HISTORIA DEL SEXO

Muchas de las características de la actividad sexual humana están presentes en la actividad sexual animal, con la ventaja de que esta última es siempre gratis.

La naturaleza, en su sabiduría, ha querido que el proceso de la reproducción de las especies sea lo más variado, versátil y divertido que se pueda.

Así, los mamíferos se reproducen de manera semejante a la del ser humano; los pájaros también lo hacen calentando previamente los huevos; los insectos acuden a fórmulas copulativas plurales (la reina se aparea con los zánganos, a imitación de Catalina de Rusia).

La naturaleza manda que cada especie se junte con los suyos. De lo contrario podría ser imposible el estudio de las clasificaciones zoológicas. Así, el gamo se aparea con la gama o, si se trata de un gamo polígamo, con toda una gama de gamas. El ornitorrinco se acuesta con la ornitorrinca, entre otras razones porque ambos son tan feos que no tendrían oportunidad mejor.

El caso del caracol sigue despertando la admiración de los científicos. El caracol va despacio, pero llega lejos. Y tiene éxito. Se calcula que cuando el caracol ha cumplido tres meses de vida, ya ha atendido a unas 7000 caracolas. Muchos estudiosos comentan asombrados que se trata de un récord en el mundo animal. Otros, más escépticos, dicen que si ellos pudieran llevar el apartamento a cuestas, como el caracol, habrían logrado cifras superiores.

Se sabe que la cebra se quita el pijama antes del trance amoroso, y que más de un burro astuto se ha hecho pasar por cebro nudista para engañar a la hembra de este animal. Cuando ésta lo descubre ya es tarde y, además, decide que no le importa haber cometido una burrada.

El hipopótamo es uno de los casos más interesantes del reino animal, pues, a pesar de su gordura, lleva una vida sexual muy activa. El día del apareamiento, el macho conduce alzada a la hembra hasta un lecho de lotos que ha formado para ella y que se llama el tálamo nupcial del hipopótamo, o hipotálamo. El macho se pone muy pesado a la hora de hacer el amor, pero su capacidad sexual es tal que deja a la hipopótama con la boca abierta.

Con excepción del peso, el lector podrá notar el asombroso parecido entre esta escena y las que ocurren cada noche entre sus vecinos, y entre ellos mismos. Algunas veces, incluso, el amor de los hipopótamos es un poema cándido al lado de lo que se escucha al otro lado de la pared en su apartamento. Y es porque, a lo largo de la historia, el sexo del hombre ha llegado hasta lo más alto y también, lamentablemente, ha ido cayendo hasta lo más bajo.

LA PREHISTORIA

Durante la prehistoria la mayor preocupación del hombre era la supervivencia: cómo encontrar comida, y cómo evitar convertirse en comida. En esas condiciones, el sexo quedaba sólo para los momentos de calma.

Por las noches, el hombre primitivo descansaba, con el fuego encendido en la entrada de su cueva para impedir la entrada de otros animales (si actualmente, después de tantos milenios de civilización, el hombre sigue siendo una bestia, ni hablar de cómo era en aquellos tiempos), y entonces ocurría: un gruñido, un eructo, un escupitajo, y el hombre primitivo se apareaba con la mujer, o con lo que hubiera. Para él, el sexo era como el de sus antepasados los monos: algo tan natural como respirar o alimentarse. Nada de complicaciones ni represiones.

A esa época se remonta la aparición del Homo Erectus, muy festejada por las mujeres de la tribu, y la rápida extinción del Homo Fláccidus.

El hombre prehistórico realizaba ritos de fertilidad para asegurar la continuidad de la vida. Se suponía que las invocaciones, encantamientos, himnos, procesiones y danzas inducían la fertilidad; pero si no funcionaban, al menos eran muy entretenidos: se bailaba, se cantaba, se bebía, se conocía gente. A veces las ceremonias incluían sacrificios humanos. Para los que festejaban era divertido; pero, para las víctimas, tomar parte en esos ritos significaba un verdadero sacrificio.

LA ANTIGUA ANTIGÜEDAD

En el antiguo Egipto los faraones, considerados dioses, no tenían problema en acostarse con sus hermanas. Éstas comentaban: «¡Mi hermano es divino!» Según se puede observar en los dibujos de los templos egipcios, todas las posiciones amatorias eran de perfil. Las parejas no se podían mirar de frente ni de atrás. Esta grave limitación provocó apatía sexual, una menor tasa de natalidad y la consiguiente decadencia del imperio.

Los caldeos fueron bautizados así porque se los consideraba entonces un pueblo sumamente fogoso. El reciente descubrimiento de antiguos papiros ha producido una revisión de esta idea: si eran tan fogosos, ¿por qué tenían los Jardines Colgantes?

