EL ARTISTA Y SU OBRA

Ingresó a la sala de conferencias y espontáneamente surgió el aplauso por parte de los presentes. Su actitud no cambió en nada, ni siquiera se permitió esbozar una leve sonrisa. La satisfacción era personal y su expresión más genuina la habían entregado sus jugadores adentro de la cancha, escribiendo una página histórica para la vida del fútbol chileno. Se sentó como siempre, bebió un sorbo de agua y explicó las razones del triunfo.

Marcelo Bielsa atravesaba las últimas horas del día más importante de su ciclo como DT de Chile. Ese 15 de octubre de 2008 ya estaba escrito con letras doradas y servía para terminar de convencer a los jugadores que la clasificación para el Mundial era posible. «Lo que más me produce alegría es ver el orgullo de los jugadores por haber jugado a buen nivel. Me da la impresión de que todos sintieron que subían un escalón en su producción personal. El rival viste a la actuación. No es lo mismo ganar que hacerlo contra los mejores.»

Luego de la derrota ante Ecuador, el seleccionado chileno alcanzaba el pico de rendimiento y superaba a la Argentina por primera vez en un partido de eliminatorias. La diferencia mínima en el resultado no acompañaba las inmensas distancias que se podían apreciar en el campo. El estupendo funcionamiento colectivo potenciaba el rendimiento de algunas individualidades y la Roja lograba aplastar al conjunto argentino. El gol de Orellana había arribado de la forma que a Bielsa más le gusta y sintetizaba las características del encuentro. Medel, figura de la cancha, llegando al fondo para desbordar y enviar el centro tras un pase de Carmona, y Orellana separándose de la marca con un gran movimiento, y definiendo de derecha cruzado.

Para Mayne-Nicholls, el hombre que confió en Bielsa desde un primer momento, también se trató de un hecho muy especial: «Creo que Marcelo ya había convencido a la gente, pero ahí terminó de convencer a los escépticos, les bajó la guardia a todos. Porque nosotros le podemos ganar a la Argentina, pero ese día, además, fuimos muy superiores a un equipo que tenía a sus mejores jugadores».

A tal grado la victoria ante Argentina marcó un punto de quiebre, que a partir de allí la regularidad, materia pendiente del equipo, se hizo presente. Victorias como visitante ante Perú y Paraguay profundizaron las convicciones de estilo. La personalidad, el protagonismo en todos los estadios y la creencia en el modelo, definitivamente, estaban instaladas en ese grupo de jugadores chilenos. La prueba más cabal la marcaba una cosecha de puntos fuera de casa, superior a la obtenida puertas adentro. El triunfo ante Perú solidificó la estructura de juego, pero los tres puntos logrados en Asunción marcaron otro de los impactos del equipo. Al retornar al vestuario, luego del esfuerzo y la victoria, el cuerpo técnico completo recibió al plantel con un estruendoso aplauso de reconocimiento. Los jugadores valoraban esos pequeños gestos.

Como locales, el recorrido no resultaba tan sencillo. Frente a Uruguay, un empate sin goles en un encuentro áspero y condicionado por la expulsión de Mauricio Isla a la media hora de juego, contribuyó con un punto valioso a la hora del balance. Ante la inferioridad numérica, Bielsa repitió lo que alguna vez había hecho con Andrés Guglielminpietro en un partido amistoso de la Selección argentina ante Holanda, pero ahora con el mediocampista central Manuel Iturra. El entrenador lo hizo ingresar a los treinta y ocho minutos para reemplazarlo por Roberto Cereceda en el inicio del segundo tiempo, admitiendo su equivocación en la lectura del partido y las necesidades del equipo. La goleada por cuatro a cero ante Bolivia le permitió a Chile recuperar el poder de fuego y ubicarse en una inédita segunda posición en la tabla de posiciones.

La igualdad ante Venezuela alargó a seis los partidos sin perder, pero apaciguó los aires triunfalistas que de manera desmedida se propagaban en las horas previas, descontando la victoria. La derrota con Brasil por cuatro a dos, jugando muy bien durante sesenta minutos, invitaba a controlar la ansiedad y a esperar las dos fechas finales con dosis parejas de expectativa, ilusión y prudencia. Chile estaba estacionado en veintisiete puntos y debía obtener una unidad más, como mínimo, para concretar el sueño mundialista. Bielsa lo ponía en palabras en la conferencia de prensa tras el traspié ante los brasileños: «Una derrota de este tipo necesariamente golpea, no puede ser de otra forma. Habíamos jugado una hora evidenciando argumentos que invitaban a pensar, pero cuando peor lo hicimos fue cuando tuvimos un hombre de más. Brasil no ganó injustamente, porque la posesión era nuestra, pero el peligro lo generó el rival. Vamos a intentar ganar en Colombia y si no lo conseguimos, vamos a intentar ganarle a Ecuador. Sabemos que necesitamos un triunfo».

