Capitulo 8

Estoy esperando con interés a Garuda de una manera que no tiene nada que ver con lo que sentí hacia Karbarra ó Praxis. Todas las cosas apuntan a la posibilidad de que seamos capaces de reagruparnos y refortalecernos allí, aún si tendremos que ataviarnos para la visita. Sabe Dios que Lisa y yo necesitamos algún tiempo ininterrumpido juntos. Hablamos de los sueños anoche, e hicimos el amor como si no lo hubiésemos hecho en demasiado tiempo. Ello llegó a descender hasta los sueños finalmente –manteniéndose firme en ellos no importando qué más sea arrojado en tu camino. Quiero regresar a ese lugar en mi vida, y Garuda suena como si fuera hecha a la medida.

De los diarios completos del Almirante Rick Hunter

Una vez más el Consejo Plenipotenciario de la Misión Expedicionaria se encontró en sesión extraordinaria, la tercera veces en el mismo número de días. El ex coronel Jonathan Wolff y su pequeña banda de rebeldes habían robado una nave de guerra prototipo y se habían transposicionado desde el sistema Valivarre, después de asesinar al Regente Invid. El cuerpo del soberano había sido llevado de regreso a la nave insignia por su comitiva de científicos y soldados, quienes prometían una respuesta rápida y violenta a la traición de los humanos. Las naves bajo el mando del General Edwards habían perseguido al crucero robado, pero se detuvieron en seco de seguirlo en el hiperespacio. Era creído, aunque con poca seguridad en este punto, que Wolff estaba regresando a Praxis; pero el próximo destino de los Sentinels era una suposición. Y si sus movimientos estaban abiertos a interrogantes, sus móviles eran positivamente desconcertantes. Edwards estaba argumentando este mismísimo punto en la cámara del consejo ahora, moviéndose por la habitación como un abogado litigante, su discurso colérico y apasionado, su razonamiento casi inexpugnable.

“Además,” él dijo, un índice levantado, “es mi creencia que la historia de Wolff fue un artificio. Los Sentinels enviaron a Wolff aquí para matar al Regente. Toda la su conversación sobre la destrucción de la Farrago y de la misión de rescate a Praxis fue diseñada como una diversión.”

“Esa es la suma idiotez,” Lang objetó, poniéndose de pie y dándose vuelta para mirar de frente al resto de su grupo. “Fue el Regente quien primero nos informó de la destrucción de la nave–”

“Ellos permitieron a sus tropas destruir la nave,” Edwards interrumpió, pero Thurgood Stinson rápidamente le hizo señas de que haga silencio.

“Lo que es más,” Lang dijo después de posar su mirada en Edwards, “los Sentinels no tenían modo de saber que la flota del Regente estaba aquí.”

Edwards rió. “¿Necesito señalar que ellos podían haber estado monitoreando nuestras transmisiones, aún mientras permanecían incomunicados?”

“¿Pero con qué propósito, General?” Lang preguntó. “¿Por qué sabotearían deliberadamente las negociaciones? Realmente, esto no tiene sentido alguno, y advierto al consejo de que comprenda que el General Edwards nos está ofreciendo nada más que una interpretación de los hechos.”

“Los hechos, Doctor, son que el Regente está muerto y una de nuestras naves ha sido robada. ¿Qué más quiere?”

Con los labios firmes, Lang tomó asiento. El Senador Longchamps aclaró su garganta significativamente. “El consejo aprecia la advertencia del Dr. Lang, pero a mí por lo menos me gustaría oír la evaluación del general sobre los móviles de los Sentinels.”

Edwards se sentó en silencio por un momento, luego se puso de pie y dijo, “Ellos se han convertido en un ejército privado. Han liberado a Karbarra –a Praxis, por lo que sabemos– y su plan es continuar en esta vena hasta que el grupo local entero sea suyo para mandar. Entretanto, nuestros esfuerzos aquí habrán sido socavados hábilmente. El Invid retornará en gran número y a la larga serán los Sentinels quienes nos rescatarán.”

