Capitulo 2

Desafortunadamente, no hay descripciones detalladas de los Posos de Génesis, aparte de los informes llenos de colorido pero altamente personalizados e impresionistas de Rand (especiosos, como algunos agregarían), y las notas que el coronel Adams apresuradamente garabateó para sí mientras estaba en Optera. Y a pesar de una plétora de teorías y explicaciones, la triste verdad es que el mecanismo de los Posos permanece en un completo misterio –excepto para decir que eran dispositivos utilizados por la Regis para los propósitos de la evolución creativa. Praxis aparentemente jugó como el anfitrión para los más grandes de estos, y Lang, para nombrar a uno, ha especulado que los Posos no sólo dieron origen a criaturas extintas, sino que tuvieron éxito al retrogradar al planeta entero a una fase formativa de vulcanismo destructivo.

Zeus Bellow, El Camino a Punto Reflex

Si Burak y Tesla se habían convertido en la asociación silenciosa de los Sentinels, entonces Jack Baker y Karen Penn eran ciertamente la pareja inseparable del grupo. Pero eso, cada uno quería creer, era meramente el resultado de asignaciones de tareas. Y aún cuatro meses en Praxis no les había proveído del tiempo suficiente para abrirse paso por las fruslerías competitivas que abastecían su relación. Ellos no estaban sólo abandonados, sino abandonados juntos; y Praxis se había convertido en el pueblo proverbial que precisamente no era lo bastante grande para ambos. Bela, el alguacil local de cintura de avispa de Praxis, era sólo uno de los factores contribuyentes; pero Karen sin embargo aprovechó cada oportunidad para mantener a Jack tan lejos de Bela como a ella le fuera posible, a menudo alentando los reconocimientos en Hovercycle que se habían convertido en algo como el equipo indispensable de Jack.

Un paseo alocado disfrazado como una misión de exploración había traído a Jack y a Karen a una serie de cuevas a dos horas de la GMU. Lron y Kami habían montado con ellos. Cuatro meses habían dado a los Sentinels mucho tiempo para lamentarse por aquellos que habían caído con la Farrago; pero Karen a menudo se preguntaba cuánto tiempo le iba a tomar a ella acostumbrarse a sus camaradas XTs. Ella no era en lo más mínimo xenófoba –un hecho que le había hecho ganarse un lugar con los Sentinels para empezar– y en realidad no era tanto la extrañeza de Lron o Kami lo que la abrumaba, sino las similitudes. Si sólo los Karbarrianos no se asemejasen tanto a los osos gigantes de Kodiak, ella se diría a sí misma. Y si sólo Kami no se pareciera a las versiones erguidas de los zorros que ella acostumbraba ver cerca de la cabaña que su padre había poseído una vez... Ella tenía muchos menos problemas con Baldan y Teal, con sus cuerpos de cristal viviente. O Tesla, en cuanto a eso –¡ahora había un alienígena en el cual uno podía creer!

Pero lobos y osos y cosas con cabeza de caracol... Karen estaba en medio de desear que Bela hubiese tenido una forma más alienígena –hasta una forma más rotunda– cuando sin advertencia, Jack pronunció siseando: “¡Basta ya!”

Los cuatro Sentinels estaban bien adentro de la cueva central ahora, dentro de un pasillo abovedado enorme que era tan caliente como llamaradas y olía a azufre. La curiosidad los había llevado dentro; pero Jack, uno de los que no dejan las cosas a medio hacer, había insistido en que ellos continuasen “sólo un poco más,” y aquí estaban a un buen medio chasquido. Había esbozos primitivos en las paredes de las cavernas por las que ellos habían pasado –representaciones de horribles criaturas de apariencia de arañas que Jack afirmaba eran “símbolos” – y Karen no estaba de humor para los juegos de la casa de la risa o sorpresas de risa en la oscuridad.

“¿Huh?” ella dijo, engullendo y encontrando su voz.

“Dije que era suficiente.”

“Sé lo que dijiste, Jack...”

Ella le envió una mirada con ira en la oscuridad, preguntándose repentinamente si había expresado en realidad algunas de sus meditaciones privadas sobre Bela. Entonces de repente algo la golpeó en la parte superior de la cabeza. XTs o no, ella decidió, alguien estaba tratando de ser cómico. Karen giró rápidamente a su alrededor, esperando atrapar a Kami in fraganti, pero él estaba lejos hacia su izquierda inspeccionando un trozo de roca cerca de la pared de la cueva. Lron, también, parecía estar preocupado con otras cosas. Así que, secándose el sudor de su cara, ella se volvió hacia Jack, y dijo, “No es gracioso.”

