CAPÍTULO 5
Estaba temblando como una rata de alcantarilla cuando desperté al día siguiente. ¡Había dormido quince horas, o más! Vanez estaba allí, para darme los buenos días. Me tendió una jarrita llena de un líquido oscuro y me dijo que bebiera.
—¿Qué es? —inquirí.
—Brandy —respondió.
Nunca había probado el brandy antes. Después del primer sorbo, que me hizo atragantar, decidí que me gustaba.
—Cuidado —rió Vanez, mientras yo apuraba el resto ávidamente—. ¡Te vas a emborrachar!
Aparté a un lado la jarra, hipando y sonriendo. Luego recordé el Rito.
—¡Lo logré! —exclamé, dando un salto—. ¡Encontré la salida!
—Por supuesto que sí —corroboró Vanez—. Estaba cerca. Sólo estuviste allí dentro unos veinte minutos. ¿Tuviste que nadar hacia la salida?
—Sí —repuse, y le expliqué todo lo que me había ocurrido en el laberinto.
—Lo hiciste muy bien —dijo Vanez—. Inteligencia, fortaleza y suerte… Ningún vampiro dura mucho sin una buena dosis de cada una.
Vanez me condujo a la Cámara de Khledon Lurt para comer algo. Los vampiros allí reunidos aplaudieron en cuanto me vieron, y me rodearon, diciéndome lo bien que lo había hecho. Le resté importancia y actué con humildad, pero en mi interior me sentía como un héroe. Harkat Mulds llegó mientras yo rebañaba mi tercer cuenco de caldo de murciélago con mi quinta rebanada de pan.
—Me… alegro de… verte vivo —dijo, con su estilo simple y directo.
—Yo también —reí.
—Las apuestas… contra ti… han bajado… desde que pasaste… el primer Rito. La mayoría de los vampiros… ahora apuestan… que vas a ganar.
—Me alegra oír eso. ¿Qué apostaste tú por mí?
—No tengo… nada que apostar —dijo Harkat—. Si lo tuviera… lo habría hecho.
Mientras hablábamos, un rumor se extendió por toda la Cámara, agitando a los vampiros a nuestro alrededor. Escuchando atentamente, nos enteramos de que uno de los últimos vampiros que se habían rezagado en el camino al Consejo había llegado antes del alba, y se había presentado inmediatamente en la Cámara de los Príncipes para informarles sobre los restos de un vampanez que había encontrado mientras viajaba por la montaña.
—Tal vez sea el mismo vampanez que encontramos mientras veníamos hacia aquí —dije, refiriéndome al vampanez muerto con el que nos tropezamos en el transcurso de nuestro viaje.
—Tal vez —murmuró Vanez, un tanto escéptico—. Os dejaré durante un rato. Quedaos aquí. No tardaré.
Cuando volvió, el instructor jefe parecía preocupado.
—El vampiro es Patrick Goulder —dijo—. Tomó una ruta totalmente diferente, y los restos que encontró eran más frescos. Es casi seguro que se trataba de otro vampanez.
—¿Qué significa eso? —pregunté, inquieto ante los ansiosos murmullos de los vampiros a nuestro alrededor.
—No lo sé —admitió Vanez—. Pero dos vampanezes en el camino a la Montaña de los Vampiros es demasiada coincidencia. Y teniendo en cuenta el mensaje de Harkat sobre el Lord Vampanez, esto no tiene buena pinta.
Volví a pensar en el mensaje de Harkat y en la antigua promesa de Mr. Tiny de que un Lord Vampanez lideraría a los vampanezes contra los vampiros y los destruiría. Había tenido otras cosas de qué preocuparme, y aún las tenía (mis Ritos no habían hecho más que empezar), pero no era fácil ignorar aquella ominosa amenaza que pesaba sobre todo el clan de los vampiros.
—Aún así —dijo Vanez, restándole importancia—, lo que hagan los vampanezes no nos incumbe. Debemos concentrarnos en los Ritos. Dejemos cualquier otro asunto en manos de quienes estén mejor preparados para ocuparse de ellos.
Pero aunque intentábamos evitar el tema, los rumores nos persiguieron de una a otra Cámara durante todo el día, y nadie mencionó mi hazaña de la noche anterior: a nadie le interesaba la suerte de un simple semi-vampiro cuando estaba en juego el futuro de toda la raza.
***