CASTIDAD Y CELIBATO
El celibato o soltería y la castidad o abstencionismo sexual plantean o proponen muchas preguntas o interrogantes, y estimulan o fomentan algunos mitos o leyendas en estos tiempos o épocas de excesiva o abundante permisividad o libertinaje.
Vamos a tratar de despejar algunas preguntas o poner en su sitio algunos mitos.
¿Se puede ser célibe y casto? Sí. ¿Se puede ser casto sin ser célibe? Más o menos. ¿Se puede ser célibe sin ser casto? Muchísimo. ¿Se debe ser célibe y casto? ¡Ah…!
Expliquémonos, aclarémonos, o pongamos en cláronos.
Muchas personas han sido castas durante toda su existencia sin dejar de ser felices. Bernd Gustaffson, por ejemplo, jamás ha llegado a tener contacto sexual alguno a lo largo de su vida, y sin embargo es una persona completamente dichosa. Es más: la semana pasada fue designado «el Bebé Feliz» en un concurso televisivo con motivo de su segundo cumpleaños.
Otras han sido castas sólo después de una vida disipada. Al cabo de varios matrimonios y aventuras extramatrimoniales, la famosa escritora internacional Emilia Gómez de Longchamp de Giovannelli de MacDonald de Mustafá de Obermüller de van der Meulen de Borowczyk y de Sakamoto, hizo una opción por la castidad en la última parte de su vida, mientras el sacerdote le administraba los santos óleos.
Personas con menos carácter que Emilia Gómez de Longchamp etc. pueden acudir a un viejo artilugio que se empleó mucho en otros tiempos: el cinturón de castidad.
Este artefacto empezó a funcionar como un cinturón de complicados correajes y hebillas que, al sostener los pantalones en su lugar, evitaba ocasiones poco castas. Fue reemplazado sin éxito por los tirantes o tiradores de castidad. Con el tiempo se simplificó, hasta prescindir por completo de los pantalones.
El cinturón de castidad pasó definitivamente de moda cuando se descubrió que fomentaba formas alternativas de esparcimiento sexual, las cuales también fueron objeto de represión. En el Museo de la Inquisición aún se conservan zapatos de castidad, sostenes de castidad, orejeras de castidad y pelucas de castidad.
El celibato apareció por primera vez en la ley eclesiástica en el año 306 en España, en las actas del Concilio de Elvira. En ese momento se pidió a Elvira que, por discreción, se retirara del Concilio.
Por el derecho canónico, los sacerdotes tienen prohibido casarse. Si ése es el derecho, ni pensar en los deberes.
Durante la Reforma los protestantes anularon el requerimiento del celibato. Muchos creyeron que ésta había sido la causa de la protesta.
El voto de castidad es tan exigente que también se le llama «voto de castigo». A veces ese voto resulta nulo o en blanco.
Nulo también se considera todo matrimonio en el cual alguno de los cónyuges haya hecho ese mismo voto. Lo que no sabe la Iglesia es que el matrimonio prolongado conduce de manera inevitable a la castidad.
Aunque el diccionario diga que son sinónimos, la diferencia entre el celibato y la soltería es que el primero parece como si fuera por no querer y el segundo por no poder. Una célibe es, en realidad, una solterona que no quiso. Y una solterona es una célibe que, en realidad, no pudo.