Pintaba un día, el negro había invadido la tela por completo, sin formas, sin contrastes, sin transparencias.
En ese extremo vi de alguna manera la negación del negro.
Las diferencias de textura reflejaban la luz con más o menos debilidad, y de la sombra emanaba una claridad, una luz pictórica, cuyo poder emocional particular animaba mi deseo de pintar. Mi instrumento ya no era el negro, sino esa luz secreta procedente del negro.
PIERRE SOULAGES