14
Sabrina
Traduccido S.O.S. por ஓ¥anliஓ
Corregido por Andrea95
Beth fue tan amable que me dejó quedarme en su casa durante las vacaciones de primavera, la semana más larga de mi vida. Afortunadamente, estaba lluvioso y sombrío, lo cual reflejaba perfectamente mi estado de ánimo. Dormí durante incontables horas. La única vez que me levanté fue para ir a mi cita de seguimiento en la clínica debido a un problema de salud anterior. No comí, ¿Quién sabe cuánto peso he perdido en cinco días? Era miserable. ¿Por qué me hacia esto? Fue mi elección estar lejos de él.
El timbre sonó dos veces todos los días mientras Beth estuvo fuera, pero no quise contestar.
Me desperté el lunes con el sol. Cualquier otro día hubiera estado feliz de ver el sol, pero hoy no. Todavía no tengo nada para ser feliz. Tenía un dolor de cabeza a gran escala, y me sentí con resaca. Las resacas emocionales son peores, creo. Simplemente no puedes enfermar y hacerlo desaparecer. Se queda contigo.
Me recosté en la cama y tiré de las cubiertas hasta la barbilla, apreté los ojos e intenté volverme a dormir. La semana pasada estaba en los brazos del hombre perfecto, hoy despierto sola. ¿Fui estúpida por abandonarlo? La misma lucha interna se elaboraba en mi cabeza y mi corazón esta mañana, al igual que todos los días de la semana pasada.
Podía escuchar a Beth cantando con la radio en la cocina. Estaba agradecida que estuviera finalmente de vuelta. Como un reloj, sonó el timbre. Me senté derecha en la cama, con los ojos abiertos. Miré nerviosamente a la puerta del dormitorio. ¿Con quién hablaba Beth? Podía oír su risa y coqueteo. Uf, lo último que necesitaba era atraparlos a ella y a Broc estando todos acaramelados. Me hundí en la cama y tiré las cubiertas sobre mi cabeza, intentando ignorar cualquier pensamiento de amor.
Acababa de tirar de las cubiertas a mi cara cuando la puerta se abrió.
—¡Buenos días! ¿Cómo está mi chica hoy? ¿Me extrañaste? ¡Te eché de menos! Quise hablar contigo anoche cuando llegué a casa, pero ya estabas dormida —canturreó Beth.
Gemí:
—Vete.
—No puedo. Estoy bajo órdenes estrictas de que te de esto.
Sabía que ella sostenía algo delante de mí, pero me negué a mirar.
—Lo que sea eso no lo quiero.
—Al diablo con eso —dijo, mientras se lanzaba junto a mí—. Si no lo quieres, me lo quedo.
Ella bajó las cubiertas y empujó una pequeña caja en mi cara.
—¿Qué es eso?
—No sé. Un tipo llamado Terrance lo dejó. Um, tienes que presentármelo. Me encantaría llegar a conocerlo mejor.
La miré como si tuviera dos cabezas.
—Ponlo sobre la mesa y vete.
—Nope —dijo, saltando en la cama—. Quiero ver lo que es. Además, necesito que te muevas. Tienes que ir a la escuela hoy.
Gruñí.
—Estoy segura de que la profesora Lee ya ha presentado mis papeles de expulsión.
Me senté y le quité la caja. Ella sonrió y se levantó para salir.
—Estaré saliendo en media hora, así que prepárate.
Me quedé mirando la caja en mis manos. En mi corazón quería abrirlo, pero mi cabeza me decía que lo tirara. Respiré hondo, lo puse a un lado y me levanté para ducharme. Esperaba que mis zapatos extras estuvieran todavía en la escuela, ya que mi bolsa de baile estaba en casa de Caston. Las lágrimas comenzaron a brotar, de nuevo, pero las sacudí y me preparé.
Cuando terminé me encontré con Beth en la puerta principal. Ella estaba alegre y sonrió cuando me vio.
—Me alegra que decidieras venir conmigo. Será como en los viejos tiempos, solo tú y yo.
—Oh, seguro. No lo creo Beth, lo siento.
—Detente. —Tomó mis manos en las suyas—. Eres una persona fuerte, segura, bastante delgada, ¿Perdiste peso?
Solo sonreí y agradecí a Dios que no mencionara la caja en mi mesa de noche.
