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Sabrina

Traducido por *Celemg*

Corregido por AriannysG

Rodando sobre la cama sentí el cuerpo caliente de Caston junto al mío. Resolví abrir mis ojos hacia el sol que inundaba la habitación.

—¿No tienes que ir a trabajar? —dije, mientras acariciaba su pecho.

Un pequeño gruñido vino desde su garganta.

—¿No tienes que ir a la escuela?

—Iug, no me lo recuerdes —dije, rodando sobre mi espalda, descansando un brazo sobre mi cabeza.

Él se inclinó y dejó caer un gran beso húmedo en mi boca antes de dirigirse al baño.

Mi teléfono celular comenzó a sonar. Eso me trajo de nuevo a la realidad. No lo había oído sonar en tanto tiempo que casi no me di cuenta que era mi teléfono. Salí de la cama de un salto para alcanzarlo.

Era un número que no reconocí.

—¿Hola? —pregunté tentativamente.

—Sabrina, soy Sara. ¿Cómo estás?

—Sara, estoy bien. Gracias por preguntar.

—Estaba preocupada por ti.

Me detuve, sin saber exactamente qué responder. Mi estómago se contrajo cuando recordé nuestro intercambio sexual hace unos días en el club.

—De todos modos, también llamo porque el cumpleaños de Caston es en unos días. Jon y yo queremos hacer algo especial para él, y nos gustaría que fueras parte de eso.

—¿Su cumpleaños? No sabía.

Salí al patio, así Caston no podría oírme si salía del baño.

—Supuse que él no te lo diría. Es como un aguafiestas. Tenemos planeada una fiesta en Las Vegas la semana que entra. De cualquier modo, iremos todos. Él quiere comprobar el club nuevo. Jon y yo fuimos a sus espaldas, para planear todo el festejo. Va a ser genial. Voy a enviarte un correo con los detalles, si puedes mantenerlo en secreto.

—¿En qué puedo ayudar? —Tanteando el terreno. Me senté en el mueble del patio y mordí la uña de mi pulgar.

—En nada, cariño, sólo quería asegurarme de que supieras. No quiero que dos personas sean sorprendidas la semana siguiente.

—Él ni siquiera me ha mencionado Las Vegas. No estoy segura de estar invitada.

Sara dejó escapar una carcajada.

—Oh, cariño, estoy sorprendida de que Caston no te siga a clases. Él jamás se iría el fin de semana sin ti.

Sonreí, pensando en eso.

Oyéndola reír suavemente, oí un poco más cerca. Pude escuchar a Jon en el patio trasero murmurando algo. Me pregunté qué estaban haciendo ellos.

—De todos modos, te veré en unos días. Jon está tratando de conseguir mi atención, así que tengo que irme. Si tienes alguna pregunta, llámame.

Colgué el teléfono y miré de cerca el piso. ¿Qué puedo hacer para el chico que tiene todo lo material que puede querer?

Oí suaves pasos acolchados hacia mí, miré sobre mi hombro. Caston estaba envuelto en una toalla, su cabello mojado y desordenado. Lucía delicioso.

—¿Qué anda mal? —Parecía preocupado.

—¿Por qué no me has dicho que saldrás de la ciudad éste fin de semana?

Se detuvo en sus pasos, luciendo atrapado.

—Yo… yo estaba…

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Su mirada lo decía todo. No planeaba llevarme.

Me levanté y caminé pasándolo rápidamente, así no me vería llorar. Fui al baño y me encerré en él.

Un suave golpe sonó en la puerta.

—Bre, ¿qué pasa?

—Nada. —Dejé algunas lágrimas rodar bajo mis mejillas.

—Sabrina, no te dije nada porque iba a cancelarlo. No iría sin ti, pero no quería que te sintieras como si estuvieras dándome trabajo, o que no te quisiera conmigo. Tienes la escuela para preocuparte en cuanto a no deambular atravesando el país para observarme ver una propiedad. Te necesito a mi lado, así que no hay manera de que te deje allí por dos días. ¿Quién te lo contó, de todos modos?

Destrabé la puerta y la abrí, mirando el suelo.

—Sara.

Él puso sus manos en sus caderas.

—Por supuesto que fue ella. ¿Qué tiene planeado? —Su voz se volvió un gruñido.

—No suenas feliz. ¿Por qué, es tu cumpleaños?

