerodeslizantes les estaban proveyendo de soporte aéreo, empleando sus cañones montados en las varillas para hacer llover destrucción sobre los Hellcats y Cranns por igual.

Innumerables indefensos Garudianos habían sido matados en el ataque genocida de los Inorgánicos, pero eso no detuvo a los sobrevivientes de reagruparse una vez que ellos se dieron cuenta de que su mundo se había comprometido en una situación de todo o nada. Ellos se precipitaron hacia las líneas Invid, las que ya estaban forzadas al punto de ruptura, y embistieron a los no-Garudianos con una violencia que sólo una furia ciega podía liberar. Tomó cinco, diez, a menudo quince Garudianos derribar un único soldado blindado, pero uno a uno el enemigo fue derribado. Algunos eran golpeados con los puños hasta la muerte, otros desintegrados por sus propias armas, y hasta otros eran desnudados de sus máscaras y tanques de respiración y dejados ser atacados de locura homicida, enloquecidos mucho antes de que las esporas pudieran realizar su efecto –enloquecidos por el mero miedo de ese fin.

Estimulado por esta inversión, el Wolff Pack y el Escuadrón Skull hicieron todo lo que pudieron. Hasta este momento, preocupados por el bienestar de Rick y sus otros camaradas capturados habían debilitado hasta cierto punto su resolución; y requirió el avance desesperado de los Garudianos para hacerles recordar todo lo que la lucha por la liberación era. Reinspirados, los pilotos de VTs y los tanqueros de Hovertanks soltaron sus propias sombras, y barrieron como ángeles vengadores por los cielos fracturados y bosques infernales. Shock Troopers, soldados, árboles de Optera, las granjas mismas –nada los haría desistir su cólera.

Con desenfreno total, Wolff impulsó a su mecha más y más profundo dentro de la locura, destruyendo, lisiando, matando. Por un instante él se regocijó al oír la voz de Miriya Sterling por la red táctica –ella estaba acoplada ahora en tándem en el guerrero Alpha/Beta de Max– pero ése no era más que un recordatorio efímero de una vida pasada. Él se consideraba uno de los muertos ahora, no en el infierno del mundo sino en el suyo propio. Y de ese centro hueco llegó un intento asesino que no sabía de límites. Él sólo podía esperar que alguno de los Sentinels viviera para ver la victoria aquel día.

***

“¡Detrás de ti!” Janice gritó.

Pero Jack ya los había visto y estaba a medio camino en su giro, el lanzacohetes encima de su hombro. Tres soldados Invid estaban avanzando por el pasillo, los cañones de sus antebrazos resonando. Jack apretado el gatillo y le dio a uno de los XTs en el centro mismo. La explosión fue suficiente para tirar al suelo a los otros dos, pero sólo momentáneamente; estuvieron de vuelta de pie en un instante, reasumiendo su avance mientras Jack se esforzaba por agarrar las granadas prendidas a su cinturón de tejido.

“¡Los tenemos!” él oyó a Lron, o posiblemente a Crysta, gruñir. Los Karbarrianos estaban situados a ambos lados del final del pasillo, granadas en sus manos extendidas. “¡Ahora!” Lron dijo, y los dos giraron y soltaron.

Jack se aplanó contra el piso y cubrió su cabeza; el estruendo y el calor intimidante pasó sobre él y él rodó hacia un lado, ejecutando un chequeo rápido de la posición de todos. Janice estaba detrás de él, arrodillada sobre la masa temblante que era Tesla; Gnea y Bela estaban alejadas hacia la izquierda, a lo largo de la sección de una pared curva y sin rasgos característicos a poco del final de un segundo pasillo. Learna estaba frente a ellas, cerca del arreglo de la esfera y pie que Tesla había llamado un comunicador. Los cuatro soldados Invid quienes los habían recibido luego del paseo de “ascensor” estaban desparramados en el piso, muertos; dos con flechas hundidas centímetros dentro de sus gruesos cuellos. Cerca dos más estaban muertos o muriendo, derribados por los proyectiles de alta velocidad de los rifles de aire comprimido Karbarrianos.

“¡Levántenlo!” Jack dijo a gritos, poniéndose de pie y señalando a Tesla. “¡Gnea, Bela, verifiquen aquel pasillo!”

Las mujeres Praxianas tenían ballestas y espadas empuñadas hacia abajo cuando se movieron; Crysta fue detrás de ellas con sus rifles lista para repartir fuerza adicional. Tesla estaba de pie ahora y desempolvándose sus mantos.

