El segundo campamento
Marca emporitana, pridie idus de junius a idus de junius y XIX antes de las kalendas de quintilis. Año 558 (del 12 al 18 de junio del 195 a. C.). Catón establece un segundo campamento para atacar con más facilidad la retaguardia íbera.
l día siguiente, pridie idus de junius, Catón convocó de nuevo a la embajada ilergete. El cónsul dio pocas opciones.
─ Roma valora el esfuerzo de la Ilergecia y os apoyará. He ordenado a los tribunos que una tercera parte de los legionarios se preparen para cocer el pan. Partirán hacia la Ilergecia dentro de dos días. El hijo de Bilistage se quedará con nosotros, como rehén. Vosotros, Ursubil y Berasti, marchareis de inmediato, y diréis a Bilistage que prepare nuestra llegada. Que reúna reservas de grano y acondicione un espacio de acampada. Las legiones bajarán navegando hasta el Hiberus y luego lo remontarán hasta Octogesa, en territorio ilergete. Desde allí marcharán hacia Iltirda. Tardarán unos quince días en llegar.
Los legados dieron respetuosas cabezazos de satisfacción y hablaron rápido en íbero cerrado entre ellos. Ursubil tomó la palabra.
─ Gracias Cónsul, no esperaba menos de vuestra generosidad. Sin embargo, yo y Berasti, esperaremos hasta ver embarcadas las tropas. No desconfiamos de tu palabra pero Bilistage nos ha dado órdenes explícitas que no podemos incumplir.
─ Como queráis ─asintió Catón haciéndose el ofendido─, haría partir las tropas inmediatamente, pero las naves necesitan arreglos. ¡Ah! Por cierto... Veo que no hoy no recordáis el agravio del tesoro ilergete. ¿Acaso ya no os interesa?
Catón dio unas palmadas y con un efecto teatral fueron entrando soldados en hilera, que llevaban cuencos llenos de monedas de plata y mancalas de oro que derramaron frente a los perplejos embajadores. Los más de 50.000 sestercios formaron un montón considerable. Catón tomó una de las monedas y la mostró.
─ Son vuestros sestercios y vuestras mancalas. Roma os los devuelve. Habían ido a parar a manos desleales, pero me he ocupado personalmente de que os sean restituidos. Tomad este tesoro y entregadlo a Bilistage como muestra de nuestro interés en la amistad ilergete.
─ Gran Cónsul, no tenemos palabras para agradecer vuestro...
─ Eso no es todo ─Catón volvió a dar una palmadas y entraron dos legionarios que escoltaban al tribuno Boius─. Vosotros dejáis al hijo del régulo como rehén. Nosotros os entregamos como rehén a nuestro apreciado tribuno Boius, un alto mando romano, que es como un hijo para mí, y que conoce muy bien vuestras tierras.
Boius estaba blanco, pero no articuló palabra. Pensaba que sería ajusticiado pero ahora la entrega a los ilergetes le daba una cierta esperanza. Catón finalizó su discurso.
─ Debéis saber que el tesoro del Templo del Lobo no está completo. Numerosas piezas fueron robadas por vuestros enemigos cosetanos el año pasado. No obstante, la pátera sagrada fue preservada y salvada por el legado Lucio Emilio.
Catón señaló a Lucio, y él correspondió inclinando la cabeza.
─ Está oculta en territorio de la Ilercavonia. Así que cuando derrotemos al enemigo haré que la recuperen y que os sea entregada. Entonces os pediré que luchéis a mi lado. ¡Id en paz!
Dos días más tarde, las tropas comenzaron a embarcar. Ursubil habló con legionarios, optios y centuriones. Todos le confirmaron que iban a Iltirda. Los legados ilergetes constataron cómo las naves partían con rumbo al sur. Sólo entonces, la noche del día XVIII antes de las kalendas de quintilis, la embajada ilergete inició el retorno. Estaban ansiosos por anunciar las buenas noticias. Bajo la protección romana, avanzaron hasta las proximidades de Bedenga y desde allí, evitando los caminos principales, flanquearon Ngerunda, y por las montañas se deslizaron entre territorio bergistano y ceretano. Llegaron hasta el Sícoris y, finalmente, a Iltirda tras siete días de marcha.
Bilistage quedó atónito, la posesión de la plata y el oro le daba un poder insospechado, y la certeza de la llegada de las tropas romanas infundía confianza a sus guerreros. Ahora estaba claro que iban a luchar a favor de Roma.