En la China era bien visto que el hombre tuviera muchas mujeres. La familia típica del emperador se componía de una emperatriz, tres esposas de primer rango —las bonitas—; nueve esposas de segundo rango —las feas—; y veintisiete esposas de tercer rango: las horribles. Estaba, además, la muchacha de la limpieza, encargada del polvo.

En Palestina la vida era muy pesada para los amantes del sexo. Terribles anatemas llovían sobre los que osaban ofender a Jehová con sus prácticas pecaminosas. El problema era que todo resultaba pecaminoso. Uno ya no podía ser polígamo, acostarse con la hermana, ni con la mujer del prójimo, como en los hermosos tiempos del Génesis. ¡Ni siquiera derramar sobre la tierra!

Los fenicios, grandes mercaderes, descubrieron el comercio sexual. Ellos inventaron el amor pagado por horas, la casa de citas, la prostitución callejera y las falsas masajistas que visitan hoteles de turismo. Prácticamente todo lo que conocemos sobre el sexo como mercancía lo inventaron ellos, salvo las call girls, o chicas telefónicas, ya que los fenicios estaban a punto de inventar el teléfono cuando los exterminaron los cartagineses y los macedonios.

LA MODERNA ANTIGÜEDAD

En la antigua Grecia la sexualidad no estaba asociada con la culpa y el pecado. Todo se permitía. Los dioses eran muy liberales, y los mortales aún más. Vista con ojos desprevenidos, la mitología griega es una cochinada. Grecia es llamada «cuna de la civilización», pero fue también su cama. La aparición de la democracia permitió a la pareja nuevas combinaciones, sin distinción de sexos. La homosexualidad era parte aceptada de la sexualidad humana. La isla de Lesbos se convirtió en un lugar muy visitado por los cruceros de turismo. Viene de atrás la fama de Grecia como lugar de gozosa concupiscencia. En algunos países aún se conoce como «el griego» a cierta práctica sexual que también viene de atrás.

Los romanos tenían extrañas costumbres: comían acostados, pero dormían y hacían el amor de pie. ¡Los comedores tenían camas y los dormitorios sólo sillas! Ellos continuaron la grata tarea comenzada por los griegos, y la perfeccionaron: promovieron orgías y bacanales por doquier, mucho más divertidas que las que luego mostraría Hollywood. Tal era la depravación reinante que Calígula, Mesalina y Nerón fueron considerados en su época personajes rectos, piadosos y moderados.

En India las personas eran profundamente versadas en las artes eróticas. Según el Kama Sutra, la mujer que quisiera ser considerada una buena amante debía, entre otras cosas, practicar la danza, el canto, la pintura, decorar su propia frente, preparar bebidas, saber adornar un ídolo con flores, tejer guirnaldas, diseñar pendientes, preparar perfumes, ejecutar instrumentos musicales, escribir poesías, enseñar a hablar a los loros, practicar la prestidigitación y la mímica, hacer tatuajes, resolver rompecabezas y adivinanzas, recitar versos, decir trabalenguas, dirigir peleas de gallos, dominar la lógica, la esgrima, la carpintería, la arquitectura, conocer el arte de la guerra, conquistar a un hombre con una sola mirada y conseguir un taxi en día de lluvia. ¡Hoy en día no es fácil encontrar mujeres así!

El arte erótico indio es el más variado y sublime producido por cualquier civilización. El Kama Sutra, un tratado de amor en sánscrito escrito entre los siglos IV y VII de nuestra era, se convirtió en bestseller cuando Sir Richard Burton lo tradujo al inglés en 1883, muchos años antes de casarse con Elizabeth Taylor.

En los países árabes se consideraban vergonzosas algunas partes de la cara de las mujeres. Sólo los maridos podían ver esas misteriosas partes ocultas por un velo, detalladas en los tratados árabes de ginecología.

LA ANTIGÜEDAD CONTEMPORÁNEA

Durante la Edad Media la difusión del cristianismo arruinó la diversión. Casi todo lo que gustaba a la humanidad se convirtió en pecado, y ya nada se podía hacer sin temor al fuego eterno. Los grandes acontecimientos de la época eran las pestes y las guerras, y no había mucho lugar para el sexo, tapado por las armaduras y los cinturones de castidad.

La revolución francesa inventó nuevas prácticas amatorias. En eso consistió la verdadera revolución. Nuevas posiciones, más y mejores perversiones, constituyeron el invalorable aporte de Francia al mundo. Se inventaron el bidé y el beso francés, destinado éste a difundir la lengua francesa. También se patentó «el francés», práctica sexual que desde entonces se difunde oralmente. El bidé fue toda una sorpresa para los parisinos. Cuando se inauguró, muchos de sus usuarios quedaron verdaderamente anonadados.

