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Puente, 6 a 11 de Diciembre

 

—Venga, levanta dormilona. —Jose estaba acariciando el brazo de Laura para que se despertara. Ésta, con los ojos medio abiertos medio cerrados, miró el reloj que tenía en la mesilla, se quedó estupefacta al ver la hora, no eran ni las seis de la mañana, y encima era festivo. Así que, se dio la vuelta haciendo caso omiso a Jose.

—Déjame dormir. Hoy es fiesta. —Efectivamente, era el día de la Constitución, fiesta nacional.

—Tienes que levantarte. Tengo una sorpresa para ti. —Laura se dio la vuelta todavía somnolienta, intentado adivinar qué tenía en mente—. Anda, vamos. —Jose le ofreció la mano y ella la aceptó de mala gana. Se levantó refunfuñando.

Cuando bajaron a la cocina, Laura descubrió que el desayuno ya estaba preparado encima de la isla. Se sentó en una banqueta y cogió una tortita que debía de estar recién hecha, puesto que aún estaba caliente. Empezó a masticarla lentamente con un poco de sirope de caramelo, le supo a gloria. Jose le acercó un zumo de naranja recién exprimido, mientras él se tomaba el suyo y la miraba juguetonamente, esperando a que se decidiera a preguntarle qué ocurría, pregunta que llegó, en cuanto se hubo terminado la tortita y el zumo.

—¿Qué es lo que estás tramando? —Jose le sonrió y dirigió su mirada hacia la puerta. Laura se dio la vuelta para ver qué era lo que estaba mirando. Al lado de la puerta había una pequeña maleta, nada más verla se emocionó, parecía que se iban de puente, pensó ilusionada—. ¿Nos vamos a alguna parte?

—No. Tú te vas. —Laura no entendía lo que quería decir—. Te vas este puente con Cris. Unas vacaciones bien merecidas, creo. —Laura no se podía creer lo que estaba oyendo, estaba encantada por la sorpresa.

—¿Quieres deshacerte de mí? —Preguntó con tono infantil.

—La verdad, es que me encantaría hacerlo, sobre todo ahora que parece que quieren asesinarte, otra vez. Pero como sé que eso va a ser harto difícil, con que te vayas unos días, descanses y disfrutes, me daré por satisfecho. —Lo dijo con aire condescendiente.

—Pero… ¿el trabajo? —Laura no había vuelto a su trabajo en la televisión, Jose no se lo permitió y por esta vez, aceptó su decisión. No podía estar siempre alerta en la oficina, porque en cualquier momento quisieran asesinarla, y estaba segura de que el asesino no cometería ningún error la próxima vez. Además, cuando Alberto se enteró de lo ocurrido, fue el primero que mencionó unas vacaciones hasta que se solucionara todo el asunto. Aun así, Laura aceptó con una condición, que Tony se acercara a su tienda para grabar, así no se quedarían colgados por la falta de su sección. Por lo que ahora, el estudio de grabación era un precario decorado improvisado montado en un lateral de la tienda.

—He hablado con tu jefe, y me dijo que tienen material suficiente para montar el siguiente programa, y después de lo que pasó, él también piensa que te vendría bien irte unos días a desconectar. Andrea se ocupará de la tienda, y tu madre la va a ayudar.

—Veo que lo tienes todo bien atado.

—Por supuesto. —Jose sonreía.

—¿Y tú, por qué no vienes? —Él se encogió de hombros.

—Sabes perfectamente porque no voy.

—¿Me mantendrás informada de todo lo que averigüéis? —A Jose le había sorprendido que Laura no se quejara por irse, siempre quería estar en medio de la investigación.

—Claro que sí. Te enviaré mensajes o correos electrónicos, para contarte lo que vayamos descubriendo. Aunque, en menos de una semana, no creo que hagamos grandes avances.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo. —En ese momento sonó el telefonillo—. Dúchate, venga, que debe de ser Cris.

Laura se fue corriendo a la ducha, sorprendida porque estaba muy ilusionada con el viaje, ni si quiera sabía a dónde iban, pero le daba igual, tenía ganas de pasar unos días con su amiga, como en los viejos tiempos. En el baño, se encontró preparados unos vaqueros, los que solía ponerse cuando viajaba, un jersey y unas zapatillas de deporte, incluso, la ropa interior. Estaba claro que Jose había pensado en todo, se dijo.

—Tiene todo lo que va a necesitar en la maleta. No hace falta que facturéis, los líquidos los he metido del tamaño adecuado. De todas formas, si me he olvidado de algo, podéis comprarlo allí. —Jose hablaba con Cris, mientras Laura arriba se preparaba.

