Capítulo 9 - La puta depresión

Cuando buscas trabajo… ¿Sabes quién es el enemigo? ¿Sabes contra quién tienes que luchar? Esto es lo primero que me enseñaron en la mili. Hay que saber quién es el enemigo. Tú eres el bueno y para poder ganar esta dura batalla, tienes que saber quién es el malo. ¿Lo sabes?

Vete al baño. Desnúdate, de cintura para arriba, y mírate al espejo. El que ves enfrente es el enemigo. De verdad. (Mirada desafiante…)

Tenemos una dualidad. Somos capaces de ser buenos y malos. Todos. El yin y el yang. A los que llamamos buenas personas, son los que son capaces de tener más acciones buenas que malas y viceversa. Los malos, son malos porque el número de sus malas acciones son superiores a las buenas. Pero todos tenemos esa capacidad para hacer el bien y el mal. Y cuando queremos ser malos, podemos llegar a ser muy malos. Si por un extraño mecanismo decidimos ser malos contra nosotros mismos… podemos llegar a ser letales. Esto no es broma. Hay que tomarse este apartado como algo a evitar, como sea.

Hay algo que es seguro y es que todo cambia. Continuamente. La salida de nuestra agradable zona de confort nos da mucho vértigo y si no ha sido por decisión propia todavía más. No saber que hay detrás de la siguiente página de nuestra vida nos puede crear un estado de incertidumbre, ansiedad, vamos, un acojone de tomo y lomo. Y este miedo se puede traducir en inseguridad, pánico o depresión.

Y la depresión no es otra cosa que nuestra entrega a la tristeza. No a una pasajera, por muy grande que sea, sino a una profunda y continua tristeza que trastorna nuestro estado de ánimo. Puede tener una razón aparente o no. No tiene por qué ser una reacción inmediata a un hecho trágico. Es una enfermedad que altera la voluntad del individuo. Y como tal, es muy peligrosa. Y además la gente no siempre se la toma en serio, creen que puede ser un cuento fruto de la imaginación para eludir alguna responsabilidad. Estos seres, desinformados, también son muy dañinos.

La depresión se ha convertido en la principal causa de enfermedad entre los adolescentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que este trastorno mental es la tercera causa de muerte.

Se manifiesta a través de síntomas como desinterés, tristeza, desmoralización, falta de autoestima, pudiéndose presentar en forma de pérdida del apetito, disminución del peso corporal, astenia, alteraciones del sueño con periodos de insomnio y de somnolencia… ¡¡Joder!! ¡Lo tengo todo! Ah, no, es que soy hipocondríaco. Menos mal.

Tienes que luchar contra la injusticia que te ha pasado, contra la culpabilidad, contra tu mala conciencia, contra las vueltas que le vas a dar a la cabeza pensando que hubiera pasado si…, o qué habría cambiado si lo hubiera hecho de otra forma. Eso ya no tiene remedio.

Vas a luchar con tu propia incomprensión, tu dura auto-crítica, tu falta de ganas de seguir, con tu humor, que se volverá dañino… contra tus ironías, contra la depresión… y esto amigo son ya palabras mayores. No dejes que la parte oscura te gane. La autoestima es algo que no puedes perder. Nunca. Casi siempre nosotros mismos somos los que más daño nos podemos hacer. Sí, incluso más que los cabrones que nos hemos encontrado en nuestras vidas, así que mírate bien al espejo y convéncete de que vas a poder con esto porque ¡tú has salido de cosas peores! Grita “yes, we can!!”. Digo “we” porque vais juntos, tu angelito azul y el diablillo rojo. ¡Ah! y por cierto, vigila esa tripa que parece que llevas flotador. Dicen que hacer ejercicio es bueno. Empieza suave, convoca a tus amigos para un mus.

No te hagas el mártir, hay más de cinco millones de parados y otros tantos que han pasado el trago y han salido. No te auto compadezcas, ni te vengas abajo. Esto es una prueba difícil que te toca superar. Pues eso, a por ella. Agárrala por los cuernos.

Hay que relativizar. Más se perdió en Cuba y aquí estamos. Sólo hay una cosa en la vida que no tiene solución. El resto, se arregla. De nada servirá ponerse nervioso, serás un parado nervioso. Necesitas poder pensar con claridad. De todo se sale, que dice mi suegra.

Ante cualquier síntoma persistente de tristeza, de no poder superarlo, de no ver luz, tienes que pedir ayuda. No dejes que se haga bola. No pasa nada por pedir ayuda a profesionales, conozco unos muy buenos. Pide ayuda a tu familia, a algún amigo… y si ellos no muestran la comprensión necesaria, busca ayuda en otro sitio, pero no dejes que te embriague la pena. Créeme de ahí es muy, pero que muy difícil salir bien parado y por eso hay que intentar no entrar.

Mi padre, que era un buen médico generalista, lo decía siempre. Prefiero tratar un cáncer que una depresión. El motivo es que el enfermo de cáncer quiere curarse.

Vas a tener malos momentos, no cabe duda. Hay que intentar que sean los menos posibles y cortos. No regocijarse en la pena porque engancha. Te cueces en la salsa de tu propia tristeza y se convierte en un círculo vicioso del que no es fácil salir. La música te puede ayudar, evitando a Alex Ubago obviamente. Para la versión en inglés: Leonard Cohen.

