PRÓLOGO
Nadie como él conoce los secretos del sexo, sus oscuros caminos, sus recovecos inesperados, sus abismos y sus cimas. Sólo él puede hablar en carne propia de las fibras más secretas de la experiencia sexual. Sólo él ha estado presente en el húmedo encuentro con la vida futura.
Si alguien tiene autoridad moral para tocar los temas sexuales, ése es el espermatozoide. Su enorme cabeza atesora los recuerdos de una intensa vida transcurrida en los corredores rupestres del cuerpo humano. Su ágil cola, especie de motor fuera borda, le ha permitido reconocer velozmente los terrenos y afrontar la más heroica y esforzada guerra que se libra en el cosmos: la de estas minúsculas criaturas en pos del óvulo.
Las páginas de este libro contienen las memorias de un espermatozoide triunfador. Mejor dicho, de dos. Dos cabezas piensan mejor que una, y, si son de espermatozoides, tanto mejor.
Los dos espermatozoides que confiesan aquí el resultado de sus experiencias, indagaciones, reflexiones y lecturas partieron un día, al lado de muchos otros, en busca de la vida en pareja. Lucharon por ella, se batieron en resbalosos socavones, husmearon en medio del silencio y la oscuridad para no perder el camino y esquivaron extraños órganos babeantes o retorcidos que se interponían en su camino, mientras, simultáneamente, vencían a millones de sus pares. Al final, consiguieron coronar sus sueños. Hoy se llaman Jorge y Daniel y escriben libros. Pero podrían haberse llamado de otra manera y que el uno fuese talabartero y el otro concejal. O ambos bailarinas de ballet.
Durante doscientos setenta días los espermatozoides de Jorge y Daniel investigaron a fondo los misterios del embarazo, y al noveno mes decidieron experimentar personalmente un parto. No querían escribir sobre el alumbramiento a partir de lo que leían en la prensa o lo que contaban los médicos. Fue una prueba difícil, pero también en esta operación mantuvieron la cabeza erguida. Una vez en la cuna, tomaron la opción más difícil: alimentarse, crecer, sufrir y estudiar, para así estar un día en condiciones de legar el testimonio de sus vivencias. Este testimonio es el que tiene el lector en las manos.
Al escribir el texto, los espermatozoides autores, ya convertidos en hombres serios y de éxito profesional, han desdeñado la vulgar facilidad de un relato lloroso y emotivo, digno de revista del corazón o de la matriz, y han optado por un lenguaje científico y distante. Armados de este aséptico instrumento, diseccionan prácticamente todos los aspectos de la vida sexual que dominan con lujo de detalles, y acaban por dejarnos un texto clásico y sereno: verdaderamente, no creemos que en la literatura intrauterina exista nada parecido.
Los autores debieron afrontar la prueba más difícil en el capítulo que habla de ellos mismos. Sin embargo, han logrado superarla: ni siquiera cuando tratan el delicado tema de la fecundación podría adivinarse un interés narcisista en el relato. Es verdad que frases como «¡Gloria a estos pequeños héroes que la sociedad olvida injustamente!» son sospechosas de un detestable ejercicio de vanidad.
Pero es que los espermatozoides también tienen su ego.