Capítulo 25

Kazuki Tada alzó la cabeza y fulminó a Makihara con la mirada.

—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó con voz temblorosa.

—Pues lo que acaba de escuchar.

—Oiga…

Makihara se descruzó de brazos, se inclinó hacia adelante y puso una mano sobre la mesa.

—Lleva una vida bastante feliz. Está a punto de casarse y ser padre. Tiene un buen trabajo. Cuenta con amigos que se preocupan por usted. Si busca a Junko Aoki e intenta ponerse en su camino o involucrarse de algún modo en lo que esté haciendo, meterá en problemas a muchas personas de su entorno. Nada de esto tiene que ver con usted, y se empeña en arriesgar todo lo que tiene. Le estoy diciendo que se olvide de Junko Aoki de una vez por todas.

—Pero yo…

—Ya la dejó una vez, ¿cierto? —Makihara fue inflexible—. La abandonó antes de quitar de en medio a Masaki Kogure. Usted prefirió retirarse, se lamió las heridas y se tomó su tiempo para empezar desde cero. Entretanto, ella siguió su camino y no paró hasta vengar la muerte de su hermana. Encontró a Kogure y lo ejecutó. Usted tuvo lo que tanto deseaba sin mancharse siquiera las manos. ¿Qué más podría pedir?

El rostro de Tada se había vuelto lívido, pero no apartó la mirada de Makihara. Chikako se quedó algo atónita ante este cambio de actitud de su compañero. Cuando hablaron con los Sada, Makihara mostró simpatía y comprensión por ese mismo hombre. Chikako permaneció callada y esperó a ver lo que ocurría a continuación.

—Pero aquí viene lo más importante —continuó Makihara, con una sonrisa fría—. Usted no le pidió a Junko hacer lo que hizo. Ella siguió sus propios instintos. Lo que significa que usted no responde por ella, y no tiene que responsabilizarse de nada. Si la busca porque cree que le debe algo, se equivoca.

—¿Intenta decir que… que nada de esto me importa? —Tada rompió su silencio finalmente, y farfulló con rabia—: ¿Me está diciendo que me he olvidado de mi hermanita, que me he olvidado de Junko, que he guardado mi pasado en un cajón y me he deshecho de la llave?

—¿No es así? —Makihara lanzó a Tada una mirada suspicaz—. ¿No es cierto que nunca le ha contado a su prometida o a la gente con la que trabaja lo que le ocurrió a su hermana?

Aquello no era más que una suposición, pero pareció dar en el clavo. Kazuki Tada empezaba a venirse abajo.

—Está ocultando secretos a todos los que lo rodean y a los que, a día de hoy, lo significan todo para usted. Cuando vio a Junko Aoki cerca de su casa, le entró pánico. El pasado que tan cuidadosamente había intentado esconder, asomaba de repente ante sus ojos. Ya no era capaz de guardárselo más y por eso fue a ver a los Sada. Se lo contó todo. Les dijo que estaba buscando a Junko Aoki para pararle los pies. Les dijo que era responsable de que se hubiera convertido en una máquina de matar. Fue un alivio soltarlo todo, ¿verdad?

—¡No! ¡Se equivoca! —Tada estaba rígido. La rabia tensaba cada músculo de su cuerpo, y Chikako pudo ver que, bajo la mesa, apretaba con fuerza los puños.

—No, no me equivoco. —Makihara mantuvo la calma—. Sus verdaderas intenciones son completamente distintas de lo que intenta aparentar. No busca a Junko Aoki. No intenta detenerla. Es bien consciente de lo que puede perder y no quiere correr ningún riesgo. Solo intenta enmendar sus errores y buscar a alguien en el que descargar su sentimiento de culpabilidad y, así, dejar tranquila su conciencia.

—¡Eso no es cierto!

—¿Y por qué fue a hablar con los Sada? ¿Por qué no acudió a la policía? ¿Por qué no ofreció toda esa información para hacer progresar la investigación?

—No quería que atrapasen a Junko. Y de todos modos, ¡sabía que no me creerían!

—¿Y por qué son los Sada diferentes? ¿Pensó que ellos sí lo creerían?

—Les han contado mi historia, ¿verdad?

—Sí, lo han hecho. Y eso no formaba parte de sus planes. Usted les dijo que estaba interesado en acceder a su página web para contactar con Junko Aoki. Quería encontrarse con ella y convencerla de que parara sus ejecuciones. Quería asegurarse de que no la atrapaban, al mismo tiempo que tranquilizaba su conciencia. Así mataba dos pájaros de un tiro.

