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Con el auge de las MMA femeninas gracias a personas como Ronda Rousey, la UFC decidió crear una segunda división de peso para mujeres. Se lanzaría en una temporada de The Ultimate Fighter en 2014, y la ganadora se convertiría en la primera peso paja de la UFC. Cuando le ofrecieron un contrato a Aisling Daly, le llegó la oportunidad perfecta de conseguir aquello a lo que siempre había aspirado.
En su debut en Las Vegas el 12 de diciembre de 2014, Ais hizo abandonar a Alex Chambers con una presa de brazo en el primer asalto. La victoria quedó un poco deslucida por el hecho de que no había dado el peso. Era la primera vez que esto le ocurría al SBG en la UFC, y es de esperar que no vuelva a ocurrir. Pero la victoria fue un momento especial para Ais, que por fin había tenido la oportunidad de actuar en el mayor escenario de todos.
Mientras Ais se convertía en el siguiente luchador del SBG que triunfaba en la UFC, Conor estaba ocupado preparándose para su siguiente pelea. Puede que estuviéramos un poco decepcionados porque no nos hubieran ofrecido una figura con más nombre que Dennis Silver, pero nunca habíamos rechazado un combate y no íbamos a empezar ahora. Como habíamos estado diciendo todo el tiempo, los contrincantes no importaban. Cada uno de ellos no era más que otro pequeño obstáculo entre Conor y el campeón, José Aldo. Yo estaba convencido de que ya era demasiado bueno para todos ellos, así que daba lo mismo con quién peleara. Conor podía vencerlos, fueran cuales fuesen su nombre, su historial, sus cualidades, etcétera.
Tras la victoria sobre Dustin Poirier, sentíamos que Conor había hecho lo suficiente para ganarse un combate por el título de los pesos pluma. No es que la UFC no estuviera de acuerdo, pero el problema era que Aldo ya estaba comprometido para defender el cinturón ante Chad Mendes, en un encuentro a celebrar cuatro semanas después de nuestra pelea contra Poirier. Si Aldo ganaba, que era lo que todos esperábamos, lo más probable era que pasara mucho tiempo antes de su siguiente defensa del título, porque no tenía fama de ser muy activo. En los tres años y medio que llevaba en la UFC, Aldo solo había peleado seis veces. Conor ya había estado bastante tiempo inactivo debido a su lesión de rodilla, y no le interesaba esperar sentado a ver qué pasaba. Quería pelear de nuevo —a ser posible, antes de que terminara 2014—, e insistió a la UFC para que le preparara otro combate. No había ningún hueco para que compitiera antes de que terminara el año, pero había una velada programada en Boston para el 18 de enero de 2015, y ¿quién mejor que Conor McGregor para encabezar el cartel en la capital irlandesa de Estados Unidos? Había subido al puesto quinto en la categoría de pesos pluma, mientras que Dennis Silver estaba en el décimo. Sí, habría sido bonito pelear con una de las primeras figuras, pero lo cierto era que, a pesar de lo que decían en las entrevistas, muy pocos de ellos levantaron la mano para aceptar la oportunidad.
Dennis Silver era un veterano con más de treinta peleas profesionales, y había ingresado en la UFC en 2007. Yo sabía mucho de él, de los tiempos en que competía en el circuito europeo. De hecho, Arni Isaksson le había hecho abandonar en 2006 en la final de un torneo de ocho luchadores de peso welter en Cage Warriors. Además, Silver acababa de volver de una suspensión por usar sustancias dopantes… y Conor no paraba de recordárselo en los medios de comunicación durante los preparativos para la pelea: «Es un enano alemán adicto a los esteroides».
Yo respetaba a Silver por su capacidad y su experiencia, pero, aunque todo es posible, no pensaba que un bajito y cuadrado veterano de treinta y seis años pudiera causarle muchos dolores de cabeza a Conor. De eso estaba seguro.
Mientras Irlanda iba poco a poco acostumbrándose a ser la cuna de la mayor estrella masculina de las artes marciales mixtas, el interés de la prensa por este deporte aumentó espectacularmente. Fue un viaje del hambre a los banquetes en menos de dos años, dado que las MMA habían sido hasta entonces completamente ignoradas por los principales medios de comunicación irlandeses.
