X. TRISTE HISTORIA DEL CABALLERO ARAGONÉS PERO MAÇA
Entre las gentes del rey figuraba un caballero aragonés, Pero Maça, pariente del rey de Hungría, hombre soberbio, aunque valiente y muy probado en la lucha contra el moro. Este Pero Maça no tenía pensamiento más que para la batalla y cuando no se hablaba de guerra y de justas, callaba o rezaba en voz baja. El caballero aragonés, sin que el rey lo supiera, se hizo equipar en su pabellón, a escondidas, y cuando tuvo completo su arnés y el del caballo, mandó levantar los paños de la tienda y picó espuelas mientras sus gentes gritaban ¡sus y a ellos!, haciendo gran estruendo con los tambores y dejándonos atónitos. El rey se enojó y no quiso que nadie saliera en apoyo del caballero; pero como le quería bien, mandó a un escudero que le siguiese a distancia y diera cuenta de lo que sucedía. Este escudero no tardó en regresar al galope gritando que el caballo del aragonés había resbalado de costado y que Pero Maça yacía en el suelo inerme y sin poder levantarse. Salimos entonces tres caballeros sin más protección que la loriga ni más arma que la espada, para intentar rescatarle, pero cuando dimos con él vimos con horror que cuatro turcos le tenían en estrechura y le asestaban durísimos golpes de maza. Parecían perros mordiendo al jabalí herido. Al divisar el polvo que levantábamos escaparon al punto y pudimos incorporar con gran esfuerzo al desgraciado aragonés. Se le oía decir con voz quebrada: a uno de ellos le he alcanzado, pero a los otros no. Una vez tendido en su pabellón, los sirvientes comenzaron a quitarle las piezas del arnés, pero ya el camisote apareció pegado de sangre. Los físicos trataban de sosegar a las gentes del caballero, y en especial a un joven que decían hijo suyo no reconocido, que estaba desesperado. Ya entrada la noche me acerqué a visitarle, acompañado de Sant Jordi, a quien atraía la buena fama y gallardía del aragonés, pero estaba ya muerto. El que pasaba por hijo suyo parecía tan muerto como el caballero y ni alzó los ojos ni abrió la boca. Estaba muy flaco y macilento, y con la mano oxeaba las moscas que se comían las heridas abiertas.
Cuando comunicaron al rey la muerte de Pero Maça, respondió que mejor era así pues no quería entre su gente caballeros díscolos o altaneros que confundían el valor con la jactancia, y que por culpa de aquel aragonés había un caballo menos en la tropa. Nadie había pensado en el caballo, lo que nos hizo ver el enojo terrible del rey, quien resaltaba la pérdida de la bestia. Luego añadió con un gesto cruel: No sé yo de qué se precia quien pasó dos veces por donde corre la orina. Daba espanto verle. Aquella noche nos retiramos muy contritos y mohinos; unos pensaban en el muerto, otros en el joven desesperado.