—Está pasándose de la raya…

—Pero si hubiese mantenido la calma, podría haber dado con el modo de utilizar la página web de los Sada sin tener que confesar nada a nadie.

Kazuki Tada se llevó las manos a la cabeza, y la agitó de un lado a otro.

—Sin embargo, yo creo que era otro fin el que buscaba —prosiguió Makihara—. Junko Aoki ya no significa nada para usted. Si realmente su propósito era encontrarla y detenerla, jamás la abría abandonado. Si la hubiese tomado en serio desde el principio, quizás ella no habría acabado como lo ha hecho. Y lo que fuese que pudo haber hecho cuando no tenía nada que perder… ya es agua pasada. Ya no hay vuelta atrás. En cambio, ahora sí que tiene mucho que arriesgar.

Kazuki Tada se incorporó lentamente. Ya no poseía las fuerzas para defenderse. Parecía un boxeador derrotado que se arrastra fuera del ring.

—Ya es suficiente —terció Chikako con suavidad. No quería que Makihara fuera más lejos. Entonces, miró a Tada—. Señor Tada, hay algo que me gustaría saber.

—¿Qué más quieren preguntar? —rebatió con desánimo tras los dedos que le cubrían la cara.

—He oído que Junko Aoki fue a verlo justo después de los asesinatos del río Arakawa. ¿Es eso cierto?

—Sí.

—Y después de eso, no volvió a verla hasta el otro día.

—Así es.

—Ni una llamada, ni una carta.

—Nada. —Tada se enjugó el rostro con las manos y miró a Chikako. Tenía los ojos enrojecidos—. Yo… Esperé a que contactara conmigo. Incluso la busqué. Pero no pude encontrarla.

—¿Dejó la empresa donde ambos trabajaban, verdad?

—Sí.

—¿Por qué motivo?

—Junko también trabajaba en la compañía. Fue donde todo empezó, donde nos conocimos. Tras los homicidios de Arakawa, no pude quedarme allí por más tiempo. Fue mi culpa… —Tragó saliva con fuerza—. Fue culpa mía que se convirtiera en una asesina. La traicioné. La abandoné. Yo no podía escapar de eso, renuncié a mi puesto de trabajo porque todo me recordaba a ella.

Makihara estaba a punto de decir algo, pero Chikako lo detuvo con una mirada e intervino.

—Los Sada dicen que hubo un momento en el que usted se extravió, en el que no sabía qué hacer con tu vida.

—Pero seguí buscando a Junko —añadió Tada tras unos segundos de silencio.

—Hemos oído que ciertas personas le vieron en la escena del crimen mucho después.

—Así es, pero no pude encontrar nada. Mi madre acababa de morir y mi padre comenzó a venirse abajo. Supe que me volvería loco si me quedaba de brazos cruzados, esperando. No encontraba ninguna razón por la que vivir en lo que me rodeaba. De modo que empecé a beber, y pasé mucho tiempo en la calle.

—Se ha recuperado del todo —dijo Chikako con dulzura. No pretendía que continuase hablando, empezaba a simpatizar con el joven. Tada captó esas buenas intenciones y su expresión se suavizó un poco.

—Me metieron en un calabozo mientras se me pasaba la borrachera. Mi padre tuvo que venir a buscarme.

—Vaya.

—De camino a casa, en el coche, me dijo que había soñado con mi hermana. En el sueño, le decía a mi padre que estaba muy preocupada por mí. Después de eso… No podía… —Una vez más se le quebró la voz.

—Debe de haber sido horrible para usted.

—Acepté volver a casa con él. Dejé de beber pero estuve ingresado por problemas de hígado. Una vez me recuperé, conseguí el trabajo que tengo ahora.

—La señora Minami se preocupa mucho por usted, ¿verdad?

—Es una buena persona —dijo Tada, cargado de emoción.

—Y con su prometida, Miki, ¿lo llevan bien ustedes dos? —Tada asintió y lanzó una mirada de soslayo a Makihara que seguía sentado con los brazos cruzados, y un semblante severo.

—Miki fue quien me ayudó a levantarme.

Chikako asintió con una leve sonrisa, e hizo una nueva pregunta.

—Sin embargo, ¿jamás le contó lo que le sucedió a su hermana?

—No…

—¿No quiere que se preocupe por usted?

—No.