—No festejo mi cumpleaños.

Deslicé mis manos alrededor de su cintura, entrelazándolas en su espalda. Él aún estaba un poco húmedo de su ducha.

—¿Qué quieres por tu cumpleaños?

Lo sentí tenso de nuevo.

—Tanto tiempo como te tenga, no necesito nada más.

Mi corazón se aceleró esperando saltar fuera de mi pecho.

—¿Entonces, no ibas a decirme que cancelarías tu viaje?

Tomó mis hombros, alejándome un poco, así estaba mirándolo a los ojos.

—Bre, cariño, iba a hacer lo mejor para cancelarlo, pero si no puedo, te llevaré. Simplemente no quería arrastrarte lejos de tu entrenamiento, o hacerte sentir como si tuvieras que elegir. Sé que tu taller de primavera está comenzando.

—Oh, sí, eso…

Se inclinó lentamente para besar mis labios.

—Sí, eso. —Me acercó en un abrazo. Estiré mi mano y apreté su trasero.

—Oh, no, no lo hagas. Tengo que ir a trabajar. Si comienzas, no me detendré, y tienes que ir a la escuela.

Me quejé y volví a intentar. Me alejó lentamente y me hizo girar guiarme a prepararme.

—Sí, papá —dije burlonamente, mientras comenzaba a alejarme caminando, pero él agarró mi brazo y me acercó a su abrazo, plantando un beso que hizo temblar mis rodillas. Finalmente, rompiendo el beso, me empujó hacia adelante un poco y abofeteó mi trasero mientras me alejaba.

—No me pongas a prueba, Sabrina.

Miré sobre mi hombro, mientras dejé caer mi bata y entré a la ducha.

Su cara estaba indecisa. Lo vi checar la hora y supe que lo tenía. Rápidamente dejó caer su toalla y en unos pocos movimientos estaba detrás de mí en la ducha. Girándome, me levantó rápidamente y me fijó a la pared. En un movimiento estaba en mí. El agua golpeaba mis pechos y había un chorro golpeando mi trasero perfectamente. Toda la sensación me puso más rápido que nunca. Caston seguía detrás de mí. Aunque una vez que terminó, descansó su cabeza en mi cuello.

—Vas a matarme a mí y a mi negocio.

Me reí de él.

—Qué manera de ir, sin embargo, ¿eh?

Lo sentí sonreír en mi cuello, y rio.

 

***

 

No tenía auto, generalmente me trasladaba en el transporte público que me llevaba a la escuela, así que prefirió que Terrance me llevara. Él estaba bebiendo su café cuando bajé las escaleras sosteniendo mi mochila y dirigiéndome a clases.

—Sabes que no tendría que tener a Terrance llevándome si me dejaras tomas el bus, como acostumbro —dije, mientras agarraba un pastelillo.

—Es cierto, pero entonces no puedo asegurarme de que estés a salvo.

Sacudiendo mi cabeza, caminé y besé su mejilla.

—Adiós, Cass. No trabajes muy duro.

Deslizándome en el asiento trasero del Jeep, abrí mi mochila y sonreí, mientras tocaba la tarjeta SD de la cámara de Caston. Terrance se deslizó en el asiento del conductor. Supe que él era mi única oportunidad de conseguirle a Caston un inolvidable regalo de cumpleaños.

—Terrance —canturreé su nombre—, ¿vas a ayudarme?

Sacudiendo su cabeza, él respondió,

—¿Por qué creo que voy a arrepentirme de esto?

—Bueno, éste fin de semana es el cumpleaños de Caston. Quiero darle algo especial. Así que… necesito acceso a la máquina de edición de fotos. ¿Puedes conseguir a alguien del departamento de edición del Hollywood Black hoy para que me ayude en algo?

Él atrapó mi mirada en el espejo retrovisor. Sacudiendo su cabeza, sacó su celular.

—Rick, llevo a alguien de BH… Ella necesita editar algunas imágenes… ya sabes… el Sr. Black no necesita ser notificado… Rick… vamos hombre… Bien… Gracias. —Colgó.

—¿Y bien?

—Estás dentro.

—¡Iupi! Gracias, Terrance. —Me incliné hacia adelante y lo abracé alrededor del asiento.

Apreté mis labios y cubrí mi boca, así él no podría ver que me estaba riendo.

