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Martes, 10 de Enero

 

Estaban en el aeropuerto despidiendo a Tanya, quien había decidido irse unos meses a Moscú, con la familia, a disfrutar de la compañía de los suyos.

—Te voy a echar mucho de menos. —Laura tenía envuelta a Tanya en un fuerte abrazo. Se lo decía totalmente en serio, en los últimos meses habían conectado, iba a echar de menos su compañía, sus opiniones y su dulce forma de ser.

—Esto no es un adiós, en poco tiempo estaré de nuevo por aquí. No puedo dejar sola a Sandrine al frente de los negocios de Lorenzo.

Después de que todo fuese aclarado, y Tanya quedara libre de todos los cargos y acusaciones sobre la muerte de su marido, había contactado con Sandrine. Estaba muy emocionada por conocer a la hija de su marido, sin embargo, Sandrine estaba algo escéptica respecto a ese encuentro, no sabía qué podía esperar.

Pero todo fue sobre ruedas, cuando se conocieron y empezaron a hablar, se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común. Tanya sabía que no podía dejar fuera de la herencia a la hija de Lorenzo, no entraba en sus cánones excluirla de algo que sabía le pertenecía, tenía que darle la parte que le correspondía, no podría disfrutar la herencia en otro caso, aun cuando Sandrine no estaba demasiado interesada en los negocios de su padre, según decía. Al final, acordaron llevar de forma conjunta todo el imperio que había dejado Lorenzo tras su muerte. Así que, en esos momentos, tenían a los abogados trabajando en ello.

Laura estaba muy sorprendida con todo ello, pero entendía perfectamente la resolución que había tomado su amiga, era lo más honesto y por ello la respetaba aún más. De hecho, si lo pensaba bien, conociendo el gran corazón de Tanya, no se podía haber esperado otra cosa de ella.

—Llama en cuanto llegues, y mantennos informadas de todo lo que te ocurra. Sobre todo si conoces a un ruso guapo. —Rieron por la ocurrencia de Berta, mientras, ella levantaba las cejas y ponía morritos en gesto insinuante.

En las pantallas del aeropuerto, se indicaba que el vuelo que salía a Moscú, en menos de una hora, ya estaba embarcando. Tanya había facturado hacía tiempo su equipaje, pero aún no había atravesado el control para acceder a la zona de embarque, puesto que quería pasar hasta el último minuto con sus amigas.

—Tanya, vas a tener que pasar. —Jose fue el que habló. Empezaba a pensar que al final conseguiría perder el avión.

Asintió y volvió a abrazar a sus amigas, también las iba a echar mucho de menos. Les dio sendos besos a Jose y a Tony, a modo de despedida, y volvió a abrazar a Laura y Berta.

En cuanto las soltó, se dirigió con la tarjeta de embarque y el poco equipaje de mano que llevaba, hacia el control de seguridad. En el momento en que una señorita le solicitaba la tarjeta de embarque para pasar al control, se dio la vuelta y les lanzó a todos un beso en el aire, agitando la mano en señal de despedida.

 

 

Cuando llegaron a casa, Laura fue directa a tumbarse al sillón. Estaba agotada por los acontecimientos de las últimas horas, la despedida de Tanya le había afectado.

Llevaba días sin salir de casa, recuperándose de los últimos sucesos y descansando, que falta le hacía. Se había tomado unas vacaciones en toda regla. Andrea y Sara, con ayuda de su madre, se estaban encargando de todo en la tienda. Y en la televisión, habían hecho un descanso en las grabaciones debido a las fiestas navideñas. Así que no sentía ningún remordimiento por no haber hecho nada de nada las dos últimas semanas.

Todavía llevaba vendadas las muñecas, que le dolían de vez en cuando, pero en las últimas curas su médico le había dicho que estaban mejorando, por fin las heridas se cerraban y empezaban a cicatrizar.

Jose se sentó a su lado y le pasó el brazo por el cuello, hecho que ella aprovechó para apoyar la cabeza en su pecho y sentirse de nuevo protegida. Aspiró profundamente, disfrutando del olor de Jose.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Sólo algo cansada. —Últimamente no dormía bien, se despertaba muchas veces por la noche, aunque por lo menos, tenía que reconocer, que no tenía pesadillas, lo cual resultaba un alivio—. Han ocurrido tantas cosas en tan poco tiempo.

—Pues creo que aún van a ocurrir muchas más. —Laura se apartó y le miró a los ojos. Jose no acostumbraba a hablar en clave.

—No entiendo qué quieres decir. —Él le sonrió con dulzura. Buscó algo que tenía guardado en el bolsillo, parecía una pequeña caja negra. Se levantó del sillón y puso una rodilla en el suelo. Laura no se creía lo que estaba ocurriendo en ese momento delante de ella. Jose abrió la cajita que mostraba un precioso anillo de oro blanco con varios brillantes, y la miró a los ojos.

—¿Quieres casarte conmigo? —Laura estaba más que sorprendida, no se esperaba esa declaración. Y pensándolo bien, ni se lo había planteado. Se sentía mayor para ir de blanco a firmar unos papeles que la unieran a alguien para el resto de su vida. Pero en ese momento sintió, algo muy especial, una felicidad que no hubiera sabido describir. Se lanzó a los brazos de Jose y lo besó con todo su amor.

—Me tomaré eso como un sí. —Dijo él, cuando se separaron unos segundos para coger aire.

 

 

Asesinato en antena
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