“Bárbaros,” él dijo, mirando a su alrededor a los soldados muertos.

“Cállese,” Jack escupió, dándole un codazo suave en las tripas con el lanzador.

Tesla miró hacia debajo de su hocico al humano. Para seres pequeños y primitivos, él decidió, ellos eran poseedores de una ferocidad increíble a ratos. Y mientras que esto en sí mismo no era poco común, estaba completamente en desacuerdo con los rasgos compasivos y de preocupación que a ellos les gustaba mostrar.

Tesla, Jack, Janice, y Learna estaban cerca de la esfera de comunicaciones cuando algo repentinamente cargó el aire –un zumbido resonante que llegaba hasta los huesos que transportaba un olor peculiar con él.

“Una alarma,” Tesla anunció, los dedos en los controles de activación de la esfera. “Parece que tuvieron éxito en llamar la atención hacia ustedes mismos.”

“¿Algo?” Jack exclamó a Gnea. Ella sacudió su cabeza, luego le ofreció un encogimiento de hombros perplejo.

“Ahh, allí está la razón por la que nos están dejando tranquilos...”

Jack giró a tiempo para ver cobrar vida a una imagen en el corazón de la esfera. Tomó un momento explicarse la escena, y Learna fue la primera en jadear.

“Parece como si tuviésemos una rebelión en nuestras manos,” Tesla se aventuró.

La esfera mostraba un ejército virtual de Garudianos vertiéndose en el hoyo. Los soldados Invid los estaban asesinando sanguinariamente desde posiciones atrincheradas cerca de la base de la colmena. El bosque de árboles de Optera estaba en llamas, dando al cráter la apariencia del caldero de un diablo.

“¡Es un suicidio!”

Janice colocó su brazo alrededor de los suaves hombros de Learna.

“Entonces hagamos que valga la pena,” Jack dijo con voz determinada. Él codeó ligeramente a Tesla para que se ponga en movimiento de nuevo, y el Invid comenzó a guiarlos por uno de los pasillos. En breve ellos estuvieron de pie frente a un portal tenuemente brillante similar al de la entrada de la colmena. Una vez más, la mano de Tesla o la voz “abrió” el portal, y el equipo se encontró en un tipo de centro de control, lleno de “mobiliario” –sillas extrañamente contorneadas y mesas y guardarropas empotrados bastante convencionales, columnas de instrumentos, esferas de comunicaciones de varios tamaños y diseños, y lo que parecían ser dispositivos Robotech Tiresianos.

El equipo se desplegó para explorar el espacio y Lron hizo un descubrimiento importante detrás de uno de los altos contadores: dos científicos Invid vestidos de blanco agazapados.

El Karbarriano los puso de pie por sus cuellos y los empujó hacia el centro de la habitación.

“¡Tesla!” uno de ellos hirvió, siguiendo con lo que Jack imaginó eran unos cuantos floridos epítetos Invid. Janice tradujo: “Él llamó a Tesla traidor. Dijo que era verdad lo que ellos habían oído sobre él.”

“¿Qué significa?” Jack preguntó.

“Por haberlos traído a ustedes aquí,” Tesla dijo demasiado rápido.

“¿Dónde está Kami?” Learna demandó.

Tesla les hizo la pregunta a ellos, luego gruñó cuando los científicos habían contestado. “Se niegan a decirlo.”

Jack asió el rifle de Crysta y lo sostuvo hacia la cabeza de uno de los científicos. “Pregúntele de nuevo.”

Tesla escuchó la réplica y sacudió su cabeza.

“Correcto entonces–”

“Aguarda un momento, Jack,” Bela interrumpió. “Tal vez ellos apetecen una bocanada de aire fresco de Garuda...”

Tesla dijo a los dos lo que los Sentinels guardaban para ellos; hasta Jack pudo ver los sensores de sus hocicos palidecer ante la perspectiva. Nadie realmente necesitó la traducción.

“Han cambiado de opinión,” Tesla anunció con un bufido de desaprobación.