Hay que intentar romper. Tienes derecho a estar triste, pero un rato pequeño. Tienes derecho a sentirte inseguro pero poco. Coño, ¡con lo que tú eras! Si estabas entre los mejores de la clase y el otro día cogiste un bolígrafo para escribir la lista de la compra y casi no dabas pie con bola y además te dolió la mano. Y cuando hablas no te salen dos frases seguidas coherentes, esto es el efecto de la falta de práctica. El cuerpo es vago por naturaleza y se acostumbra al descanso rápidamente y volver a poner la maquinaria en marcha, sobre todo sin engrasar, cuesta. No te preocupes, no te has vuelto inútil ni tonto. Te va a costar un poco más volver a ponerte a tono, pero lo conseguirás. Tienes derecho a sentirte alicaído pero, repito, poco rato.

Así que ¡ánimo!, que hay que echar “pa’alante”. Eres el único que puede sacarte de esta situación y te lo tienes que creer. Siempre hay luz al final del túnel. Siempre amanece.

Hay que obligarse a hacer cosas. Aunque no te apetezca. Si no eres capaz de ponerte tareas tú mismo, haz caso de los que tienes cerca. Sí, ya lo sé, son muy pesados, pero lo hacen porque te quieren. Hazles caso, sal a dar una vuelta, a tomar café, a comer, un partido de fútbol, vete al cine… lo que quieras, pero haz cosas, es la buena forma (aunque sea obligada) de salir del hoyo. Y ya verás cómo después te sentirás mejor. Poco a poco. Vence esta inercia. No con alcohol, ni drogas, ni Prozac con pacharán, mezclan mal. Aprovecha para hacer más el amor, con eso del cuento de la pena… ¡zas! otra muesca en el cabecero.

Yo tengo un par de recetas infalibles para los malos momentos: primero los trato con humor, con mucho humor. Ríete de ti, de la situación, sácala de contexto y verás. Es ridículo. Y sobre todo aprende a disfrutar cualquier momento. Ese lluvioso lunes por la mañana, cuando todos van en sus coches como locos por llegar a la oficina, en pleno atasco, retrasados por el accidente y/o la policía… tú, agarra la taza con las dos manos, siente ese calorcillo, el olor intenso… y disfruta de tu café calentito en tu casita, sin ruidos… ¡qué placer!

Y otro método que tengo es buscar siempre un motivo para estar contento. El que sea, pequeño o grande. Hoy estoy contento porque tengo una entrevista, porque como con una amiga, porque tengo un hijo maravilloso, porque… Este ejercicio, todos los días a la misma hora, hace que segregues una sustancia maravillosa que aleja la tristeza como el Raid a las moscas.

Vas a perder los nervios por cualquier motivo, estás irascible, y eso te hará tener un sentimiento de culpabilidad. Intenta mantener la calma. Si sabes que estás así, es más fácil controlarlo. Intenta conocer y controlar tus emociones. Pobre de tu pareja o de tu mascota. Dios le pille confesado. Tendrá que aguantarte lo que no está en los escritos. Oye, hoy por ti y mañana por mí. Que nunca se sabe… Y ésta será una prueba irrefutable de amor. Si no se pira, es que te quiere de verdad. Si eres parco en palabras, dale a leer este capítulo para que te eche una mano. Que sepa que no estás pasando por tu mejor momento. Ya te has dado cuenta de que este libro no sólo vale para un parado.

¡Contra! nadie sabe hacer todo bien, no existe la perfección. Éste es un mundo deliciosamente imperfecto. Tienes que aprender a saborear esto también. Deja que el hombro del otro te aguante. A mí, me gusta que sea así. Me acuerdo que adoraba que mi mujer fuera patosilla al principio, le puse el mote de Elefantita… era llegar a cualquier sitio y la liaba… todo patas arriba! me partía de risa, de ver su cara y la de los demás. Con el tiempo y la reiteración, eso me empezó a sentar mal y se lo hacía saber con comentarios del pelo, “pero joder fíjate un poco!” o “coño, ten cuidado!”, me sentí mal y hubo un día que me pregunté, pero ¿qué ha cambiado? Ella siempre ha sido así. Fui yo. Estoy intentando volver a disfrutar de ella y de sus deliciosas imperfecciones y no intentar cambiar a las personas que queremos y que tenemos cerca. Tendemos a proyectar nuestras inseguridades en los demás, destruir con la rutina y el paso del tiempo. Hay que volver a disfrutar de las personas que nos quieren y de las cosas pequeñas, cotidianas, de la vida. En los buenos y en los malos momentos. Y cuando falta dinero en casa, de verdad puede ser un factor clave de desequilibrio o todo lo contrario, algo que une mucho más a dos personas o a una familia. Salir de la adversidad juntos es una experiencia muy enriquecedora y que fortalece mucho al conjunto.

Se aprende de los errores. De las veces que te equivocas y rectificas, de las veces que te caes y te levantas.

Mantén alta tu autoestima. Más que nunca. Como tú te quieres, no hay nadie que te quiera (exceptuando a tu madre, claro). Tómate tus momentos para estar bien y encontrarte bien. Haciendo lo que te apetece y te gusta. Si te apetece hacerte las ingles brasileñas pues coño (nunca mejor dicho) ¡háztelas! Necesitas sentirte bien contigo mismo. A pesar de todo.

No te digo más, vigila este tema.