Trece
Beau estaba de mal humor. Se odiaba por aprovecharse de Ari cuando estaba en su momento más vulnerable. ¿En qué narices estaba pensando cuando la besó?
No importaba que no hubiera sido un beso apasionado o si ni siquiera se lo hubiera dado en la boca. De alguna forma, el roce de sus labios contra su herida, como si pudiera curarla, le había parecido mucho más íntimo que besarla en los labios. Qué imbécil y arrogante; había pensado que tenía el poder de hacer que su dolor simplemente desapareciera, aunque eso era exactamente lo que quería hacer.
Sacudió la cabeza mientras volvía junto a Zack, que esperaba en el salón.
—¿Tienes algún plan? —preguntó Zack, interrumpiendo sus pensamientos y metiéndole de lleno en el caso que les ocupaba. Por lo menos uno de ellos pensaba con claridad, porque Beau seguía reproduciendo la situación con Ari una y otra vez en su mente hasta volverse loco.
Lo que quería hacer en realidad era volver a entrar en esa habitación para que no estuviera sola. Se había comportado como un capullo al despedirse tan bruscamente de ella y dejarla allí solo porque se sintiera asqueado por su falta de autocontrol.
Quería abrazarla y ofrecerle consuelo, que era precisamente lo que necesitaba tras ver cómo todo su mundo cambiaba drásticamente y saberla aterrorizada porque sus padres estuvieran muertos o muy heridos. Por su culpa. Era una carga que nadie debería soportar y, mucho menos, esa mujer frágil y vulnerable que tenía un corazón de acero, a pesar de que no lo supiera.
Se hundió en el sillón y le dio un respiro a sus músculos cansados. Luego miró a Zack.
—No —contestó con sinceridad—. Se ha presentado esta mañana en el despacho con una historia bastante increíble y si no hubiera visto en primera persona todo lo que ha pasado después, pensaría que está loca o se lo está inventando. Pero es verdad. Y después de haber escuchado su historia, es muy probable que hayan secuestrado a sus padres para manipular a Ari. Para hacerla ir hasta ellos como intercambio por sus padres.
Zack habló con tono burlón.
—¿Cree que soltarían a sus padres, ilesos, después de ponerle las manos encima a ella? Es muy poco probable.
—Sí, he intentado convencerla porque estaba a punto de ir sin pensárselo dos veces y entregarse para que liberasen a sus padres. He tenido que advertirle que solamente los soltarían cuando tuviesen lo que querían. Y si mantenían a sus padres con vida, sería solo para poder controlarla y utilizarlos con la amenaza de hacerles daño si no cumplía con lo que fuera que le pidieran.
—Parece que ese es nuestro punto de partida —dijo Zack—. Tenemos que analizar su pasado, empezando por sus padres y cualquier enemigo que su padre pudiera tener. Un hombre no se toma las molestias que él se tomó con la seguridad y para mantener a su familia fuera del panorama, salvo que haya una amenaza. A lo mejor tenemos suerte y hay algo, ya sea en el pasado de Ari o en el de su padre, que nos dé una pista acerca de quién va ahora tras ella y por qué.
—Puedo imaginarme fácilmente por qué —supuso Beau entre dientes—. Después de que ese puñetero vídeo se volviera viral, habrá bastantes pirados ahí fuera que habrán visto el valor que tiene controlar a Ari y su poder.
—Pero ningún pirado normal y corriente se habría tomado las molestias que evidentemente se ha tomado esta gente —argumentó Zack—. Y dudo de que el equipo de seguridad de su padre, hombres a los que confió las vidas de su mujer y su hija, hubieran simplemente cambiado de bando. Esto estaba más bien planeado a largo plazo y seguramente han tardado años en colocar a los hombres apropiados en sus puestos, sabiendo lo cuidadoso que era su padre. Eso me dice que el vídeo no tiene nada que ver con esta amenaza en concreto, con lo que es más importante si cabe investigar sus asuntos de negocios y los personales. Porque esto parece un ataque orquestado cuidadosamente; no es fruto de la improvisación. Es demasiado complejo, demasiado profesional. El vídeo podría haber acelerado el comienzo del plan para acceder a Ari.
