EL CAMBIO DE MENTALIDAD

«La actuación en general no es para estar satisfecho. La sensación no es buena. Vinimos a jugar el partido con la convicción de que podíamos sostenerlo y jugar de otro modo. No pensamos que éste iba a ser el resultante de la medición de fuerzas. Los tiros libres eran evitables y lo de hoy debe ser el punto de partida para corregir lo que no hicimos bien. La producción no nos deja conformes ni mucho menos, pero la alternativa de volver a jugar aumenta nuestra expectativa, aunque hay mucho que modificar para el partido con Perú.»

El inicio de las eliminatorias para el seleccionado de Chile presentaba la cara de la derrota. El debut en Buenos Aires ante el seleccionado argentino se había resuelto con claridad gracias a dos soberbios tiros libres de Juan Román Riquelme. Para Bielsa, todo resultaba muy especial. Por un lado, su presentación oficial en el banco trasandino, por el otro, el retorno a su país, la cancha de River y la camiseta argentina enfrente. La recepción del público fue buena y la de sus ex jugadores, extraordinaria. En las tribunas los hinchas lo respetaron con el silencio, muy preciado en este tipo de choques, y hasta algunas banderas de agradecimiento. En el campo, el entrenador se llevó un recuerdo inolvidable cuando la mayoría de sus antiguos pupilos se acercó hasta el banco visitante para darle un abrazo.

Luego, a la hora de jugar, las cosas fueron más complicadas. Tras un comienzo parejo, el conjunto argentino se fue acomodando de a poco y le hizo pagar caro a Chile las faltas cometidas cerca del arco que defendía Claudio Bravo. Con dos pelotas paradas estableció una diferencia que determinó el resto del encuentro. Se notaba que sobraba actitud, pero que a la vez escaseaba la aptitud. La idea de presionar y recuperar estaba, pero la ausencia de precisión y juego asociado no tanto.

La reacción se produjo a los pocos días. En el Estadio Nacional, Chile sumó sus primeros puntos batiendo por dos a cero a Perú, con goles de Suazo y Matías Fernández, imponiendo ahí sí superioridad individual y colectiva.

El comienzo no distaba mucho de lo que marcaba la lógica. Ante Argentina, la Roja no había podido zanjar las diferencias históricas, mientras que frente al seleccionado de Perú se imponía con naturalidad.

Pero la eliminatoria seguía. Contra Uruguay en el mítico Centenario, Chile tuvo una interesante actuación y logró un empate valioso. Comenzó perdiendo, pero con buen juego revirtió la historia con dos goles de Marcelo Salas. La presión charrúa se hizo insostenible cuando al juego le quedaban diez minutos y Abreu decretó el dos a dos con el que se selló el resultado. El partido fue de esos que se merecen el calificativo «vibrante». Bielsa resaltó la actuación de Bravo y Salas y cierta desorganización defensiva. Finalmente, describió como «suficiente» el comportamiento del resto del conjunto, para tratar de jugar en un plano de igualdad un partido muy complicado.

Ante la performance fuera de casa, la derrota categórica como local con Paraguay fue un mazazo difícil de digerir. Los de Gerardo Martino se impusieron por tres a cero en un cotejo marcado por los contrastes. En la primera media hora el equipo de Bielsa jugó en alto nivel, pero su falta de precisión en los metros finales la terminó pagando con una derrota dolorosa. El público llegó al Estadio Nacional ilusionado con el rendimiento ante los charrúas y se fue ofuscado por el resultado negativo. Pocos se detuvieron a pensar en la jerarquía del rival y en la seductora propuesta ofensiva del inicio.

El cambio de actitud era evidente y aunque no muchos podían mirar más allá del resultado, Chile había buscado plasmar una idea generosa en ataque llegando masivamente al arco rival y eso era lo que destacaba su técnico: «Yo creo que se puede perder, pero hay formas y formas. Me parece que éste no era un equipo para avergonzarse. Además, la adversidad es el mejor momento para expresar la adhesión, porque es más difícil ser fiel, si bien uno sabe que la pasión hace que los sentimientos se confundan. La tabla no ha definido nada. Son dieciocho fechas, falta mucho y hay que ver con qué rivales han jugado los otros. Yo veo un equipo derrotado, pero con vida. Las distancias en la tabla no son insalvables, por eso no pierdo el optimismo».

El cierre del año arrojaba como balance un triunfo, dos derrotas y un empate. Chile compartía el sexto lugar en la clasificación con Uruguay, ambos con cuatro puntos, a dos de Venezuela que ocupaba el quinto.

Para el comienzo del año siguiente, Bielsa puso en práctica su idea de ganarle tiempo al tiempo. Una gira con dos partidos en Asia frente a Japón y Corea del Sur le darían la chance de probar nuevos jugadores para empezar a lograr el recambio necesario.