“Esto es demasiado,” Justine Huxley interpuso. “El Almirante Hunter nunca podría inclinarse a tales medidas.”

“¿Entonces por qué él renunció a su mando?” Edwards le contestó a ella. “Y por qué es que el aparato entero de la RDF decidió seguir su liderazgo.” Edwards enumeró con sus dedos: “El Skull, el Wolff Pack, Vince y Jean Grant, hasta el Tiresiano, Cabell. A Hunter no le gustaba la idea de responder a las demandas del consejo, y ahora él está a las suyas.”

Edwards regresó a su silla, dejando a los miembros del consejo argumentar entre sí. En el asiento adyacente, el General Reinhardt lucía una mirada de completa repugnancia.

Después de unos cuantos minutos de deliberación, Longchamps anunció, “El consejo aún no está completamente convencido de la trama que usted detalla, General Edwards, ni de sus interpretaciones del ‘plan maestro’ de los Sentinels, si usted desea.”

Edwards frunció el entrecejo, esperando a que el senador continuase.

“Sin embargo, el hecho sigue siendo que las acciones del ex Coronel Wolff, cualquiera sea su motivación, nos ha puesto en un apuro serio. El consejo desea saber si los comandantes Invid le han indicado a usted de algún paso que pueda ser tomado para compensar esta injusticia.”

Edwards se puso de pie, suprimiendo una sonrisa de auto satisfacción. “En este momento ellos parecen dispuestos a aceptar los hechos de la manera en que se los hemos presentado: Wolff actuó por cuenta propia. Pero debo incluir esta advertencia: éstos son personal de categoría relativamente baja con los que estamos tratando, y estoy seguro que una vez que la Regis oiga hablar de esto, veremos una lucha renovada –tal vez en una escala más recordativa de la Guerra Robotech que de algo que hayamos experimentado aquí.”

Él esperó a que esto calara antes de continuar. “En cuanto a lo que podemos hacer, yo sugeriría que dejando de lado un ataque preventivo contra sus fuerzas en este momento, o la captura de los Sentinels, dediquemos todos nuestros esfuerzos a la construcción de una flota de naves para competir con la suya.”

De nuevo, hubo argumentos y objeciones de varios miembros del consejo, pero Longchamps acalló estos con su mazo. “¿Estaría usted dispuesto a dirigir este proyecto, General, si el consejo así lo vota?”

Edwards inclinó su cabeza ligeramente. “Me sentiría honrado, Senador. Por supuesto, yo requeriría la cooperación total de los equipos Robotech del Dr. Lang y el control de las operaciones mineras en Fantoma.”

“Naturalmente,” Longchamps dijo. “Aplazaremos la sesión para considerar nuestra decisión.”

Edwards sonrió falsamente a pesar de sí mismo. Él cambió su mirada ligeramente para mostrar a Lang la fría hostilidad en su ojo. Lang trató de devolvérselo, pero no pudo.

El round había sido para Edwards.

***

En su complejo colmena en Optera, el Regente Invid estaba sentado solo con sus dos Hellcats mascotas, demasiado aturdido por los reportes del asesinato de su simulagente para hablar. Él sostenía su cabeza de apariencia de caracol en sus manos, sumido profundamente en un sentimiento de desesperación que era totalmente nuevo para él. Una vez en el pasado él había experimentado tal tormento: cuando su esposa le había confesado a él su amor por Zor. Traición, él pensó, en el suave resplandor de la esfera de comunicación de la habitación.

“Su Alteza, ¿debería dar la orden de atacar?” un lugarteniente repitió cautamente.

El Regente miró fijamente la imagen del soldado en la esfera y suspiró pesadamente. “No,” él respondió tranquilamente. “Regrese la flota a Optera, y no le diga a nadie que estoy vivo. Me puede beneficiar el permanecer oculto por algún tiempo más.”

“¿Pero, Su Alteza, quedarán los humanos impunes? ¿Y qué de Tesla?”

El Regente pudo sentir la ira del lugarteniente, y fue suficiente para refrescarlo momentáneamente. Él no había sido abandonado completamente, entonces; la lealtad todavía vivía.

