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Domingo, 25 de Diciembre

 

Laura se dirigía a casa de Bea siguiendo las indicaciones del navegador del coche. Había salido directamente desde la casa de sus padres, con los que habían comido. Jose se había ido a comisaría después del café, pero ella se había quedado un rato más, a ver una de esas típicas comedias románticas navideñas que ponían en todos los canales de televisión por esas fechas.

Cuando llegó a la urbanización donde se encontraba la casa de Bea, se quedó francamente impresionada. Había dos barreras, supuso que una era de salida y la otra de entrada, entre ambas, una garita donde había un vigilante de seguridad que ya se dirigía hacia su coche.

—Buenas tardes y Feliz Navidad. —Le dijo al hombre que se asomaba por la ventanilla de su coche muy serio. Laura supuso que preferiría estar en casa con la familia en vez de trabajando. Era alto y estaba muy musculado, justo como esperas que sean los guardias, aunque después, la realidad normalmente es otra, ese, desde luego, imponía, pensó Laura.

—Buenas tardes. ¿A dónde se dirige? —Su voz era cordial, aunque el resto de él intimidara.

—Voy a casa de Beatriz Pérez. —Asintió y revisó la carpeta que llevaba en la mano y en la que Laura no había reparado, en ella había un listado, y Laura supuso que serían todas las personas que iban a acceder ese día a la urbanización. Estaba realmente abrumada.

—Sí, aquí está. Puede pasar.

—Gracias.

—Que pase buena tarde. —Se despidió el vigilante.

—Lo mismo le digo. —Dijo Laura en un tono más alto al suyo habitual para que él pudiera oírle, puesto que ya estaba entrando de nuevo en la garita.

Se puso en marcha y continuó por lo que parecía la calle principal. Seguía sin creerse lo que veía, en los laterales había altos muros, algunos cubiertos de vegetación, otros mostraban grandes árboles que ocultaban el interior de las propiedades, sólo podías vislumbrar algo del interior cuando pasabas por delante de la verja de acceso. Dentro de casi todas ellas, aparecían grandes perros guardianes que ladraban al paso de su coche, y detrás de ellos, un bonito acceso a la puerta principal de las residencias. Desde la verja se podían intuir viviendas que cortaban la respiración, Laura estaba boquiabierta.

Cuando llegó a la dirección de su amiga, la verja estaba abierta y ya había algunos coches aparcados en el camino de acceso. Dejó el coche lo más cerca que pudo de la puerta principal.

Al bajarse, se quedó contemplando unos segundos la vivienda. Para lo que había visto hasta ahora, era la menos impresionante, pero aun así quitaba el hipo, el arquitecto había tenido cuidado hasta en el más mínimo detalle. Era un amplio edificio de una única planta, con grandes cristaleras que permitían ver el interior de la casa. A la derecha de la puerta principal, se veía lo que parecía ser el salón, donde ya se congregaban algunas personas, al otro lado, se adivinaba un amplio dormitorio, gracias a lo que se podía distinguir por una rendija creada por las opacas cortinas. Resopló y se dirigió a la puerta.

Fue la misma Bea quien le abrió. —Laura, por fin estás aquí, ¿mucho tráfico?

—Oh, no, nada de tráfico. Es que me he quedado con mis padres viendo una película un poco ñoña, pero aun así, tenía que ver el final para ver qué ocurría. —Intentó disculparse.

—Me imagino. —Se dieron dos besos en la mejilla a modo de saludo y Bea se apartó para dejarla pasar.

—¡Muchas Felicidades! —Laura le dio un suave tirón de orejas—. Menuda casa tienes, no tenía ni idea, es preciosa.

—Gracias. Luego te la enseño. Es de la familia. Yo vivo en el piso que ya conoces, aquí no suelo venir. —Ambas rieron—. Ya hay bastante gente en el salón. Pasa y sírvete lo que quieras. Luego hablamos. —Nada más decir esto, desapareció hacia el fondo del pasillo, donde Laura pudo atisbar parte de la cocina.

Laura hizo lo propio y se dirigió al salón. Allí la gente ya estaba con una bebida en la mano, y picando de las múltiples bandejas de canapés que había por toda la habitación.

Oyó cómo alguien la llamaba, y comprobó que al fondo estaban Berta, Tony y Tanya, así que puso rumbo hacia ellos. En el camino, saludó a algunos de sus compañeros de la televisión.

—Hola chicos, ¿cómo estáis? ¡Feliz Navidad!

—¡Feliz Navidad! —Le contestaron todos al unísono.

