La realidad

Sí, detenida;

nunca con desamor,

nunca huida, jamás como sueño, nunca sólo como

el deseo.

En esta hora

del mediodía, blanca, preciosa, pura, limpísima;

en esta transparente hora del día completo.

Lo mismo que podría ser por la noche.

Porque siempre existes.

He soñado mucho. Toda mi vida soñando. Toda mi

vida tentando bultos, confesando bultos.

Toda mi vida ciego dibujando personas.

Recuerdo aquel amor: ¿era amor?

Recuerdo aquel corazón. ¿Tenía la forma del corazón?

Recuerdo aquella música que yo pretendía escuchar

en un pecho.

Me quedaba dormido sobre un pecho cerrado.

Y soñaba el hermoso color del amor en el

corazón latidero

Tenté bultos, indagué cuidados:

escuché el sonido del viento,

nocturnamente azotando, fingiendo, tomando de

pronto la forma de un cuerpo,

adelantando una mano; y oía su voz. Y mi nombre.

Y se oía…

Pero no oía nada.

Así, por la vida;

por todos los libros;

por las arenas; entre la mar; en las cuevas; debajo del

tiempo…

Siempre soñando, o callando.

Destrozado de ropas. O vestido de nuevo.

O agolpado de pronto sobre una roca, desnudo,

insumiso.

Pero engañándome.

Y hoy,

aquí, en este cuarto con sol,

con delicado sol casi doméstico;

hoy, detenido,

aquí, con la ventana abierta, esperando.

Pero no esperando lo que nunca llega.

Porque tú sí que llegas. Porque un instante te has

ido y vuelves.

Vuelves, y te veo llegar sobre un fondo de pared

blanca.

En un jardín. Y te veo llegar entre acacias muy

verdes,

con olor vivo, y sonidos…

Nunca como desamor,

nunca como el afán,

jamás sólo como el deseo.

Sino con tu dibujo preciso

que yo no tengo

que trazar

con mi sueño…