Anglada y Guillamón
Josep Manuel Anglada nació en 1933 en Barcelona en el seno de una familia de comerciantes catalanes. Estudió en el Liceo Francés y durante su formación recorrió varios colegios de Europa —Manchester, Stuttgart…—, donde tomó contacto con el mundo de la escalada. Años más tarde, cuando regresó a España, maduró su técnica en los monolitos conglomerados del macizo de Montserrat, cercano a Barcelona, y luego saltó a la fama por la repetición de algunas de las rutas más difíciles de las Dolomitas italianas. Escalaba habitualmente con su primo Francisco Guillamón, con el que formaba un dúo inseparable. Cada sábado salían de Barcelona con dos motos Ossa 125 en dirección a alguna pared virgen. Escalaron las rutas más directas de Cataluña, buscaban la elegancia de la línea recta, no la sinuosidad del trazado más cómodo, como se venía haciendo hasta entonces.
Era un concepto aprendido en las Dolomitas, donde las rutas a plomo inauguraban un nuevo concepto de la dificultad en montaña. Las directísimas constituían el sueño de todos los escaladores de la época. Anglada y Guillamón eran unos maestros de la técnica, conocían los nuevos materiales, estaban en contacto con la élite europea, representaban el prototipo continental del alpinista valiente y rudo, pero también cultivado y elegante.
Francisco Guillamón en la chimenea Pany Haus de Riglos.
Uno de sus objetivos habituales de fin de semana eran los Mallos de Riglos. Viajaban durante la tarde del sábado y se alojaban en el pueblo, en casa de don Justo, que regentaba el bar y la despensa, dominando la jerarquía del poder en la pequeña localidad aragonesa. Cuando comenzaron a llegar los primeros escaladores, don Justo no perdió la oportunidad y alquilaba habitaciones con la propaganda de que en uno de aquellos viejos somieres había muerto Mariano Cored, después de caer cincuenta metros y estrellarse contra el suelo en la primera al Puro. Don Justo era un personaje singular, de una vivaz inteligencia, pero a veces su afán por dominar todas las conversaciones le llevaba a caer en el surrealismo. En una ocasión, ante unos alpinistas alemanes amigos de Josep Manuel Anglada y después de haber visto unas fotografías del complejo inca de Machu Picchu, defendió que aquellas juntas imperceptibles en la roca se habían construido con aparatos eléctricos en un pasado muy lejano antes de que el diluvio borrase de la tierra todo indicio de avances tecnológicos. «Sí —observaba con entusiasmo—, eso se ha hecho con tecnología eléctrica antes del diluvio, si lo sabré yo».
Pepe Díaz y Rafael Montaner observando el Mallo Firé y el Mallo Pisón desde la vía del Canfranero en abril de 1956.
En la casa de don Justo Sarasa, alrededor de la chimenea de estilo francés, se gestaron algunas de las ascensiones más representativas de los Mallos de Riglos. Calentándose junto a la lumbre se reunían escaladores de Huesca, Zaragoza y Barcelona. Con el porrón corriendo de mano en mano se hablaba de cumbres vírgenes y rutas directas. Los oscenses del Club Peña Guara y los zaragozanos del Grupo de Escalada de Montañeros de Aragón (GEMA) no contaban con el conocimiento y los medios de la cordada Anglada-Guillamón. Los aragoneses eran gente más humilde y con profesiones más manuales. Eran obreros industriales, carpinteros, soldadores, albañiles, la fuerza de trabajo de la incipiente industria que crecía especialmente en Zaragoza. A finales de los años cincuenta, hasta Aragón no llegaban los libros de técnica y filosofía montañera, que desde los Alpes escribían Gaston Rébuffat, Lionel Terray o Maurice Herzog. Tampoco había más manuales que las Técnicas de escalada, de Ernesto Mallafré. Los conocimientos pasaban de boca en boca y la escalada se anclaba en el pasado, lejos de las innovadoras técnicas europeas. Josep Manuel Anglada impresionaba a los zaragozanos con su moto y sus buenos modales, pero más les impresionó la pluma y el tintero que siempre llevaba en la mochila y con los que anotaba las ascensiones realizadas en el libro de piadas de la casa de don Justo: «Día 19 de abril de 1957, 8ª ascensión por la Directa Pany-Haus, 14ª absoluta al Mallo Pisón, por Josep Manuel Anglada Nieto y Francisco Guillamón Nieto del G.A.M del C.M.B.». Debajo estampaban sus firmas con barroca caligrafía: «Anglada y Guillamón». Para el grupo de los escaladores de Montañeros de Aragón de Zaragoza, aquellos dos primos catalanes eran un modelo; y les copiaban las maniobras y el estilo sobrio de las piadas, pero no pudieron conseguir material moderno hasta los primeros viajes a Francia. Los miembros del GEMA escalaban con material prestado por su club, con clavijas que fabricaban ellos mismos, con alpargatas de cáñamo y con un básico conocimiento de las técnicas de seguridad.
Escalaban con más valentía que conocimiento.
Los catalanes siempre innovaban. Escalaban rutas nuevas, repetían ascensiones de varios días en una larga jornada o buscaban cuevas donde realizar exploraciones espeleológicas. Poco a poco dejaron su impronta en Riglos y en la escalada aragonesa al importar la vanguardia europea de la técnica y buscar ascensiones más rectas, rápidas y con menos equipo. Durante los días 20, 21 y 22 de junio de 1957, Pepe Díaz, Ángel López Cintero, Rafael Montaner y Alberto Rabadá escalaron una ruta que claramente se empapaba de las tendencias europeas y sólo era comparable por su dificultad y trazado estético a las más prestigiosas ascensiones de las Dolomitas.
La ruta Serón-Millán de la cara oeste del Mallo Pisón se convirtió en la ruta de referencia de la escalada española.
Todavía en nuestros días es un temido itinerario y rara vez es repetido en su totalidad.
Josep Manuel Anglada y Francisco Guillamón en la primera ascensión al Mallo Cuchillo, el 14 de abril de 1958.