—Menudo casoplón, ¿eh? —Dijo Berta.

—No me imaginaba que tuviera tanto dinero. —Después de decir esto, Tony dio un buen sorbo a su copa.

—Me ha dicho que es de su familia. Pero yo tampoco tenía ni idea de que viniera de una familia adinerada. ¡Qué calladito se lo tenía! —Laura se dio cuenta de que no era la única sorprendida por la casa de Bea.

—¿Aún no te has servido nada? —Bea acababa de hacer acto de presencia en el pequeño corrillo que tenían. Cogió un vino tinto de una mesa cercana y se lo dio a su amiga, ya que conocía perfectamente el gusto de ésta por el vino—. Bueno, y ¿de qué estabais hablando?

—Para serte sincera, de ti. —Como siempre, Berta directa al grano, pensó Laura.

—Nos tienes muy sorprendidos con esta casa, esta urbanización… No nos habías dicho nada. —Laura intentó explicar lo que todos estaban pensando.

—Hace unos años, heredé algunas propiedades familiares, entre ellas, esta casa. Pero para seros sincera no la había utilizado todavía. —Se quedó en silencio unos segundos contemplando lo que había a su alrededor—. Me trae muchos recuerdos.

Todos supusieron que se referiría a recuerdos de su familia, pero ninguno se atrevió a preguntar, parecía algo afectada.

—Bueno, pero ahora estamos de fiesta y hay que disfrutar. —Su cara volvió a mostrar su bonita sonrisa—. Laura, al final, ¿va a poder venir Jose?

—No, me ha confirmado que tiene mucho lío en comisaría y que le va a ser imposible asistir. Me ha pedido que le disculpe.

—No te preocupes, el trabajo es el trabajo. Además, ahora tienen que estar muy liados con el caso de los coches de lujo. —Bea miraba a su amiga con interés—. Menudo pelotazo.

—Sí, la verdad es que sí. —En ese momento, alguien llamó a Bea y ésta se disculpó para atender a otro invitado.

—Lo vi por la televisión. Parece que tu chico está en racha. —Dijo Tony—. Últimamente sus casos son mencionados en todos los medios de comunicación. —Laura recordó que también hubo mucha repercusión mediática con el caso en el que el marido había matado a su ex y a la pareja de ésta, caso que había llevado el equipo de Jose hacía unos meses.

—La red de tráfico de coches de lujo está trayendo cola. Por lo visto está cayendo un montón de gente por toda España. —Berta también estaba informada de la noticia. Laura asintió, pero no dijo nada, no le gustaba hablar de los casos de Jose, no quería que se le escapara nada que no hubiera sido publicado, ya que ella contaba con información privilegiada, ya fuera porque la oía en comisaría o porque se la contaba Jose extraoficialmente, por ello, decidió cambiar de tema.

—¿Qué le pasa a la gente de la oficina? Al saludarles me ha parecido que estaban algo distantes.

—Envidia, cariño, envidia. —Esta vez fue Tanya la que habló, hasta ese momento había estado muy callada.

—Envidia, ¿por qué?

—Porque no vas a la oficina. Trabajas en casa cuando te apetece, y para colmo, grabas el programa en tu tienda. —Sentenció Berta.

—No entienden por qué tú puedes y ellos no. —Continuó Tanya.

—¿Nadie sabe lo que ocurrió? —Laura sabía que en una oficina era muy complicado guardar un secreto, los chismes por los pasillos eran una gran vía de comunicación entre los trabajadores.

—Ha habido muchos rumores a este respecto. —Explicó Tony—. De hecho, uno de ellos fue sobre un intento de asesinato, aunque un poco más fantástico de lo que realmente ocurrió. Pero el que prevalece, es que se te ha subido el éxito a la cabeza y te comportas como una diva.

—Ya sabes, a la gente le gusta pensar mal. —Berta tenía toda la razón con ese razonamiento, pensaron todos.

—Tanya, por cierto, ¿tú te acuerdas una grabación del año pasado… —Laura no terminó de escuchar la pregunta que Tony le acababa de hacer a Tanya, aprovechó ese momento para hablar con Berta.

—Berta, respecto a nuestra conversación del otro día sobre Blair, siento que diera la impresión que creía en tu culpabilidad. —Berta miró a los ojos a su amiga.

—Y yo siento no haberte contado antes la verdad.

—¿Olvidado? —Laura estiró el brazo ofreciéndole su mano.

—Olvidado. —Berta lo zanjó con un apretón de manos, como si acabaran de cerrar un trato.

—¿Salimos afuera? —Tanya señaló el gran ventanal que tenían a unos metros y que daba acceso a la zona de piscina y césped.