“¿Qué?”

Ella levantó una mano para escudar sus ojos de la luz de minero de él. “Arrojar cosas. No estoy realmente emocionada de estar aquí dentro en primer término.”

“Yo no arrojé nada,” él comenzó a decir, cuando el gruñido gorjeante de Lron lo interrumpió.

“¿Quién me golpeó?” el Karbarriano gruñó.

Jack sintió una palmadita en su hombro, giró hacia ello, lego instintivamente miró hacia arriba. Su luz iluminó lo que parecía un conjunto de depósitos de forma globular en el techo de la cueva. Repentinamente él vio a una de las cosas moverse, y se dio cuenta que era algún tipo de esfera translúcida y libremente flotante. Kami encendió la luz sujeta sobre su máscara de hocico y la dirigió sobre otra porción del techo; aquí había más esferas, clasificándose desde el tamaño de una pelota de béisbol hasta alrededor de un metro y veinte centímetros de diámetro, todas meneándose contra la roca como globos el helio.

“¿Qué ray...?” Jack dijo, girando su cabeza a su alrededor, el rayo de luz encontrando más y más esferas. “Vaya, el lugar está repleto de ellas.”

“¡Jack!” Kami voceó, apuntando su luz sobre algo más adelante por el corredor. Todos se dieron vuelta a tiempo para ver un globo de tamaño mediano emerger como una burbuja de una proyección de forma de cono en el piso de la cueva. Jack corrió hacia delante, observando a la cosa lechosa ascender, y pronto se encontró situado en el borde de un pozo enorme, ásperamente circular y vomitando una gran cantidad de calor y humos nocivos. Kami, Lron, y Karen se le unieron un momento más tarde, al momento en que otro globo estaba comenzando a subir al exterior.

“Qué hedor,” Karen comentó.

Cautelosamente, Jack se extendió para tocar la esfera del tamaño de una pelota de baloncesto. Estaba caliente, pero no peligrosamente caliente; lo que lo sorprendió fue la solidez engañosa de la cosa.

“Jack, no lo hagas,” Karen le advirtió cuando él trató de capturarla.

Pero como tan a menudo ocurría con Jack, la advertencia llegó demasiado tarde: apenas él había asido la esfera ella se lanzó hacia el techo, alzando a Jack del piso. Los brazos extendidos sobre su cabeza, él flotó en ella por unos cuatro metros y medio antes de dejarla ir y aterrizar en el otro lado de la caverna con una hábil caída y rolido que arrojó lejos la luz de minero.

“¡Sí!” él vitoreó, cuando Kami lo ayudó a ponerse de pie. Ello no fue diferente a la caída que él había tenido seis meses atrás en Tiresia, pero esta vez él había aterrizado entre amigos.

Karen haló de él y lo golpeó rápida y ruidosamente en el brazo. “Jack, no puedes sólo–”

“¡Esa cosa despegó como un cohete! Casi me arrancó mis brazos.”

“Sí, nos dimos cuenta, Jack,” Karen dijo, enfadada.

Todos ellos estaban mirando al techo ahora.

Jack observaba a las esferas chocarse unas contra otras. “Casi parece como si estuvieran buscando la manera de salir de aquí, ¿no es así?”

“Sí, tal como nosotros lo estamos haciendo,” Karen y Lron dijeron al mismo tiempo.

***

En la cámara de comunicaciones de su imperio en forma de colmena en Optera, el Regente Invid recibía una transmisión del simulagente quien lo estaba representando en Tirol. Parecía que los así llamados humanos ahora ocupando la asolada y desolada luna de los Maestros Robotech habían puesto en escena un verdadero show –con el tipo de pompa y ceremonia que el Regente procuraba imitar. Él casi estaba apenado de no haber ido allí. ¿Qué con la mayoría de su flota restante anclada en el espacio de Fantoma, había realmente algo que temer? Él se preguntó. Sin embargo, el hecho seguía siendo que había demasiadas preguntas por contestar. ¿Qué, después de todo, era lo que quería este presunto comandante de las fuerzas humanas –este General de División Edwards? Él había sido tan rápido en venir a buscar la ayuda del Regente en esa cuestión de la nave de los Sentinels... Pero lo que incomodaba al Regente era que el humano tenía sin embargo que pedir algo a cambio. ¿Él simplemente deseaba sacar provecho de la derrota de los Sentinels para ascender más alto en la cadena de comando, o eran estas maquinaciones parte de algún plan mayor?