Mientras, los mandos romanos estaban irritados. La generosidad de Catón con los ilergetes había sido desmesurada. Fraccionar las legiones cuando había en perspectiva una gran batalla era una locura. Sin embargo, el equívoco pronto quedó al descubierto. Apenas iniciada la travesía, las naves encallaron en la playa de las Escalas de Aníbal, justo a 3.000 pasos de Emporion. En el consejo de guerra de la mañana del día XVII antes de las kalendas de quintilis, Catón dio explicaciones.
─ Nuestras tropas embarcadas han pasado la noche en la playa de las Escalas de Aníbal, y esta madrugada han avanzado hacia el interior, y en estos momentos están construyendo un campamento. No tengo por costumbre mentir, pero los bárbaros me importan poco. Cuando llegue el momento, los ilergetes serán sometidos a Roma, y entonces recuperaremos la plata y el oro. Y, lo que es más importante, de momento no se sumarán a la rebelión... Imaginaos a seis o siete mil guerreros de más en el ejército enemigo. No quiero ni pensarlo.
Los suspiros de alivio pasaron a dominar la reunión. Catón, sin dar pie a preguntas, continuó sin inmutarse.
─ Mis órdenes para hoy son precisas: el resto de efectivos de las legiones primera y segunda avanzarán por el viejo camino de Indika, hasta el nuevo campamento de las Escalas de Aníbal. Un contingente de 6.000 aliados partirá con ellos. El resto continuará en Emporion defendiendo el campamento y la ciudad. Desde la nueva base sembraremos el terror en la retaguardia de los indiketes.
No hubo preguntas, los mandos se llevaron el puño en el pecho y salieron de la tienda de conferencias cada uno a preparar sus unidades.
El nuevo campamento estuvo acondicionado y acabado esa misma noche, y frente a él se improvisaron vados y pasarelas, sobre el arroyo de Bedenga y el Ticer para poder internarse con más rapidez en territorio enemigo. El emplazamiento era magnífico, agua potable al frente y playa en la retaguardia, con accesos flanqueados por ásperas colinas en las que se situaron tropas aliadas. La primera noche, Catón manifestó su voluntad de continuar el programa de formación. Envió cinco manípulos a peinar los alrededores del campamento hasta dos millas de distancia. Tenían orden de arrasar granjas, y requisaron rebaños de ovejas. La política del terror había comenzado.
Esa misma noche, Lucio recibió un nuevo encargo del cónsul.
─ Quiero que formes dos docenas de exploradores, puedes seleccionarlos tú mismo, mejor entre la caballería de los aliados, dado que la nuestra está compuesta por nobles, y no son gente de fiar. Les explicas las características de la topografía y te internas con ellos hasta los puntos estratégicos o de mayor visión. Quiero tener ojos que me seleccionen objetivos.
─ ¿Pasamos a la ofensiva? ─interrogó Lucio.
─ Quiero golpear su retaguardia sin tregua, cada noche. Debemos debilitar y atemorizar al enemigo pero sin provocar una desbandada.
─ ¿Una guerra total contra la población civil? ¿Es esta una práctica digna de romanos?
─ Roma no te paga para que te dediques a filosofar. Hay que hacer el trabajo y volver... vivos... Ahora piensa en tu misión. Desconocemos la topografía del campamento enemigo por el sector oeste, quiero valorar las posibilidades de un ataque por esta zona, o la posibilidad de una contravalación. Por tanto, y con absoluto secreto, tienes que hacer un buen estudio, quiero saberlo todo.
Al día siguiente, el XVI antes de las kalendas de quintilis, los legionarios avanzaron, de día, por los alrededores del campamento, segaron campos y se apoderaron del grano almacenado. En el campamento se organizó una era. La guerra se alimentaba a sí misma. La consigna de Catón se ponía en marcha: captura de cosechas y tierra quemada. En las noches siguientes salieron simultáneamente hasta cinco manípulos para robar cosechas y sembrar el terror.
Lucio escogió a sus exploradores. Seleccionó buenos jinetes capaces de marchar con tranquilidad y silencio, luego les presentó algunos esquemas de mapas y les pidió la interpretación. Pasó todo un día instruyéndolos con réplicas del territorio a partir de un cajón con arena mojada.
─ Saldremos juntos las primeras noches, después iréis solos, cada uno a un sector diferente. Somos sombras, nadie debe vernos, nuestra misión no es combatir, somos los ojos de Catón.
El programa acelerado de formación de exploradores de Lucio funcionó a la perfección. La noche del XVI antes de las kalendas de quintilis se internaron hasta Pontok, la del XV llegaron a los alrededores de Indika, la del XIV avanzaron hasta el llano de Junkaria.