—Lo que significa que alguien conocía la existencia de sus poderes antes de que se hubiera visto obligada a defenderse y el vídeo viera la luz.
—Exactamente —dijo Zack con tono sombrío.
Beau se pasó la mano por la cabeza.
—Necesitamos información y la necesitamos para ayer. Ari solo cooperará con nosotros durante un tiempo. Está desesperada por encontrar a sus padres y solo piensa en entregarse, aunque eso sea lo último que debería hacer, porque entonces perdería su ventaja y cualquier poder de negociación que tenga.
Zack asintió.
—Vas a tener que reunirte con ella, Beau. Y tendrás que atarla en corto. No podemos hacer nuestro trabajo si tenemos que preocuparnos por protegerla a cada momento.
—Dímelo a mí —dijo Beau entre dientes.
Se frotó la cara con las manos; se sentía cansado mientras se ponía al día con lo que había pasado. Le habían disparado, echado de la carretera y disparado otra vez. Habían herido a Ari por su culpa, porque había usado los poderes para protegerlo. Nunca se había sentido tan inútil. Ni siquiera cuando Caleb había estado tan centrado en la protección de Ramie, así como de la familia y sobre todo Tori, que todavía estaba frágil y se enfrentaba a las pesadillas de su secuestro hacía un año más o menos. Entonces no le tembló el pulso y ayudó a su hermano a hacer lo inimaginable.
Aun así, un pequeño desliz de una mujer, vulnerable y bondadosa, lo tenía tembloroso e inseguro, dos cualidades que siempre había tenido… y necesitado. Y ella era buena hasta el fondo de su alma. Tenía un instinto asombroso para percibir la personalidad de la gente, pero en este caso era evidente, no solo para él, sino para cualquiera que estuviera en contacto con ella. No era para él, ni merecía a alguien como él, que viera las cosas en tonos de gris y no todo blanco o negro. Las líneas de lo que estaba bien o mal se volvían borrosas para él cuando se trataba de alguien que le importaba. No estaba de más incumplir las leyes en su propio beneficio. Las personas como Ari solo veían lo bueno de los demás. Ahora, de repente, tenía una nueva visión del mundo y resultaba desgarrador ver cómo se le caía el velo de inocencia de los ojos y cómo un enorme dolor y tristeza ocupaban su lugar. Toda su existencia, la barrera protectora tras la que había vivido y que con tanto esmero había construido, se había desmoronado en cuestión de un día. Era normal que estuviera desconcertada, frenética y que sus pensamientos fueran un lío tremendo. Aun así no se había derrumbado ante la primera adversidad. Se había enfrentado a sus agresores y había desatado una tormenta de rabia y castigo. Lo peor era que se sentía culpable de actuar no solo para defenderse a sí misma, sino también a Brent y a él.
—Solo para que lo sepas, cuando llamé a Caleb, quiso saber qué mierda estaba pasando y ya viene de camino. Conociéndolo, probablemente acabe pegando al médico —dijo Zack con indiferencia.
Beau no sabía si sentirse aliviado o fastidiado porque su hermano mayor se estuviera inmiscuyendo. Normalmente trabajaban como un equipo, pero por alguna inexplicable razón, consideraba que esta misión era… suya. Solo él y quien él quisiera que trabajara en este caso; un equipo que, seguramente, estaría encabezado por Zack y no Dane.
Caleb tenía otras preocupaciones. Había acabado de construir la casa que había diseñado para Ramie después de que la anterior hubiera sufrido grandes daños. Tori, de momento, vivía con Caleb y Ramie. Mientras, Beau había reconstruido la suya en el mismo sitio. Habían reparado ya la brecha en la seguridad que había conllevado la destrucción de sus casas y a Beau le gustaba la soledad y la seguridad del hogar original. Entendía por qué Caleb quería empezar de cero con su mujer, lejos de un lugar que les había hecho a ambos tanto daño.