“Por el momento no haga más que dejar hacer conocer nuestras intenciones. Informe al alto mando humano que los hacemos responsables por la... la muerte del Regente, y esos términos para un alto al fuego no se discutirán hasta que los Sentinels hayan sido capturados.”

“Mi señor,” el lugarteniente retornó con una nota de renuencia. Él ofreció un saludo y cortó el enlace.

El Regente colocó una mano en el hombro de uno de los Inorgánicos domesticados, sobre sus cuartos traseros al lado de su silla. “Mi mascota,” él dijo en voz alta, “¿tú, también, me traicionarás algún día?”

Tesla había cometido asesinato.

Él lo encontró casi inconcebible. ¿Lo habían puesto los Sentinels allí de algún modo, o, peor aún, lo había hecho la Regis? Era sabido que ellos se habían visto en Praxis... ¿Le había prometido ella algo entonces, el hijo predilecto de ella? Ciertamente Tesla había sufrido algún tipo de cambio, si es que él creía las palabras de los guardias del simulagente. Tal vez él y la Regis habían hecho un pacto para gobernar en su lugar, y como un signo de buena fe ella lo había evolucionado un poco. ¿En Praxis? Él se preguntó. ¿Había ella ido allí para continuar con sus peligrosos experimentos de los Posos de Génesis? Él lo sabría muy pronto, si las naves de ella repentinamente apareciesen en el espacio de Optera.

Pero entretanto el Regente pensó que era mejor permitir a los humanos seguir pensando que uno de ellos había asesinado al simulagente. Si, como ellos mantenían, el grupo había actuado solo, ello mostraba un claro descuido por parte del consejo. Pero si este Edwards había permitido que ello sucediera –hasta lo había diseñado, como el Regente estaba inclinado a creer– entonces el asesinato tenía implicaciones más siniestras, era como si Edwards supiese desde el principio que el Regente había enviado a un impostor en su lugar, y el asesinato fue el modo del Humano de responder a la substitución.

Él tomó nota para tratar a Edwards en forma diferente la próxima vez.

El simulagente no había sido capaz de enterarse de nada sobre el destino de los Maestros, o la localización de la Tierra de los humanos; pero era posible que su muerte tuviese un efecto secundario positivo. Obviamente los humanos estaban ansiosos por rogar por la paz, y aunque él no les podía otorgar esta aún, ese hecho aliviaba su preocupación sobre su presencia en el Cuadrante. Y ahora era probable que otros además de Edwards estuviesen dispuestos a volverse en contra de los Sentinels.

El Regente solicitó un mapa estelar en la esfera y se inclinó hacia delante para estudiarlo. “Garuda,” él decidió después de un momento, allí es donde ellos se dirigirían. Un mundo miserable si es que alguna vez fue uno, un mundo que tenía su propio modo de lidiar con los intrusos... El Regente había hecho volver a todas sus naves de guerra desde el planeta para fortalecer la flota que él había enviado a Optera; pero allí aún había una pequeña guarnición de soldados y científicos atendiendo los huertos y las granjas y supervisando el transporte del alimento nutritivo. Suficientemente advertidos, ellos deberían ser capaces de tener éxito donde fuerzas más grandes habían fallado.

El Regente frotó sus manos juntas en un gesto de excitación renovada. Él gruñó a las bestias que flanqueaban su silla. Tal vez no era tan malo estar muerto después de todo.

***

Cuando la noticia de la decisión del Consejo Plenipotenciario fue conocida, la misión Expedicionaria se encontró más dividida que nunca. Todos en la Base Tirol y a bordo de la SDF-3 ahora se sentían obligados a tomar una posición. El consejo, por mayoría sino por fallo unánime, había declarado efectivamente a los ex almirantes Hunter y Hayes, junto con el resto de los Sentinels humanos y XTs, proscritos. A su debido tiempo una nave sería asignada a su captura, pero por lo pronto ellos no iban a recibir ninguna ayuda del personal de la RDF, y si alguien era encontrado ayudando o apoyando la causa de los Sentinels sería sometido a enjuiciamiento con todo el peso de la ley. Además, el General Edwards estaba siendo puesto por completo al mando de la RDF; él estaría a cargo de ambos las operaciones mineras y los proyectos de construcción, y su personal estaría supervisando todos los aspectos de la defensa civil, incluyendo las acciones policiales menores.