—¿Estás loca? ¿Con este frío? Ya sé que eres rusa, pero nosotros amamos el sol y el mediterráneo. —A Tanya le hizo mucha gracia el comentario de Berta y no pudo dejar de reír durante un rato, como su risa era contagiosa, el resto comenzó también a reír.

—No seas tonta Berta. Por lo que veo, Bea ha puesto calefactores en el jardín. Así respiramos aire puro, que esta habitación empieza a estar algo cargada por toda la gente que hay.

Cuando salieron al jardín, se sentaron en unos cómodos sillones de mimbre que había en el porche, entre dos calefactores, donde podían contemplar la piscina, en cuyo lateral había unas grandes piedras por las que caía agua formando una bonita cascada. Era muy relajante, pensó Laura.

Allí estuvieron hablando, hasta que escucharon a todo el mundo cantarle el Cumpleaños Feliz a Bea, así que pasaron para unirse al resto y ver cómo su amiga apagaba las velas. Después de eso, Bea fue obsequiada con los regalos que habían traído todos los invitados. Ellos le hicieron un regalo conjunto que recibió con mucha ilusión, un tratamiento completo de spa y cena en un bonito local en el centro de Madrid.

—Me encanta, pero cuando vaya, vosotras vendréis conmigo. —Todas asintieron, porque eso mismo era lo que tenían pensado hacer.

 

 

Carlos estaba sentado en la cama viendo la televisión. María le había dejado levantarse para comer en familia, pero después le había mandado a descansar al dormitorio. En ese momento, estaba viendo una película en la que una mujer era acosada, y se estaba aburriendo mucho. Toda la película le parecía absurda, los policías no se comportaban como los estaban mostrando en el film y además, estaba resultando muy predecible.

Aprovechando que María se había ido a recoger la cocina hacía unos minutos, ya que tampoco le estaba gustando la película, cogió el portátil y se dispuso a comprobar su correo, el cual no revisaba desde el día que le habían disparado.

Estaban solos en casa. Sus hijos habían decidido ir a dar una vuelta por el centro de Madrid para ver las luces y los puestos, el ambiente navideño en general. Aunque él les había dicho que habría mucha gente y que los gemelos aún eran muy pequeños para tanto gentío, se habían ido de todas formas.

Tuvo que esperar un rato hasta que todo el correo pendiente se hubo descargado desde el servidor. La mayoría de emails que tenía pendientes para leer, eran sobre la red de coches de lujo que habían destapado, y de eso estaba al día gracias a Jose. Por lo que movió todos los correos referentes a ese caso a una carpeta que había creado a tal efecto.

Luego continuó con algunos correos en los que sus compañeros le preguntaban por su estado y le decían que se recuperara pronto. Se sintió emocionado al ver toda la gente que se preocupaba por él. Decidió que al día siguiente, con más tiempo, contestaría todos ellos.

Le llamó la atención un correo que había recibido el mismo día que le dispararon. Era la contestación que había estado esperando, referente a la investigación del caso Blair que había llevado a cabo. Con lo ocurrido en los últimos días, se había olvidado por completo. Lo abrió y comenzó a leerlo, cuando María entró en el dormitorio.

—Pero, se puede saber ¿qué demonios estás haciendo? No te dijo el médico que te relajaras y te olvidaras del trabajo durante algún tiempo. Además, se te olvida que ya estás jubilado. ¿Se puede saber qué haces leyendo el correo del trabajo? —María lo había dicho sin pensar, ni si quiera había mirado la pantalla del ordenador para saber qué estaba haciendo, esperaba no equivocarse, lo conocía demasiado bien.

—Sólo estaba haciendo un rápido repaso. —Como se imaginaba, no podría dejar nunca el trabajo, resopló al pensarlo.

—Pues no hay repasos que valgan. Estás recuperándote de un disparo en el pecho. Apaga el ordenador y a ver la televisión conmigo. —Carlos asintió obedientemente.

—Pero dame un segundo que lea este correo. Es por el caso que están investigando Jose y Laura.

—De acuerdo. Pero en cuanto lo leas, apagas el ordenador. —María conocía perfectamente el caso de Blair y el intento de asesinato que había sufrido Laura. Los apreciaba a ambos muchísimo, y no quería que les pasara nada, así que aceptó que su marido revisara el correo.

—Dame el móvil. Tengo que llamar a Jose. —María lo miró sin entender, pero por la cara de preocupación que mostraba, supuso que en ese correo había información relevante.

 

 

 

Asesinato en antena
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