ACOSO SEXUAL

El acoso sexual, tan de moda, es lo que antes se conocía como «piropo con acción». Se da cuando una persona con ascendencia sobre otra pretende tener descendencia con ella sin su condescendencia.

Por ejemplo: un maestro ofrece a una alumna subirle, simultáneamente, la calificación y la falda. O un jefe amenaza a una empleada con bajarle las prestaciones si no se baja los pantalones.

El acoso sexual no es un invento moderno. En la literatura ya lo menciona Sor Juana Inés de la Cruz: «Hombres necios que acosáis/ a la mujer sin razón…». También Emilio Zola, en su conmovedor alegato «Yo acoso».

Durante muchos años el acoso sexual pasó sin sanción. Hoy, como reacción, se considera acoso sexual todo saludo entre compañeros que no se limite a un circunspecto «hola». Podría llegar a entenderse como persecución sexual un inocente beso en la mejilla, una palmada de aprecio en la nalga, el pellizco cariñoso de un pecho o la succión apasionada del otro.

El acoso de hombre a mujer es objeto de frecuentes denuncias. Pero también se da la persecución de mujer a hombre, de hombre a hombre, de mujer a mujer y de toda una junta directiva a otra.

Muchos varones se defienden diciendo que el acoso es respuesta a la provocación de la mujer. La compañera de oficina se presenta a trabajar en bikini y, al cabo de un rato, se sienta frente a la computadora, nota que algo no marcha bien, se despoja del bikini y pide a su vecino que le examine el ratón.

Una faceta que se ha estudiado poco es el acoso sexual del hombre por la mujer. Al parecer, 83 de cada 100 va¬rones sufren persecución de compañeras en la oficina, en el salón de clases o en la fábrica. Pero nunca llegarán a confesarlo. La razón es muy sencilla: si la acosadora es fea, ningún hombre que se precie de serlo aceptará ha¬berse acostado con ella; y si es bonita, jamás aceptará que lo hizo bajo amenaza.

De esta manera, el argumento de que un hombre ha sido obligado a ceder al hostigamiento de una mujer ha quedado reducido a la categoría de disculpa conyugal de marido pillado. Es decir, cero credibilidad.