Lang, Exedore, Huxley, Obstat, Reinhardt y unos cuantos otros se habían convertido en una camarilla de la noche a la mañana, y Lang se dio cuenta que no pasaría mucho antes de que los Ghost Riders de Edwards estuviesen vigilando cada movimiento de ellos –si en realidad éste ya no era el caso. Había suficientes preguntas sin respuestas sobre el asesinato del Regente para convencer a Lang de que Edwards había tenido que ver en el asunto. Él conjeturó, también, que Edwards estaba consciente de la asistencia que Lang le había prestado a Wolff; pero si él tenía alguna prueba, probablemente la estaba guardando para la próxima ocasión en que los dos hombres se encontrasen cara a cara. Lang sólo podía esperar que Wolff haya alcanzado Praxis a tiempo para rescatar a los Sentinels, porque de otro modo, el plan había hecho más daño que bien. Sin embargo, tomando tal postura de línea dura, el consejo había debilitado inadvertidamente a Edwards –tal vez no ahora, pero a la larga, cuando aquellos leales a Hunter diesen un paso hacia delante en una exhibición de fortaleza.

Lang estaba en su habitación, compilando una lista mental de los hombres y mujeres con quienes se podría contar, cuando el tono de la puerta sonó y Lynn-Minmei rogó para ingresar. Ella era la última persona que Lang quería ver, pero cuando él pensó en ella un plan vino a la mente. Él la había persuadido una vez en aceptar a Janice como su socia; ahora tal vez él la podía persuadir de asumir el papel del androide como una espía.

“Dr. Lang, espero no molestarlo,” ella dijo, pasando por la puerta. “es que tengo que hablar con alguien.”

Él pudo ver que ella estaba frenética. “No seas tonta, querida mía. Siéntate. ¿Puedo servirte algo?”

“No,” ella dijo ausente. “No, gracias. Sólo necesito saber si es verdad, Dr. Lang –lo que están diciendo sobre Jonathan y Rick.”

Lang se sentó, aunque Minmei permaneció de pie. “¿Qué piensas tú, Minmei?”

Ella tiró sus manos hacia arriba en un gesto nervioso. “¡No sé qué pensar! El General Edwards dice una cosa, usted dice otra...” Ella lo miró directamente. “La mayoría de mis viejos amigos no me hablarán nunca más. Y el modo en que Janice actuó...”

Él le ofreció una inclinación de cabeza comprensiva. “Bueno, quizás tú acabaste del lado equivocado de algún modo. Y todos están esperando que regreses.”

Ella se sentó, frente a él. “Eso es lo que deseo saber: ¿estoy del lado equivocado? Las personas están diciendo las cosas más horribles sobre el General Edwards. Pero yo lo conozco, sé qué tipo de hombre es él.”

“Tú puedes pensar que lo conoces, Minmei, pero te aseguro, que no lo conoces. Es...” Lang buscó torpemente las palabras, “es como si él tuviese algún tipo de vendetta personal contra Rick. Ni siquiera puedo comenzar a entenderlo. Sólo sé que él ha vuelto al consejo en contra de tus amigos, y sé que ellos estarían anonadados de saber que tú no los estás apoyando.”

Minmei mordió su labio. “Y eso es precisamente lo que Jonathan les dirá, también.”

Lang pensó que él detectó un destello de ira detrás de las palabras; él comenzó a contestar, pero ella lo interrumpió, la ira visible ahora.

“¡Esa serpiente! ¿Quién es él para insultar a las personas? ¡Él es un mentiroso!”

“Minmei–”

“Sr. Encanto,” ella dijo, levantándose del sofá. “Él debería hablar sobre lealtad. ¡Ha! ¿Qué sabe él sobre nada?” Ella echó a Lang una mirada. “¿Qué sabe cualquiera de ustedes?”