—Genial.

—Muchas gracias Cris.

—No me lo agradezcas, yo también estoy deseando irme unos días con Laura. —Cris se había sorprendido mucho cuando Jose se puso en contacto con ella para que se llevara a su amiga de viaje unos días. Estaba preocupado por el intento de asesinato, y tal y como le había contado, ella estaba muy nerviosa y alterada. Jose pensaba que le vendría bien una salida de amigas para desconectar y olvidarse de la investigación, estaba convencido de que necesitaba unos días de descanso. No entendía qué le estaba pasando con este caso, la veía bloqueada, y eso que la había visto involucrada en casos mucho más personales. Esperaba que ese viaje sirviera para centrarla.

—Bueno, ¿y a dónde vamos? —Laura bajaba por las escaleras.

—Sorpresa. —Le dijo Cris.

—Un sitio de esos que tanto te gustan, con mucho mercadillo navideño y luces por doquier. —Dijo Jose sonriendo—. Cris acaba de llamar a un taxi. Os iba a llevar yo al aeropuerto, pero acaba de llamarme Carlos por un caso. —Ella se acercó y le dio un dulce beso en los labios.

—Gracias. —Lo miró a los ojos—. Te quiero.

—Lo sé. —Laura se dio la vuelta dispuesta a irse con Cris, cuando Jose la cogió de la mano, la giró y le dio un beso apasionado.

—Venga tortolitos dejarlo ya. El taxi ya está abajo. —Decía Cris riéndose mientras salía al descansillo cargada con su pequeña maleta.

—Te quiero. Te voy a echar de menos. —Le dijo Jose en cuanto se separaron. Laura le dio un rápido beso en los labios, cogió su maleta y salió detrás de Cris—. Pasadlo bien. —Les dijo mientras ambas entraban en el ascensor, sonrientes y emocionadas por las vacaciones que tenían por delante.

 

 

—¿Se puede saber, qué es eso de que han vuelto a intentar asesinarte? —El avión había despegado hacia unos minutos dirección a Múnich. Acababan de apagar la luz en la que se indicaba que tenían que permanecer sentados en los asientos y con el cinturón abrochado, cuando Cris le soltó esa pregunta con tono acusador—. ¿Cuántas veces van este año? ¿cuatro? ¿cinco? He perdido la cuenta.

—No creerás que yo busco que me maten.

—No lo sé, Laura. No sé si realmente tu vida te importa tan poco como para ponerte en peligro con tanta facilidad. —Laura no sabía qué decir—. Pero quiero que sepas, que hay muchas personas en tu entorno que se preocupan por ti, y entre ellas estoy yo.

—No te pasarás todo el viaje sermoneándome, ¿verdad? —Laura empezaba a pensar que esas vacaciones no iban a ser tan divertidas como se había esperado en un primer momento.

—No. Te prometo que no va a volver a salir de mi boca lo que te estoy diciendo ahora. Pero quiero que sepas, que estoy muy preocupada por ti y me consta que no soy la única.

—¿Lo dices por Jose?

—Sí, pero también por el resto de tus amigos, claro. Lo que pasa, es que Jose te ha visto otras veces en peligro y contaba con que sabías defenderte sola, sin embargo, ahora no está seguro. —Laura se quedó pensando en la confesión que le acababa de hacer su amiga. La verdad era que se había salvado del envenenamiento por suerte, si no hubiera estado en casa de Marcel cuando encontraron el cuerpo, seguramente hubiera probado los bombones, aun sabiendo que él había muerto envenenado al ingerir ese tipo de dulces. No sabía qué le estaba pasando. Quizás estaba demasiado cansada, ese año se había metido en demasiados proyectos y no podía con todos. Ya llevaba algún tiempo dándole vueltas. Cuando acabaran de grabar el último programa de la temporada, dejaría la televisión para dedicarse a su tienda, que era lo que realmente le apasionaba. Esto había sido una agradable aventura, pero no se veía capaz de continuar. Había dejado la informática para tener más tiempo para ella misma, disfrutar de lo que le ofrecía la vida, y ya no lo hacía, estaba siempre cansada y estresada, no podía volver a repetirse la misma historia.

—Tenéis razón. Creo que estoy a muchas cosas a la vez, lo que me hace estar dispersa y no estar alerta de lo que ocurre a mí alrededor.

—Bueno, pues ahora que ya te he dicho lo que pensaba, cuéntame con todo detalle el caso. Quizás yo pueda darte otra perspectiva. —Laura sonrió a su amiga, estaba deseando desahogarse con ella.

