LOS BANCOS DE REPRODUCCIÓN
La tecnología moderna ha permitido la creación de depósitos relacionados con la reproducción: bancos de semen, de óvulos, de embriones, de colchones… Antes de que éstos existieran era necesario llevar los elementos en efectivo, lo cual resultaba francamente incómodo.
El banco de semen conserva tal sustancia en nitrógeno líquido a 196 grados bajo cero. El mayor riesgo de este sistema es que, por un error del médico, la fertilización del óvulo se produzca con el nitrógeno líquido y no con el semen. Cuando esto ocurre, a los nueve meses la madre no da a luz un bebé sino media arroba de abono agrícola. Eso sí, de excelente calidad.
Los bancos de semen se proveen gracias a los donantes que dejan sus ahorros en las ventanillas señaladas con el letrero de «Depósitos». Estas ventanillas suelen estar acosadas por colas de ciudadanos nerviosos y agitados que cierran los ojos, aprietan los dientes y emiten extraños gemidos. En las ventanillas identificadas como «Retiros», el banco entrega recipientes con el preciado bien a las señoras que los necesitan. Es chocante observar cómo las damas ricas salen con una canastilla llena de recipientes, mientras que las clientes pobres deben repartir el contenido de una dosis entre diez o doce mujeres.
Siguiendo costumbres bancarias que se remontan a la Venecia medieval, la persona que recibe un préstamo debe pagar por ello un interés. Toda criatura gestada con la ayuda de un banco de semen está hipotecada al banco prestamista. En caso de que la madre no pague, el niño queda en poder del banco.
Los donantes de los bancos de esperma deben ser varones mayores de edad y en buenas condiciones de salud. Está prohibido recibir donaciones de individuos infértiles, menores de edad, víctimas de una enfermedad hereditaria, o que insistan en que la cajera les ayude a recolectar la donación. Especialmente si acuden todos los días.
Las cuentas de ahorro suelen dar buenos intereses: al cabo de un año, cien mil espermatozoides depositados se convierten en ciento veinte mil.
Hay hombres que depositan regularmente a lo largo de su vida productiva, pensando en pasar una vejez sin sobresaltos.
En un principio todos estos depósitos eran manejados en laboratorios sin mayores medidas de seguridad. Pero desde el famoso asalto al banco de esperma de Illinois, en 1987, es obligatorio mantener vigilancia armada día y noche. Aquel asalto se produjo cuando la banda de Igor Yankevitch, alias El Paraguayo, entró a sangre y fuego a la casa principal del MacKinsey Bank y se apoderó de los depósitos de los últimos días.
Al cabo de un tiempo nacieron en Illinois más de 320 bebés con los rasgos físicos de El Paraguayo y las inclinaciones usurarias del banquero Norman MacKinsey. Esto permitió saber que el presidente del banco realizaba depósitos prohibidos por la ley.
No todo, pues, es transparente en esta materia. Otros bancos se han visto envueltos en turbios negocios de lavado de semen.
Hay otra clase de entidades de ayuda a la reproducción que se encuentran aún en una etapa de poco desarrollo y su actividad es muy limitada. Los bancos de óvulos, por ejemplo, sólo abren sus puertas cada veintiocho días, y los de embriones realizan el balance anual cada nueve meses.
Se considera que estos bancos serán una de las actividades más dinámicas en el mundo de la reproducción durante el siglo XXI. También se empieza a experimentar en Suiza con las cuentas secretas de embriones, que recibirán depósitos sin hacer preguntas sobre su procedencia. Al cabo de la gestación podría nacer un bebé, un canguro australiano, un armadillo o un monje de Hare Krishna.
Pero lo que constituye toda una revolución en el concepto de la banca reproductiva es el leasing de óvulos, que permitirá a las parejas de pocos ingresos pagar poco a poco el óvulo que retiren del banco. Sólo en caso de que dejen de pagar más de tres cuotas llegará personalmente el señor MacKinsey y se llevará el óvulo.