Una consecuencia del aumento del interés del público en Irlanda fue la gran atención que se dedicó a la cuestión de si las MMA son demasiado violentas. Participé en varios debates en los medios, y casi todos parecían seguir el mismo patrón: yo exponía los hechos y la persona del bando contrario emitía una opinión del tipo «Eso no me gusta». Había estado manteniendo el mismo debate durante años —con amigos, con la familia o con cualquiera que preguntara—, desde mis comienzos en este deporte. La diferencia era que ahora había mucha más gente escuchando.
En el fondo, la polémica sobre si las MMA son demasiado violentas es cuestión de definiciones. Para mí, «violencia» sugiere un altercado en el que una de las partes en realidad no quiere participar. No creo que se pueda usar esa palabra para describir una competición deportiva —ya sea MMA, boxeo o cualquier otra cosa— en la que dos adultos participan voluntariamente. De hecho, creo que es honorable que dos individuos accedan a competir uno contra otro bajo unas reglas concretas, en una fecha dada, con un peso acordado y bajo la supervisión de un árbitro y varios jueces.
Durante la preparación para el combate con Silver, una política irlandesa, la senadora Catherine Noone, exigió que «este vil pseudodeporte» fuera prohibido en Irlanda, añadiendo que jamás había visto un combate. La senadora no tardó en echarse atrás, reconociendo que se había precipitado. Por desgracia, como consecuencia de sus comentarios recibió un montón de comentarios desagradables por parte de aficionados a las MMA, lo que no contribuyó precisamente a mejorar la reputación de este deporte y de los que participamos en él. Siempre me ha parecido que la manera más eficaz de cambiar la opinión de alguien para mejor es animarlos a asistir a una velada o a visitar un gimnasio. Eso les da la ocasión de comprobar por sí mismos que los individuos que participan son personas normales que disfrutan con los deportes competitivos, y no salvajes sedientos de sangre. Invitamos a la senadora Noone al gimnasio, y ella aceptó la oferta. Después de su visita, lejos de exigir que se prohibieran las MMA, pidió que fueran reconocidas por el Consejo Irlandés de Deportes. Es una señora simpatiquísima, que hizo algunos comentarios mal informados desde una posición de ignorancia, pero que no tardó en cambiar cuando tuvo ocasión de ver lo que es realmente este deporte.
Por supuesto, reconozco que las MMA no son para todo el mundo, y no tengo ningún problema con ello. Si no te gustan, no tienes por qué mirarlas. Vivimos en una sociedad libre, en la que tenemos la suerte de poder elegir entre una gran variedad de actividades. Si una de ellas no te gusta, eso no es razón suficiente para prohibirla. Me parece raro que a mucha gente le fascine ver a un tipo pequeñajo fustigando a un caballo en una pista de carreras, pero cuando en la tele hay carreras de caballos me limito a cambiar de canal y no vuelvo a pensar en el asunto. En cuanto al riesgo, estadísticamente hablando, las MMA están aproximadamente al mismo nivel que otros deportes de contacto. Se tiende a pensar que las MMA son más peligrosas que el boxeo, pero un estudio a largo plazo realizado en Canadá demostró que los boxeadores sufren daños más graves que los luchadores de MMA. Si compites en MMA, acabas sufriendo el mismo tipo de golpes y contusiones que se ven en el rugby, pero la tasa de lesiones graves es baja.
Nunca me he peleado con nadie en el debate sobre las MMA, pero sí que mantuve discusiones acaloradas cuando tenía veintitantos años. Intentaba convertir a la gente a mi manera de pensar, como un vegano o un practicante del CrossFit, tan inmersos en lo que están haciendo que hablan constantemente de ello y no pueden entender que a otros no les apasione tanto. Reconozco que en ciertas épocas llamaba a los programas de radio en los que se debatía el tema y mantenía encendidas discusiones. Supongo que ahora soy mucho más moderado.
Las MMA han ganado una enorme cantidad de seguidores en Irlanda, y sobre ellos recae la responsabilidad de que este deporte tenga buena imagen. En este aspecto, es importante reconocer que sin sus fans más apasionados las MMA podrían no haber sobrevivido. En la oscura era de los primeros años del siglo, la UFC tenía problemas para seguir adelante. Fueron los fervientes aficionados de los foros de internet los que la mantuvieron viva, corriendo la voz a sus amigos e intentando convertir a todo el que podían. El estreno de The Ultimate Fighter en 2005 marcó el comienzo de una nueva era, pero la UFC —y por extensión, todo el deporte de las MMA— probablemente no habría llegado muy lejos de no ser por los aficionados y lo mucho que significaba para ellos. Siempre es importante recordar esto. Pero, al mismo tiempo, a menudo me avergüenza el comportamiento de algunos aficionados en la red, sobre todo al ver lo pendencieros que se ponen al defender este deporte cuando este es criticado. En lugar de increpar a alguien porque no le gustan las MMA, los fans deberían adoptar una postura más positiva, intentando convencer de manera amistosa. Es la mejor manera de que un aficionado a las MMA ondee la bandera de nuestro deporte.