Como no sabía por dónde empezar, empezó por el principio, aunque suponía que mucha de esa información ya la conocería por la televisión. Laura apenas le había contado nada, desde que había empezado a trabajar en MediaCorp no se habían visto más que en un par de ocasiones, y por teléfono tampoco habían hablado mucho más. El trabajo también estaba afectando a sus relaciones personales, no tenía tiempo para ver a la gente que quería.

Terminó de contar toda la historia en el mismo momento en que se oía por la megafonía del avión que estaban a punto de aterrizar.

—Pues creo que está claro, ¿no? —Laura la miró sin saber a dónde quería ir a parar—. El culpable tiene que ser el mayordomo. —Ambas soltaron una carcajada al unísono que hizo que la gente de su alrededor las mirara extrañados.

Como no habían facturado, al salir del avión se dirigieron directamente a coger un tren que las llevara al centro de la ciudad. Cris llevaba impreso un mapa de cómo llegar desde la estación, en la que se tenían que bajar, al hotel, por lo que llegaron sin contratiempos.

Después de instalarse, se dirigieron a dar una vuelta por la ciudad. Empezaron por Marienplatz, que estaba situada muy cerca de donde estaban alojadas. En cuanto entraron en esta plaza, descubrieron un bonito mercado navideño. Mientras miraban los puestos, probando algunos de los dulces que vendían y encantadas con los objetos navideños, llegaron al Nuevo Ayuntamiento, donde se encontraron con un punto de información al que pasaron, y en el que las proveyeron de planos de la ciudad, e información de las excursiones que podían hacer por los alrededores. También, les indicaron que el carillón del edificio representaba un torneo y un baile típico a determinadas horas. Como la representación de la mañana ya había sido, pensaron que quizás pudieran verlo esa tarde o cualquier otro día a lo largo de su estancia.

Siguieron paseando por la ciudad hasta toparse con la Puerta de la Victoria, muy parecida a otros arcos del triunfo existentes en otras ciudades, pensó Laura, pero aun así hizo unas cuantas fotografías. Acabaron deambulando por el Jardín Inglés, un parque más grande que Central Park en Nueva York o el Hyde Park de Londres, informó Cris que iba leyendo la guía. Al lado de la Torre China, dentro todavía del parque, descubrieron varios puestos de comida, donde comieron un enorme perrito caliente y descansaron un rato.

Continuaron dando una vuelta por los alrededores del Palacio Real, donde se encontraron con la Iglesia de los Teatinos y San Cayetano, a Laura le pareció muy llamativa por su color amarillo. Accedieron a otra plaza llena de puestos por la que estuvieron vagando, y como ya empezaba a hacer frío decidieron probar un vino caliente especiado, bebida típica navideña, como hacían todos los alemanes. Cuando cataron el vino, ambas estuvieron de acuerdo en que era como una sangría caliente, y aunque al principio el sabor les resultó extraño, enseguida se acostumbraron y disfrutaron de la bebida, además, les calentaba el cuerpo de las bajas temperaturas.

Después de callejear un rato más por la ciudad, acabaron cenando en una famosa cervecería, donde las jarras de cerveza eran de litro, y como donde fueres haz lo que vieres, cada una se pidió una, y para cenar, probaron el típico codillo de cerdo acompañado con nudel, una bola de masa hervida, normalmente, de patata, según leyeron en la guía de Cris.

—Por nosotras y estas vacaciones que nos tenemos bien merecidas. —Brindaron en cuanto les trajeron las cervezas. Laura no podía dejar de observar a las camareras, sorprendida con la habilidad para llevar tantas jarras llenas en las manos.

Tras una cena que les resultó bastante pesada, creyeron que lo mejor sería dar un paseo y no irse directamente a la cama. Ya de regreso, acabaron tomándose otro riquísimo vino caliente en Marienplatz.

Cuando llegaron al hotel y se conectaron a la wifi gratuita para los huéspedes, a Laura le entraron varios correos electrónicos, uno de Jose en el que le preguntaba por el viaje, pero no hacia ninguna mención del caso. Así que, le contestó detallándole lo que habían hecho ese día, e hizo el esfuerzo de no preguntarle por los avances del caso, entendía que si él no había dicho nada es porque no había nada nuevo, Jose tenía que darse cuenta que realmente estaba intentando desconectar.

 

 

A la mañana siguiente, hicieron un tour por la ciudad. El guía era un estudiante español que llevaba ya un par de años viviendo en Múnich, aprendiendo el idioma y terminando allí sus estudios universitarios.

Comenzaron la visita en Marienplatz donde contemplaron el carillón, el guía no les dijo nada nuevo a lo que les habían contado en el punto de información, así que disfrutaron de la representación de las figuras.

A continuación, las llevaron a ver la Catedral de Nuestra Querida Señora, donde les contaron una bonita leyenda. El diablo hizo un trato con el constructor de la catedral, al que dijo que la hiciera sin ventanas. El constructor levantó la catedral de forma que desde la entrada no se pudieran ver las ventanas, éstas estaban situadas de tal manera que quedaban ocultas por las columnas del interior. Según el guía, la pisada del diablo quedó marcada en la entrada cuando se dio cuenta del engaño.

Llegaron a un lateral de la plaza Marienplatz, donde se encontraron con una estatura de Julieta, y tal y como se hace en Verona, les dijeron que había que tocarle un pecho para atraer a la suerte. Así que ambas tocaron un pecho a Julieta y se hicieron la correspondiente foto como buenas turistas.

Cuando terminaron con la visita contratada, se acercaron a un restaurante con platos típicos que les había recomendado el guía, pero que no les pareció gran cosa, salieron decepcionadas, pero con ganas de seguir descubriendo la bonita ciudad.

Por la tarde, después de coger el metro y el tranvía, llegaron al palacio Nymphenburg, al que no pudieron pasar porque en invierno cerraba a las cuatro de la tarde y no habían llegado en hora. Así que pasearon por los jardines helados, hasta que comenzó a nevar y decidieron regresar al centro.

Para entrar en calor y comer algo pasaron a una típica cervecería, recomendada en la guía de Cris, donde pidieron unas salchichas para compartir y por supuesto no pudo faltar una rica cerveza de la zona. A lo largo de la historia, la cerveza había sido considerada un alimento de primera necesidad en el país, tal y como leyeron.

 

 

Al día siguiente, salieron del hotel, y descubrieron que todavía estaba nevando, por lo que se encontraron con una ciudad cubierta de nieve, lo que la hacía más espectacular.

Habían planeado ir a visitar el campo de concentración de Dachau, así que se dirigieron a la estación para comprar un billete de tren a Nuremberg. El trayecto se les pasó volando, iban leyendo sobre las atrocidades que allí se cometieron, mentalizándose con lo que se iban a encontrar.

Ya en el campo de concentración, pudieron disfrutar de un bonito día, el cielo estaba azul y hacía sol, aunque el campo estaba completamente cubierto por la nevada, al andar, la nieve les llegaba hasta la rodilla. Eso les hizo pensar en el frío que debieron pasar allí los prisioneros cubiertos únicamente con el pijama a rayas.

Como en todos los campos de concentración, en la puerta, se encontraron con el conocido mensaje, en el que se puede leer, “El trabajo os hará libres”, una frase que da esperanza, cuando la realidad era otra. Laura sintió un escalofrió sólo de pensarlo.

Dieron una vuelta por el recinto, viendo las salas donde eran gaseados, el crematorio, etc. La visita les resultó bastante dura a ambas al imaginarse la cantidad de gente que había sido asesinada allí mismo, y no hacía tantos años.

En el hotel, se habían agenciado unos bocadillos para la comida, así que cuando salieron del campo, se sentaron a descansar un rato y se los comieron con unos refrescos que acababan de comprar.

—Qué duro, ¿no crees? Y que la gente no hiciera nada. —Cris lo dijo sintiéndose defraudada con el ser humano.

—Creo que tenían miedo. Sólo querían sobrevivir. —Dijo Laura, aunque no muy convencida, ella no se podía imaginar qué hubiera hecho en su situación. Ayudar y morir, o ignorar y sobrevivir, ninguna de las dos le parecieron buenas alternativas.

Regresaron a la ciudad, disfrutando del precioso paisaje nevado que les ofrecían los grandes ventanales del tren, las dos inmersas en sus pensamientos, imaginando lo que debió de ser vivir allí en la Segunda Guerra Mundial.

En la ciudad, fueron dando un paseo hacia el centro cuando se toparon con una pista de patinaje.

—¿Te hace? —Laura sabía que a su amiga le gustaba patinar sobre hielo, aunque ella no lo había hecho en su vida. Pero al fin y al cabo, ese era un momento tan bueno como otro cualquiera para intentarlo, se animó.