Lang nunca fue bueno tratando con representaciones teatrales; él sabía esto sobre sí mismo y se quedó inmóvil.

“Mentirosos, asesinos, proscritos,” Minmei estaba diciendo. “Las cosas estaban demasiado pacíficas para ellos en Tirol. Necesitaban encontrarse una guerra para sí mismos.”

“Ese es Edwards hablando,” Lang logró decir.

“¡Esta soy yo hablando!” ella le gritó a él. “¡Lo odio! ¡Los odio a todos ustedes!”

Ella comenzó a llorar en sus manos. Lang dio un paso hacia ella, pero ella ya se había ido para cuando él alcanzó la puerta.

***

“Adelante, dilo,” Rick le dijo a Lisa. “Te podía sentir diciéndolo claramente a través del compartimento. Así que aclaremos malentendidos.”

Ella lo miró y frunció el entrecejo. “¿De qué estás hablando? ¿Decir qué?”

Ellos estaban en el pequeño espacio de la cabina que había sido reservada como su habitación a bordo de la SDF-7. El acorazado se estaba acercando a Garuda desde el otro lado del enorme sol del planeta después de un breve período en el hiperespacio.

“Tú quieres decir ‘Te lo dije,’” Rick continuó. “Edwards se está volviendo más fuerte y ahora no estamos en posición para detenerlo. Si hubiésemos permanecido en Tirol, todo esto nunca hubiera sucedido, y probablemente tendríamos una tregua firmada y estaríamos muy avanzados en la reparación de la SDF-3.” Rick bufó. “¿Pasé por alto alguna cosa?”

“No estoy diciendo una palabra, Rick,” ella le dijo. “Tú estás haciendo un trabajo muy bueno sin mí.”

“Muy bien, así que piensas que cometí un gran error, y quizá una parte de mí está de acuerdo contigo. Pero la verdad es que yo me estaría saliendo de mis cabales allí, y al menos ahora siento que estamos haciendo algo –no quizás por nosotros exactamente, pero por Lron y Crysta y Kami y todos. Tú no puedes discutir con eso.”

Lisa se encogió de hombros. “¿Quién está discutiendo?”

“Y otra cosa.” Rick puso sus manos en su cintura. “Tú te imaginas que sólo porque estoy repentinamente entusiasta y asumiendo el mando soy realmente un comandante después de todo. Pero te diré algo: la única razón por la que estoy conforme con el papel es porque no hay ningún maldito consejo diciéndome qué pensar. Tenemos una democracia aquí, no un gobierno portátil de trámites burocráticos, y eso me sienta bien.”

“Bueno, yo–”

“Así que no sigas pensando que voy a pedir ser reintegrado cuando todo esto se olvide.”

“¿Piensas que lo será, Rick?”

Él oyó la desesperación en su entonación y eso le apagó los fuegos. Él se inclinó hacia delante, tomó la mano de ella, y la besó. “Sin duda,” él dijo suavemente. “Y retomaremos el rumbo.”

Ella se extendió para acariciar el brazo de él. “Yo no quiero que nos separemos, Rick, y siento que eso sucede a veces.”

Él estuvo tentado a decir algo sobre el envolvimiento de Lisa con Gnea y Bela, pero contuvo su lengua. “No dejaré que eso suceda.”

Ella suspiró con mal humor. “Acostumbrábamos a tener tantos sueños –¿recuerdas?”

“Por supuesto que recuerdo,” él dijo, tratando de sonar alegre. “Y haremos que cada uno se vuelva realidad.” Él se acuclilló para mirarla de frente. “Mira, sólo veamos lo que sucede en Garuda. Por lo que dice Kami, el Invid en realidad nunca conquistó el lugar. Y por lo que Wolff me dijo, suena a que ellos retiraron a todos sus transportes de tropas. Ellos tienen una pequeña guarnición allí, y eso es todo. Quizá no tenga que haber mucha lucha. Volveremos a tener un poco de TP.”

