[12] El paraíso perdido, Madrid, Abada, 2005, V, 997 y 1110; VI, 29, 138, 161 y 210. Más que las cuestiones teológicas y las supuestas blasfemias, lo que más irritó a sus lectores fue el intento de justificación moral de su relación incestuosa recurriendo nada menos que al Génesis. A su vez, Byron se defendió usando también a los personajes principales de sus obras. En una narración titulada La isla, definía así a la sociedad inglesa: «... todo lo que la civilización tiene de sórdido, mezclado con todo lo que hay de salvaje en el hombre desposeído; el reino de la hipocresía, las oraciones de Abel unidas a las acciones de Caín».<<