Por primera vez desde que murieran sus padres, los hermanos Devereaux se habían separado; ya no vivían juntos bajo el mismo techo, donde podían garantizar la protección de su hermana pequeña. Tori estaba a salvo con Caleb. Beau había decidido quedarse ahí, en la casa reconstruida que había sido prácticamente derribada, mientras que Quinn había elegido un apartamento en un rascacielos cercano a la sede de la empresa en el centro de Houston.
En ese momento, la puerta principal se abrió de golpe y Caleb entró en la casa con las facciones frías, si bien la preocupación se reflejaba en sus ojos azules. Para sorpresa de Beau, Ramie lo acompañaba y él frunció el ceño. ¿Habían dejado sola a Tori?
Seguramente esa pregunta se le veía en la cara porque Caleb respondió al momento.
—Dane y Eliza están con Tori —anunció cortante—. Estoy mucho más preocupado por lo que sea que haya pasado hoy. ¿Por qué no me has informado desde el principio?
—Ari ha venido a verme —respondió Beau—. Ha venido al despacho muerta de miedo. Su padre le había dicho que si alguna vez estaba en peligro nos buscara a ti o a mí. Yo era el que estaba ahí, así que fue a mí. No vi razón para preocuparte cuando tenía las cosas controladas.
Caleb arqueó una ceja.
—No creo que el hecho de que te hayan disparado, echado de la carretera, que se salde el tema con tres vehículos destrozados y escapes con vida por los pelos sea tener las cosas controladas.
—Lo tenía controlado —insistió Beau entre dientes.
—¿Qué ha pasado, Beau? —preguntó Ramie con suavidad mientras se sentaba a su lado en el sofá.
Notó que llevaba mucho cuidado en no tocarlo y era por una buena razón, porque se vería afectada por su rabia y sus pensamientos oscuros al momento y eso era lo último que quería para su cuñada. Ya había tenido suficiente violencia y maldad en su corta vida. No quería ser la causa de más dolor.
Justo en ese instante oyeron que alguien llamaba al timbre de la puerta de seguridad, a la entrada del serpenteante camino. Zack contestó e intercambió brevemente unas palabras con el médico, mientras estudiaba minuciosamente el monitor para asegurarse de que el doctor fuera el único ocupante del vehículo. Lo dejó pasar y Beau se levantó; no estaba dispuesto a tener aquella conversación con su hermano hasta haberse asegurado de que Ari estaba perfectamente.
—Zack puede ponerte al día con lo que sabemos —dijo Beau. Miró a su hermano mayor fijamente, a propósito, sin apartar la vista ni un instante—. Pero, Caleb, este es mío. Zack trabajará conmigo y elegirá a su equipo.
Caleb arqueó las cejas, sorprendido.
—Dane es el jefe de seguridad. ¿No debería ser cosa suya?
—Soy yo quien firma las nóminas de Zack —soltó Beau impaciente—. Tiene un trabajo en marcha y no voy a cambiarlo por este. No cuando Zack y yo somos perfectamente capaces de controlar esta situación.
Caleb arrugó aún más la frente y miró a Zack para preguntarle, visiblemente impaciente, lo que conllevaba este caso.
La puerta se abrió y el médico, un viejo amigo de la familia, entró en el salón con dos botiquines. Beau fue a saludarlo, ignorando a los demás mientras lo acompañaba a la habitación de Ari.
Llamó despacio a la puerta para avisarla y que no se asustase cuando entrara con un completo desconocido. Sin embargo, no debería haberse preocupado. Cuando abrió cuidadosamente la puerta, Ari estaba hecha un ovillo, tumbada del costado donde no estaba herida. Se quedó impresionado por la imagen que daba.
Aun durmiendo, sus rasgos denotaban miedo y cansancio, como si sus sueños la estuvieran atormentando. Tenía la frente arrugada y el ceño fruncido como si le doliera mucho, y se estaba acercando lentamente cuando vio el pequeño reguero de sangre que le caía de la nariz.
Se aproximó a la cama y se sentó en el borde; le apartó el pelo de la frente y le acarició la mejilla para tratar de aliviar su angustia. Ella se movió y abrió los ojos de repente: tenía la mirada cansada y nublada por la confusión.
—¿Beau?
—Sí, cielo. Soy yo. Perdona que te despierte, pero estás sangrando otra vez y el médico ha venido a verte.
Se llevó la mano automáticamente a la nariz, pero antes de que pudiera secársela con la mano, Beau le cogió los dedos y le alcanzó la toalla que había tirado antes. Con cuidado, le limpió la sangre y luego se giró para que pudiera ver al médico de pie, a unos pocos centímetros de distancia.
Se le aceleró el pulso. Notaba el repentino latido de su corazón contra la mano que le había puesto en el cuello.
—No pasa nada —dijo con suavidad—. Es de confianza.
—Pero me encuentro perfectamente —protestó ella—. No necesito un médico.
El doctor Carey se acercó rápido y enérgico, sin andarse por las ramas y puso los botiquines en la cama, frente a Beau.
—¿Por qué no dejas que sea yo quien decida eso? —dijo amablemente.
Miró a Beau.
—¿Preferirías marcharte mientras la examino?
Ari empezó a respirar entrecortadamente y miró a Beau aterrorizada como si de ello dependiera su vida.
—Me quedaré —dijo Beau con firmeza.
Ella suspiró de alivio y cerró los ojos un momento, mientras se acomodaba entre las almohadas.
—Me duele la cabeza —reconoció—. Mucho más que el costado. La herida del disparo me duele un poco, pero la cabeza me va a estallar.
Beau miró al doctor, preocupado.
—Tiene una hemorragia psíquica grave. Ha sangrado mucho por los oídos y la nariz. Me preocupa que se haya podido producir una hemorragia cerebral o daños permanentes.
Ari quiso protestar y miró a Beau como si no pudiera creer que hubiera traicionado su confianza.
Beau le puso una mano en la mejilla para tranquilizarla.
—No es nada que no haya visto antes. Es de confianza, Ari. No te pondría en peligro si no estuviera seguro de su confianza y su discreción absoluta en este asunto.
El médico frunció el ceño.
—Suena bastante serio y es una prueba de que tu cerebro ha hecho un gran esfuerzo. Me gustaría hacerte un análisis solo para asegurarnos de que no hay hemorragia o que no seguirás sangrando. Si lo pasamos por alto, podrías poner en riesgo tu vida. Pero primero déjame ver esa herida de bala y luego decidiremos qué hay que hacer con tu cabeza.
La agilidad y la eficacia del médico parecieron aplacar la preocupación de Ari, que no protestó cuando Beau le levantó la camiseta para enseñarle el corte de un par de centímetros del costado. El doctor arrugó la frente y lo tocó con delicadeza para examinar la profundidad de la herida.
—Voy a tener que darle unos puntos. Puedo hacerlo aquí, pero como he dicho, me quedaría más tranquilo si la llevaras a la clínica para que le pueda hacer un TAC cerebral. De esa forma podremos saber exactamente a qué nos enfrentamos. No tardará mucho. Serás un caso prioritario y me aseguraré de que no haya informes médicos que indiquen que has sido paciente de mi clínica.
Ari miró rápidamente a Beau como si buscara su aprobación. Él asintió; estaba de acuerdo con el doctor.
—Deberías hacerte la prueba —instó Beau con firmeza—. Si quieres resultar de ayuda para tus padres, te necesitamos al cien por cien, y eso no es negociable. Así que o cedes tranquilamente y aceptas, o te llevaré a rastras yo mismo.
Una pequeña sonrisa se asomó a sus labios.
—¿Te han dicho alguna vez lo exigente que puedes llegar a ser?
Él también esbozó una leve sonrisa en un intento de consolarla un poco porque sentía que estaba pendiendo de un hilo.
—Me lo han dicho una o dos veces, sí.
—Bueno, ya que no me dejas elección, ¿puedo al menos ponerme algo que no esté roto y lleno de sangre? Estoy hecha un desastre y no quiero llamar la atención más de lo necesario.
—Todavía hay algo de ropa de Tori por aquí —dijo Beau—. Te traeré algo que puedas ponerte y nos iremos de inmediato. No me quedaré tranquilo hasta que sepa que estás perfectamente. Tú eres lo primero, Ari. Luego iremos a por los cabrones que tienen a tus padres.