NOTA DEL AUTOR
Finalmente, el emperador Kumaragupta logró derrotar a los pushyamitras. Sin embargo, después murió luchando contra los hunos blancos, tras la invasión que estos llevaron a cabo a través de la frontera occidental del imperio.
Le sucedió su hijo Skandagupta, que pese a lograr contener la amenaza extranjera no pudo evitar que las incursiones heftalitas se convirtiesen en una espina permanente para su gobierno. La constante amenaza de los hunos blancos socavó su autoridad política, y la prolongada guerra deterioró su administración, devaluó la moneda, perjudicó su comercio exterior y, muy especialmente, vació las arcas del imperio. Para finales del siglo v, el Imperio gupta ya se encontraba en pleno proceso de desintegración. Algunos de sus reinos vasallos dejaron de pagarle tributos, mientras que otros proclamaron su independencia. Como consecuencia de todo ello, a comienzos del siglo vi tan solo las regiones de Maghada y Bengala quedaban ya bajo su dominio.
La India, como antes del advenimiento de los Gupta, se tornaría de nuevo en una amalgama de pequeños reinos y estados que continuarían enfrentándose entre sí por la hegemonía del territorio.
El periodo Gupta se identifica con la edad dorada de la India debido al asombroso legado cultural y científico que quedó para la historia. En el campo de las matemáticas, los indios introdujeron el cero y el sistema decimal de numeración vigente hoy en día, adoptado a la postre por los árabes (durante mucho tiempo se les atribuyó erróneamente su autoría), quienes lo transmitieron a Europa en el siglo xiii. Apoyados en sus conocimientos matemáticos, también se lograron importantes avances en astronomía: se sugirió un modelo heliocéntrico según el cual la Tierra giraba alrededor del Sol, al mismo tiempo que lo hacía sobre su propio eje. Además, se afirmó que las órbitas de los planetas eran elípticas y se proporcionó una explicación correcta a los eclipses de sol y de luna. Las contribuciones en el ámbito de la medicina fueron igualmente destacables. Los físicos, que conocían la operación de cesárea e incluso el injerto de piel, desarrollaron un avanzado sistema de cirugía. Asimismo, la curación de fracturas óseas alcanzó un alto grado de perfección. La farmacopea india, tremendamente rica y variada, mezclaba productos de origen animal, vegetal y mineral para el preparado de sus remedios.
Por lo que se refiere a las letras, las dos grandes epopeyas hindúes —el Mahabharata y el Ramayana—, alcanzaron en esta fase su forma definitiva. Del mismo modo, la literatura en sánscrito se cultivó de forma brillante y dio lugar a varias obras maestras, entre las que cabe destacar El reconocimiento de Shakundala, del célebre poeta Kalidasa. La redacción del Kamasutra, el manual del comportamiento sexual humano más famoso del mundo, también tuvo lugar en dicho periodo.
Las primeras incursiones árabes en el subcontinente tuvieron lugar en el siglo viii cuando se inició la etapa conocida como de «dominio musulmán». Destacó especialmente el llamado Sultanato de Dheli, que englobaba una serie de sucesivos regímenes turco-afganos comprendidos entre los siglos xiii y xvi. En el ámbito de la fe, los reyes musulmanes alternaron épocas de tolerancia con otras de rigidez. En algunos casos se llegaron a promover políticas que atacaban frontalmente a la religión hindú, a la que, pese a todo, jamás lograron sustituir por el islam. No obstante, para el budismo, cuya presencia en la India por aquel entonces ya había disminuido de forma considerable, supondría su final. Los invasores musulmanes destruyeron y saquearon monasterios, quemaron bibliotecas y pasaron los monjes a cuchillo. Se cuenta que la extraordinaria biblioteca de la universidad budista de Nalanda, compuesta por cientos de miles de volúmenes, tardó entre tres y seis meses en arder.
Con todo, el budismo no desapareció, pues los monjes supervivientes lograron extenderlo por Sri Lanka, Nepal, el Tíbet y todo el sudeste asiático.
Durante dicha etapa medieval, las cuatro grandes castas se fueron subdividiendo en miles de subcastas denominadas jatis, cada una de las cuales se corresponde con un grupo social al que los individuos pertenecen al nacer y que determina aspectos muy diversos de índole gremial, étnico, geográfico, religioso, etc. Dicha subdivisión persiste hasta nuestros días.
