Capítulo 19 - #mevinearriba

Todavía me acuerdo de aquella sensación. Fue la primera vez. Aún me tiemblan las piernas cuando pienso en aquel día. No había sentido jamás nada parecido en toda mi vida.

Fue el día que me hice jefe.

No porque nadie pusiera un título rimbombante debajo de mi nombre, ni porque mi superior estuviera lejos, en otro país, ni siquiera por tener un gran equipo a mi cargo, nada de eso me hizo jefe. Jamás. Yo me hice jefe a mí mismo el día que no necesité un jefe. Lo recuerdo como un antes y un después. El día que no necesité a nadie que me dijera lo que tenía que hacer, el día que me di cuenta de que no necesitaba ninguna “palmadita” más en la espalda ni tenía que demostrar a nadie que era muy capaz de ser yo el que guiara el carro. Ese día fui jefe. Ese día fui libre. Como un taxi.

A partir de ese día, salvando que a nadie le amarga un dulce, no volví a necesitar que nadie me motivara. Comprendí, y confieso que aún no sé muy bien cómo, que el que tenía que motivarme era yo. A ser mejor. A hacer las cosas bien y cada vez mejor.

Me vine arriba. Y empecé una batalla sin tregua. La automotivación, de la que tanto había oído hablar y que nunca había conocido hasta aquel maravilloso momento. Reconozco que es difícil impresionar a mi jefe (que soy yo "by the way") pero me esfuerzo por superarme día a día. Me encanta cuando me sorprendo a mí mismo con una hazaña que nunca hubiera soñado. Me premio (normalmente helado o chocolate) cuando hago algo realmente sorprendente. Hay veces que hasta me han aplaudido. Y yo me vengo arriba y disfruto de ese merecido clamor popular, que aunque sean amigos, me sabe a gloria. Con mi amigo Luis Alberto hemos quedado que en ese día de máxima dicha nos vestiremos de luces. Un traje rojo bordado en oro, marcando paquete, a la derecha, y saldremos a hacer el paseíllo mientras suena el clamor de las trompetas. Ole, ole y ole con ole. ¡Va por ustedes señoras y señores!

No soy quien para dar ningún consejo a alguien que ya lo ha intentado todo. Estoy seguro de que él ha sido mucho más duro en la crítica que ningún otro. Por eso, a aquellas personas que llevan más de un año en el paro lo único que me sale es darles todo mi apoyo. Sé que es muy duro. Y a modo de homenaje para todos esos que sienten que se les acaba la munición, a todos los que flaquean, a los que piensan que están al límite de sus fuerzas, a los que creen que les han fallado todos, que no se sienten capaces, que dudan hasta del aire que respiran, a todos aquellos que les embriagan los miedos… aún en esos momentos que no lo ven, que no es que lo vean negro, es que no lo ven, aún en esos momentos, quiero decirles que hay alguien que les puede ayudar.

Hay una persona, que no es de este mundo, que te puede ayudar: es Superman o Superwoman. Y esa persona eres tú. Así que quítate la ropa, que se te vea el disfraz de héroe y vente arriba otra vez. Como el ave fénix, resurge de tus propias cenizas e inténtalo otra vez más. ¡A por ellos! Y hazlo feliz y contento sin dar pena. Con una sonrisa. Escucha tu música, tu banda sonora. Ponla a tope y canta conmigo, a todo lo que dé tu garganta.

Si a nadie se le ha ocurrido cómo, cuéntalo tú. Diles que si te podrían contratar u ofrécete a hacerte autónomo o colaborador a tiempo parcial. Por lo que sea, algo digno pero lo que sea. Di: “yo lo hago” y vuelve a la rueda como sea, un amigo, un familiar, un conocido… Hay gente buena que te va a ayudar con lo que pueda. Pero tienes que decirlo tú, hasta aquí hemos llegado. No esperes más. Vete tú a buscar la ola, no esperes más a que llegue. Una y otra vez. Sabes que se aprende de los errores así que no tengas miedo a fracasar.

Sal del círculo vicioso. Mientras hay ánimo, del que sale de dentro, hay esperanza. Así que no decaigas, vente para arriba hasta en los momentos en los que no se puede. Acuérdate de los cristianos cuando iban a ser devorados por los leones, o los judíos checos que comenzaron a cantar cuando entraban a la cámara de gas. La esperanza no se pierde, ten fe. Volverás a trabajar.

Atrapa el momento. En cuanto veas movimiento cobra pieza. Suma y sigue. Esto es como ligar, mientras llega tu príncipe azul (o princesa rosa) vete comiendo peones (o peonzas). Métete en el tablero y deja que salga tu talento, vuelve a creer en ti.

Es un bloqueo. Nada más. El control lo tienes tú. Hazte con él otra vez. Tú eres el conductor del autobús. Utiliza tu sentido común. Coge el volante con firmeza y métete en el carril. Mira a ver a qué te estás aferrando que no te deja avanzar y elimínalo. Quita obstáculos de en medio, prejuicios fuera y céntrate en lo que quieres. A por ello. Foco en el objetivo, con orejeras, como los caballos, para impedir distracciones.

Una y otra vez. ¡Vamos valiente! Estoy a tu lado, arrimando hombro. Ni un puto paso más para atrás. Ahora ya ni para coger impulso. Para adelante.

Deja que fluya toda esa fuerza interior y canalízala hacia el objetivo. Y como si fuera una espada de luz, agárrala con ambas manos, gírala hacia el suelo y clávala profunda y con todas tus fuerzas en aquello que quieres. Y déjate llevar.

Inténtalo una y otra vez. Y aunque he dicho que no lo iba a hacer, te voy a dar un último consejo: ya no aceptes más consejos.

Llegará el día, no te quepa duda. Volverás a trabajar. Si llevas mucho tiempo, piensa que cada vez te queda menos. ¡Ánimo!¡Mucho ánimo! ¡Tú puedes! ¡Arriba!¡Arriba!