Si alguien viene al SBG, lo más probable es que vea una clase de jiu-jitsu para niños y conozca a personas inteligentes como Owen Roddy y Peter Queally. No es muy diferente de lo que se puede ver en cualquier entorno deportivo. Por supuesto, eso no quiere decir que no haya imbéciles en las MMA. Como en cualquier deporte, las leyes de probabilidad determinan que haya unas cuantas manzanas podridas.
La obesidad es un problema mucho mayor para la sociedad que la agresividad implícita en algunos deportes. Una vez oí a un jugador de fútbol gaélico al que le preguntaron si el fútbol convencional es el enemigo de su deporte. Respondió que el único enemigo es la inactividad. Lo más importante es animar a los chavales a practicar alguna actividad física, ya sean artes marciales, juegos de pelota, gimnasia o cualquier otra cosa.
Cuando era pequeño me pasaba todo el día, todos los días, corriendo por la calle, pero no recuerdo que nunca me cansara. Ahora hay chavales que en su primera sesión en mi gimnasio caen de rodillas sin aliento después de un par de vueltas sobre las colchonetas. Eso es preocupante. Nuestros niños son cada vez más sedentarios, y eso va a ejercer una tremenda presión sobre nuestro sistema de salud pública en los próximos años, cuando tenga que atender a una generación con huesos más débiles, más grasa, poco músculo magro y sistemas inmunitarios debilitados. Todo esto va a causar graves problemas, así que apoyo cualquier iniciativa que mantenga activos a los niños.
Además, hay que tener en cuenta que vivimos en una sociedad en la que todo el mundo tiene miedo de ser demandado. Los ayuntamientos se resisten a construir parques infantiles por miedo a que se los lleve a los tribunales si un niño resulta herido al jugar en uno de ellos. Los niños se caen y sufren golpes y contusiones; a veces se rompen un hueso. ¿Y qué? Forma parte del crecimiento. A largo plazo, la inactividad es mucho más peligrosa que un rasguño en la rodilla.
A veces me preguntan si me gustaría que se introdujeran cambios en las reglas de las MMA para hacerlas más aceptables por un público más amplio, pero la respuesta es siempre un no categórico. Lo que sí me gustaría ver es un primer asalto de diez minutos, como en los viejos tiempos de Pride. O, mejor aún, combates de quince minutos sin descansos; es decir, nada de asaltos separados. En ese caso, creo que veríamos muy pocos combates que llegaran a decidirse por puntos. Pondría a prueba la capacidad de los luchadores para resistir el ritmo, lo que a su vez les proporcionaría una valoración mucho más clara de sus habilidades, ya que tendrían que luchar contra la fatiga. Estoy tentado de organizar una velada de este tipo a nivel local, para ver cómo funciona. Paradójicamente, creo que esto reduciría la cantidad de castigo innecesario que los luchadores sufren algunas veces. Suprimir ese minuto de descanso entre asalto y asalto cambiaría toda la dinámica. A veces, un luchador está a punto de ser vencido al final de un asalto, pero después tiene sesenta segundos para recuperarse, lo que puede dar ocasión a que sufra aún más daños en el siguiente asalto. El combate de la UFC Fight Night 85 entre Neil Magny y Hector Lombard es un buen ejemplo. Lombard recibió un enorme número de golpes sin respuesta en los últimos momentos del segundo asalto, y por fin el árbitro detuvo el combate a los 26 segundos del tercero. Sin descanso, creo que se pondría punto final a más peleas en el momento adecuado, y los luchadores recibirían menos castigo.
