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ANTES AQUÍ
Un día, mientras andaba absorto y cansado, pasé por aquel camino. No lo buscaba, no buscaba ningún sitio en especial, andaba deseando que las calles y los caminos se terminaran cuanto antes, como cualquiera que regresa a casa. Andando andando, sumido en mis propios pensamientos, de repente levanté la cabeza y vi ese camino que se abría ante mí, ese paisaje arbolado y un tejado que se percibía por entre los árboles; vi aquella delicada curva del camino, los achaparrados arbustos que lo bordeaban, las hojas del otoño tempranamente caídas.
Me gustó tanto lo que veía que me detuve en medio del camino. Ante mí se notaban las huellas de las ruedas de una bicicleta. Más allá, a los pies de los cipreses, estaba sombreado y oscuro. Los árboles de la izquierda, la suave curva del camino, el cielo reluciente, cómo encajaba todo. ¡Qué hermoso camino aquel!
Tenía un bonito recuerdo, como si hubiera vivido allí antes. No obstante, era la primera vez que pasaba por aquel camino. ¿Por qué me parecía tan bonito? Aquel paisaje parecía ese lugar propio al que siempre me habría gustado llegar. Cuánto había pensado en él, en esa delicada curva de más allá, en el recóndito abrigo de los intervalos entre los árboles, en lo agradable que resultaba ver allí aquel paisaje. Había pensado tanto en todo aquello que era como si el espectáculo que ahora veía ante mí fuera un recuerdo, como si lo hubiera visto antes sin darme cuenta y lo hubiera almacenado entre mis recuerdos.
Pero con un rincón de mi mente sabía que era la primera vez que pasaba por aquel camino. Además, tampoco es que tuviese la intención ni la necesidad de volver por allí, de concederle una atención especial. Para mí aquello era un lugar transitorio al que había llegado. Tenía la intención de olvidarlo, como todos hacemos con los caminos. Ni se me pasó por la cabeza detenerme en él. Tenía otros objetivos.
Así pues, seguí adelante por mucho que me hubiera dejad perplejo la belleza del paisaje que veía. Quise olvidarlo. Pero no pude, en absoluto.
Un tiempo después de regresar al bullicio de la ciudad y de dejarme llevar por las inquietudes cotidianas de mi vida, el camino, aquel lugar que tanto me había gustado ver y que luego había querido olvidar, volvió a mí en forma de recuerdo. Ahora como un recuerdo realmente vivido. Había pasado por allí, me había gustado, pero, por desgracia, me había ido a toda prisa. Aquel lugar al que le había vuelto la espalda regresaba a mí. Lo que recordaba era ahora una parte de mi pasado.
¿Por qué sentía tanto apego por aquello? Porque era hermoso, por eso; en un instante, mientras pasaba sin pensar, comprendí con mi corazón y con mis ojos que era un lugar bello y maravilloso, no me cabía la menor duda. Quizá precisamente porque no dudé, seguí mi camino atemorizado por la belleza de lo que veía. Aquello a lo que había vuelto la espalda y de lo que había huido ahora regresaba a mí en las siguientes situaciones y formas:
1. En medio de las multitudes, comiendo todos juntos, charlando con amigos y conocidos, en cuanto me ponía nervioso por cualquier inconveniente, de repente recordaba aquel camino que se extendía ante mí, los cipreses y los plátanos, ese tejado misterioso, las hojas en el suelo y empezaba a pensar largamente en ellos. Me resultaba muy difícil quitarme de la cabeza aquel paisaje.
2. Al despertarme a media noche, o cuando me despertaban la tormenta y los truenos, o mientras la locutora de la televisión explicaba cómo sería el tiempo del día siguiente, de repente me imaginaba que allí llovía, que estallaba una tormenta, que se oían los truenos y los rayos caían cerca. Quién sabe lo hermoso que sería aquello al entrechocar el cielo y la tierra, al oscilar con estruendo el plátano que yo había contemplado tan silencioso, al agitarse con la tormenta aquel reluciente paisaje. Aquí, lejos de allí, estaba desperdiciando mi vida con estupideces.
3. Si volvía allí, a aquel punto exacto, si volvía al mismo sitio desde el que había contemplado el paisaje parado en medio del camino y esperaba sin seguir adelante, mi vida sufriría un cambio radical. ¿Cómo? No lo sé. Supongo que al rato volvería a echar a andar pero, siguiendo un instinto, iría allá donde me llevara el camino, a otro sitio diferente por completo. Ese otro lugar supondría una vida completamente distinta.