—Gracias, Beth, por todo.
* * *
Al llegar al estudio de danza, tomé una respiración profunda para despejarme antes de acercarme a la profesora Lee. Sabía que iba a estar muy enojada conmigo, y recé para que no me echara. Armándome de valor, entré con mi cabeza en alto. La vi a través del cuarto, ayudando a otra chica con su séquito. Mi estómago estaba en nudos, cuando me acerqué a ella.
—Profesora Lee, ¿Puedo hablar con usted?
—Señorita Bennett. —La profesora Lee se puso de pie, con una gran sonrisa en su rostro—. Estoy tan feliz de verla, otra vez. Ve, querida mía, ve a alistarte tenemos clase que comenzar. —Me abrazó y me fui a hacia los vestuarios.
No estoy segura de lo que pasó. Me disponía a suplicar por mi posición en el programa de danza, y ella me daba la bienvenida con los brazos abiertos, sin hacer preguntas, o retribución por faltar tantas clases.
Al llegar a los vestuarios las otras chicas parecía estar murmurando entre sí. Apenas entré se detuvieron, mirando hacia mí y caminaron rápidamente a mi alrededor, antes de continuar lo que decían. Fue muy extraño. ¿Qué estaba pasando?
Me desvestí en el vestuario, me quedé en mi tanga de hilo diminuto, mirando en mi armario por un leotardo. Escuché la puerta abrirse, pero no pensé mucho en eso porque la clase debía estar por empezar pronto y otras tenían que prepararse. Dejé de excavar en la parte inferior de la taquilla cuando sentí ojos en mi trasero. Sentí un escalofrío correr por mi espina dorsal. Sabía exactamente quién se encontraba detrás de mí. Sintiendo ese cosquilleo en mis regiones inferiores, me levanté y lentamente me di la vuelta. Ahí estaba él, parado frente a mí otra vez. Sus ojos taladrando directamente hasta mi alma. Me tendió mi bolsa de danza.
—Pensé que quizá necesitaras esto.
No iba a cubrirme delante de él.
—Gracias —le dije, estirando mi mano para tomar la bolsa. Atrapó mi muñeca tirándome hacia él. Di un grito ahogado cuando choqué con su pecho duro como la roca. Podía oler su colonia y mis piernas se sintieron débiles.
—¿Por qué no me dejas explicar? Dame una oportunidad. —me susurró al oído, sonando tan sombrío. Su aliento caliente haciéndome temblar.
No sabía qué decir. Quería perdonarlo. Quería hacerlo pagar. Quería perderme en él. No sabía lo que quería.
Su dedo comenzó a acariciar mi espalda, y un pequeño gemido escapó de mis labios. Alcé la miraba hacia él y puse la mano en su rostro. Buscando en sus ojos la verdad. Pude ver en sus ojos que estaba arrepentido. Parecía un pequeño cachorrito contemplándome. ¿Podría simplemente creerle?
Pude ver profundamente en su alma que haría cualquier cosa en su poder para que volviera. Ambos estábamos hundidos hasta las rodillas y envolví mis brazos alrededor de su cuello. Me arrastró en su regazo. Su boca buscó la mía, y mis labios se separaron para dejar entrar su lengua impaciente. Me eché atrás, tratando de recobrar el aliento. Su boca encontró mi cuello y cerré los ojos gimiendo.
—Caston —dije sin aliento—. Por favor, nunca me mientas, otra vez. No soporto las mentiras, y no me quedaré. He sido tratada mal durante mucho tiempo. Voy a ser una nueva mujer fuerte y segura.
—Sabrina, nunca te mentiré otra vez. Lo siento por perder tu confianza. Voy a hacer todo en mi poder para recuperarla. Te diré cualquier cosa que quieras saber y responder a cualquier pregunta que tengas. Por favor, vuelve a mí.
Su boca estaba en todo mi cuello y hombros, buscando la comodidad y pidiendo perdón. Lo deseaba desesperadamente. El tirón profundo en mi interior me hizo apretar mis piernas a su alrededor, buscando la comodidad. Podía sentirlo crecer debajo de mí. Lo deseaba. Mis manos se enrollaron en su cabello y tiré de su cabeza hacia mi pecho. Necesitaba que me besara ahí. Nos estábamos perdiendo en el momento cuando tocaron a la puerta.