En cierto sentido la respuesta era poco importante, el Regente decidía al final –siempre que él pudiera hacer uso de aquel partidarismo que dividía a las fuerzas humanas.

Él observó la imagen en la esfera de comunicaciones, viendo una mirada en los ojos de su doble que lo inquietó. “¿Hay noticias de Tesla?”

“Las hay,” el simulagente dijo. “Parece que Tesla estaba a bordo de la Farrago cuando nuestras fuerzas la destruyeron.”

Tesla, muerto, el Regente pensó. Ello lo tocó de una manera que él nunca lo había creído posible. ¿Pero tal vez ello no era cierto, tal vez había sobrevivientes de esa batalla? Él aún tenía que oírlo de las fuerzas que habían sido enviadas a reasegurar el planeta. “¿Quién parece estar a cargo?” Él preguntó después de un momento.

“Como usted conjeturó,” el simulagente prosiguió, “hay signos de una lucha de poder progresiva, principalmente entre Edwards y un tal Dr. Lang –un científico quien hizo su mejor esfuerzo para congraciarse durante las sesiones introductorias.”

“¿Es Lang el débil, entonces?”

“No...no, no es lo que creo. El científico en realidad parece tener el apoyo del consejo de los humanos –una asamblea que funciona como un cuerpo de gobierno.”

El Regente encontró la idea curiosa –al igual que a la gerontocracia enigmática que los Maestros Robotech habían favorecido. Él no podía entender cómo doce mentes podían convenir en algo, cuando él y su reina –meramente dos mentes– habían peleado sobre cada decisión.

“Entonces, debes trabajar en Edwards,” el Regente dijo. “Promete tu continuo apoyo en su insignificante lucha si llega a ser eso. Dile que uniremos fuerzas. ¡Pero asegúrate de enterarte del paradero de su mundo hogar! y cómo llegaron a poseer la Protocultura. Puede ser que sepan más que nosotros sobre la matriz de Zor o del destino de los Maestros.”

“¿No debo hacer ninguna demanda a Edwards a cambio de nuestra ayuda, Su Alteza? Apena parece un movimiento sabio.”

El Regente miró con fijeza a la imagen de la esfera con incredulidad. ¿Era este algún espejo maligno dentro del cual él estaba mirando ahora? “¿Qué quieres que demande?” él preguntó, ardiendo de ira bajo la moderación que él mantenía en su voz.

“El cerebro, en primer lugar. Junto con su promesa de mantenerse fuera de los sectores que nosotros aún controlamos.”

El Regente hizo un gesto de desprecio hacia la esfera. “Estas cosas son obvias, sirviente. ¿Qué más tienes en tu mente?”

“Minmei,” el simulagente dijo sin explicación.

El Regente hizo un sonido de irritación y frunció el entrecejo. “¿Qué es una Minmei?”

“La hembra humana que cantó en mi honor.”

El Regente se contuvo de tambalearse retirándose de la esfera. Él tenía sólo la comprensión vaga de esta cosa llamada canto, pero la implicación era bastante clara: el simulagente fue estropeado del mismo modo en que la Regis lo fue. ¡Ella se había permitido a sí misma ser seducida por Zor, y ahora esta criatura patética que el Regente había enviado a Tirol estaba cayendo víctima del mismo impulso perverso! ¡No había fin para estas injusticias!

“Escúchame, gusano,” el Regente expresó entre gruñidos, la capucha hinchada como un saco de veneno. “Mi alcance es bastante extenso para terminar con tu vida donde estés. Cumple mi mandato, o siente el poder de mi cólera.”

El simulagente hizo una genuflexión por el ojo remoto de la esfera. “Mi Señor.”

“Ahora y siempre,” el Regente dijo, apagando el dispositivo.

***

Rick había pasado la mejor parte del día Praxiano dentro de la GMU, devanándose los sesos con Vince y Wolff sobre posibles vías para hacer contacto con el módulo de propulsión Spherisiano en órbita. Las computadoras de a bordo habían calculado el período del curso excéntrico del módulo, y proyectado cuánto combustible de Sekiton la cosa contenía, cuán lejos se podía esperar que el módulo transposicionara, y cuando su órbita recientemente lograda alrededor de Praxis podría decaer. Pero aún no había ninguna solución a las principales preguntas de cómo alcanzar el módulo o bajarlo.

Rick dejó la base justo antes de la puesta del sol, como se había convertido en su hábito este pasado mes, y se unió al grupo central en su campamento temporal en los alrededores de la ciudad tierra adentro Praxiana. Él no estaba encariñado con la escena, la cual le recordaba más a un campo recreativo que al alojamiento que se suponía debía ser. Las cosas no estaban precisamente relajadas, sino flojas, como si todos excepto él hubiesen venido a aceptar la situación. Había una lógica para ello, por supuesto; no tenía sentido caminar por ahí enmarañado en dificultades. Pero sin embargo, Rick no podía aguantar la complacencia, y él silenciosamente esperaba que una idea viniera a ellos una noche mientras estaban sentados alrededor de estos fuegos de campamento comparando notas culturales. Así que él hizo cola con el resto de ellos ahora, humanos y XTs por igual, y se sirvió el avenate Praxiano que el personal encargado de la comida estaba preparando para complementar las comidas reconstituidas y las pastillas nutrientes tomadas de los almacenes menguantes de la base. Además, estas juntas eran las únicas horas de vigilia que él tenía para pasar con Lisa –la nueva Lisa, es decir, la Lisa liberada.

Mientras que Gnea y Bela aún eran implacables con el pasado Zentraedi de Miriya Sterling, ellas habían abrazado a Lisa como si fuera un miembro perdido por mucho tiempo de la Hermandad. Al principio Rick no era totalmente infeliz con ello, pero de repente Lisa parecía una persona diferente de la que había argumentado tan fuertemente en contra de la unión de él a los Sentinels en primer lugar. Y mientras que era cierto que lo que era bueno para Lisa era bueno para el grupo, Rick no pudo menos que sentirse un poco, bueno, celoso de la sociedad que Gnea y Lisa habían formado. La Praxiana parecía provocar este tipo de reacción en todas partes que ella fuera. Rick sabía que Karen estaba teniendo problemas con ella, y él supuso que hasta Bela debía estar albergando algunos sentimientos ambivalentes sobre la repentina preocupación de su amiga con Lisa.

Con Gnea eran las destrezas marciales lo que más importaba; pero más allá de la velocidad y la fortaleza, Lisa había descubierto algo más: una independencia y dogmatismo a los que se estaba acostumbrando.

Rick tenía estos pensamientos en mente cuando ella se acercó para sentarse a su lado a la luz del hogar, todavía enrojecida y regocijada por su última sesión de entrenamiento de armas. Ella habló sobre la sensación de la alabarda en sus manos, del poder del naginata; ella fue prácticamente poética al describir la ballesta y la corta espada para dos manos de Gnea. Rick lo aceptó todo, forzando una sonrisa y ofreciendo todo lo que él pudo al modo de inclinaciones de la cabeza y pronunciaciones apropiadas; pero detrás de la sonrisa su mente estaba haciendo saltos hacia el pasado. ¿Y luego qué? Él se preguntó. ¿Saldría él aquí afuera una tarde para encontrarla exhibiéndose por ahí en algún escaso traje de lucha, ¿cómo los arneses de cuerpo decorados y anillados en D de Bela? ¿Desearía ella ponerse repentinamente botas de bucanero, algún casco coronado con un tótem, dagas de largas hojas y cuchillos de lanzamiento? Rick se estremeció con la idea, agradecido por el hecho de que ese maldito Robocorcel, Halidarre, estaba temporalmente en tierra. Desafortunadamente, sin embargo, la malthi Praxiana de ojos de suave brillo, Hagane, no lo estaba, y la peste alada casi separó el cabello de Rick cuando llegó volando rápidamente para posarse en la vaina del antebrazo voluminoso de Bela.

Rick murmuró una maldición y observó a su esposa. “Me alegro de oír cuán bien está yendo,” él le dijo. “Y estoy seguro de que todo esto vendrá bien para el próximo decatlón de Tirol.”

