Navegar río arriba fue como viajar en el tiempo hacia el mismo principio del mundo, en el que la vegetación dominaba la tierra y árboles inmensos ocupaban los tronos. Un río vacío, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era cálido, denso, pesado, inmóvil. No había dicha en el brillo del sol.
JOSEPH CONRAD,
El corazón de las tinieblas