28. LIVIA, ALESSIA

No. No llevo ninguna foto conmigo. No, no llevo una en el billetero. No tengo ninguna necesidad de verlas retratadas inmóviles en un instante del pasado. Las veo vivas en el presente, ni siquiera tengo que cerrar los ojos. Las veo y las siento. Ninguna foto se asemeja a una persona viva. En las fotos se está quieto. En la realidad, aun estando quietos, se respira. Las fotos no respiran.

No. Más que difícil, o imposible, me parece inútil tratar de describirlas. Utilizaría adjetivos llenos de sentido para mí y vacíos para cualquier otro. ¿Qué significa para ti «Livia es más introvertida, Alessia más apacible»? Categorías, casillas. Para mí, en cambio, cada palabra es una cadena de gestos, movimientos del cuerpo, episodios mínimos, miradas. Livia es más fuerte e independiente. Alessia es más tímida y sensible. Ya ves, no quiere decir nada. A lo sumo quisiera ser capaz de explicar la sensación física que experimentaba cada vez que las cogía en brazos. En aquella especie de impulso y de abandono que tiene el cuerpo de un niño cuando se deja alzar: Livia permanecía siempre entera, íntegra. Con una rigidez vertical interna, no sabría cómo decirlo. Era siempre ella. En cambio a Alessia era como si te la untaras encima, se convertía en un calco de mi cuerpo. Se convertía en mí. Tenían consistencias distintas. Por la forma de dejarse abrazar se podía saber qué personas habrían llegado a ser.

No. No hay una imagen que vuelve en los recuerdos. Todos. Todos los recuerdos están aquí: no es que vuelvan, no se han ido nunca. No se han movido nunca del instante en que llegaron al mundo. Se mueven, claro está. A veces te sorprenden por el momento en que se manifiestan. Quiero decir que no te los esperas. La otra noche mientras cerraba la puerta de casa con llave llegó el de aquella tarde en el lago. Tendrían unos tres años, íbamos en bicicleta y Alessia no lograba hacer andar la suya. Yo estaba allí delante de la rueda desde hacía ya un rato, de rodillas. Tocaba los frenos, los cables. Buscaba la avería. Se me acercó Livia, minúscula, de pie era tan alta como yo agachada. Me dijo: mamá, la bicicleta de Alessia no funciona porque el manillar está al revés. Así, de un tirón. Mientras cerraba la puerta de casa con llave, la otra noche.