TRES
Lea se escurrió en silencio hacia la puerta casi antes que Peter terminara de hablar. Estaba ya subiendo el camino empinado que remontaba el desfiladero cuando oyó a Karen que venía detrás de ella. Levitando y corriendo, Karen la alcanzó.
—¡Lea! —llamó Karen, tomándola por el brazo. Con un movimiento del hombro, Lea evadió a Karen y sin palabras y sin aliento corrió camino arriba.
¡Lea! —Karen tomó a Lea por los dos hombros y la detuvo—. ¡Adonde vas!
¡Suéltame! —gritó Lea —. ¡Siempre persiguiéndome y espiándome! ¡Déjame!
Se retorció tratando de librarse de las manos de Karen.
—Lea, pienses lo que pienses, no es así.
¡Piense lo que piense! —Los ojos de Lea centellearon—. ¿No saben acaso lo que pienso? ¿No has escarbado bastante en todo ese barro y esa suciedad...? —Clavó las uñas en las manos de Karen—. ¡Suéltame!
¿Por qué te importa tanto, Lea? —La voz fría de Karen hurgaba sin misericordia—. ¿Por qué tiene que importarte? ¿Qué cambia para ti? Dejaste la vida hace mucho tiempo.
—La muerte... —Lea se quedó sin aire, sintiendo la polvorienta amargura de la palabra que había pensado tantas veces y que casi nunca había dicho—. La muerte es por lo menos algo privado, donde nadie anda metiendo las narices...
—¿Puedes estar tan segura? —dijo Karen con una voz tranquila—. De todos modos, créeme, Lea, no he mirado dentro de ti ni siquiera una vez. Por supuesto, podría haberlo hecho, y lo haré si es necesario, pero nunca sin que tú lo autorices, o por lo menos sin que lo sepas. Todo lo que aprendí de ti es por lo más exterior, lo que muestras a todos. Nada sé de tus pensamientos más secretos. Las gentes del Pueblo respetamos la intimidad. Los Poderes que tenemos son para curar, no para hacer daño. Podemos darte salud y vida, si tú lo aceptas. Pues verás, ¡hay consuelo en Galaad! No lo rechaces, Lea.
Las manos de Lea cayeron pesadamente. El cuerpo se le aflojó, poco a poco.
—Te escuché anoche —dijo, perpleja—. Escuché tu historia y no se me ocurrió que tú podrías... Quiero decir que no me pareció real y yo no sabía... —Dejó que Karen la ayudara a volverse en el camino—. Pero esta noche, cuando oí a Peter... No sé, me pareció que era cierto. Una no espera que un hombre se interese en cuentos de hadas. —Apretó de pronto el brazo de Karen—. Oh, Karen, ¿qué haré? Estoy tan confundida que no puedo...
—Bueno, lo más simple e inmediato es volver. Tenemos tiempo de escuchar otra historia y están esperándonos. Es el tumo de Melodye. Ella vio al Pueblo desde una perspectiva muy diferente.
De vuelta en la escuela, Lea se acomodó de nuevo en el rincón, sintiéndose bastante intimidada, aunque nadie se había vuelto hacia ella. Todos estaban muy ocupados reviviendo o comentando los días de Peter y Bethie. Melodye Anderson ocupó su sitio en el pupitre y la charla murió.
—Valancy está ayudándome —sonrió Melodye—. Elegimos juntas el tema, también. ¿Recuerdas? «Estoy en los umbrales de la muerte, y de qué me sirve ahora esta primogenitura? Y vendió la primogenitura por un poco de pan y potaje.» «Además, no podría evocar yo sola la historia. De modo que si nadie se opone habrá una pequeña pausa mientras tendemos nuestra red.
Melodye se aflojó visiblemente y Lea pudo sentir que una receptiva quietud se extendía hasta que todo el cuarto era como la laguna, un espejo sereno, y entonces Melodye comenzó a hablar...