27
Caston
Traducido por Je_tatica
Corregido por Meellc
Sabrina está fuera de sí. La dejé y ella estaba bien. ¿Qué podría tener... ¡ELLA!?
¡Maldita sea! Acuno a Sabrina en mi pecho. Consolando sus miedos.
—Beverly, no estoy haciendo esto. No más mentiras. No hay más amenazas. ¡No más, Beverly! —grité.
—Caston, si sabes lo que es mejor para ti y tu pequeña querida puta. Tendrás que continuar llamándome madre, y te deshaces de ella de una vez por todas. Ella ya te ha costado más de lo que crees. —Camina hacia nosotros demasiado tranquila. Me preparo, cubriendo la cabeza de Sabrina, por lo que no tiene por qué escuchar todo los gritos.
—No, ¡no puede ser! Tus amenazas no correrán mi vida. Sabrina es mi todo. Ella me hizo darme cuenta de que eres un pedazo de mierda, tratando de arruinar mi vida. Ah, y Beverly... —me río—, confía en mí, puedo arruinarte tan rápido que tu cabeza dará vueltas.
Justo cuando movía a Sabrina detrás de mí para protegerla, aterriza un tortazo con fuerza a través de mi cara. Podía sentir el aumento de la picadura a la superficie. Tenía miedo de que Beverly pusiera sus manos sobre ella y dañaría a mi niña hermosa.
Un dedo huesudo de Beverly estaba en mi cara.
—Me llamaras madre, o te vas a arrepentir. Recuerda mis palabras, Caston.
—¡SACA. LA. MIERDA. DE. MI. CLUB!— Afortunadamente seguridad saltaba por la escalera, mientras terminaba de decir eso. Ellos la tomaron y la llevaron lejos de Sabrina y de mí. Las piernas de Sabrina estaban bajo ella. Me hundí en el suelo con ella, acunándola a mi pecho. Todo el alboroto había hecho que la gente en la pista de baile y la música llegaran a detenerse. Todo el mundo estaba mirando aquí. Sara, por suerte, estaba allí para correr las cortinas y taparnos del resto del club.
—Sabrina, por favor siéntate. Shhh, nena, por favor. —Le acarició la cabeza, tratando de calmar a mi chica histérica. Sara fue a buscar un vaso de agua y se arrodilló para dárselo a ella. Puso su mano sobre el hombro de Sabrina y la besó en su piel de marfil.
Sara levantó la vista y llamó mi atención. Su mirada era puro resentimiento. Tuvo casi la misma experiencia conmigo y Beverly.
—Hay que sacarla de aquí, Cass —habló Sara en voz baja.
—Lo sé —articulé de regreso. Las lágrimas ardían en mis ojos, pero no podía dejarlas caer.
Tenía que ser fuerte por ella.
Sara deslizó su mano por las piernas de Sabrina y se trasladó a desabrocharle los zapatos. Ella era tan tierna al respecto. Sabía que Sara todavía me amaba de una manera que no podía decir. Ella siempre estaba allí para recoger los pedazos de mi vida, cuando iban a caer. Sabrina seguía temblando y sollozando en mi pecho. Me encogí fuera de mi chaqueta y la coloqué sobre sus hombros.
—¿Dónde están sus ropas, Sara?
—Mi oficina. Voy contigo.
La recogí.
—Bre, cariño, sólo mantén la cabeza en mi pecho. Yo te voy a sacar de aquí.
Bajé las escaleras y di gracias a Dios de que había una estricta confidencialidad y no políticas de teléfonos celulares en el club, o esto estaría ya golpeando la prensa rosa. Sara se alejó unos pasos delante de mí y ahuyentó la gente de vuelta a la pista de baile. Doblé la esquina para ir a la oficina de Jon. Me detuve y miré detrás de mí. Las luces rojas y azules de la policía brillaban a través de la puerta trasera del club abierta. Me incliné y le besé el cabello a Sabrina. Jon salió de la oficina principal y me dedicó una pequeña sonrisa. Lo tomé como su señal de que todo está en orden con Beverly.
Sara ya había llegado a su oficina y estaba esperando en la puerta para ayudarme. De pie, puse a Sabrina en un pequeño sofá rosado en el otro extremo de la habitación. Ella estaba en shock. Todo lo que hizo fue mirar hacia el espacio. Acuné su cara entre mis manos y la besé. Di un paso atrás dándole la habitación a Sara. Tenía la ropa de Sabrina.
—Ve a asegurarte de que todo se resuelva con Jon. ¡La tendré lista para salir!
—Gracias, Sara. —Volviendo a salir de la habitación, agarré mi teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Terrance.
—Terrance, ¿te has enterado?
—Sí, señor, ¿cuáles son los siguientes pasos?
—La policía está aquí ahora. Voy a reunirme con Jon. Estoy presentando una orden de restricción en su contra para Sabrina y para mí. Quiero que todos cambien las cerraduras de todo.
—Sí, señor. —Le oí tomando notas a medida que conducía.
—¿Has llamado a papá?
—No, señor, no lo he hecho.
Jon se acercó a mí. Le tendí la mano manteniendo su pensamiento.
—Uf, no quiero oírle perder los estribos sobre esto. De todos modos, por favor llama a todo el personal de seguridad en mis empresas para actualizarlos sobre los acontecimientos de esta noche y algunos antecedentes acerca de por qué estamos tomando esas medidas graves.
—Estoy en eso. También estoy en mi camino para llegar a usted y a la Sra. Bennett arriba.
—Gracias, Terrance.
Terminando mi llamada, me dirijo a Jon.
—La policía está lista para que firmes el papeleo —dijo.
Apreté su brazo.
—Gracias. ¿Sigue echando humo por las orejas?
—Oh, Dios, ella está se está cabreando en la parte de atrás de ese coche patrulla.
—¿Papá?
—Él ni siquiera sabía que estaba aquí. Está furioso. Después de otro incidente, ella no iba a venir aquí por un par de semanas —dijo Jon mientras caminábamos hacia la entrada principal—. Por lo menos, eso es lo que me prometió, de todos modos —añadió en voz baja. La firma de todos los documentos tardó más de lo que yo quería estar lejos de Sabrina, pero necesitaba para garantizar su seguridad.
—¿No hemos terminado todavía? —le pregunté, molesto.
El policía asintió con la cabeza, y me giré sobre los talones para correr hacia ella. Sara estaba cerrando la puerta de la oficina, mientras hacia mi camino por el pasillo.
—¿Qué pasa? —le grité.
Ella se llevó un dedo a los labios para tranquilizarme.
—Se quedó dormida en el sofá. Tienes que decirle a ella, Cass. Si de verdad es la única, necesita saber.
Apreté mis ojos cerrados y pellizqué el puente de mi nariz.
—Lo sé, lo sé.
Sara agarró mi otra mano y le dio un apretón.
—Todo va a estar bien. Ya lo verás.
—Eso espero. No puedo perderla.
Ella estuvo a mi lado y unas lágrimas cayeron de mis ojos. Tomé una respiración profunda.
Apretando la mano de Sara de nuevo, me alejé de la oficina. Tuve que hacerlo antes de que realmente la perdiera. Cerrando la puerta detrás de mí, me deslicé hasta el suelo con las rodillas hacia arriba y pasé las manos por mi cabello. Las lágrimas que sostenía se derramaron, lloré como no lo he hecho desde que era un niño, desde el día me alejaron de mi mamá.