Capitulo 9

Una nota al pie de página en el trabajo de Kahler (La Campaña Tiroliana, Discos Fantoma, tercera edición, 2083, scr. 1099) remite a aquellos interesados en el psico-ismo Garudiano [sic] a una serie de novelas autobiográficas del siglo XX escritas por un joven antropólogo registrando sus intentos de entrar en varios estados de realidad alterada con la guía de un Yaqui Indian “hombre de poder.” Y mientras que La Pea está dispuesto a conceder que hay cierta justificación para la recomendación de Kahler, él señala que los Garudianos no requerían nada al modo de agentes extrínsecos para lograr “estados no ordinarios.” A menos que, sin embargo, uno considerase la atmósfera del planeta en este respecto. Se espera que las muy esperadas traducciones de los textos de Haydon iluminen esta continua controversia.

Tomado de la columna “Inmateriales Inminentes” de Recolecciones Psico-Físicas

Garuda. Kami y Learna les habían dicho qué esperar. Un mundo principalmente frío y estéril de estepas y tundra, con vastas regiones heladas y cadenas de montañas heladas. Lo poco que había al modo de flora y fauna estaba confinado principalmente a una franja estrecha de tierra boscosa ecuatorial de análogos siempre verdes. Había dos estaciones, húmeda y seca; Garuda estaba en esta última ahora, y eso, Kami explicó, explicaría las diferencias en la coloración del pelaje que los Sentinels notarían entre los miembros de la tribu de Learna y de él. Los Garudianos, que ascendían a miles, no eran, hablando en forma general, de otro mundo. Algunos, sin embargo, se habían ofrecido como voluntarios para el trabajo minero en las lunas del sistema Rhestad después de la llegada de los Zentraedi generaciones atrás, y luego, de los clones de los Maestros. Pero la mayor parte de los Garudianos temían la idea de tener que dejar el planeta, y tenían poca tolerancia a los equipos de respiración que la vida en cualquier otra parte exigiría. Su sociedad era simple, organizada en conformidad con los lineamientos de cualquier grupo recolector-cazador; sin embargo, ellos eran todo menos nómadas, y criaban animales domesticados y cultivaban algunas cosechas. La religión era de una variedad decididamente individual, con cada clan respondiendo a un tótem diferente, y cada miembro a su propio chamán. Por raro que parezca, ni Kami ni Learna tenían el conocimiento más leve de la historia en el sentido que la mayoría de los Sentinels, incluyendo a Burak y a Lron, entendían el término. A diferencia de los Karbarrianos, o Praxianos en cuanto a eso, los Garudianos parecían vivir enteramente en el presente. Esto es por no decir que eran un grupo complaciente –ellos se dedicaban ciertamente a asegurar un futuro libre para su mundo– pero al mismo tiempo, no podían suministrar ninguna respuesta a las preguntas concernientes a su pasado racial.

Este enigma se había convertido en algo como una preocupación para Cabell durante los cuatro meses que los Sentinels habían permanecido asentados en Praxis. Cabell era diferente a los Maestros en esta cuestión. Aquellos que habían suplantado al régimen Tiroliano después de la Gran Transición estaban más interesados en la expansión y la conquista que en la acumulación de conocimiento; para los Ancianos y sus Triunviratos subordinados, el conocimiento del pasado presentaba algo así como un impedimento para cambiar. Ellos tenían su mirada fijada en pasado mañana, en temas de pauta no debatible, máximo poder, e inmortalidad selectiva.

El resto de los Sentinels, sin embargo, veía a Garuda más desde el punto de vista de sus desafíos tangibles, y primero entre éstos estaba su propia atmósfera: aunque parecida a la de la Tierra en la composición, era esencialmente tóxica para todos excepto para las formas de vida nativas del planeta. Había una o dos excepciones a esto, pero sólo Veidt y Sarna entre los Sentinels calificaban. Las exploraciones de la superficie verificaron la presencia de docenas de variedades de esporas y microorganismos aerotransportados cuya química Jean Grant asemejó a ciertas drogas psicotrópicas producidas en laboratorio. Según Cabell –basado en lo que él había recogido de las notas de Zor– los procesos mentales de los seres vulpinos estaban ligados al propio planeta en un tipo de asociación submolecular. Las formas de vida incapaces de participar de esta simbiosis microcósmica establecida por mucho tiempo no eran, sin embargo, simplemente rechazadas o exoneradas; más bien, eran percibidas como potencialmente perturbadoras para el equilibrio ecológico y por lo tanto contraatacadas por esos mismos microorganismos responsables de los estados psíquicos no ordinarios de los Garudianos.

Había recaído por lo tanto en el grupo médico el equipar al destacamento de desembarco con transpiradores y tubos respiradores. Pero si la logística estaba a punto de estorbar la eficacia de la operación, los Sentinels podían sentir algo de consuelo en el hecho que el Invid también había caído víctima de la naturaleza patentada del planeta. De hecho, su presencia en Garuda estaba esencialmente restringida a las colmenas de forma hemisférica que ellos habían erigido en esas áreas donde las siembras de la Flor de la Vida de Zor habían echado raíz. La cosecha era una mutante pero abundante, y era creído que Garuda proveyó a la extensamente deshojada Optera con mucho de su necesitada provisión de sustancia nutritiva. Con Karbarra liberada, el Regente había perdido sus fábricas de mecha; ahora los Sentinels se proponían golpearlo a la altura de la barriga, destruyendo tantos huertos y “granjas” de Garuda como pudieran.

***

Rick, Lisa, Cabell, Rem, Jack, Karen, Burak, Kami, Learna, Gnea, Lron, y Crysta conformaron el grupo de descenso, con miembros del Skull y el Wolff Pack escoltando el transbordador hacia abajo. La SDF-7 permanecería en órbita para lidiar con las naves transporte del Invid, conocidas por hacer frecuentes viajes entre Garuda y Optera. Wolff y Grant compartían el mando de la fortaleza. Janice mantendría un ojo en Tesla. Veidt y Sarna habían elegido quedarse, y Bela estaba aparentemente determinada a ayudar a Teal con el menor Baldan.

El destacamento de desembarco estaba seguro de que la llegada de la SDF-7 al espacio de Garuda no había sido pasado por alto por los Invid; el aterrizaje del transbordador probablemente sería monitoreado también. Así que antes de arriesgarse a un enfrentamiento inmediato u obsequiar a cualquiera de las colmenas con un objetivo fácil, ellos optaron por descender en los sectores tribales relativamente no vigilados, cerca de la aldea de Kami y Learna. Inesperadamente, ellos sin embargo se encontraron circundados por tropas preparadas para la batalla –aún antes de que el tren de aterrizaje del transbordador hiciera contacto con la superficie.

Kami había olvidado mencionar que algunos de los protectores de Garuda eran Bioroids Tirolianos.

Kami y Learna por lo tanto se aseguraron de ser los primeros en bajar de la nave, imaginando que su mera apariencia mejoraría la situación. Así lo hizo –y más. En minutos, la mitad de la tribu de Kami había emergido de los árboles para rodear al transbordador y celebrar el regreso de sus amigos. El aire estuvo repentinamente cargado de sonidos alegres –ladridos excitados para los oídos de Rick– y Kami y Learna fueron abrazados, empujados, y levantados sobre innumerables hombros. Con un ritual elaborado, los dos retornantes se deshicieron de sus equipos de respiración e hicieron cabriolas por ahí, participando en bailes improvisados, pasos chamánicos de poder.

Rick se comunicó por radio con los contingentes Skull y Wolff para que se colocasen a lo largo del perímetro de la franja de tierra accidentada del transbordador, verificó la integridad de su traje de medio ambiente y el transpirador, y siguió a Lisa fuera de la cabina de los pilotos para participar en la fiesta. Una hora más tarde, él y el resto del destacamento de desembarco estaban en la vivienda comunal de madera de la aldea conferenciando con los líderes de la tribu de Kami. Cabezas cortadas de Inorgánicos Hellcats, Scrim, y Odeon pendían de los tirantes del techo.

También estaban presentes varios clones pilotos de Bioroid –andróginos– parecidos a humanoides de mucho cabello con rasgos acentuados y ojos exóticos. Uno de los clones –estos muchachos Tiresianos olvidados– estaba explicando a Cabell con una voz nasal y casi sintetizada cómo ellos se habían aliado a la causa Garudiana. Ellos no llevaban puesto ningún equipo de respiración, y eran aparentemente inmunes a las esporas.

“Los maestros nos dejaron aquí para vigilar el orden público en este mundo. Pero cuando los Invid llegaron, la comunicación con Tirol y los maestros de los clones se volvió imposible. Nuestras Hoverships destruidas, todo lazo con Tirol cortado, comenzamos a entender el concepto de libertad, la soledad que surgía del abandono...”

“Así que se unieron a los Garudianos en su pelea,” Cabell terminó, asombrado.

“Tenemos sed de libertad, al igual que ellos.”

“Notable,” el anciano dijo en tono meditativo, su propia voz distorsionada por los filtros de la máscara. “Absolutamente notable.” Él no había estado tan pasmado desde que se enteró por Lang que Miriya Parino había dado a luz un niño; y la revelación le dio alguna esperanza de que los clones de los Maestros fueran en realidad capaces de una revuelta.

Rick se aprovechó de un silencio momentáneo para indicar con un gesto hacia las cabezas de trofeo. “¿Cuál es la situación aquí? ¿El Invid dirige patrullas por este sector?”

El jefe tribal le respondió. “Sus Inorgánicos patrullan, pero sólo cuando desean intimidarnos, o recoger trabajadores para las granjas. Ellos parecen no considerarnos una amenaza –aún con el poder de fuego que nuestros camaradas proveen,” él añadió, indicando a los clones, “pero le aseguro que toda Garuda está preparada para la rebelión.”

“¿Usted quiere decir, que ellos están usando a su gente en las granjas?”

“Recientemente, sí. Y en los campos de trabajo forzado cercanos a ellos.”

Lron y Crystal gruñeron, alarmando a algunos de los Garudianos presentes. Ellos estaban manteniendo un círculo ancho alrededor de los XTs ursinos, y uno aún más ancho alrededor de Burak, cuya máscara sola añadía un aspecto ya demoníaco.

Rick pudo ver que la noticia shockeó a Kami y Learna también.

“Eso basta en cuanto a ataques quirúrgicos desde la nave,” Max dijo.

Rick miró al jefe por un momento. Él halló que él aún no estaba acostumbrado a ver a los Garudianos sin los respiradores de aquel entonces; ellos podrían ser omnívoros, pero había una ferocidad en sus hocicos con la que él no estaba del todo cómodo. Exteriormente, el jefe se asemejaba a Kami, pero había una solemnidad en su aspecto que estaba ausente en el Garudiano más joven.

“¿Qué hay sobre los mecha?” Lisa quiso saber. “¿Scouts, Shock Troopers?”

“Sólo cuando sus naves de transporte llegan,” el jefe le dijo. “Ellos patrullan cerca de las granjas para proteger el embarque nutritivo mientras es cargado. Raramente se aventuran en los sectores tribales.”

Rick observó al jefe mordiscar un buen pedazo de carne que una de las mujeres le había ofrecido. “¿Hay alguna regularidad en los embarques?”

El jefe intercambió unas cuantas frases con Kami en la lengua Garudiana. El Sentinel tradujo. “Aproximadamente cada tres meses estándares.” Esto se cambiaba una que otra vez en un intento para frustrar lo que era una red subterránea extensiva trabajando en Garuda. Pero el Invid nunca logró mantener algo en secreto por mucho tiempo.

“¿Y cuándo salió el último embarque?”

“Hace un mes.”

Rick sonrió debajo de la máscara de su transpirador. “Eso significa que estamos a salvo por el momento. Aún si ellos ya se han comunicado con su flota, a los refuerzos les podría tomar semanas llegar aquí.”

“La granja más cercana está a alrededor de ciento sesenta kilómetros desde aquí,” Learna dijo, sin que se le hubiese preguntado. “Kami y yo conocemos bien esa área.”

“Un reconocimiento aéreo,” Max sugirió.

“No,” Rick dijo. “No pienso que debamos mostrarnos todavía. Iremos en los Hovercycles primero. Daremos un vistazo rápido en los alrededores antes de planear un asalto. Sólo porque no se hayan observado mecha no quiere decir que no estén allí dentro.”

“Estoy de acuerdo,” Rick oyó a Jack decir por detrás de él.

Karen codeó ligeramente a Jack por entremeterse. “¿Señor?” ella luego dijo a Lisa, esperando que Jack aprendiera por el ejemplo.

“Adelante, Karen.”

“Sólo me estaba preguntando qué le habrá sucedió exactamente a las primeras tropas Invid que aterrizaron aquí –antes de que las colmenas fueran construidas, quiero decir.”

De nuevo, Kami y el jefe intercambiaron unas cuantas palabras.

“Enloquecieron,” el líder Garudiano dijo tranquilamente. “Luego murieron.”

***

El equipo de reconocimiento –Rick, Lisa, Jack, Karen, Rem, y Kami como explorador– dejó la aldea poco antes del amanecer, permaneciendo cerca de la periferia norteña del bosque inexplicablemente tranquilo de Garuda. Ellos habían viajado ciento veinte kilómetros para cuando Rhestad se elevó –un enorme campo achatado de color carmesí que hacía poco por calentar la tierra. Las dos aldeas por las que ellos pasaron en el camino ya habían sido informadas de la misión. Preocupado por atraer cualquier atención indebida hacia ellos, Rick había pedido que los Garudianos simplemente atendiesen sus asuntos; pero había obviamente demasiada excitación en el aire para eso. A veces por kilómetros en un tramo, Rick los vería acuclillados a lo largo de los caminos que los Hovercycles hacían a través del bosque, silenciosos y salvajes, los ojos vulpinos fulguraban en la misteriosa luz de la mañana.

Al kilómetro ciento treinta y seis el equipo encontró su primera patrulla de Inorgánicos –una banda de una docena de Hellcats, vagando por el bosque como una manada diabólica de dientes de sable. Kami los había avistado y corrió la noticia; los Hovercycles fueron apagados y ocultados. Se entendió ahora que los Inorgánicos eran más que merodeadores o unidades Robopolicías; ellos funcionaban como los ojos y oídos remotos para las computadoras vivientes Invid, las que a su vez dirigían a los científicos o tropas de comando. El combate, por lo tanto, aún si terminase en victoria, sólo habría servido para alertar a la colmena de la posición del equipo; por lo que ellos permanecieron tan inmóviles como pudieron, apretados cerca de la tierra fría hasta que la banda había pasado.

Rick y Lisa estaban sobre sus estómagos, codo a codo, los trajes de medio ambiente ajustados para imitar los colores y las texturas de las plantas pequeñas parecidas a helechos que cubrían el terreno del área. Rick tenía su brazo extendido como protección sobre la espalda de su esposa, y la estaba mirando a través del visor esférico de su casco. Los ojos de ella regresaron la mirada fruncida que los propios ojos de él estaban tratando de transmitir. Fue la primera vez que él y Lisa habían salido juntos en un largo rato, y si esta no era exactamente la idea de nadie de una cita ideal o de la “proximidad” que Lisa tuvo en mente durante la intimidad más reciente de ellos, al menos ellos estaban juntos. Y de algún modo –aunque Rick no habría sabido cómo explicarlo– él se sentía más seguro con Lisa a su lado. Al mismo tiempo la presencia de ella tenía un tipo de efecto calmante, porque sin importar lo que ellos tuvieran que enfrentar, él estaba libre de tener que preocuparse sobre dónde estaba ella o qué peligros podría, de lo contrario, haber estado enfrentando sola. Aquí, él tenía hasta cierto punto control sobre la situación de ella –la situación de ellos.