Alquilaron unos patines y se lanzaron a la pista. Cris iba de un lado para otro a una velocidad que a Laura le parecía francamente peligrosa, por su lado, ella iba agarrada al lateral de la pista haciendo lo que podía. Cris se acercó en varias ocasiones a ayudarla y enseñarla, pero se sentía como un pato mareado, le parecía imposible mantener el equilibrio, cuando parecía que se empezaba a soltar, se dieron cuenta de que había pasado ya el tiempo y tuvieron que salir de la pista.

—Otro día lo intentamos de nuevo, parece que ya ibas mejor.

—Ni lo sueñes. —Dijo Laura contundente—. Me van a salir moratones de los culetazos que me he dado. —Ambas se echaron a reír.

—Porras, y no he hecho ninguna foto. —Laura le dio un codazo bromeando.

Entraron en otra cervecería para cenar y calentarse, fuera hacía un frío que pelaba. La ciudad estaba muy bonita en Navidad, pero también, las temperaturas eran muy bajas. Después de pedir un par de cervezas, una camarera pasó ofreciendo brezels, el típico dulce alemán con forma de lazo, ambas se pidieron uno para probarlo.

 

 

Esa mañana Laura se levantó muy animada, iban a hacer una excursión que llevaba muchos años queriendo hacer, por lo que estaba muy ilusionada. Siempre que sus amigos viajaban a Alemania, les pedía una postal del lugar. Iban a visitar el castillo del rey loco, un castillo que parecía de cuento de hadas. De hecho, según había leído, Walt Disney había elegido dicho castillo como modelo para el diseño del de la Bella Durmiente en Disneyland.

Como estaba a cierta distancia de la ciudad, se levantaron muy temprano para aprovechar el día lo máximo posible. Se dirigieron de nuevo a la estación a comprar un billete de tren, pero esta vez a Füssen, desde donde cogerían un autobús que las llevaría directamente al castillo.

Compraron una entrada para poder visitar los dos castillos, el Hohenschwangau y el Neuschwanstein, éste último el más conocido y el que Laura tenía tantas ganas de visitar.

Acceder a los castillos les resultó muy divertido, porque el suelo del camino tenía hielo, así que ambas subieron como pudieron intentando no caerse, mientras se echaban unas risas por cada resbalón, el resto de turistas las miraba como si se hubieran vuelto locas. Se sintieron agradecidas por la cantidad de coches de caballos que había llevando a los visitantes a la entrada de los castillos, ya que hacía que las capas de hielo fueran desapareciendo.

En el interior de cada castillo, prestaron atención a lo que les contaba la audioguía que les habían dado a la entrada, por lo que la visita les resultó aún más interesante.

Llegaron a Múnich agotadas, así que se fueron directas al hotel a dormir.

 

 

El sábado, se dedicaron a disfrutar de la ciudad, hacer compras navideñas, algunos regalos para la familia y pasear por la preciosa ciudad.

Entraron en la Iglesia de San Pedro, situada al lado de Marienplatz, a la que todavía no habían tenido oportunidad de acceder. Estaban intrigadas, porque según la guía, esta iglesia tiene la segunda bóveda de cañón más grande del mundo, únicamente superada por la de San Pedro en el Vaticano. El lugar no les dejó indiferentes, era impresionante.

Habían visto todo lo que había planeado Cris mientras preparaba la escapada, así que se tomaron el día de forma relajada.

—Voy a echar de menos esto. —Dijo Laura señalando el vino caliente que se estaban tomando en ese momento.

—Sí, está muy rico. Una pena que en Madrid no tengamos costumbre. Quizás podríamos montar un puesto navideño ofreciéndolo. —Laura rio por el comentario—. Seguro que nos forramos.

—¿Otro trabajo más? Ambas estamos bastante estresadas con lo que ya tenemos.

—Supongo que tienes razón. Pero alguien debería de poner en el mercadillo navideño de la plaza Mayor un puesto de este tipo.

—Y no te digo que no, pero no vamos a ser nosotras. —Las dos estuvieron un rato imaginándose lo que significaría poner un puesto que ofreciera vino caliente en Madrid, bromeando y riendo.

 

 

El domingo, ambas se levantaron tarde, intentaron aprovechar la cama lo máximo posible. Laura llevaba mucho tiempo sin dormir tan bien. Si al final Jose iba a tener razón, le había venido muy bien esa desconexión, pensaba mientras se estiraba en la cama, preparándose para levantarse.

Cuando hubieron recogido y desayunado, se dirigieron en tren al aeropuerto, dispuestas a volver a la triste realidad, otra vez de vuelta al trabajo y a su rutina.

Asesinato en antena
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