Capítulo 33
Sácritos se dirigía hacia su despacho furioso, excitado y frustrado. Gritó de la rabia mientras iba por el pasillo, provocando que algunos caídos que pasaban a su lado bajasen la vista ante su ira.
Entró a su despacho abriendo la puerta con desdén. Se sirvió una taza de café y llamó a Gustav desde su móvil. Este apareció en la oficina después de un par de minutos.
––Siéntate ––le exigió y fuera de sí comenzó a escupir la furia que sentía––. ¡Me confundió con él! ¡Con ese reverendo desgraciado del caminante! ¿Lo puedes creer? ––Y lo miró levantando las cejas, aún sin poder aceptar que aquello pudiese estar ocurriéndole a él.
Había creído en un primer momento que ella por fin se había rendido a él, porque si bien al principio se había resistido como una fiera salvaje, luego se había vuelto tan apasionada y febril, que creyó volverse loco. Su polla volvió a erguírsele al recordarla. Pero el nombre del hijo de puta susurrado por los labios de Aniel había arruinado todo. Ella no lo había visto a él, sino al otro.
––Era inevitable, Sácritos. Gabriel es su señor álmico y a ti el cuerpo de ella no te reconoce.
––¡Tú siempre comprendes la lógica de todo! ––bramó bufando de la rabia––. Pero esto no quedará así. Seguiré intentándolo hasta que ella me reconozca solo a mí.
––Es la primera vez que estás con ella. ¿Qué pretendías?
––Esperé resistencia, rabia, escupidas, lo que fuese. Y pese a que al principio fue así, luego ella se rindió de una manera increíble, Gustav. Aniel estaba allí, abierta a mí, sedosa, cálida y dispuesta. Creí perder la razón. Pero no, después me di cuenta de mi error. ¡Era a él al que veía! ––Golpeó la mesa que tenía al frente con la palma abierta––. Barreré a ese tipo. Lo mataré como a un sapo ––siseó colérico.
Gustav observaba cómo Sácritos perdía todo su poder ante esta mujer. Lo presentía. Ella sería su perdición si alguien no lo hacía reaccionar. La organización podría correr serios riesgos con un jefe fuera de sus cabales.
––Tienes dos opciones: o te controlas y aceptas que esto es así hasta que ella sea convertida, o la dejas en paz. Podemos deshacernos de ella luego que confiese dónde está el símbolo.
Sácritos se levantó del escritorio como impulsado por una fuerza mayor y lo miró con odio.
––Olvídate de la segunda opción.
––Entonces debes retomar el poder de ti mismo. Muchos dependemos de tu juicio y control, Sácritos. Sabes que la organización está pasando por un período difícil a raíz de los cambios que están dándose en torno a los silverwalkers y la Estirpe en general. Y si no mantienes la mente fría, podríamos estar en desventaja.
Sácritos sabía que Gustav tenía razón otra vez. Pero aquella mujer lo tenía completamente trastornado. Se detuvo y rompió a reír con ojos de fuego.
––Ella no sabe con quién se ha metido. La haré suplicar mi nombre dentro de poco. No te quepa la menor duda.
––Y matarás al silverwalker.
––Cuánto antes. ––Sácritos emitió una mueca, elevando la comisura de los labios pareciendo sonreír––. Pero primero me entretendré con ella, así antes de matarlo puede ver que ella ya no es suya.
––¿Qué harás? ––preguntó Gustav.
––Observa y verás.