CAPÍTULO 8
El Festival tuvo lugar en la inmensa Cámara de Stahrvos Glen (también llamada Cámara de Reuniones). Todos los vampiros de la montaña estuvieron presentes, y a pesar de lo grande que era la sala, nos amontonábamos como sardinas en lata. Mirando a mi alrededor mientras esperábamos el ocaso, calculé que habría, tirando por lo bajo, unas cuatrocientas personas, como mucho quinientas.
Todos lucían elegantes ropas de vivos colores. Las escasas vampiresas que había en la Cámara vestían trajes largos y holgados, y la mayoría de los hombres llevaban bonitas (aunque polvorientas) capas. Mr. Crepsley y Seba Nile iban a juego, ambos con trajes rojos, y parecían padre e hijo, los dos juntos. Incluso Harkat llevaba una túnica nueva de un intenso azul que le habían prestado para la ocasión.
Yo era el único que parecía fuera de lugar. Los cortes y arañazos me escocían rabiosamente, y llevaba la camiseta y los pantalones de fino tejido y color apagado que Vanez me había dado en la Cámara de Perta Vin-Grahl. Incluso aquel ligero material me irritaba. No dejaba de tironear de la tela para apartarla de mi piel. Mr. Crepsley me advirtió varias veces que me estuviera quieto, pero no podía.
—Ven a verme más tarde —susurró Seba, mientras yo tiraba de mi camiseta por milésima vez—. Tengo algo que te aliviará el picor.
Empecé a dar las gracias al viejo intendente, pero me interrumpió el sonoro tañido de un gong. Todos los vampiros de la Cámara dejaron de hablar. Momentos después, los tres Príncipes Vampiros aparecieron en la entrada de la Cámara, y subieron a una tarima para que todos pudiéramos verles bien. El Festival de los No Muertos y la Ceremonia de Conclusión (que se realizaría al finalizar el Consejo) eran las únicas veces en que todos los Príncipes abandonaban sus inexpugnables aposentos en lo alto de la montaña. Al menos uno de ellos estaba siempre presente el resto del tiempo.
—Me alegro de veros, amigos míos —saludó Paris Skyle con una amplia sonrisa.
—Os damos la bienvenida a la Montaña de los Vampiros —dijo Mika Ver Leth.
—Esperamos que disfrutéis de vuestra estancia —añadió Arrow.
—Sé que todos habéis escuchado los rumores sobre los vampanezes —dijo Paris—. Se acercan tiempos difíciles, y habrá mucho que discutir y planear. Pero no durante estas tres noches, porque éste es el Festival de los No Muertos, donde todos los vampiros somos iguales, y todos debemos disfrutar.
—Estoy seguro de que todos estáis ansiosos de que den comienzo las celebraciones —dijo Mika—. Pero primero recordaremos a aquellos que han emprendido su viaje al Paraíso desde el último Consejo.
Arrow pronunció los nombres de nueve vampiros que habían muerto durante los doce últimos años. Ante cada nombre, los vampiros reunidos en la Cámara hacían la señal del toque de la muerte y musitaban al unísono:
—Hasta en la muerte, saldrás triunfante.
Tras pronunciar el último nombre, Paris aplaudió y dijo:
—Éste ha sido el último acto oficial por ahora. No habrá más hasta que el Festival haya concluido. Amigos míos, ¡que la suerte os acompañe!
—¡Suerte! —vociferaron los vampiros, lanzando las capas al aire, abrazándose rudamente entre sí, y gritando a todo pulmón—: ¡Suerte! ¡Suerte! ¡Suerte!
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