También se critica con frecuencia el criterio de los jueces de las MMA. En casi cualquier velada de la UFC hay al menos una decisión controvertida de los jueces. Hay quien ha sugerido otros métodos de puntuar una pelea, en lugar de tener sentadas junto a la jaula a tres personas que van dando puntos según lo que ven, pero lo cierto es que ningún sistema será perfecto, porque al fin y al cabo es una cuestión de opinión. Se podría juzgar simplemente contando los derribos y los golpes, como en el sistema que se usa en el boxeo amateur, donde los jueces aprietan un botón de un aparato cada vez que se conecta un golpe puntuable, pero eso no funcionaría en las MMA: este deporte es demasiado complicado, y el juicio va a ser inevitablemente subjetivo. Juzgar combates de MMA es como probar dos variedades de la misma sopa. Aunque sean similares, vas a preferir una a la otra, y no existe una razón científica para ello. También creo que es imposible que exista un juez que no incluya sus propias emociones en la ecuación. Puede que tenga una relación con alguno de los luchadores —podría ser amigo de su entrenador o de un compañero de equipo—, y puede que no le guste lo que ha visto del luchador en los medios de comunicación (en cuyo caso, Conor podría tener problemas si vuelve a pasarse de la raya). Un juez con experiencia en lucha libre puede juzgar una pelea de manera completamente diferente de la de otro con experiencia en kick-boxing.
La conclusión es que cuando intervengan seres humanos siempre va a haber zonas grises y, para ser sincero, a mí me parece bien. De vez en cuando puedes ver una decisión extraña, pero eso es de esperar. Creo que los jueces aciertan en la gran mayoría de los casos, aunque los seguidores del perdedor intenten convencernos de lo contrario en las redes sociales.
Una vez más, Conor se entrenó a conciencia para la pelea contra Dennis Silver. Es impresionante cómo consigue mejorar entre un combate y otro. Cuando empiezas a pensar que no puede mejorar mucho más, te demuestra que estabas equivocado.
Un par de semanas antes de la pelea, Dana White anunció que si Conor ganaba sería premiado con un combate por el título contra José Aldo, que había defendido con éxito su cinturón ante Chad Mendes en octubre. La revelación de Dana fue una gran noticia en su momento, pero en realidad no cambió nada para nosotros. Era lo que estábamos esperando. A aquellas alturas, ningún otro combate tenía sentido. Y allí estábamos, solo dos años después de la última pelea de Conor en Cage Warriors y a un solo combate de poder competir por el mayor galardón de nuestro deporte.
Un obstáculo que encontramos antes de la pelea con Silver fue que a Conor le resultó más difícil de lo normal reducir peso. La pelea iba a tener lugar tres semanas después de Navidad, y una dieta sumamente estricta iba a ser muy problemática en época de fiestas. Además, reducir peso es siempre más difícil cuando hace frío, y Boston en enero es puñeteramente frío. Cuando llegamos allí, dos semanas antes del combate, todo era mucho más básico que lo que habíamos disfrutado en Las Vegas. En esa fase del proceso, es fundamental comer del modo adecuado, porque las raciones son muy pequeñas. Casi todo son ensaladas y cosas por el estilo. Sin embargo, el menú del hotel no ofrecía demasiadas opciones, y aquello planteaba otro pequeño problema.
Con los años, el proceso de reducción de peso se ha vuelto mucho más sofisticado —poco a poco, hemos ido encontrando la manera adecuada de hacer las cosas—, pero a mí me costó bastante tiempo aprenderlo. Recuerdo que cuando yo peleaba iba al pesaje el mismo día de la pelea y me forzaba al límite para dar 66 kilos. Después del pesaje, a pocas horas de la pelea, ¿cómo reponía energías? ¡Zampándome inmediatamente una enorme pizza! No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Afortunadamente, a base de años de experiencia he adquirido el conocimiento para hacer las cosas un poco mejor.
El proceso de reducir peso es diferente para cada luchador, pero en general implica semanas de dieta estricta, varios días de cargarse de agua en la semana del combate, y veinticuatro horas intensivas de eliminar líquidos, por lo general en una sauna o en un baño de agua salada. Conor es partidario de esto último, aunque es un poco molesto. Una vez me eché a reír cuando volvía de ayudar a uno de mis luchadores a perder sus últimos kilos en el baño y Orlagh dijo que le gustaría intentarlo alguna vez… ¡como si fuera cuestión de poner un poco de música y relajarse en un agradable baño durante una hora! En realidad tienes que pasar horas en un baño caliente con sales de Epsom.