 

***

 

El cuarto de edición del Black Hollywood era asombroso. Rick me dio un recorrido. Estaba preocupado de dejarme ahí sola, pero Terrance le aseguró que no iba jackearlo, o a robar nada. También le aseguré que había estado tomando clases de fotografía y edición a través de mis años de colegio. Él sonrió, suavemente y asintió. Rápidamente comencé a trabajar en las imágenes que Caston me tomó hace unos días.

No me tomó mucho. Caston es un magnífico fotógrafo. Una modificación aquí y allá. Mandé las imágenes al departamento de impresión de Black Hollywood. Salí al pasillo, vi a Rick sentado en el comedor.

—Gracias, Rick. Realmente aprecio tu ayuda. Envié mi proyecto abajo al laboratorio fotográfico, así que van a estar listas…

—En cerca de una hora, o así. Quizás menos —dijo Rick, moviéndose para pararse.

Di un pequeño salto de alegría.

—Genial. Creo que voy a quedarme y comer algo, mientras espero. ¿Si está bien para ti?

—Haz como quieras. —Se giró y caminó hacia el corredor, ahora que el cuarto de edición era nuevamente sólo suyo.

Saqué mi iPod de mi mochila y me puse los audífonos. Mi atención estaba completamente centrada en la música y en mi libro. Ni siquiera oí a nadie entrar… hasta que fue muy tarde.

Fui golpeada en la cabeza con algo duro. Caí de cara en la mesa, saqué de repente mis audífonos y me giré. Beverly. Sus ojos eran negros como el carbón. Furia encendida detrás de ellos.

—Beverly. ¿Cómo? —chillé.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —dijo en voz alta, controlada, pero demoníaca.

—Yo… sólo estaba… —Era apenas capaz de sonar sin miedo.

Me empujó de la silla y me estrellé en la esquina de la habitación en mis manos y rodillas.

—Escúpelo, perra estúpida.

Girándome, abracé mis rodillas a mi pecho y me hice lo más pequeña posible. Sólo sacudí mi cabeza. No iba a responderle.

Su brazo se acercó y me levantó por el cuello. Apenas podía respirar.

—Te lo diré por tercera vez, DEJA A CASTON, O TE ARREPENTIRÁS.

Había conmoción fuera de la habitación. Terrance apareció a travesando la puerta y tiró a Beverly al suelo. Sus manos de repente dejaron mi cuello y eso me hizo caer al suelo, golpeando mi cabeza en la esquina. Yo estaba tosiendo y llorando histéricamente. Mi cabeza estaba matándome. Se sentía caliente. Me levanté, tocando mi cabeza y mi mano sintió algo caliente y pegajoso. Retrayendo mi mano, estaba cubierta de sangre. Ver toda esa sangre me hizo sentir muy ligera y todo se volvió negro.

Abrí mis ojos y Terrance estaba sentado junto a mí en el sillón del comedor con una bolsa con hielo en mi cabeza.

—¿Ahí estás? —Su cálida sonrisa me hizo sentir bien.

Me moví tratando de levantarme, pero mi cabeza pulsaba horriblemente y caí hacia atrás en el sillón.

—Oh, Dios mío, mi cabeza duele.

—Eres una chica fuerte. Creo que estarás bien.

Mordí mi labio.

—¿Caston sabe sobre esto?

—Infortunadamente, ya está en camino aquí. Lo siento, Sabrina. Ya estoy en problemas. No quiero perder mi empleo.

—Está bien, Terrance —dije con una sonrisa.

 Fue ahí cuando Caston entró en la habitación luciendo frenético.

—¡Sabrina!

Me encogí de hombros.

—Hola, Cass… ¿Sorpresa?

Él se apresuró a mi lado, donde Terrance había estado cinco segundos antes.

—¿Qué demonios, Sabrina? ¿Qué haces aquí?

Me metí debajo de su abrazo.

—Antes de que te lo diga, dime que Terrance no va a perder su trabajo. No fue su culpa. Hice que me trajera aquí.

Él respiró hondo purificándose.

—Bien.

—Quería darte algo especial por tu cumpleaños. Se suponía que iba a ser sorpresa. Tomé la tarjeta de memoria de tu cámara y edité las imágenes que me tomaste el otro día. Realmente son hermosas. Aunque, supongo que la sorpresa fue mía. Pensé que estaba a salvo.

Él suavemente besó el corte en mi cabeza.

