Capítulo 22 - Con la mirada de un niño

Estoy

Muy

Orgulloso

De

Ti

Vete al baño oooootra vez, coge un pintalabios rojo y escribe esta frase en el espejo. Mírate, sonríe y bésate el alma.

Ya no importa lo que has tardado en llegar hasta aquí, si fueron tres, seis meses, un año o dos. ¡Qué más da! Llegó el día. Es mañana. Y ya se lo has contado a todo bicho viviente, lo has publicado en Facebook y una ola de cariño se ciñe sobre tu perfil. Es la recompensa a este trabajo tan duro que es buscar trabajo. ¡Joder! Si has superado esto ya no hay nada que se te pueda poner por delante. ¡Eres invencible! Casi, casi, ¡inmortal! Que hay mucha gente que se queda por el camino, con más valor humano que Santa Teresa y aunque esta vez no les tocó ganar, hacen patria y ríete tú de los peces de colores.

Lo has celebrado unas cuantas veces y ya te has empezado a gastar lo que todavía no has ganado. Pero es que somos así. ¡Haces muy bien! Ya has preparado toda la ropa para el primer día como si fueras al colegio. Algunas compritas previas han caído… La primera impresión es la que cuenta, justifica tu actitud planificadora e inversora. No llegues tarde el primer día. Estás tan nervioso que sabes que te va a costar dormir, como cuando viajabas de pequeño.

¡La madre que me parió! ¡Qué ilusión!

A pesar de haber dormido sólo la última media hora de la noche, saltas como un resorte en cuanto suena el despertador. Hasta el sonido te parece maravilloso. Una ducha cantando el “O sole mío” más entregado que Luciano Pavarotti con la alcachofa haciendo las veces de micrófono, te prepara para un frugal desayuno, no conviene ir muy lleno.

¡Coño! Qué atascazo, ¡qué de gente! Lo del número de parados debe de ser mentira… subes la música encantado de estar allí en hora punta. Y observas la carretera gris, los coches grises, la gente gris y te parece que el único coche que emana color a destellos es el tuyo. Y subes la música y escenificas como si siguieras en la ducha, esta vez ya a grito “pelao”. Con una sonrisa de oreja a oreja, silbando y tarareando los ratos que no te sabes la canción, que no son pocos ¡Madre, qué gusto! Todos juntos aquí en la circunvalación.

Y llegas a la oficina y te presentan a todo el mundo y todos parecen simpáticos y te reciben con besos y ya no te acuerdas del nombre de nadie… Algunos te miran ladeando un poco la cabeza como queriendo entender el rictus de tu sonrisa y mimetizan. Y te llevan a tu pupitre para que te instales… no hay nada, te sientas y no sabes qué coños hacer. El teléfono fijo, haces como en los hoteles descolgarlo y volver a colgarlo. Funciona. Miras los cajones, cómo molan, se cierran solos cuando les queda un poquito para llegar al final. Subes y bajas la silla, reclinas y ajustas el respaldo. Y después de mirar a todos mientras ellos bajan la cabeza, buscas a aquella secretaria que te ha dicho que te iba a ayudar a pedir tu cuenta de correo, tu ordenador y lo que necesites.

Y así con la secretaria bondadosa (no sé por qué esta figura suele ser siempre pechugona) echas el día dando tu nombre y credenciales para que te vayan suministrando las herramientas de trabajo. Le añades a tu nombre el sufijo de “el nuevo o la nueva” para cualquier petición. Al final del día, cuando llamas a tu madre tienes una lista de cosas que has conseguido como si de un concurso de esos del precio justo se tratara. Mamá me han dado un ordenador, un móvil (para llamadas personales también), un cuaderno, rotus, goma, celo, grapadora… mientras tu madre va adornando con un ¡uy, uy, uy! Qué fantástico, y pregunta ¿Tus compañeros? Majísimos Mamá, me han recibido con los brazos abiertos, ¡tienen trabajo para media docena más como yo! Qué bien hija, y... ¿tu jefe? Mamá no sabes la suerte que he tenido, es encantador y superjoven. Puff ¡¡qué suerte he tenido!! Qué bien hija cuánto me alegro. A ver si aquí duras más (ni siquiera la pulla te afecta). Sí, sí Mamá, yo creo que he tenido mucha suerte, es un sitio genial y está en pleno centro.

Haz un ejercicio cabrón. Compara esta conversación con la que tenías antes de que te echaran de tu trabajo. Nada, nada... era sólo para que vieras lo bien que estás ahora.

Y si te ha tocado hacerte autónomo mira el lado bueno, ya no necesitarás el seguro de salud... ¡nunca más te pondrás malo! Es como ser uno de los equilibristas del circo, pero sin red. Más adrenalina para el "body".

