EL INCESTO
El acoso de hombre a mujer es objeto de frecuentes denuncias. Pero también se da la persecución de mujer a hombre, de hombre a hombre, de mujer a mujer y de toda una junta directiva a otra.
Muchos varones se defienden diciendo que el acoso es respuesta a la provocación de la mujer. La compañera de oficina se presenta a trabajar en bikini y, al cabo de un rato, se sienta frente a la computadora, nota que algo no marcha bien, se despoja del bikini y pide a su vecino que le examine el ratón.
Una faceta que se ha estudiado poco es el acoso sexual del hombre por la mujer. Al parecer, 83 de cada 100 varones sufren persecución de compañeras en la oficina, en el salón de clases o en la fábrica. Pero nunca llegarán a confesarlo. La razón es muy sencilla: si la acosadora es fea, ningún hombre que se precie de serlo aceptará haberse acostado con ella; y si es bonita, jamás aceptará que lo hizo bajo amenaza.
De esta manera, el argumento de que un hombre ha sido obligado a ceder al hostigamiento de una mujer ha quedado reducido a la categoría de disculpa conyugal de marido pillado. Es decir, cero credibilidad.