Ella lo miró de reojo y tomó un tenedor lleno de alimento de su plato. “¿Algo te molesta, Rick?”

“No, no, quiero decir, es bueno verte manteniéndote ocupada, Lisa.”

“¿Es eso lo que crees que estoy haciendo –’manteniéndome ocupada’?”

Rick inclinó su cabeza, los ojos entrecerrados. “Es lo que todos estamos haciendo, ¿no es así? ¿Qué se supone que haga: escupir en mi palma y ofrecer mi lealtad a alguien? ‘¡Por Ella la Eterna y la gloria de Haydon!’” Rick remedó.

“Rick–”

“No, en realidad. Quizá todos deberíamos estar practicando esgrima y técnica de ballesta, cabriolas y saltos en alto. Entonces uno de nosotros quizá será capaz de alcanzar ese módulo en lugar de consumirse aquí abajo.”

Casi todos en el círculo captaron un rumor de las palabras de Rick, y la charla usual de la tarde abruptamente cesó. Los fuegos chisporrotearon, y cuatro Hovercycles pudieron ser oídos acercándose al perímetro. Lisa y Rick parecían estar trabados en una disputa de ojo a ojo cuando Jack, Karen, Kami, y Lron entraron al campamento. Jack dio una larga ojeada a su alrededor, abstraído del silencio incómodo que su entrada fanfarroneante había dispersado, y anunció alegremente: “Esperen a oír lo que encontramos.”

***

“Ellos han acordado en ayudarnos,” Veidt dijo luego, revoloteando en la caverna donde Rick y varios de los otro Sentinels quedaron perplejos por las horribles pinturas rupestres que Karen había señalado. “Si “acordar” es la palabra apropiada.”

Karen notó que había menos globos de los que había habido aquella tarde; varios habían encontrado aparentemente la forma de salir, como evidenciaba el hecho de que unos cuantos habían sido encontrados rebotando contra el techo cerca de la boca de la cueva.

“¿Entonces ellos son formas de vida?” Rick dijo.

“Oh, muy seguramente.”

Rick oyó a Bela bufarse detrás de él. Después de que Jack les había contado del hallazgo, las mujeres Praxianas afirmaron haber oído relatos de estas criaturas esfera de Arla-Non, el jefe de la Hermandad. Pero se creía que las cosas se habían extinguido, al igual que los cuadrúpedos retratados en las paredes de la cueva lo estaban –o así Rick y los otros lo esperaban.

Todos ellos habían tratado de convencer a Rick de que las esferas podían esperar hasta la mañana, pero él había insistido en que Jack les llevase de regreso a las cuevas inmediatamente. Ahora, no a más de cuatro horas desde que Jack había regresado a la base, Rick y media docena más o menos del grupo central estaban de pie en el calor del chorro de luz de la cueva, escuchando los resultados de la prueba telepática de Veidt.

“No registro ninguna sensación de cómo ellos vinieron a parar aquí,” el Haydonita sin boca estaba hablando mentalmente, moviéndose hacia la caverna. “Sólo sé que su destino yace en alguna parte en el espacio. Esta condición de... flotabilidad es sólo una fase transicional en su ciclo de vida. Ellos están conscientes, en lo que se podría llamar un modo primitivo o instintivo. Pero lo importante es que parecen comprender nuestra necesidad de su asistencia –su ayuda, si se me permite jugar un poco con su idioma. De hecho, Sarna y yo detectamos cierta desesperanza hacia su propio vuelo –como si ellos no estuviesen obedeciendo meramente una directiva de comportamiento, pero están, en un sentido bastante real, escapándose.”

Nadie sintió la necesidad de manifestar lo obvio: Praxis era una pesadilla tectónica de la cual todos deseaban despertar. El calor y hedor de la cueva sólo reforzaba ese hecho. Y si la cueva era en realidad un respiradero volcánico de algún tipo, no era de extrañar que las esferas estuvieran ansiosas de irse.

Cabell, su rostro y cabeza calva adornada con gotas de sudor, estaba mirando a una de las criaturas más pequeñas ahora, cuando se meneaba de arriba abajo en su camino hacia la entrada. Él no pudo más que acordarse de las esferas antigravedad de Tiresia, y comenzó a inquirir si no había alguna conexión misteriosa aquí.