Aún me acuerdo cuando me cambié por primera vez de trabajo. Mi madre me preguntó atónita ¿Pero... no eras FIJO? Como si ese fuese el paradigma y la solución del enigma de la vida eterna. Y yo le contesté también perplejo: sí Mamá pero... ¿eso qué más da? Cuando le conté emocionado e ilusionado (y con el bolsillo más lleno ¡jeje!) el proyecto nuevo en el que me iba a embarcar, ella (velando por mí) sólo veía los riesgos y yo sólo veía las oportunidades. Creo que en un punto intermedio hubiera estado la mejor decisión... pero el que no arriesga, no gana. Miguel me dice que ajuste las velas. Tienes razón. ¡Gracias campeón!

A nuestros mayores les enseñaron que la meta era tener un contrato fijo mediante unas duras oposiciones (cuanto más difíciles mejor era el anclaje... creo) y el súmmum era ser funcionario. Garantizando tu trabajo de por vida. Y seguro que sus razones tuvieron para llegar a este punto, pero creo que nos habría ayudado más a desenvolvernos un poco menos de protección estatal. Muchas veces la respuesta está a la vuelta de la esquina, sólo tienes que tener la mirada limpia.

Esto es nuevamente como los hijos. Nadie quiere que les pase nada malo, pero tienen que aprender a desenvolverse por ellos mismos. Y se tienen que caer, para ver que duele. Y se tienen que arriesgar, para medir sus límites.

Pues en esto del trabajo es exactamente igual. Si se hubiera fomentado el enseñar a pescar sin importar la herramienta y se hubieran fomentado nuevas formas de alimentarse en lugar de darnos el "pescao", ahora no estaríamos así. De todas formas siempre estamos a tiempo. Ahora quizá duele más (de pequeños tenemos los huesos más flexibles), pero si se quiere, se aprende. Y si esto lo juntamos con una cultura de emprendimiento, que los que tienen padres empresarios lo han mamado desde la cuna, la cosa tiene mayor probabilidad de funcionar. Pero eso yo creo que va ser motivo de mi segundo libro (le he cogido yo gustillo a esto de escribir) y mientras haya un lector habrá un escritor, aunque sea amateur.

Así que de mirar para atrás “rien de rien”. Puede que ahora ganes menos, trabajes más, hagas más kilómetros, no tengas cheques restaurante… pero nada de eso importa ya. Y de nada vale castigarse. Tu nueva vida ha empezado y hoy es el primer día del resto de tus días. Una vida nueva. Con una experiencia vital a tus espaldas que te hace valorar hasta el aire que respiras. ¡Qué bueno volver a Matrix! No desperdicies ni dejes que caigan en el olvido las lecciones que has aprendido. Sonríe.

Guarda este día en tu memoria. No pierdas la ilusión de la primera vez. Usa tus ojos para mirar de otra manera. No dejes que la rutina se apodere de ti. No caigas en el error de querer volver a ser como antes. Eres una versión mucho más actualizada de ti mismo. Mejor, con mayor adaptación al cambio y con una capacidad sobrehumana de superación. Trabaja en hacer crecer tus cualidades. Proponte motivar y transmitir tu buen rollo. Contagia tus ganas de vivir a todos los que te rodean. Sácales una sonrisa en los tres primeros minutos de estar contigo. Sé feliz. Aprende a vivir feliz con lo que tienes. Satisfecho y coherente con quien eres.

¡Cómo me gusta verte así chipirón!

Espero que este libro, que lo escribí sin saber escribir, te haya hecho algún bien. O al menos te haya hecho sonreír. Seguro que no he inventado ni he dicho nada que no hayas escuchado antes. Sólo quería compartir contigo lo que he sentido y lo que he aprendido. Mi trocito de historia. Que me voy para ser feliz, nada más. Gracias por estar al otro lado.

¡Ojalá que te vaya bonito “my friend”!

-FIN-

 

Si ves que hay momentos en los que no te aclaras, que necesitas una ayudita... No estás sólo. ¡Tate, ahí estoy yo! Te dejo mi correo electrónico para que puedas pedir cita:

jesus.castellsnavarro@gmail.com

La sesión puede ser telefónica o presencial. Son 45 minutos por 60€ más IVA. No pensarás que vivo del aire, ¿no? Te haré un descuento si me demuestras que has leído mi libro… ;-) También hay bonos de 10 sesiones que salen más económicos. No soy psicólogo ni psiquiatra, ni tengo el título de coach pero tengo la espalda llena de tiros y más años que Matusalén, y ya sabes…más sabe el diablo por viejo que por diablo, que también. Oye y si no te sirve la sesión, pues no vengas más y punto pelota, pero mira lo que dicen algunas de las maravillosas personas a las que he ayudado y cuyos testimonios me han emocionado: