ROMANCILLO CANTABLE
Para fin de septiembre,
cuando me vaya,
urraquita, el que quiero
vendrá a tu cátedra.
Diles a tus amigos,
los durazneros,
que carguen
su florero.
Y al almendro
que con gasas
cerque
su casa.
Y a aquel árbol sin nombre,
de espejos negros
que leonados se tornan
bajo los vientos,
que eche por su bocaza
una gran rama rosa
si cerca pasa.
Al río que remueva
sus terciopelos:
yo le conozco algunos
cobalto y hierro.
A mi flauta,
mi rana,
que a lo Debussy toque
bajo su cama.
En este mismo cuarto
será su sueño
y la misma persiana
le hará su cuento:
«Pasando el río grande;
esa que te ama
no se muere…
verdea como las ramas».