En las semanas previas a la pelea debes reducir poco a poco tu ingesta de calorías mientras, al mismo tiempo, intentas mantener tu nivel de entrenamiento. Esto exige mucha disciplina, porque siempre se presentan tentaciones. Después —por lo general el domingo anterior a una pelea en sábado— empieza la fase de cargarse de agua. Esto implica beber de ocho a diez litros de agua al día, hasta que llega un momento en que te sientes físicamente enfermo. El resultado de estos pocos días es que el luchador acumula un peso que solo es agua. Entonces llega el jueves por la tarde, y empieza la verdadera reducción, con los baños o la sauna. El calor extrae agua del cuerpo y el peso va bajando, pero el proceso es largo y difícil, y sumamente desagradable. Perder esos últimos kilos puede ser una pura tortura. Es una prueba física y mental, y muchos no la superan.
Como trabajo con luchadores, a veces la gente me pide consejo para perder peso. Por lo general son mujeres que quieren adelgazar para una boda. Han oído decir que un luchador de MMA puede perder más de cuatro kilos en veinticuatro horas y quieren saber cuál es el secreto. Pero no hay ningún secreto. Reducir peso y perder peso son dos cosas muy diferentes. Si un luchador exprime su cuerpo con el fin de llegar a cierto peso durante un par de horas, para asistir al pesaje, ese peso lo repone en las veinticuatro horas siguientes, absorbiendo fluidos y recargando energía para la pelea. Todo este doloroso proceso tiene como objetivo adquirir la mayor ventaja posible de tamaño en la noche del combate.
Es curioso que durante la mayor parte de la semana, los luchadores se están metiendo agua por la garganta hasta que llega un momento en que sienten que no quieren volver a beber en su vida, y cuando llega el viernes darían lo que fuera por un trago. Es un ciclo raro y desequilibrado. Durante esas últimas veinticuatro horas, la comida y el agua quedan descartadas, porque se trata de ser lo más ligeros posible. Es un tremendo alivio subir a la báscula y dar el peso, pero la responsabilidad del profesional no termina ahí. Recuperar energías y rehidratarse es un proceso muy delicado. No puedes llenarte el cuerpo de comida y fluidos inmediatamente, a pesar del ansia de hacerlo. Tienes que reponer minerales y electrolitos en los momentos adecuados, para que tu organismo tenga tiempo de recuperarse. Esto se hace comiendo pequeñas porciones de buenos hidratos de carbono —pasta, puré de patatas, etcétera— a intervalos regulares.
Artem Lobov solía complicarse la vida cuando reducía peso. En lugar de reducirlo poco a poco a medida que se acercaba la pelea, solía dejarlo para el último momento, de modo que tenía que reducir mucho en un período muy corto de tiempo. Si yo estoy allí para ayudarle, salimos adelante; pero si se le deja por su cuenta, no es tan fácil.
Para una de sus peleas, Artem tenía que reducir casi seis kilos la tarde antes de los pesajes, es decir en menos de veinticuatro horas. Decidió reducir la mitad aquella noche y la otra mitad a la mañana siguiente. Después de unas horas muy intensas, Artem había conseguido perder tres kilos antes de irse a la cama a descansar. Se despertó poco después, algo delirante. Tenía muchísima sed y recordó que en el frigorífico había una botella de dos litros de Fanta. «Echaré un traguito, solo para aliviar la sed», pensó. Diez minutos después, estaba sentado a la mesa de su cocina, mirando la botella de Fanta vacía. Se había bebido hasta la última gota y recuperado todo el peso que había perdido torturándose durante toda la tarde. Volvió a levantarse al amanecer y se pasó toda la mañana en el baño para compensar su error, con su madre sujetándolo para asegurarse de que no saliera de allí. Al final, Artem consiguió dar el peso, pero este es un buen ejemplo de cómo no hacerlo.
Los pesajes suelen empezar a las cuatro de la tarde. El día que Conor tiene que pesarse, yo voy a su hotel a las nueve de la mañana y no me marcho hasta las dos de la tarde. Son cinco largas y difíciles horas de baños calientes, baños calientes y más baños calientes. Es bien sabido que Conor reduce mucho peso para no superar el límite del peso pluma, que son 66 kilos. Cuando sube a la báscula, no parece sano. Hemos sacado fotos durante el proceso de reducción de peso, y no son agradables. Seguro que él las incluye cuando escriba su historia. No es agradable mirarlas, sobre todo para Dee, su pareja. Los luchadores se someten a mucha deshidratación y sobrecalentamiento para perder peso, y esta es la parte del deporte que menos les gusta a todos. En el punto más bajo del proceso, Conor tiene ganas de decir «nunca más». Pero cuando llega el momento de subir a la báscula, con la bandera irlandesa sobre los hombros y miles de fans enloquecidos, la adrenalina entra en acción y prende una llama en su interior que hace que el sufrimiento haya valido la pena.