A principios del siglo xvi, el poder político fue asumido por la dinastía Mogol, que llevó a cabo una incansable campaña expansionista tanto militar como diplomática, tras la que pasó a dominar la mayor parte del subcontinente indio. Sus gobernantes sentaron las bases de una administración unificada, reorganizaron la fiscalidad, mejoraron la red de carreteras y promovieron el comercio, con lo que proporcionaron al imperio dos siglos de esplendor como no se conocían desde su edad de oro. Las artes florecieron patrocinadas por los propios emperadores, que impulsaron políticas de gran tolerancia con la población hindú. Durante este periodo se llevó a cabo la construcción del Taj Mahal, obra arquitectónica considerada hoy en día como una de las siete maravillas del mundo moderno.
Durante ese tiempo, algunos países europeos establecieron bases comerciales en suelo hindú. Sin embargo, no sería hasta el siglo xviii cuando se lanzarían a su conquista territorial, aprovechando la descomposición del Imperio mogol y la gran anarquía política y social que le siguió.
Finalmente, tras varias campañas militares, los ingleses se hicieron con el dominio de la nación. Debido a que su principal interés residía en explotarlo económicamente, la relación de los británicos con los hindúes fue fluida en sus inicios, pues no se inmiscuyeron en su sistema de valores sociales ni tampoco pretendieron convertirlos al cristianismo. Por un lado, el colonialismo trajo la implantación de un sistema de justicia moderno, universidades, carreteras, canales, así como una extensísima red de ferrocarril. No obstante, su intervención provocaría un desequilibrio en su economía tradicional y causaría el empobrecimiento de artesanos y campesinos.
Los ingleses, horrorizados por la práctica de la satí, la abolieron definitivamente en 1829. Con todo, se han reportado casos en que dicho ritual ha seguido llevándose a cabo de forma clandestina hasta fechas muy recientes.
Tras una larga ocupación colonial, la India pasó de ser un país próspero a otro sumido en la pobreza, y se despertó por fin entre sus habitantes un fuerte sentimiento nacionalista. El líder más importante de dicho movimiento fue Mahatma Gandhi, que persiguió su objetivo a través de acciones parlamentarias, resistencia no violenta y desobediencia civil. Gandhi, además, defendió la causa de los intocables, cuya mera existencia consideraba una lacra en la sociedad india moderna, a los que rebautizó con el nombre de harijans (hijos de Dios).
La India obtuvo su independencia en 1947, lo que dio lugar a la democracia más grande del mundo. No obstante, el país se dividió en dos naciones: la propia India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana.
Si bien la Constitución de 1950 no rechaza el sistema de castas, sí que prohíbe la discriminación por razón de estas. Asimismo, proclamó la abolición de la «intocabilidad», aunque dicha práctica continúa vigente en ciertas zonas rurales. Los intocables se hacen llamar a sí mismos dalits (oprimidos) y conforman una fuerza política muy destacable.
Aunque constitucionalmente la India es un Estado laico, la religión prosigue jugando un papel fundamental en la vida de sus habitantes. En la actualidad, el hinduismo es, sin duda, la religión mayoritaria, profesada por un 79 % de la población (966 millones de creyentes). A continuación le sigue el islam, que pese a suponer un 13 % del total (172 millones), no refleja el peso que la tradición musulmana ha tenido a lo largo de su historia reciente. Del mismo modo, a pesar de haberse originado en la India, el budismo solamente constituye el 0,7 % (9 millones), la mayoría formada por habitantes de regiones de cultura tibetana. El jainismo también ha pervivido hasta el presente, representados por un 0,3 % de fieles (4 millones), los cuales integran una pequeña comunidad de comerciantes y hombres de negocios, en general prósperos, pero de vida austera.
A día de hoy, tal como se refleja en la novela, todavía persisten en la India varias tribus indígenas que viven al margen de la sociedad moderna, las cuales representan el 7 % (100 millones) de la población. Dichos pueblos tribales, conocidos por la denominación general de adivasi (habitantes originales), residen principalmente en los bosques, donde conservan sus propias costumbres y practican ritos religiosos de tipo animista.
Los especialistas estiman que si la India continúa creciendo a su ritmo actual, hacia el año 2020 se convertirá en el país más poblado de la Tierra, y en el 2050, en la tercera mayor economía del mundo.