LOS ESTUDIOS SOBRE SEXO

No contento con mirarlo, tocarlo y usarlo, el ser humano ha querido estudiar el sexo. Es una de las felices diferencias con el mono. Felices para el mono, que mira, toca, usa y no tiene que estudiar.

La historia de la ciencia registra una lista de investigadores cuyos estudios dejaron huella en el sexo. Desde entonces se les exige guantes.

En las últimas décadas se han hecho tan populares los estudios sobre sexo, que a partir de los trece o quince años muchos alumnos se dedican a estudiar por su propia cuenta con la ayuda de sus compañeras. De vez en cuando tienen que llevar los trabajos prácticos al Registro de Nacimientos.

KINSEY

El doctor Alfred C. Kinsey fue un científico a quien la Universidad de Indiana le solicitó un curso de información sexual. Kinsey continuó el camino trazado por sus predecesores, los doctores Tresey y Katorsey, y entrevistó a 5300 hombres blancos. Escogió sólo blancos para que las mediciones anatómicas dieran resultados más parejos.

Después de haber estudiado a fondo la conducta sexual de tantos miles de hombres, Kinsey concluía orgulloso: «Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que los hombres sólo quieren eso».

En el estudio dedicado a la mujer, su más importante conclusión fue que no era cierta la existencia de la vagina dentada.

Kinsey fue hostigado durante sus investigaciones. Éstas terminaron cuando la Fundación Rockefeller, que las financiaba, le retiró su apoyo al publicarse que Kinsey le había rendido inesperado homenaje al denominar cierta actividad sexual como «Rockefellatio».

MASTERS & JOHNSON

T. Van de Velde, en su clásico manual El matrimonio perfecto (cuyo éxito de ventas le aseguró un patrimonio perfecto), recomendaba al hombre replegarse a un modesto segundo plano durante el acto sexual para desempeñarse como un mero instrumento consagrado a estimular las reacciones de la mujer.

Van de Velde escribía esas sandeces obligado por Greta, su dominante esposa. Pero el ginecólogo William H. Masters y la psicóloga Virginia E. Johnson encontraron que las respuestas sexuales masculinas y femeninas son muy parecidas, y en consecuencia ningún sexo debe rendir pleitesía al otro. Al enterarse de esto, Van de Velde se divorció inmediatamente de Greta y la declaró «persona no greta».

Hasta el momento los especialistas sólo teorizaban sobre los temas sexuales, pero Masters y Johnson lograron sacar el sexo del pizarrón y trasladarlo al laboratorio. Para ello montaron un muy complejo operativo, pues al realizar esa delicadísima maniobra se corría peligro de que el sexo cayera.

Diseñaron instrumentos para medir en el laboratorio la respuesta sexual humana y sus principales problemas: impotencia, frigidez y eyaculación precoz. Las pruebas de laboratorio para la eyaculación precoz fueron sumamente difíciles, dado que los sujetos estudiados siempre terminaban su tarea antes de que los investigadores estuvieran preparados para comenzar.

Trabajaron con aparatos conectados a los cuerpos de los participantes. Esos aparatos permitían conocer datos fidedignos, como por ejemplo la cantidad de orgasmos que una pareja alcanzaba en una misma sesión, sin tener que depender de la información generalmente magnificada que daba el hombre.

Compararon el orgasmo clitoriano y el vaginal, y ganó el clitoriano ampliamente: 6-2, el último de tiro libre directo. Destruyeron la fantasía acerca de la ineficacia del pene pequeño, aunque durante los experimentos no lograron evitar burlarse de él.

Soportaron, en fin, muchas críticas, entre ellas la de que los participantes en actos sexuales se ponían nerviosos al saberse observados por los científicos. Pero pudieron demostrar que era todo lo contrario: durante las pruebas, eran los investigadores los que solían ponerse muy nerviosos: tosían, reían, alentaban o abucheaban a los participantes.

Masters y Johnson fueron pareja en la vida real y en el trabajo, hasta cuando la atractiva secretaria del consultorio —Agatha Kramer— reclamó que la placa de la puerta debería ser en adelante «Masters y Kramer y Johnson y Kramer». Sólo en ese momento William y Virginia entendieron que cada uno de ellos había estado llevando una relación clandestina con Agatha sin que el otro se enterase.

Masters y Johnson se habían casado en 1976. Cuando se divorciaron, en 1991, lenguas viperinas de colegas envidiosos sugirieron que sufrían graves problemas de alcoba.

Después de separarse, Virginia Johnson se asoció con un pariente, William Johnson, y fundaron Johnson & Johnson a fin de llegar a un público más familiar. Para no ser menos, Masters se unió a Robert Card y fundó Master’s Card.

OTROS ESTUDIOSOS

Es justo registrar, así sea en forma breve, los nombres de otros científicos que han hecho aportes al mejor conocimiento del sexo a lo largo de la historia.

Isósceles de Alejandría: estudió las propiedades del llamado «triángulo erótico».

W. F. Colón: demostró que el sexo era redondo, y no plano, como se creía hasta ese momento.

Vasco da Cama: fue el primero en darle la vuelta al sexo, y le gustó.

Nico Coper, apodado Copérnico: probó que el universo gira alrededor del sexo.

Leonardo da Vinividivinci: diseñó el primer preservativo que servía al mismo tiempo como paracaídas, catapulta y submarino. Nunca llegó a ser construido. Sin darse por vencido, después de pintar «La Gioconda» pintó «El Gio-condón», actualmente perdido o pinchado.

Newton Figuereido: propuso la Ley de la Caída Libre o Ley de la Gravitación Sexual, según la cual es grave que el sexo masculino caiga. Este principio es diferente a la Ley de Gravidez, con la que está relacionado: la gravitación es la atracción mutua que se produce entre los cuerpos, y la gravidez es su resultado.

Sigmund Fraude: afirmó que soñar con temas sexuales es de inconscientes.

Adalbert Einstein: revolucionó los estudios sexuales con su Teoría de la Relatividad del tamaño del miembro.

Maronna & Samper: exploraron la capacidad de reacción de los lectores de manuales sobre sexo ante un libro excesivamente serio, denso, profundo y erudito. Sus conclusiones fueron tan alentadoras que recibieron propuestas para convertir el tratado en una enciclopedia científica en CD-Rom para escolares de habla hispana, o en una película pornográfica que sería protagonizada por ellos y un grupo de actrices brasileñas. Los dos autores ratificaron su vocación de divulgadores científicos al firmar de inmediato el contrato para la película. Muy pronto se exhibirá en algún cine de su barrio. ¡No se la pierda!