Y con eso los científicos comenzaron a guiar a los Sentinels en un viaje de turismo tortuoso por el domo, siempre descendiendo, a través de tubos tractores y pendientes en espiral donde debían haber habido escaleras, pasaron sistemas de transporte y cuba tras cuba de Frutos o tallos y Flores pulverizadas, entraron y salieron de pasillos y habitaciones, estaciones de comunicaciones y rotondas, todo recientemente evacuado de soldados y zánganos de trabajo quienes habían cesado sus tareas para proteger la granja. A minutos de dejar el centro de control Jack se sintió completamente perdido; él no tenía idea en dónde se encontraban en relación con la entrada a la colmena, y empezó a preguntarse si los científicos los estaban guiando a una trampa. Pero su preocupación decayó para cuando alcanzaron lo que él supuso eran los niveles más bajos, tal vez subterráneos; ellos habían pasado numerosos lugares donde emboscadas podían haberse llevado a cabo, pero ni un solo soldado se había visto. Entonces por último alcanzaron el fin de la línea –o así pareció hasta que uno de los científicos en realidad llevó al grupo directamente hacia una pared. La cámara al otro lado era algún tipo de saco membranoso, veteado y pulsante como algo que uno podría encontrar en un pulmón malsano, y allí, apilados juntos en el centro del piso, estaban Rick, Lisa, Karen, y Kami.

Temiendo lo peor, Jack actuó con renuencia mientras que todos los demás corrieron hacia ellos –todos excepto Janice, quien se situó cerca de la puerta osmótica del saco donde podía vigilar a Tesla. Learna inmediatamente deslizó un transpirador sobre el hocico de Kami y lo abrazó contra ella con toda su fuerza. Kami se movió un poco después de un momento, pero los tres humanos eran otro asunto; pálidos enfermizos y desgreñados, ellos languidecían en un estupor cadavérico, lloriqueando una que otra vez.

“...expuestos a la atmósfera, luego efectuaron algún tipo de experimento de sondeo mental,” Janice pudo oír a Tesla traduciendo.

Janice vio a los dos científicos dar un paso hacia atrás cuando Jack y los otros giraron hacia ellos. Ella aparentaba estar preocupada estudiando el portal de la cámara, proveyendo a Tesla con algo de espacio ilusorio. Al mismo tiempo, aguzó sus ojos y oídos en la dirección de él.

“No se preocupen por nada,” Tesla estaba diciendo a sus camaradas en un tono bajo pero tranquilizador. “Ahora que el Regente ha sido... muerto, Tesla gobernará en su lugar. Haré las paces con estos seres y–”

“Tesla, ¿qué está diciendo?” uno de los Invid lo interrumpió. “¿El Regente muerto? Acabamos de hablar con él. De hecho, fue él quien nos dijo que lo esperásemos a usted.”

“¿Qué? Tú hablaste... Pero, pero lo que dijiste, lo que dijiste sobre que era cierto–”

“Sí,” el otro científico habló despectivamente. “¡Que usted había tomado la lucha de los Sentinels, y que debíamos cuidarnos de su traición!”

“¡No!” Tesla dijo muy ruidosamente. Él se dio cuenta y arriesgó una mirada hacia Janice, pero ella mantuvo sus ojos alejados de él.

Jack, Gnea, y Lron lo estaban tomando por asalto cuando él giró de vuelta. Lron agarró a cada uno de los científicos por los frentes de sus mantos.

“Pregúnteles lo que hicieron con Rem.” Jack gruñó.

Tesla observó al grupo rescatado, notando por primera vez que el Tiresiano no estaba entre ellos. Ausente, él dirigió la pregunta hacia los dos que él había esperado fueran a ser sus primeros súbditos, aún aturdido por lo que ellos le habían dicho. ¿El Regente vivo? ¿Cómo podía ser?

“¿Y bien?” Jack gritó. “¿Qué está diciendo?”

Tesla esperó a que el científico lo repitiera, inclinando la cabeza cuando escuchaba. “Rem es Tiresiano. Sus sueños eran poco, podríamos decir, comunes. Así que fue enviado a otra parte para testes adicionales.”

“¿Adónde?” Janice preguntó, caminando hacia él.

Tesla escuchó por un momento. “A Haydon IV. De hecho, el Regente mismo está en camino–” los ojos de Tesla se abrieron de par en par y las palabras se engancharon en su garganta.

“Continúe...”

Él tragó y encontró su voz –chirriadora como era, de repente. “El Regente está en camino hacia Haydon IV mientras hablamos.”

“Entonces allí es hacia donde nos dirigimos,” Bela dijo tranquilamente, sus ojos entrecerrados.

Tesla engulló, en voz bastante alta para que todos lo oyeran.

“Tenemos que llevarlos con el equipo médico de Jean,” Learna anunció, aún sosteniendo a su compañero.

Bela alzó a Lisa del piso. “No tenemos tiempo que perder.”

Lron y Crysta se acercaron para levantar a Rick y a Karen.