En el siglo XIX, la era victoriana significó un lamentable retroceso para el sexo, un verdadero retrosexo. Todo estaba prohibido. Hasta los textos píos del cristianismo medieval eran considerados pornográficos. Sólo se aceptaba la reproducción con todas las ropas puestas y, en lo posible, desde lejos. Todas las personas debían ser castas porque así lo deseaba la reina Victoria. Más que victoria fue una derrota.

El siglo XX empezó con el descubrimiento de que el sexo no estaba donde antes se pensaba, sino en la cabeza. El hallazgo lo hizo Sigmund Freud, que en sus mocedades había sido peluquero.

El cine se encargó de probar que el sexo seguía donde había estado durante milenios. Y, en algunos casos, muy mejorado. El primer beso cinematográfico se filmó en 1896, en una película de la productora Pathé, que luego se haría famosa por su picadillo de hígado.

Las diosas del sexo —Jean Harlow, Mae West, Theda Bara, Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Julia Roberts, Miss Piggy— se encargaron de crear para los espectadores un mundo de ensueño que se volvía de pesadilla cuando trataban de imitarlo en casa con sus mujeres.

A pesar de su gran popularidad, el sexo en el cine suele ser un poco incómodo por lo reducido del espacio y por la presencia de gente cercana.

Este siglo ha traído un apogeo de la literatura erótica, hasta el punto de que el Premio Nobel de Literatura ya no lo concede la Academia Sueca de Letras, sino la Academia Sueca de Ginecología y Obstetricia.

El arte también ha recibido el influjo del sexo. Picasso, Matisse y Klimt pintaron desnudos, hasta que tuvieron frío y les tocó vestirse.

También la publicidad soporta una fuerte carga sexual. Son pocos los anuncios que no recurren al sexo para vender productos como tornillos, bonos del Tesoro de Canadá y rifas de las Carmelitas Descalzas. La lencería erótica, en cambio, ha tenido un «boom» desde que se anuncia en las revistas de maquinaria agrícola.

La televisión interactiva aporta una nueva dimensión al sexo. Ahora es posible hacer el amor con sus personajes favoritos sin salir de su casa. Abundan los canales interactivos especializados, al servicio de diversas perversiones, como Tele Voyeur, Sadochannel y MasturVision. Además de la televisión interactiva, muy pronto será una realidad la televisión retroactiva, para audiencias gay.

El último tercio del siglo ha traído una revolución científica en la reproducción. La probeta y la retorta reemplazaron a partes homólogas en el cuerpo humano. Copular se convirtió en un hábito detestable de las clases bajas. Las clases altas encargan sus actos sexuales a famosos laboratorios de Estados Unidos y Suiza, sin necesidad de moverse de sus casas.

LA FUTURA ANTIGÜEDAD

El espacio estelar ha sido la última conquista del sexo. Durante los primeros tiempos de la exploración espacial, cuando en las naves y satélites sólo viajaban unos pocos varones acompañados de vegetales y de monos, este tema preocupaba mucho a los científicos. Y sobre todo a los monos. En 1989 la estación interestelar rusa Sosvós realizó el primer experimento de acoplamiento de hombre y mujer. Fue el famoso polvo cósmico.

Como se sabe, para buscar comunicación con otros seres, varios satélites terrestres han llevado las imágenes de un hombre y una mujer desnudos. Aunque se pretende que estas figuras representan a todos los terrícolas, al ver el dibujo del varón algunos marineros africanos opinaron que habrían podido estar mejor representados.

La posibilidad de contacto con otros mundos abre nuevas e infinitas posibilidades al sexo. ¿Abundarán en Venus las enfermedades venéreas? ¿Alcanzaremos algún día el megapecho que creó la Vía Láctea? Si, como se afirma, los marcianos tienen tres cabezas, ¿se triplican por ello las opciones de sexo oral? La atmósfera reinante en cada planeta se encarga de determinar la fisiología de sus habitantes. Los pobladores de Venus, que tiene días de 5856 horas, están preparados para noches de pasión agotadoras. Plutón, en cambio, tiene un clima tan helado que todas las mujeres son frígidas. Allí los espermatozoides han desarrollado un pelaje tan denso como el de un oso polar.

No sólo en el espacio, sino también en la tierra, el siglo que llega depara un mundo desconocido. Todo puede ser posible: el miembro con mando a distancia, los conciertos por radio para espermatozoides y el orgasmo virtual, en el que usted se encarga de la técnica y deja en manos de un computador el ridículo problema de las emociones.

Pero nosotros siempre seremos partidarios de la vieja inseminación natural, muchísimo más agradable.