—¿Hola?
—¡Maldita sea! —dijo Caston en mi pecho, haciéndome reír. Alzó la mirada hacia mí y sonrió—. Ese es el sonido que adoro escuchar. Por favor, perdóname.
Asentía y le di un beso en los labios antes de que nos levantara a ambos. Él rápidamente se reajustó. Tomé mi bata de mi bolso con rapidez, tratando de ocultar mi rubor que aumentaba en mis mejillas. Tuve que tapar mi boca para ocultar mi sonrisa cuando me di cuenta de lo que había hecho a su cabello. Generalmente se veía perfectamente desordenado, pero ahora lucía como si no estuviéramos haciendo nada bueno aquí.
—¿Señor Black? —La voz de la profesora Lee se hizo eco en los vestuarios—. ¿Está todo bien aquí?
—Sí, profesora Lee. La señorita Bennett y yo estábamos hablando.
Tuve que cubrir mi boca para no reírme a carcajadas.
—Por favor, apresúrela, estoy lista para empezar la clase.
—Sí, señora. Me aseguraré que salga en breve.
Escuché la puerta cerrarse tras su partida, y Caston estuvo a mi lado en un nanosegundo. Su boca envolvió la mía mientras desnudaba mis hombros, empujando la bata hasta caer en una piscina alrededor de mis pies. Rápidamente me alzó, envolví mis piernas alrededor de su cintura y me apoyó en la fila de casilleros. Sus fuertes manos apretaron y amasaron mi trasero. Su boca rápidamente hizo su camino a la nuca, chupando un rastro hasta mi pezón derecho. Mis manos agarraron su camisa en la parte trasera de los pantalones, y moví las caderas contra el bulto en sus pantalones para conseguir más fricción donde lo deseaba. Su gemido en mi pecho alimentó aún más mi fuego.
Tiré de su camiseta sobre su cabeza y mis manos recorrían sus duros músculos. Mi boca buscó y saboreó su magnífica piel, mientras mis manos se trasladaron al botón de sus vaqueros. Buscando a tientas durante unos segundos sentí finalmente el pop del botón y deslicé mis manos hacia abajo para liberar su hombría.
Su boca se trasladó a mi otro seno, y mi cabeza cayó levemente hacia atrás y tomé una profunda respiración. Su lengua talentosa hizo un baile sobre mi pezón que envió ondas de choque a través de mi cuerpo.
—Caston, te necesito. Por favor.
No necesité pedirlo dos veces. Su dedo se deslizó dentro de mí y tocó mi centro. Exploté en su mano y con un movimiento de su muñeca rompió mi hilo. Rápidamente sacó un condón y entró en mí, haciéndome jadear en plenitud. Mi cabeza descansó en el hueco de su cuello y mis manos se enredaron en su cabello. Sus movimientos eran fluidos. Me sentí edificándome otra vez. Podría decir por sus gruñidos y músculos contraídos que estaba casi allí, también. Moví mi cabeza hasta su oreja y succioné el lóbulo. El profundo gruñido me envió sobre el borde, y él me siguió rápidamente.
Nuestras respiraciones eran calientes y pesadas, nuestra piel resbaladiza del sudor mientras bajamos de las alturas. Dios, necesitaba eso. Lo necesitaba a él.
—Gracias —suspiré en su cuello.
Dejó escapar una risa.
—¿Por qué?
Me reí. Lentamente me dejó caer. Desenvolví las piernas de su cintura. Me dejó en el suelo y su boca encontró la mía otra vez, y me dio un lento beso sensual.
—Yo debería darte las gracias. Me das una segunda oportunidad. No te imaginas lo que eso significa para mí.
—Bebé.
—Sí —dijo.
—Tengo que ir a clase. Tanto como prefiero quedarme contigo para una repetición, la profesora Lee está feliz en este momento, y tengo que mantenerme fuera de problemas.
—No me preocuparía por la profesora Lee. Ella sabe que eres fabulosa. —Me dio un beso y golpeó mi culo, mientras caminaba junto a él para limpiarme.
—¿Esperarás por mí?
—Siempre.
Como lo prometió, Caston me esperaba fuera de la clase. Sentado con su teléfono, parecía encajar con el resto de los estudiantes. Nadie sabía que se encontraban sentados junto al dueño de varias empresas, con millones de dólares. Sonreí con orgullo, sabiendo que ahora era mío. Me acerqué a él, con mis zapatos colgando sobre mi hombro.