—Oh, Sabrina, ¿qué haría yo sin ti manteniéndome en pie? Beverly debería estar presa, pero alguien pagó la fianza. Malditos idiotas. Despediré a quien sea que la dejó entrar. Hay una orden de restricción contra ella para ti, y para mí, incluyendo a todos mis negocios.

Moviéndome para sentarme junto a él en el sillón, colgué mi cabeza, sin mirarlo.

—Aun no entiendo por qué ella actúa así. No me has contado todo, ¿cierto?

—No. —Se levantó apresuradamente y caminó hacia el otro lado de la habitación.

Lo miré. Sus manos en su cadera, lejos de mí, podía decir que estaba teniendo una lucha interna con sí mismo. Supe que me necesitaba, necesitaba mi fuerza. Caminé hacia él y serpenteando mis manos alrededor de su cintura, descansé mi cabeza en su amplia espalda. Instantáneamente lo sentí relajarse.

—Lo que sea, Caston, no voy a dejarte. Te amo.

Quitando mis manos de él, me giró y me puso frente a él. Me miraba para ver si estaba bien. Agradecida, no creía tener una conmoción cerebral. Estaba entre él y el rincón. Sus hermosos ojos buscaban los míos por respuestas. Sin alejar la mirada, quería que él vea que esa era la verdad. No iba a irme a ningún sitio.

—Oh, Sabrina. —Trajo sus labios a los míos. Los abrí tan pronto como él rozó su lengua en mis labios. La suavidad me hizo temblar, enviando una caliente sensación entre sus piernas. Él profundizó su beso, deslizando sus manos sobre sus mejillas,  enredando sus dedos en mi cabello. Finalmente, se alejó y susurró contra mis labios—. Lo prometo, voy a decírtelo camino a Las Vegas.

—¿Las Vegas? ¿Entonces no lo cancelaste?

Me besó de nuevo suavemente.

—No, infortunadamente no pude. Vas a venir conmigo.

Tiré su cabeza hacia mis labios y lo besé duro.

—¡No puedo esperar!

Mi cabeza se sentía hormigueante. No estaba segura si era por el golpe o por el beso.

Alguien aclaró su garganta en la parte trasera. Caston giró su cabeza. Era Rick. Estaba sosteniendo el portfolio que envié a imprimir. Caminando alrededor de Caston, agarré el paquete de él.

—Buen trabajo —susurró él.

Volviéndome, le pasé el libro a Caston.

—Bueno, como tu regalo de cumpleaños se arruinó, puedo darte esto ahora. Sólo voy a tener que buscar algo para tu cumpleaños.

Le di el paquete. Mi estómago estaba hecho nudos. Deseaba poder verlo al menos una vez primero.

Lentamente tomó el regalo, Caston se sentó en el sillón de nuevo y lo abrió. Yo no podía ver. Mi corazón latía rápido, pensé que iba a salirse de mi pecho. Oí un audible jadeo, y me giré.

Sus ojos encontraron los míos. Había una cálida mirada en ellos que era indescriptible.

—Sabrina, por Dios, ¿editaste esto tú misma?

Asentí, sintiéndome tímida.

—Son magníficas. Ven a sentarte. —Palmeó el asiento a su lado.

Comenzó a ver el libro de nuevo. Una enorme sonrisa cruzó mi cara. Realmente eran hermosas.

—Tuve un buen fotógrafo.

—No, el fotógrafo tuvo una buena modelo.

Me reí y negué.

—En serio, Sabrina, tienes un trabajo aquí siempre si quieres hacer esto con las imágenes. Me gustaría verte editar algún otro tipo de imagen con las que tenemos problemas, como para ver que puedes hacer con ellas.

Me encogí de hombros. Nunca pensé que sacaría provecho de mis clases de fotografía.

—Seguro.

Él se giró para ver de nuevo las imágenes. Cerrando el libro se volvió para mirarme.

—Sabrina, estas imágenes son el mejor regalo que jamás me han dado.

Reí a carcajadas y eso hizo que mi cabeza doliera. Cuando me di cuenta de que hablaba en serio me detuve.

—No puede ser en serio.

—Es en serio. Nadie es más especial para mí que tú. Esas imágenes son tan personales, y el hecho de que las tomes, las edites e imprimas para mí… Te amo, Sabrina.

Mi corazón se aceleró, él hablaba en serio.