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Hasta aquí, la exposición de las paradojas del ingenio. Todas tienen un origen común: el ingenio, que es un proyecto de salvación fundado en la inteligencia creadora, trunca su desarrollo, por razones que ya he explicado, gira sobre sí mismo, y se enclaustra en el círculo de la autorreferencia. Consigue de esta manera convertirse en un sistema autosuficiente e infinito. Todas sus técnicas son interminables, porque la energía prima sobre el ergon. El comentario perpetuo del ingenio es el gigantesco bordado que, en el telar de Pénélope, desaparece, para volver a aparecer, eternamente joven y eternamente viejo, como la novedad.
Las paradojas, con su vaivén incesante del sí al no, son metáforas de la ilimitación del ingenio, que no tiene dentro de sí ningún mecanismo de parada. La burla es inacabable, y también lo son el carnaval y la parodia. La fortaleza de la cultura de la risa, lo que la hace invencible, es que no admite excepciones: todas las cosas son ridiculizables. La ironía y el cinismo —su asiduo acompañante— son invencibles, porque ninguna prueba, réplica o crítica son eficaces contra un pensamiento que puede desdecirse, retroceder, negarse a sí mismo, o convertirse en su sombra o convertir en sombra, en último término, al contrincante. Son invulnerables porque no ofrecen resistencia, como los púgiles que corretean alrededor del ring.
Las paradojas que acabo de enunciar tienen, como todas las paradojas, un aspecto de artificiosidad y de truco. No hay nada de eso. Son paradojas pragmáticas que afectan a nuestras vidas sin que las detectemos. Al enunciarlas, nos sorprenden y nos dan la impresión de que son tan sólo ingeniosidades, pero no lo son. Hasta descubrirlas hemos estado sometidos a su lógica. Observemos cómo funciona el cinismo en la vida real. Entre las incontables sentencias que se atribuyen a Churchill, elijo dos: «Sólo confío en las encuestas que yo mismo he falseado». «El político tiene la obligación de saber prever el futuro y de saber explicar por qué sus previsiones no se han cumplido». El cínico acierta a colocarse más allá del bien y del mal, invulnerable porque se ha evadido de toda norma, las ha devaluado con un guiño astuto, que nos fuerza a los demás, si no a ser cómplices, al menos a quedar encerrados en su lógica.
El ingenio libera encerrando. Una y otra vez encontramos la misma imagen. «Ther’s nothing serious in mortality; all is but toys», dice Macbeth. La afirmación es estimulante, mientras no caemos en la cuenta de que es pavorosa. Esas palabras —todo y nada— pertenecen al vocabulario del ingenio, que no admite excepciones. Todo puede devaluarse. No hay que temer a nada. Nada vale la pena. Todo es vanidad. El ingenio merece un elogio, porque nos libera, pero merece también una refutación, porque nos aniquila.
Marco Aurelio dio, con serena sensatez, solución a todos estos problemas: «Sé indiferente a las cosas indiferentes», es decir, devalúa las cosas devaluables, ríete del engreído, y de todo lo presuntuoso, falso o ridículo. Y venera todo lo demás. Esta ponderación escapa, por desgracia, al dinamismo del ingenio, que carece de los criterios necesarios. El hombre es capaz de perder su mejor amigo por decir un epigrama. Todas las técnicas del ingenio son un tobogán por el que resbalamos.
De las paradojas del ingenio no podemos liberamos desde dentro. Es preciso saltar fuera del círculo, instalarnos en un metalenguaje que nos permita cortar el vaivén autorreferente. Ésa es la solución que los lógicos han dado a las paradojas lógicas y es también la que resuelve las paradojas pragmáticas. El dinamismo del ingenio, visto desde dentro, es incontrolable y fascinante. Es preciso saltar hiera de él.
¿Pero existe algo fuera? ¿Queda algo en pie después de una cultura del ingenio? ¿Qué hacer después de la orgía? La burla, el carnaval, la ironía, la devaluación, el absurdo, ¿no serán la gesticulación verdadera de la realidad? De acuerdo: el hacer y deshacer del ingenio es una tarea sinsentido, como la de Sísifo, pero ¿no seremos todos unos Sísifos desdichados y sin grandeza? Kierkegaard dijo de la ironía que era enfermedad y terapéutica. ¿Podemos aislar ambos aspectos y separar la virtud curativa del poder patógeno? ¿Existe el meta-lenguaje que pueda resolver las paradojas del ingenio?
Existe. Es el lenguaje en que habla una teoría de la inteligencia creadora, capaz de aclarar los erróneos conceptos de libertad e inteligencia en que se funda el proyecto ingenioso. Revisemos de nuevo las cuatro paradojas del ingenio.