Moviéndose más cautamente después de que Kami dio la señal de que el peligro había pasado, el equipo empleó otra hora para cubrir los últimos veinticuatro kilómetros. Ellos tuvieron porciones de la enorme colmena a la vista durante ocho de aquellos kilómetros, pero no tuvieron una vista no obstruida de la cosa hasta que estuvieron casi encima de ella. Estaba situada en el centro de un antiguo cráter de impacto, en un bosque verdadero de árboles de Optera, una estructura de forma de domo con una base de casi dieciséis kilómetros en torno, compuesta totalmente de lo que parecía ser facetas orgánicas o geodesias; de hecho, la colmena tenía la apariencia de algo cultivado antes que erigido. Cuatro torres de antena de apariencia de espadaña de un kilómetro de alto estaban ubicadas en los puntos cardinales alrededor de la base extrañamente “en forma de burbuja” de la colmena.

A través de gemelos de campaña, Rick pudo discernir a esclavos Garudianos recogiendo frutos mutados de los árboles. Contenedores enormes de éstos estaban siendo transportados hacia la misma colmena por soldados Invid en trajes especialmente equipados, a menudo piloteando aerotransportes de variados diseños. El seguimiento del rastro de los movimientos de los transportes finalmente le permitió a Rick descubrir uno de los pasillos de transporte parecidos a túneles de la colmena.

“¿Qué sucede luego?” Rick susurró a Kami, quien se había encorvado para pedir los binóculos. “¿Son los trabajadores llevados dentro de la colmena?”

“No,” él dijo, acercando su hocico al fonocaptor del casco. “El campo de trabajo está aproximadamente a tres kilómetros de aquí.” Kami señaló la dirección.

“¿Estás seguro de que no hay ningún Garudiano dentro de la colmena?”

Kami sacudió su cabeza. “No muy seguro.” Las colmenas eran los únicos lugares en el planeta impenetrables a las Transmisiones y vuelos extra corporales Garudianos; pero la presencia continua de los Invids en el mundo en general había confundido las cosas. Las nubes y el viento estaban llenos de siniestros murmuraciones.

“Entonces tenemos que averiguarlo,” Rick dijo, dándose vuelta para indicar a los otros que se adelanten.

Jack permaneció atrás como guardia de retaguardia, mientras que el resto del equipo comenzó a abrirse camino por sobre la colina baja que era el borde del cráter y descendió dentro de la misma hoya. Estaba más caliente aquí, Rick se dio cuenta sin tener que verificar los displays sensores del traje; fragante, también, él imaginó, como los bosques de árboles de Optera en Praxis lo habían sido. Ellos se estaban acercando al borde del área de cultivo ahora, y era hora de que Kami lo hiciera solo.

“No tomes ningún riesgo,” Rick le advirtió. Él verificó su cronómetro. “Una hora. Si no estás de regreso para entonces, nos iremos.”

“Haré que la noticia le llegue a usted a través del grupo si algo sucede.”

La organización clandestina, Rick recordó.

“Sólo ve que ello no ocurra,” Rem dijo.

Karen y Lisa desearon a Kami suerte, y él se puso en marcha.

Entonces de repente una pequeña montaña estaba creciendo bajo sus pies. Rick pensó por un momento que este podría ser el modo en que los árboles de Optera de cubierta en forma de bulbo se impelían a sí mismos desde la tierra. Lisa y los otros habían sido tirados al piso, pero él aún estaba montando la elevación hacia arriba, los brazos extendidos como un caminante de cuerda floja. En otra parte él pudo ver dos jorobas más comenzando a formarse. Kami gritó algo incomprensible, precisamente antes de que Rick saltase y atrapase una red de zarcillos parecidos a enredaderas que se encajaban en la cubierta en forma de bulbo del árbol más cercano. Él estaba pendiendo a tres metros sobre el suelo ahora, mirando hacia abajo a sus compañeros de equipo y preguntándose por qué ellos tenían sus armas desenfundadas, cuando un Pincer Scout de tres garras repentinamente embistió el árbol ni a treinta centímetros de su cabeza. La cubierta en forma de bulbo se partió abriéndose como un melón demasiado maduro, regándolo a él con un material verde viscoso y lo que él consideró eran semillas.