A falta de uno, Chile cerró su participación en las eliminatorias con una doble jornada de sonrisas. En Medellín, goleó a Colombia por cuatro a dos en un partido emocionante y con una actuación memorable de Jorge Valdivia. El Mago había reemplazado a Matías Fernández promediando el primer tiempo y con un gol y un par de asistencias propias de su jerarquía fue determinante en el resultado final. Era el premio a su recuperación luego de ser uno de los castigados por la indisciplina en Puerto Ordaz en la Copa América de 2007. La imagen de Bielsa festejando como pocas veces el tercer y el cuarto gol, llaves del triunfo y la clasificación, quedará grabada por siempre. En el vestuario también celebró con sus muchachos. Cantó, bailó y se incorporó como uno más a todos los festejos. Una fecha antes del cierre, Chile alcanzaba el objetivo de llegar a Sudáfrica 2010.

Frente a los micrófonos, el entrenador destacaba la rebeldía de sus jugadores para adaptarse a los vaivenes del partido, recordaba a aquellos que como Salas, Villanueva, Contreras o Droguett habían participado en el proceso eliminatorio y celebraba el notable encuentro de Valdivia.

Para el último acto ante Ecuador, la gente acompañó masivamente para poder agradecer a su Selección por la alegría de la clasificación. El partido tenía una significación especial, ya que una victoria podía indirectamente ayudar a la Argentina en la búsqueda de su pasaje al mundial. En distintas encuestas realizadas al público, los números arrojaban como conclusión que el deseo de triunfo del seleccionado chileno estaba por encima de cualquier beneficio indirecto que pudiera arrojar, y de la misma forma se expresaba su técnico. «Deseo fervientemente la clasificación de Argentina a Sudáfrica. La deportividad está garantizada en esta competencia, no necesito una condición añadida a mi nacionalidad, vamos a hacer todo lo posible por obtener los puntos en juego.»

Un gol de Humberto Suazo, para consagrarse con diez tantos como el goleador de la eliminatoria, por encima de nombres como Luis Fabiano, Salvador Cabañas o Lionel Messi, le permitía al equipo chileno cerrar con un broche de oro un trayecto inolvidable para su historia. Culminaba segundo con treinta y tres puntos junto a Paraguay, una unidad por detrás de Brasil. Fue el equipo que obtuvo más victorias (10) y produjo una actuación superlativa fuera de casa, con cinco triunfos frente a Bolivia, Venezuela, Perú, Paraguay y Colombia, confirmando su afán de protagonismo en cualquier cancha.

Desde lo económico, la apuesta de la dirigencia también resultaba satisfecha. Para aquellos que en el inicio del ciclo objetaban el dinero pactado con el cuerpo técnico, el logro deportivo superaba todo e invitaba a varios sponsors a mejorar sus contratos con la Asociación, pero, además, desde la llegada del rosarino, la vidriera de la Selección había servido para vender jugadores por más de veinte millones de dólares. Nuevamente era Bielsa el que ponía los números y las probabilidades en su justo sitio: «El fútbol no es una materia en la que se puedan hacer pronósticos o presunciones. Cuando tomé la decisión de aceptar el cargo lo hice después de revisar y someter a mis puntos de vista el poderío futbolístico y el respaldo logístico que podía ofrecer el fútbol chileno. Esas dos perspectivas mejoraron respecto de mi cálculo inicial y terminamos aquí».

El entrenador estaba feliz por el objetivo alcanzado, tanto como por compartir con sus afectos el momento del festejo. Fue una noche inolvidable también para él. Su mano levantada y su saludo a un sector específico del estadio tenían firmes destinatarias: sus hijas Mercedes e Inés ovacionaban desde la platea el resultado de tanto trabajo. El orgullo y la emoción de ese padre eran tan grandes como el logro obtenido.

La presencia de la presidenta Michelle Bachelet, acercándose personalmente hasta el complejo de Pinto Durán para saludar al entrenador y los jugadores, para felicitarlos por la conquista y agradecerles la alegría brindada a todo el pueblo, rubricó la gran performance. Los muchachos la recibieron con los brazos abiertos y disfrutaron mucho de su presencia.

El Mundial Sudáfrica 2010 era un sueño cumplido y el próximo gran objetivo. El desafío de devolver a Chile a los primeros planos del continente estaba logrado con creces.