Los resultados con empate y triunfo fueron auspiciosos, pero lo más significativo fue la evaluación del rendimiento de algunos de los convocados. Roberto Cereceda, Jean Beausejour, Gonzalo Jara, Marco Estrada, Hans Martínez, Pedro Morales y Miguel Pinto tuvieron actuaciones satisfactorias, más aún pensando en los próximos compromisos de eliminatorias.

Un partido con derrota ante Israel a fines de marzo, con balance claramente deficitario, y el torneo Esperanzas de Toulon reservado para jugadores menores de veintitrés años, en el que el propio Bielsa se hizo cargo de la conducción para llevar a su equipo al subcampeonato, ayudaron a redefinir la lista de jugadores, con un marcado recambio apuntando al futuro. Eso, más los jóvenes que lograron el tercer puesto en el Mundial Juvenil de Canadá en 2007 le daban el perfil a la nueva Selección. Nombres como los de Gary Medel, Carlos Carmona, Alexis Sánchez, Mauricio Isla, Arturo Vidal y Fabián Orellana comenzaban a tener más minutos y protagonismo. Todos ellos mezclados con algunos con algo más de experiencia, como Bravo, Ponce, Fernández, Mark González y Suazo, relanzaban la propuesta de la Selección. Los jugadores jóvenes estaban preparados para asumir el desafío de llevar a Chile a Sudáfrica, aunque el camino aún era demasiado largo. Asumían como propia la propuesta del técnico de protagonizar los partidos en todas las canchas, confiando en sus armas y apostando a la presión, la rotación y el ataque.

Mientras tanto, Bielsa comenzaba en la ciudad de Osorno con un ciclo de charlas con entrenadores y gente relacionada con el fútbol. Sus clínicas se transformarían con el tiempo en una suerte de ritual. Las ponencias de Bielsa a lo largo de todo el país formaban parte del acuerdo del entrenador con la ANFP, según explica Mayne-Nicholls: «Cuando empezamos le dije que necesitaba que dejara un legado. No le podía pedir que hiciera un entrenamiento en todos los equipos del país, entonces le comenté la idea de viajar a cada una de las regiones de nuestro territorio para dar una charla. Le gustó, no sólo porque es lo suyo, sino también porque le permitió informarse acerca de nuestra cultura y conocer mucho».

Luego del arranque de «la gira» se produjo un choque muy duro con la prensa. La divulgación de algunos de sus dichos por parte de los diarios más importantes del país le resultó muy molesta, al punto de llevarlo a convocar a una conferencia de prensa fuera de agenda. En el encuentro con el periodismo, Bielsa fue contundente respecto de algunas actitudes que juzgaba improcedentes: «No haber presenciado esa charla y haber escrito sobre ella, pone en entredicho el contenido. Lo que yo debería evaluar seriamente es ya no comunicarme con ustedes en conferencia de prensa, porque está visto que no reflejan lo que pienso y tendré que pensar si lo que corresponde es no volver a hablar nunca más o expresarme por escrito para no ser interpretado».

En una entrevista, el defensor Mauricio Isla había expuesto cierto disconformismo por la manera de manejar al grupo de Bielsa. Y aunque en una conversación privada limaron las diferencias y todo quedó aclarado, ese enfoque del periodismo también mereció un comentario por parte del técnico: «Uno de los caminos que eligen los medios es enfrentar al entrenador con sus propios jugadores en el afán de provocar diferencias entre ellos que permitan que haya material para difundir. El Mercurio hace eso con regularidad. Decir ‘perfectamente’ es ser vanidoso, pero conozco perfectamente cómo son las formas en que trabajan los diarios. El Mercurio tiene columnistas de un altísimo nivel que son absolutamente contradictorios con las firmas jóvenes que hacen el trabajo sucio y que crean polémicas. Pero aun en lo que esté mal, voy a celebrar que se escriba de fútbol».

Un incidente producido en un par de amistosos ante Guatemala y Panamá, con un micrófono que fue ubicado al lado del banco de suplentes para tomar las indicaciones que de allí partían, invadiendo la intimidad del entrenador, también mereció el comentario del técnico. Pero su última crítica apuntó a un hecho personal ocurrido en la gira asiática, y explicaba el motivo de su política de «puertas cerradas» en los entrenamientos: «Me estaba haciendo un tratamiento dental y tenía un puente hasta que me pusieran los implantes. A las 10.25 se me salió el puente y tenía que ir a entrenar. Entrenábamos en un campo que daba a la calle, separados por un alambrado. Los periodistas estaban en el mejor lugar de observación de la práctica. Hicimos un ejercicio de desmarcación muy interesante, pero que salió mal. Al otro día, la única referencia del entrenamiento fue mi boca desdentada. Es la prueba más clara de que a ustedes no les interesa nada de lo que pasa en el entrenamiento».

