[15]. Este verso parece una confirmación del carácter ególatra de Yavé, sugerido después por Lucifer.
Yavé (y sus variantes Yahvé, Yahwé, Jehoah y Jehová) constituye, más que un nombre, una frase que usa Dios para referirse a sí mismo, tras la petición de Moisés en la visión de la zarza ardiente y en respuesta a su pregunta sobre qué ha de decir a los israelitas respecto al que lo ha enviado: «Yo soy el que soy»; en hebreo EHIEH, que hace referencia a las letras de alfabeto hebreo «Y-H-V-H», palabra imposible de pronunciar sin vocales ya que en el hebreo antiguo no estaban escritas (Éxodo 3:14). Este nombre suele interpretarse en dos sentidos: metafísico (el ser subsistente, la plenitud del ser, el acto puro) e histórico (el que está con vosotros para ayudaros, defenderos, haceros felices).<<