Lisa y Karen, entretanto, estaban disparando cargas a la nave-cangrejo, tratando de colocarse en posición apropiada para realizar un disparo certero al escáner del mecha, una boca sobresaliente de color rojo se abrió en la superficie ventral de su cabeza blindada. Pero los Scouts que se habían unido al primero estaban avanzando, y las dos mujeres fueron forzadas a lanzarse fuera de debajo de un par de pies endidos. Un mecha estaba zapateando el suelo, tratando de pulverizarlos, aún mientras Rem y Kami estaban punzando su coraza de forma de mariquita con disparos de Wolverine.

Rick se desenredó antes de que el primer Scout pudiera atacar de nuevo, dejándose caer, doblándose, y rodando para alejarse del camino del mal, y de algún modo logrando aparecer con su arma levantada. Él golpeó a su gigantesco agresor en la articulación de la rodilla y éste cayó en un choque ensordecedor; luego colocó un segundo tiro a través de su escáner, y se agachó para cubrirse cuando la cosa estalló.

La fuerza de la ráfaga arrojó a uno de los otros Scouts duramente contra los árboles, donde aquel tropezó y cayó después de abrir desgarrando media docena de bulbos. Rem vio que se haga que la nave no se levante, lanceándolo y abriéndolo desde la entrepierna hasta el escáner. Rick había quedado aturdido y temporalmente sordo por la explosión, pero volvió en sí a tiempo para ver al mecha restante levantar su pie izquierdo para destrozar a Karen y a Lisa, quienes también habían sido derribadas por la ráfaga. Él corrió rápidamente detrás del Scout, como si preparándose para cortarlo detrás de la rodilla, y vació su arma de mano directamente en el lado de abajo del blindaje posterior y cónico de la cabeza de la nave, produciendo una cascada de rayos de energía y un estruendo ensordecedor que decapitó a la nave, arrojando a su piloto Invid al suelo. Kami y Karen agujerearon a la criatura, aunque probablemente ya estaba muerta, y corrieron rápidamente al lado de Lisa. Rick hizo lo mismo, repentinamente afligido de terror. El traje de ella estaba roto; ella estaba ensangrentada e inconsciente.

“¡Tenemos que llevarla de regreso a la nave!” Rick dijo, levantando la vista hacia sus compañeros de equipo. Pero todo lo que obtuvo en respuesta fue una mirada de resignación. Rick vio a Kami y a Karen echar a un lado sus armas. Él se dio vuelta rápidamente, todavía acuclillado, a tiempo para ver a más de una docena de soldados Invid emergiendo del huerto para rodear su camino de suelo manchado de verde.

“Tire su arma,” uno de los soldados del tamaño de una Praxiana dijo en Tiresiano, blandiendo un rifle/cañón de apariencia maligna y mirando hacia abajo a Rick a través de un casco alargado.

Rick lo hizo así, al momento que un oficial se acercó abriéndose paso a través del círculo. Aquel miró a Lisa por un momento, luego giró su hocico hacia Rick.

“La colmena lo ha estado esperando,” aquel anunció.

***

“Nuestro Regente ha dicho que él encuentra a su raza muy curiosa, y ahora comprendo porque. Ustedes son un poco más como gusanos de lo que yo me había imaginado, y en realidad hay hedor de muerte cerca de ustedes.”

