CEMENTERIO DE PUNTA ARENAS

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres

que dan su nombre en lápidas distintas

o lo gritan al viento del sol que se los borra:

otro poco de polvo para una nueva ráfaga.

Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,

entre esta doble fila de obsequiosos cipreses

la paz, pero una paz que lucha por trizarse,

romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres

para asomar la cara de una antigua soberbia

y reírse del polvo.

Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron

sus hijos primogénitos otra ciudad desierta

y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar

como si aún pudieran disputárselo.

Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,

tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.