Por la noche, cuando Conor ha tenido varias horas para restaurar su organismo, yo estoy en mi habitación y él me envía fotos en las que vuelve a parecer humano. Todavía me preocupa que tenga calambres estomacales durante la noche, pero a la mañana siguiente me llega un mensaje de texto: «Me siento genial. He dormido como un bebé».
Esto es siempre un gran alivio. A estas alturas —quitando algunas cosillas menores que hay que hacer y decir—, mi trabajo ha terminado. Ya no puedo hacer mucho más. Ha dado el peso y es hora de pelear, y esa es una buena sensación porque para eso estamos aquí. Nos hemos metido en las artes marciales para ser el mejor luchador, no el que mejor reduce peso. La reducción de peso es un mal necesario por el que hay que pasar antes de que empiece la diversión.
Últimamente, la reducción extrema de peso se ha convertido en un tema candente en el mundo de las MMA, sobre todo después de las muertes de luchadores en Brasil y Filipinas durante la preparación de sus peleas. El asunto ha llegado casi al punto en que los luchadores compiten unos con otros para ver quién reduce más peso, pero me alegra decir que esta cultura parece estar cambiando. La prohibición de la rehidratación intravenosa por parte de la UFC ha ayudado, y otras compañías están empezando a controlar el peso de sus luchadores durante un período largo de tiempo, en lugar de solo durante un momento el día antes de la pelea. Soy partidario de cualquier medida que cambie la práctica para mejor. Estoy a favor de todo lo que disuada a los luchadores de ponerse en peligro empujando sus cuerpos más allá del límite con la deshidratación.
En un mundo ideal, reducir hasta ese extremo no sería necesario, y yo siempre procuro asegurarme de que no se convierta en una tarea que acabe impidiendo que un luchador disfrute del deporte. Además, es menos probable que mejoren en las últimas semanas de entrenamiento si la reducción de peso interfiere con la cantidad de trabajo que son capaces de hacer.
Creo que con el tiempo Conor dejará la división de los 66 kilos, pero, tratándose de alguien tan experimentado como él, la decisión es cosa suya. Ahora, con mis nuevos luchadores, utilizo mi experiencia para decidir qué categoría de peso es la mejor para ellos. Pero para gente como Conor, es cuestión de discutir qué se ofrece por cada pelea y considerar si vale la pena volver a bajar a 66 kilos. A pesar de que antes de entrar en la UFC ganó su última pelea por encima de los 70 kilos, la organización le fichó como peso pluma porque la oferta de contrato llegó vía Sean Shelby, que programa todos los combates de la UFC por debajo de los 66 kilos. De los pesos ligeros hacia arriba, el que ficha es Joe Silva. Si la oferta inicial la hubiera hecho Joe, es probable que las cosas hubieran sido diferentes. Fue cuestión de suerte.
El pesaje para la pelea de Conor contra Dennis Silver se hizo el 17 de enero, una fecha que tenía muchas resonancias para mí, y no solo porque es el cumpleaños de mi padre. El 17 de enero de 2009 fue el día en que Tom Egan perdió ante John Hathaway en UFC Dublín. Como equipo, aquel fue nuestro primer contacto con las grandes ligas. Entrar así en máximo nivel de nuestro deporte nos había enseñado exactamente lo que necesitábamos.
Cuando Conor se pesó por primera vez en la UFC dio 66 kilos. Aquello fue una declaración de principios. En todas sus peleas anteriores había dado medio kilo más, porque en las peleas donde no se disputa un título se permite un margen de error de medio kilo. El cinturón todavía no estaba en juego, pero Conor quería que el mundo supiera que estaba preparado para disputarlo.
Para generar publicidad, la UFC llevó a Boston a José Aldo, que presenciaría el combate desde un asiento junto a la jaula. El plan era hacerle entrar en el octágono después de la pelea si Conor salía victorioso. Pero Aldo se negó diciendo que él solo entra en el octágono para pelear, lo cual me pareció raro porque recordaba haberle visto jugar al fútbol en la jaula con Kenny Florian cuando estaban promocionando su combate en 2011.