El interior de la colmena era un invernáculo caliente, pero la voz del científico era fría y analítica. Rick, Rem, Kami, y Karen habían sido hechos marchar a punta de pistola a través de la misma entrada que Rick había divisado desde el borde del cráter. Allí, sus cascos y transpiradores habían sido quitados. Uno de los soldados había llevado a Lisa sobre su hombro. Ella aún estaba inconsciente, gimiendo una que otra vez en su delirio. Rick estaba siendo mantenido alejado de su lado. Kami, ya sucumbiendo a la atmósfera artificial de la colmena, había sido esposado y arrojado en un rincón.

“Ese olor es el hedor de la sangre de sus propios soldados,” Rick gruñó al científico, señalando con un ademán a su traje manchado de verde.

“El ataque final de la criatura acorralada,” el Invid dijo a su grupo de asistentes descalzos vestidos de blanco, en Tiresiano en consideración a Rick. “El ser usa las palabras como las armas.”

“¿Qué quiere con nosotros? ¿Por qué sus soldados no nos mataron?”

Los sensores del hocico del científico se crisparon, como si él estuviese oliendo el aire. “Tal vez lo hagamos. Pero hay cierta información que necesitamos primero. Nos ahorraría muchas molestias si usted simplemente accediese a responder nuestras preguntas –incluso podría salvar sus vidas.”

Rick bufó. “Sigue soñando, babosa.”

“Como lo pensé,” el científico se dirigió por sobre su hombro. Él estudió a Rick un momento, luego empezó a caminar hacia abajo de la línea, deteniéndose delante de Kami. “Usted era uno de los Garudianos escogidos por Tesla para el zoológico del Regente, ¿no lo era usted?”

Kami se inclinó hacia delante como si fuese a susurrar algo y trató de morder la cara del Invid, fallando por poco. Al momento, un soldado tomó a Kami por la garganta por detrás; en su débil estado, el Garudiano fue fácilmente sometido.

El científico lo echó a un lado con una sacudida y continuó su evaluación del grupo, mirando de reojo, Rick pensó, a Karen, y confundiéndose por un momento sobre Rem. “Pues, eres Tiresiano.” Él dijo finalmente, y giró rápidamente en una vuelta excitada para mirar de frente a su grupo. “Tenemos una oportunidad maravillosa aquí para realizar algo invalorable para el reino. Para el registro,” él añadió, mirando a Rick, “¿dónde están los Maestros Robotech?”

Rick apretó sus cejas. “¿Los Maestros?”

“¿Sí. ¿Dónde está la matriz de la Protocultura?”

Rick gruñó. La cosa se había convertido en una espina en el lado de la galaxia. “No sé de lo que está hablando.”

“Esa es apenas la respuesta que necesitamos para justificar prescindir de sus vidas, terrícola. Sea razonable; ustedes tienen naves abastecidas con combustible de Protocultura, armas con base en la Protocultura... ¿Cómo obtuvieron éstas si no por contactarse con los Maestros ó la matriz? A menos que, por supuesto, las Flores de la Vida crezcan en su mundo hogar...”

Rick luchó para evitar denotar su sorpresa. De modo que eso es lo que están buscando, él pensó, y recordó algo que Roy Fokker le había dicho hace casi diez años atrás sobre la advertencia que Lang había inadvertidamente animado en la SDF-1 –¡la advertencia de Zor sobre el Invid! ¡El Tiroliano lo sabía!– él sabía que el Invid finalmente iría en busca de la matriz. Las palabras de Cabell a Lang sonaron en los oídos de Rick: ¡Deben destruir al Invid aquí, destrúyanlos mientras aún pueden!

“Veo algo en sus ojos, humano,” el científico estaba diciendo. “Usted sabe algo.”

Rick apretó sus labios en una línea delgada.

“Entonces tal vez sus sueños nos dirán lo que deseamos saber.” El Invid agitó una mano a los soldados. “Lleven a los humanos afuera.”

“¡Usted no puede!” Kami dijo, su tráquea apretada por el puño del soldado. Otros se habían acercado para agarrar a Rick, Karen, Rem, y a Lisa. “¡Ellos morirán!”

“Sí,” el científico dijo prosaico, “probablemente morirán.”