***

Max y Miriya recibieron las buenas y malas noticias de Cabell por la red de comunicaciones: Rick y los otros habían sido rescatados, pero aún estaban bajo los efectos de la atmósfera cargada de microbios del planeta y delirantes de fiebre. Además, la misión había salido bien sin bajas entre el equipo, pero Rem ya no estaba en Garuda. El equipo de Jack estaba fuera de la colmena del cráter ahora y aguardando la extracción; Jean reclamaba que Rick, Lisa, y Karen estaban demasiado débiles para soportar el viaje de regreso al cuartel temporal del grupo médico por medio de Hovercycle o los transporte Garudiano.

Max cortó la comunicación e inmediatamente puso a dos de sus pilotos de flanco en la red táctica, ordenándoles que se reuniesen con Skull Uno en la colmena del cráter. Al reconfigurar al mecha a modo Guardián, él imaginó al Alpha en un despegue vertical y estableció su curso hacia el nordeste hacia el hoyo. Cuando el VT se elevó, Max tuvo una vista completa de los bosques y estepas que el Skull y el Wolff Pack habían convertido en yermo. No desde la batalla en Karbarra él había visto tanta muerte, tal destrucción extensa. La colmena en forma de domo estaba en ruinas, derrumbada y en llamas; los bosques de árboles de Optera, junto con pedazos de prado y siempre verde, estaban quemándose fuera de control. El terreno estaba asolado más allá de toda creencia –borrado, agujereado, craterizado, esparcido con mechas Invid sin piernas o sin garras, pedazos de Hovertanks y Veritechs, Bioroids e Inorgánicos. Una ladera entera estaba cubierta desde la base hasta la cumbre con cubiertas Hellcats y cadáveres de Invids y Garudianos. Cientos, tal vez miles habían muerto. Y por lo que Max estaba oyendo por la red, la misma escena se había recreado en cada granja e instalación Invid a lo largo de la zona ecuatorial del planeta. Pero Garuda se había liberado del yugo de los no-Garudianos.

Buenas noticias... malas noticias.

Max dijo esto a Miriya cuando el VT cubría los ochenta kilómetros más o menos hacia el cráter. Ella estaba aún en el módulo Beta y aparentemente muy bien, a pesar de su experiencia penosa. Max estaba cautamente optimista; él aún tenía que interrogarla sobre cómo su guerrero había sido derribado en primer lugar.

La colmena del cráter estaba en su mayor parte intacta, pero Max no esperaba que continuase así por mucho más tiempo. Fuegos invadiéndola desde todos lados. Skull Uno se separó del humo y las nubes sobre un campo de batalla muy parecido al que acababan de dejar, muertos y heridos esparcidos a través del campo, una mezcla palpable de triunfo y pérdida. Esos Invid que habían sobrevivido estaban viendo el lado barbárico de los Garudianos; pero Max no supuso que podía culpar al pueblo de Kami por las consecuencias sangrientas del día, esta catarsis necesaria.

Enmascarados de nuevo, Jack, Gnea, y Bela guiaron a Max y a sus pilotos de flanco hacia allí, y colocaron a Rick y a los otros en los VTs tan rápido como pudieron. Lron, Crysta, y Janice mantenían vigilados a Tesla y a unos cuantos científicos Invid adentro de la colmena –protegidos de la avidez de sangre de los Garudianos por ahora. Kami, aún débil pero ambulante ahora, estaba lejos en algún lugar compartiendo el sabor agridulce de la victoria con Learna y sus amigos guerreros. Acabando con las tropas restantes, Max aventuró, en grana manera como el Wolff Pack lo estaba haciendo en otros puestos.

Max atrapó un breve vislumbre de Rick cuando estaba siendo alzado dentro del espacio de carga del módulo Beta de Danubio Azul. El transpirador impidió a Max ver la cara de su amigo, pero Rick lucía como si el Invid lo hubiese despojado de sus huesos.

Los tres VTs de dirigieron deprisa hacia la aldea de Kami, donde el equipo de Jean se hizo cargo y llevó a Rick y a los otros a la seguridad del domo médico geodésico. Max no pudo sino verlo como una versión en miniatura de las colmenas Invid que ellos acababan de destruir.

Él y Miriya ingresaron inmediatamente después de Jack, se quitaron sus máscaras, y tomaron un profundo aliento de la atmósfera artificial del domo.

“Dulce, ¿no es así?” Max dijo, tratando de sonar alegre. Miriya le ofreció una sonrisa débil, pero no dijo nada. Él estaba extendiendo el brazo para alcanzar la mano de ella cuando ella repentinamente tambaleó y se derrumbó en los brazos de él.