Rick estaba observando la misma esfera; pero él se estaba preguntando cuántas llevaría elevar a un Alpha hasta el borde de la cubierta Praxiana. “¿Entienden ellos lo que les estamos pidiendo? –los detalles, quiero decir.”

Veidt revoloteó hacia arriba a una posición directamente debajo de un racimo de las criaturas.

“El mecha debería despegar con su propia potencia,” Sarna respondió por él. “Después de eso, Veidt y yo podremos colocar a las esferas en su lugar.”

Excitado, Rick golpeó la palma de su mano. Él giró hacia Jack y Karen. “Contacten a la GMU. Díganle a Vince que reúna al Skull y al Wolff Pack. Tenemos que trabajar rápidamente y reunir un equipo para el módulo.”

“¿Nos dirigiremos de regreso a la base?” Karen pensó preguntar.

Rick sacudió su cabeza. “Denle a Vince nuestra posición. Comuníquenle lo que nos hemos enterado.” Él levantó la vista hacia las esferas, riachuelos de sudor cayendo dentro de sus ojos. “Quiero que la base venga a nosotros.”

***

Mientras los miembros de los Sentinels se apresuraban para levantar el campamento y alistar a la GMU para ponerla en movimiento, Burak estaba comunicando la noticia a Tesla. El Invid le hizo repetirla varias veces hasta quedar satisfecho al tener todos los detalles.

Desde el principio él se había sentido seguro de que no estaba destinado a terminar sus días en Praxis, y ahora Burak había traído noticias de que Hunter y los otros habían descubierto un modo de alcanzar el módulo de propulsión en órbita. Con muy poco y preciado tiempo para derrochar, Tesla pensaba cuando él y Burak empacaban apresuradamente las pocas pertenencias que el Invid tenía en su celda.

Desde su ingestión más temprana de los frutos mutados, su mente había estado dando vueltas, encerrada en un tipo de estado revelador, donde las respuestas venían a él en forma completamente abierta, como explosiones de breve vida de entendimiento. Él se había estado preguntando por qué la Regis había venido a Praxis en primer lugar; era una pregunta que lo había estado atormentando a intervalos durante meses.

Fue antes del motín a bordo de la Farrago que ellos se habían encontrado, cuando Tesla había desembarcado en Praxis para escoger especímenes para el zoológico del Regente. La Regis le había dado una vaga explicación entonces, y a él no se le ocurrió hasta mucho después cuestionar sus respuestas. Con los continuos temblores para estimularlo, sin embargo, y la ayuda de los frutos, la respuesta se volvió obvia: ella había venido aquí para conducir experimentos de Posos de Génesis adicionales –parte de su gran plan de transmutar a la raza Invid en algo que el propio Tesla no podía comenzar a imaginar. Optera había sido el sitio de los primeros Posos, donde Tesla y la mayor parte de los otros Invid evolucionados nacieron. Pero el experimento de la Regis allí casi había condenado al planeta; había, de hecho, desencadenado la búsqueda inicial de mundos secundarios que ella podría emplear. Al abandonar Optera y al Regente, ella había venido finalmente a Praxis para excavar nuevos Posos muy dentro del núcleo planetario. Y por supuesto esa fue la causa por la que ella había dejado el lugar –porque su experimento estaba siguiendo el mismo curso que había tomado en Optera.

Partido. ¿Pero hacia dónde? Tesla se preguntó...

Él colocó una mano en el hombro de Burak cuando estaban a punto de dejar la habitación. “¿Tú dijiste que ellos escogerían una tripulación para pilotear el primer Alpha hasta el módulo?”

Burak sintió la fortaleza del asimiento del Invid, y trató de sacudírselo de encima, pero no pudo. “¿Vamos a morir aquí, Tesla?” él preguntó con una voz vacilante. “Peryton, mi gente–”

“¡Tranquilo, tonto!” Tesla pasó por la puerta, echando un vistazo a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera al alcance del oído, luego dándose vuelta hacia Burak. “Nosotros no moriremos aquí –no si somos parte de esa tripulación, no moriremos.”

La cara de Burak se retorció. “Pero cómo–”

“Tú déjamelo a mí. Sólo necesito saber una cosa.” Tesla lo oliscó. “¿Puedes tú pilotear ese módulo Spherisiano?”

“Supongo que sí,” Burak dijo vacilantemente.

Tesla extendió su grueso cuello. “Entonces estamos listos.”