Ella rió levemente. “Ahora hay un sueño si alguna vez oí uno.”

“Ya lo verás,” él dijo, levantándola en su abrazo.

***

En la enfermería del crucero, Jean Grant estaba tratando de deducir qué hacer con el cristal ahora liso y del tamaño de una pelota de fútbol que estaba en la camilla –el menor Spherisiano que Miriya y Bela habían traído consigo de Praxis. Las dos mujeres estaban observando cada movimiento de Jean, mientras que Teal estaba sentada quietamente en un rincón de la habitación. Jean hizo girar al cristal con moderación; se sentía fresco al tacto y aparentemente inanimado, pero las exploraciones habían indicado un alto nivel de bioenergía, o al menos una aproximación de eso. ¡Sólo Dios sabía que la cosa estaba creciendo rápidamente! Jean sintió los ojos de Miriya y Bela sobre ella y dijo, “Bueno, ¿qué esperan ustedes dos que haga con este, este... niño? Ella giró abruptamente hacia Teal. “¡Teal, ven aquí! Al menos dime qué se supone que debo hacer.”

Cansadamente, Teal se puso de pie y se unió a Jean en la camilla. Ella miró hacia abajo al cristal y fijó sus ojos transparentes en las salvadoras del infante. “Tú lo salvaste, Bela. Levántalo tú.”

“¿Es un él?” Jean preguntó, fijando la vista en el cristal como si ella hubiese pasado por alto algo. “¿Cómo sabes eso?”

“Porque es el hijo de Baldan. Él es Baldan.”

Miriya hijo una mueca. “Espera un minuto, aclaremos esto: ¿es Baldan, o es el hijo de Baldan?”

“Es ambos,” Teal le dijo.

“Bueno, realmente no se parece a Baldan,” Jean señaló. “¿Está, er, él en un estado de gestación dentro del cristal? ¿O necesitamos incubarlo? ¡Háblame, niña!”

Teal se volvió de la camilla. “¡No quiero hacerme cargo de él!” Cuando ella las enfrentó de nuevo, era obvio que ella estaba, en un modo Spherisiano, llorando. “Baldan no era mi pareja,” ella explicó. “Fue el Invid Tesla quien nos escogió, fue él quien nos reunió.”

Jean puso una mano en el hombro de Teal. “Pero no entiendo, querida. ¿Qué tiene que ver todo esto con cuidar al niño?”

“A él se le debe dar forma” Teal le respondió. “Y para hacer eso debo entrar en armonía con Baldan –debo convertirme en su pareja.”

Nadie dijo nada por un momento. “¿Y si no hacemos nada?” Bela preguntó.

“Baldan morirá.” Teal continuó llorando, murmurando para sus adentros en su propia lengua –rogando, Jean aventuró. Luego repentinamente ella extrajo un tipo de cuchillo de pelar cristalino del corpiño de su prenda de vestir.

“¡Teal, no!” Jean comenzó a decir, pero antes de que ella pudiera detenerla, Teal había golpeado al menor con el filo de la hoja, como uno aplicaría una herramienta sobre una pieza de mineral. Una astilla saltó del cristal, revelando una faceta deslumbrante. Teal golpeó una y otra vez, cada golpe seguro de su objetivo, cada uno transformando a la cosa inanimada de apariencia de gema. Llorando todo ese tiempo, Teal tomó al menor en sus manos y comenzó a tallar más de su extraña corteza. Miriya, Bela, y Jean apenas pudieron creer en sus ojos cuando una cara pulida lentamente emergió, luego una especie de torso en miniatura.

Era Baldan.

***

Si los Sentinels seguían divididos en un tema, ese era qué se iba a hacer con Tesla. Mientras que era cierto que ellos ejercitarían más cautela la próxima vez que el Invid se ofreciera como voluntario para una misión, no ellos hasta ahora no tenían ninguna política bien definida hacia él. ¿Era él un prisionero, un rehén, tal vez un aliado en cierto sentido? Después de la reunión en la que el rumbo de los Sentinels había sido puesto a votación, Tesla y Burak habían tenido una oportunidad para responder los “cargos” que Wolff trajo contra ellos. Ellos eran cómplices, Wolff sostenía, del modo lacónico y cínico que todos los de abordo suponían. (Que Minmei era la causa de la angustia de Wolff no era ningún secreto, pero él guardó para sí el hecho que ella había estado viendo a Edwards.)