Una vez que vio mis piernas frente a él alzó la mirada hacia mí con los parpados caídos. Me di cuenta de lo que quería, y yo lo deseaba a él también, pero no aquí. Sus manos agarraron mis piernas y me jaló hacia su regazo. Me reí y atrapó mi boca con la suya. La profesora Lee se aclaró la garganta cuando salió de la habitación. Rápidamente me puse de pies, y escondí mi rostro para ocultar mi rubor. Él se puso de pie junto a mí, me besó la parte superior de la cabeza y me dirigí hacia los vestuarios. Me asomé sobre mi hombro y vi a la profesora Lee y a Caston hablando. Luego Caston puso su mano en la baja espalda de la profesora Lee y la llevó a su oficina. Me congelé. ¿Qué podrían estar hablando?
Salí de los vestuarios un poco más tarde. Caston estaba parado en el área vacía esperando solo con las manos en sus bolsillos. Al verme extendió su mano y dijo:
—Vámonos a casa, Bre. Nos detendremos en casa de Beth, para que consigas tu bolso. —Llevó mi mano hasta sus labios y luego salimos de la mano al estacionamiento.
¿Debería volver con él ahora mismo? Beth dijo que podía quedarme con ella mientras lo necesitara. Sentí un gran conflicto.
—Bre, ¿Qué pasa por tu mente?
Tomé una profunda respiración y dije la verdad. Me prometí que iba a estar más segura y comencé con:
—No estoy segura de que quiero volver a mudarme ahora mismo. Me refiero Cass, ¿Crees que vamos rápido?
Paró de caminar y se volvió para enfrentarme. Encontré sus ojos, y se inclinó para posar un casto beso en mis labios.
—Bre, realmente quiero que vengas a casa conmigo. Duermo mucho mejor cuando estás en mis brazos. La semana pasada fue un infierno para mí. Nunca he estado antes en esta situación, pero me encanta. Sé que tú eres lo que necesito para hacer mi vida plena. Por favor, múdate de nuevo conmigo.
Mi corazón se aceleró por su sinceridad. Sentí el calor difundirse por mi cuerpo ante sus palabras, y sabía en mi corazón lo que quería. Lo quería a él. Es cariñoso. Sincero. Nunca me ha presionado. Está interesado en mí por mí. Me hace sentir segura, lo que no he sentido desde que perdí a mis padres. Lo más importante, su presencia es calmante para mí.
Sonriendo le susurré:
—Pensaré en ello.
—Está bien Bre. Eso es todo lo que puedo pedir.
Enlacé mi brazo con el suyo, y continuamos hacia el auto en silencio. Cuando llegamos Caston abrió la puerta para mí. Me sonrió y subí a la camioneta.
Cuando tomó su asiento junto a mí le pregunté:
—Caston, ¿Qué era lo que hablabas con mi profesora? —Sabía que no era de mi incumbencia pero tenía que saber.
—Bre, yo soy el principal contribuyente de las artes para State. Quería asegurarme de que el departamento tenía todo lo que necesitaba. De hecho —dijo mirándome—, faltan algunas cosas, así que subiré mi aporte el próximo lunes. La profesora Lee casi se cayó de su silla cuando se lo dije. —Se rió. Fue conmovedor escucharlo reír.
—¿Nada sobre mí?
Una sonrisa astuta se arrastró hasta su cara.
—Podría haber mencionado que eres muy especial para mí, y que si tú quieres cualquier extra que me deje saber y me encargaría de todo. —Su rostro estuvo serio—. Quiero que tengas lo mejor de todo, Sabrina. Quiero que hagas lo que te gusta, al igual que yo.
—Así que ¿Tú eres la razón de que me aceptara de vuelta en el programa sin hacer preguntas?
Lo vi tragar fuerte:
—Podría haber hecho un poco de persuasión en esa dirección.
Asentí. No sabía lo que sentía por eso.
—Te lo agradezco Cass, pero la próxima vez por favor déjame alegar mi caso. —Me di vuelta para mirar por la ventana del lado del pasajero. Nunca he sido cuidada de esa forma.
Definitivamente tomaría un tiempo acostumbrarse.