ANAKIN VOLTEÓ A VER los droides que seguían humeando. ¡Eso era! ¡Los jet packs!

Apartó a los droides de una patada, tomó un jet pack libre y lo ajustó a su espalda. Sin siquiera revisar si aún funcionaba, comenzó a correr y se lanzó por el ventanal roto.

Accionó los controles con una palmada. Los propulsores no se activaron. Lo intentó de nuevo, pero fue inútil. La gravedad tomó el control y se precipitó al suelo.

Los cohetes se encendieron en el tercer intento y lo lanzaron hacia el carguero. En pocos segundos estaba en las nubes, pero la nave iba demasiado lejos. Consciente de que estaba llevando el jet pack a su límite, giró el control de velocidad y sintió el viento en los ojos.

La distancia entre él y el carguero se redujo. Sí. Lo estaba logrando. Podía sentir el abrasador calor de los cohetes de la nave sobre su piel, el rugido del motor ahogando el zumbido de su jet pack. Sólo un poco más cerca y entonces él… ¿qué? ¿Se colaría por el casco? ¿Se sujetaría de una línea de combustible?

Lo averiguaría cuando estuviera allí.

Si lograba llegar.

¡Un cañón giró en su dirección! Lo habían visto. Bien. Eso significaba que el piloto estaba advertido. Con suerte, comenzaría a cometer errores.

Encendió su sable de luz en el momento en que los disparos de plasma destellaron hacia él. Los disparos rebotaron contra el sable e impactaron en uno de los propulsores. La nave disminuyó la velocidad, con el propulsor echando humo. Anakin tosió y voló a través de la oscura nube, y se adelantó hasta sujetarse del casco de la nave.

Casi estaba allí…

Casi…

Allí…

El jet pack chisporroteó y comenzó a fallar justo cuando los dedos de Anakin rozaban el casco de la nave. Comenzó a caer, aullando por la frustración.

Golpeó los controles del jet pack, mientras le gritaba para que volviera a funcionar, pero estaba muerto. Ajustó su sable de luz a su cinturón y forcejeó con las cintas de la mochila, tratando de quitarse de encima el jet pack. Tal vez podría activar manualmente los cohetes. Sin embargo, el viento le arrebató la mochila.

Anakin cayó sin control por segunda vez en las últimas horas. En el borde de su visión danzaban puntos negros. No podía desmayarse. No iba a suceder. El mundo comenzó a hacerse borroso, los anuncios holográficos de neón, el ruido de los cláxones de los airspeeders y el bramido de las ráfagas de viento se disolvían mientras caía al suelo.

Cuando se detuvo de golpe, el aire salió de sus pulmones. Anakin abrió los ojos y trató de enfocar. Seguía sin tocar el suelo, flotaba lentamente, como si fuera llevado por una mano gigante. Le dolía cada parte del cuerpo, pero estiró el cuello y vio a Obi-Wan en la ventana de la Cámara del Consejo, con el brazo extendido y el cabello ondeando con el viento. Su maestro lo había salvado y lo estaba remolcando como a un pez con una caña.

—El Maestro Yoda fue capturado… —jadeó mientras Obi-Wan lo ayudaba a entrar por el ventanal roto— por un guardia del templo.

—¿Un guardia? ¿Estás seguro?

La pregunta no vino de Obi-Wan, sino de un holograma de cuerpo completo de Mace Windu, que destellaba desde el lugar habitual del Maestro Jedi.

Anakin asintió, tratando aún de recuperar el aliento.

—No pude detenerlo.

—No me sorprende —dijo Obi-Wan—. Los guardias del templo son hábiles Jedi. Siento no haberte escuchado.

El holograma de Mace Windu se paseó por la sala.

—El ataque del droide tuvo que haber sido una distracción.

—Para poder llevarse al Maestro Yoda —atajó Obi-Wan—. Me inclino a pensar lo mismo.

Los guardias del templo llegaron marchando a la sala, arrastrando un cuerpo. Era el guardia que Anakin había visto antes, a la salida del turboascensor. Dejaron el cuerpo sin vida ante Obi-Wan, la máscara caída revelaba el pico metálico de un droide de batalla.

—Era una trampa explosiva —les informó el guardia—. Adaptada para emitir gas aturdidor si era perturbado.

—Obra de nuestro traidor, supongo —dijo Obi-Wan, agachándose para examinar al droide.

El comandante se tensó ante la acusación.

—Quienquiera que se haya llevado al Maestro Yoda no es uno de los nuestros. Todos los guardias están presentes y correctos.

Obi-Wan se rascó la barba.

—Entonces es un impostor.

—Así parece, señor.

—Lo que nos plantea una importante pregunta…

Anakin asintió.

—¿Quién está detrás de la máscara?

¿CÓMO LO AVERIGUARÁN?
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