Tesla no negó que él había tratado de adueñarse del módulo; sus acciones, sin embargo, no habían sido dirigidas contra los Sentinels. De hecho, muy por el contrario. “Yo soy su camarada en esta guerra de la liberación,” él dijo a la asamblea humana y XT. “Estoy tan deseoso de la paz como el resto de ustedes, y mi objetivo al tomar la nave fue simplemente ir rápidamente a Optera para convencer al Regente del error de sus métodos.”

Burak, sin embargo, era inocente según lo dicho por Tesla, y había sido meramente subyugado, al igual que Janice. Y para la sorpresa de Tesla, Janice respaldó la historia. Pero de lo que Tesla no se dio cuenta fue que Janice había informado a los Sentinels de antemano de la posición que ella tomaría, sugiriendo que ellos permitiesen a Burak y a Tesla su asociación, la cual ella misma monitorearía. Había gato encerrado, ella había explicado; y el arreglo tendría el beneficio añadido de mantener al Perytoniano fuera del camino de todos.

Esta era la voz de la reprogramación de Lang, pero nadie la reconoció como tal, menos que nadie Janice. Tesla, Lang había establecido, era digno de estudio.

Así que al final fue decidido que las cosas permaneciesen más bien como habían estado antes del intento de motín: Tesla no era ni prisionero ni aliado, pero más en la dirección de un “embajador.” Y Burak seguiría siendo el guardián/ayudante/carcelero del Invid.

Los dos XTs estaban en uno de los compartimentos de carga de la nave ahora, un lugar apropiado al tamaño de Tesla. Sólo unas cuantas pequeñas porciones de frutos quedaban, pero Tesla sabía que habría más disponible para él en Garuda –una cosecha tan diferente de la variedad Praxiana como aquellas lo habían sido de la Karbarriana. Él aún no había superado su caso de los delitos, y tenía miedo del momento en que los Sentinels se enterasen del asesinato del Regente. Con suerte, sin embargo, esas noticias podían llegar en meses. La belleza de ello era que no había nadie que siquiera pudiera ligarlo al hecho –no mientras la SDF-7 permaneciera incomunicada. Aún ese pequeño Zentraedi, Exedore, no tendría ninguna prueba. “Circunstancial” era la palabra humana para tal prueba. Así que a pesar de su ansiedad, sus ánimos habían mejorado.

Los de Burak, sin embargo, no lo habían hecho. Aunque complacido (no obstante desconcertado) porque había sido absuelto de cualquier fechoría, él sentía como si los Sentinels simplemente lo hubiesen descartado y a la causa de Peryton.

“No debes ser tan melancólico sobre ello, mi amigo,” Tesla le dijo, mientras él contemplaba uno de los bocados. “Tu mundo es tan bueno como la libertad.”

“¿Qué te hace estar tan seguro?” Burak preguntó, su cara la máscara de un diablo verdadero ahora.

Tesla reventó el fruto dentro de su boca. “Porque... siento que algo maravilloso está por suceder.”

Burak lo miró con desagrado.

“En verdad,” Tesla continuó. “Debes tener fe si es que vas a asumir tu propio lugar en este mundo. Puede haber una o dos situaciones oscuras en nuestro futuro, pero después...” Tesla ofreció una aproximación de una sonrisa.

“¿Pero qué hay de ahora, Tesla? Todos estos grandiosos eventos de los que usted habla –siempre están un paso delante de nosotros.”

Tesla echó hacia atrás sus hombros. “No, mi joven amigo, lo ves al revés. Somos nosotros quienes estamos un paso adelante. Pero el cambio está en el aire. Pronto los re-formados nos alcanzarán. Y entonces podemos comenzar a transformar el mundo.”