En este clima difícil y necesitado de resultados que solidificaran el proyecto, los triunfos ante Bolivia y Venezuela como visitante en la continuidad de las eliminatorias resultaron claves. Los meses de inactividad habían servido para cambiar algunas caras y las victorias fuera de casa ayudaban a descubrir la nueva fisonomía del equipo. Los goles de Medel en la altura de La Paz, para vencer por dos a cero, y el de Suazo en el último minuto de un cambiante encuentro en Puerto La Cruz, para obtener la victoria por tres a dos, agregaban una cosecha perfecta en la doble excursión. La semana de aclimatación en la altura de Calama, el trabajo con pelotas infladas con helio para disminuir su resistencia al aire y la personalidad para seguir buscando la victoria en tierras venezolanas eran hechos para destacar. También las declaraciones de algunos jugadores como Bravo, que sin mencionarlos les dedicaba los éxitos a aquellos que prefirieron tomarse vacaciones o criticar al equipo desde afuera, como los casos de Isla y Vidal. Bielsa era consciente de la importancia de los triunfos y de la nueva etapa que comenzaba, y se lo hacía saber a sus jugadores felicitándolos con efusividad a su llegada al vestuario. Era su primera manifestación de alegría con sus nuevos pupilos.

La etapa final de esa primera rueda se cerró con la misma ciclotimia mostrada hasta el momento. La derrota contundente por tres a cero ante Brasil mostró una diferencia física evidente que, sumada a algunos errores defensivos, ante una potencia mundial resultó imperdonable. Sólo el trabajo de Matías Fernández en el primer tramo del cotejo y el acompañamiento de Jorge Valdivia, que se vio interrumpido por una expulsión, justo el día de su retorno al seleccionado, marcó un matiz positivo en una noche frustrante. Tomando como referencia los partidos ante los mejores del continente, como Argentina, Paraguay y Brasil, los números determinaban que todavía existía una diferencia apreciable. En los tres casos, el final marcaba derrotas sin siquiera convertir goles.

La desazón por el traspié ante los brasileños fue profunda, por eso la recuperación tan sólo tres días más tarde frente a Colombia marcó otra bisagra en el camino de las eliminatorias. Para Mayne-Nicholls se trató de un encuentro trascendental: «La derrota ante Brasil reavivó los fantasmas del tres a cero con Paraguay. Tres días después había que jugar con Colombia y a esos mismos fantasmas los matamos de un golpe. No sólo jugamos bien, no sólo los superamos, sino que nos recuperamos de una derrota muy dolorosa y frente al que terminó siendo uno de los rivales directos. Cada vez que veo la foto del equipo posando para los reporteros y recuerdo aquella noche, me convenzo más de que ése fue el partido clave».

La actuación del equipo tuvo volumen de juego y contundencia. La victoria por cuatro a cero restituyó la confianza y las sonrisas. Las actuaciones de individualidades como Matías Fernández, Estrada, Suazo, Cereceda y Vidal despertaron elogios. La imagen de Bielsa gritando el cuarto gol, convertido por Fernández, como consecuencia de la belleza de la jugada, quedó fijada como la estampa del triunfo. En tan sólo setenta y dos horas se revertía la triste imagen del traspié ante Brasil en un partido en el que Chile fue claramente superado, por la de un equipo con capacidad de reacción que podía ganar, gustar y golear.

Pero la irregularidad iba a ser el dato saliente de aquel momento y por eso la primera rueda de eliminatorias se cerraba con otro disgusto ante Ecuador. Condicionado por la prematura expulsión de Ismael Fuentes, el conjunto chileno poco pudo hacer más que intentar sostener el cero, tarea que se quebró con el gol de Benítez, que les dio el triunfo a los ecuatorianos. Para colmo, la segunda tarjeta roja para Jara y la acumulación de amarillas en Sánchez y Cereceda los marginaba del siguiente encuentro ante Argentina.

Con cuatro triunfos y otras tantas derrotas, más el empate ante Uruguay, el equipo de Bielsa finalizaba la rueda inicial en el cuarto lugar con trece puntos. La idea estaba asentada y la disposición de los jugadores para intentar atacar en todos lados ya formaba parte de la impronta del equipo. Sólo faltaba un poco más de regularidad para confirmar con resultados lo que ya se veía como un gran cambio de actitud. El balance era promisorio, aun con los altibajos. Lo que estaba por venir sería tan emocionante como inolvidable. El fútbol chileno asistiría a momentos de esos que se fijan en la memoria y se guardan con emoción en el corazón.