La noche del combate, Paddy Holohan —otra vez en su papel de berserker— nos consiguió un comienzo positivo ante un público de casi catorce mil personas en el TD Garden. Paddy se desquitó de la primera derrota de su carrera, tres meses antes, ofreciendo un combate contra Shane Howell en el que dominó completamente y ganó por decisión unánime de los jueces.
Cathal Pendred era el siguiente, y también salió airoso, consiguiendo su tercera victoria consecutiva en la UFC a costa de Sean Spencer. Hubo mucha controversia después, porque numerosos observadores opinaron que Cathal había tenido suerte con la decisión. Pero en realidad dos de los tres jueces otorgaron a Cathal los tres asaltos. Aunque es probable que perdiera el primero, yo creo que lo compensó con creces en el segundo y el tercero.
Pienso que gran parte del debate que rodeó el resultado se debió a los comentarios de Joe Rogan durante la pelea. Cuando Joe empieza a ver que un luchador gana ventaja, parece que su decisión está ya tomada y no lo puede ver de ninguna otra manera. Sean empezó bien, y parece que eso dejó zanjado el asunto para Joe, pero un combate no es solo el primer asalto.
Por fin llegó el momento de que Conor se asegurara el combate al que había estado aspirando desde que le llegó la primera llamada de la UFC: una pelea por el título contra José Aldo. Yo describiría el combate contra Dennis Silver como sencillo, aunque la bola de cristal de Conor le falló esta vez. Había vaticinado otro KO en el primer asalto, pero ya habían pasado casi dos minutos del segundo cuando el árbitro detuvo la pelea. La contienda siguió un patrón similar al de sus anteriores actuaciones, con Conor dando una imagen tranquila y relajada mientras abrumaba a su adversario con golpes y movimientos enormemente superiores. Silver era duro, pero era cuestión de tiempo que cediera. Conor lo derribó con un directo de izquierda al cuerpo y montó sobre él con un movimiento perfecto, forzando a golpes el final del combate al minuto y 54 segundos del segundo asalto. Estaba decepcionado por no haber podido terminar en los cinco primeros minutos, pero después dijo que se sentía como si estuviera funcionando solo al 40 por ciento de su capacidad.
Después de la pelea fui a estrecharle la mano al entrenador de Silver. Pero cuando él se volvió y me vio, empezó a gritarme improperios en alemán. Conor había molestado al equipo de Silver con algunas de las cosas que había dicho antes de la pelea, y era evidente que no estaban dispuestos a dejarlo pasar. El propio Silver se comportó con absoluta corrección, pero su entrenador no pareció encajar bien la derrota. Yo he estado en el lado perdedor muchas muchas veces. Independientemente del resultado, o de lo que se haya dicho en los preparativos, creo que es importante reconocer que una vez que el combate ha terminado se debe mostrar respeto y dejar las diferencias en el pasado. No entiendo otra manera de hacer las cosas. Es un deporte, aunque sea muy intenso. Si te has esforzado al máximo, debes estar en paz con el resultado, ya sea a tu favor o no. Además, la suerte influye más de lo que a todos nos gusta admitir, así que no hay que ser demasiado duro con uno mismo cuando se pierde y no hay que perder las maneras dándose bombo cuando se gana. Esta ha sido mi actitud desde el principio, y seguirá siéndolo hasta el final.
Conor, mientras tanto, en cuanto terminó el combate tenía otras cosas en la cabeza. Localizó a José Aldo en su asiento de pista, escaló la jaula y fue derecho hacia su siguiente contrincante. Mientras el campeón sonreía, Conor le rugió a la cara: «¡Éire! ¡Éire!».
Parecía que Aldo se lo estaba pasando bien. Poco después, en una entrevista, dijo que estaba muy emocionado por el enfrentamiento porque iba a ganar un montón de dinero e iba a ser una defensa fácil de su título. «Aciertas en una de las dos cosas», pensé.
El enfrentamiento entre Conor y José junto a la jaula fue un gran momento televisivo, que encendió la rivalidad que se iba a desarrollar entre los dos. Todavía no se había fijado fecha para la pelea, pero la sensación inmediata era que aquello iba a ser muy grande. Fue una apasionante manera de redondear otra noche monumental para el SBG. Tres victorias en la UFC, una de las cuales garantizaba un combate por el título mundial. No podía imaginar una manera mejor de celebrar mi 38 cumpleaños.