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ALAS seis de la tarde traspasaba Moisés la puerta de acceso de la comisaría de los Mossos d›Esquadra de Ciutat Vella. En la calle había mucha gente circulando y antes de llegar pasó por la puerta delBagdad Café, un espectáculo de sexo en vivo. Se entretuvo unos minutos en la misma puerta viendo la cartelera y le pareció de lo más atrevido, desde luego en Huesca no había ese tipo de locales.

Al llegar a Ciutat Vella el agente de seguridad de la comisaría le solicitó el documento y apuntó sus datos en un formulario. Luego le entregó una tarjeta y le dijo que se la colocara en un lugar visible.

Moisés se sentó en una sala de espera que estaba vacía y no esperó más de dos minutos hasta que llegó un agente bastante mayor y que se presentó como Juan García. A Moisés le chocó el apellido tan poco catalán que tenía, pero el agente, que ya sabía que él era policía nacional en Huesca, le dijo que antes de ser Mosso había sido guardia civil.

—Ya me han contado los compañeros de la mañana su brillante intervención —le dijo.

Evidentemente trabajaban a turnos y los policías de la tarde eran otros distintos.

—Fue una casualidad, la verdad —Moisés quiso parecer modesto.

—Sí, pero lo tenemos entre rejas. Mi compañero y yo llevamos un rato visionando las fotos del ordenador de ese hijo de puta y la verdad es que no tienen desperdicio. Es solo la punta del iceberg —dijo.

—Ya lo llevaba observando varios días y desde el principio intuí que no era trigo limpio.

—Pues hasta ahora hemos sacado vídeos y fotos y no solo descargaba sino que también distribuía. Estamos peinando sus contactos y en unos días vamos a practicar más detenciones.

Moisés se alegró.

—En cuanto terminemos con su declaración traspasaremos el Atestado a la Brigada de Delitos Tecnológicos para que continúen las gestiones.

Los dos agentes pasaron por un largo pasillo y llegaron hasta una sala amplia donde había varios ordenadores y otro agente más joven sentado. Hicieron las presentaciones.

—Un compañero de Huesca —dijo—. ¿No te importa que te tuteé, verdad?

—Por favor.

—Es un compañero de la policía nacional —le presentó—. Éste es José Gimeno, un policía local de Caldes d›Estrac.

—Tú eras guardia civil, ¿verdad? —preguntó Moisés.

—Sí. Cuando el despliegue reservaron unas cuantas plazas para la guardia civil, sobre todo tráfico, y para la policía nacional.

—¿Os pusieron trabas para entrar? —curioseó Moisés.

—¡Bah! Un examen sencillo y una prueba de catalán, pero poco complicada. Ya ves —dijo riendo— hasta ese la ha pasado —se refirió a José Gimeno que puso cara de circunstancia.

—García y Gimeno no son apellidos muy catalanes —dijo Moisés en un tono que no sonó a pregunta ni afirmación.

—Aquí es lo de menos. Lo importante es que hagamos una buena labor entre todos. En los Mossos d›Esquadra hay muchos profesionales con ganas de hacer cosas.

—Como vosotros —dijo Moisés cortésmente.

—Eso, como nosotros —replicó José Gimeno.

El más joven, José Gimeno, se sentó ante un ordenador y le solicitó algunos datos a Moisés Guzmán para hacer la comparecencia de la detención del pederasta.

—Vamos a omitir lo de la grabación de la cámara del teléfono móvil —dijo.

Moisés asintió.

—Estoy de acuerdo.

—Ya sabes que a los jueces no les gustan esas chuminadas —dijo riendo Juan García.

El expolicía local José Gimeno escribía con una rapidez espantosa. Mientras lo hacía leía en voz alta lo que iba poniendo. Relató como Moisés Guzmán había entrado en la biblioteca de la Avenida Diagonal y al pasar detrás del detenido vio que en el monitor de su ordenador mostraba varias fotografías de niños menores de edad teniendo sexo con adultos. Y ante la evidencia de que se estaba cometiendo un hecho punible fue por lo que lo puso en conocimiento de la policía autonómica, que se hicieron cargo de la investigación.

Después de leerlo en voz alta, el agente más veterano le preguntó:

—¿Qué te parece compañero?

—Perfecto —dijo.

—Te daremos una copia para que la entregues en tu comisaría.

—No es necesario.

—Claro hombre. Con esto te tienen que dar una medalla.

Moisés se rió.

—O dos —dijo—. Una por tonto y otra por si la pierdo.

—Hay que premiar a los que trabajan —argumentó Juan García.

—Pues será en los Mossos d›Esquadra —objetó Moisés—, porque en la policía nacional dan las medallas a los amigos de los jefes.

—¿Tú no tienes ninguna? —preguntó José Gimeno.

—No, porque no soy amigo de los jefes.

Los tres se rieron estruendosamente.

Después de eso bajaron hasta la cafetería que hay en la entrada y tomaron un café mientras se fumaban un cigarro.

—Dicen que el gobierno quiere prohibir que se pueda fumar en los sitios cerrados —dijo Juan García.

—Así nos va —objetó Moisés. Aunque dado que estaba en una comisaría diferente a la suya, prefirió no hacer comentarios políticos; percibiendo que el sentir general era común a todos los cuerpos policiales.

—¿Y qué te trae por Barcelona compañero? —preguntó el exguardia civil.

—He venido a investigar —se sinceró.

Los dos Mossos se miraron.

—¿Investigar?

Supo Moisés que quizás se sentirían molestos por aquello de la invasión de competencias. Pero dado que uno había sido guardia civil y el otro policía local, entenderían su postura.

—Un médico de Zaragoza me ha contratado para que averigüe un asesinato que se produjo en Barcelona en el año 1996.

Los dos Mossos cruzaron unas intensas miradas entre ellos y el más mayor sonrió.

—¿No será la muerte de los Bonamusa?

Moisés se sonrojó.

—¿Cómo sabes eso?

—Pues porque mi compañero y yo hemos hablado hace poco de retomar el caso.