—No quiere acordarse de nuevo de Junko Aoki.

—Sí, eso también es cierto.

—Su hermana ya no sufre, y Kogure ha dejado de ser una amenaza para la sociedad. Es natural que intente dejar el pasado atrás.

Tada se enjugó de nuevo la cara.

—Jamás me planteé el matrimonio hasta que Miki se quedó embarazada. Siempre y cuando siguiéramos siendo novios, no me veía obligado a contarle demasiados detalles sobre mi vida. Pero cuando una pareja contrae matrimonio, las familias de ambos se involucran y todo sale a la luz.

—Incluso si no dijera nada, puede que a su padre se le escapara algo delante de su esposa o de sus suegros. Querrían saber por qué razón murió tan joven.

Tada asintió para mostrar su acuerdo. Cerró los ojos con fuerza.

—Todo lo que ha dicho el detective Makihara es cierto. Soy un egoísta. Quizá solo quiera borrar los recuerdos de Junko y de mi hermana. Y con ello, ocultar mis verdaderos sentimientos.

—Es un ser humano. Los humanos no somos tan fuertes como creemos. —Tada sonrió débilmente ante las palabras de Chikako. Dejó caer los hombros—. Si decide contarles el asesinato de su hermana y la subsecuente muerte del sospechoso principal, Kogure, es libre de hacerlo. Pero tal vez sea mejor no mencionar nada de Junko Aoki y lo demás. —Tada parpadeó, sorprendido. Makihara se limitó a suspirar. Chikako prosiguió—: Hablo en serio. No se lo diga a Miki ni a nadie más.

—¿Está segura?

—Oh, sí. Hay muchas cosas en la vida que es mejor callárselas. Creo que debería concentrarse en el futuro, en su familia. Asegurarse de que Miki tiene un bebé sano.

—¿Y qué hay de…?

—Nosotros nos encargaremos de Junko. Es nuestro trabajo. ¿Confía en que cumplamos con ello? —Tada miró a Chikako y después a Makihara. Entonces, su mirada volvió a recaer en la detective.

—¿Eso significa que la policía creerá lo que les diga?

—¿Se refiere a la piroquinesis?

—¿No se reirán de mí?

Chikako esbozó una sonrisa.

—Si le digo la verdad, señor Tada, yo no creo en cosas sobrenaturales. Pero no puedo decir lo mismo de Makihara. —Su compañero parecía desanimado—. Aunque sí creo que Junko Aoki tenga algo que ver con los casos. Desde luego, nos veremos con el agua al cuello si resulta que tiene usted una gran imaginación y se lo ha inventado todo. Pero no tardaremos en averiguarlo.

—Gracias. —Fue la simple respuesta de Tada, y a Chikako la alivió oírla. Sacó una tarjeta de visita y escribió en el reverso los números de teléfono de ambos detectives. Se la entregó a Tada.

—Si volviera a tener noticias de Junko Aoki, póngase en contacto con nosotros, no importa la hora que sea. Intente averiguar lo que ha estado haciendo y dígale que quiere verla.

Con semblante serio, Tada aceptó la tarjeta.

—Y si les llamo, ¿significa eso que estoy vendiendo a Junko?

Chikako guardó silencio un momento mientras pasaba por un filtro las distintas respuestas que le venían a la mente. Pensaba que existía un cincuenta por ciento de probabilidades de que esa tal Junko Aoki poseyera poderes piroquinéticos, que los estaba utilizando, o que la policía pudiera arrestarla por ello. Sin embargo, antes de dar una respuesta, Makihara se le adelantó.

—No. —Tada miró a Makihara, que parecía haber recobrado la calma—. No estará vendiéndola, sino salvándola.

Tada apretó la tarjeta de Chikako en su mano y, acto seguido, como si hubiese tomado una decisión, se la guardó en el bolsillo.

—No tiene por qué preocuparse de los Sada. Les diremos que sigue sin superar el luto de su hermana y que ha confundido la realidad con la ficción. Estoy seguro de que desearán mantener el contacto. No lo juzgarán ni tampoco se reirán de usted.

—Sí, lo sé.

—Aun así les pediremos que mantengan ese mensaje de su página web en el que invitan al autor de los incendios homicidas a que se ponga en contacto con ellos. Quizás Junko Aoki lo vea. —Y poniendo fin a la discusión, Makihara y Chikako se levantaron.

—Detective Makihara —empezó Tada, y Makihara se sentó de nuevo—. Todo lo que ha dicho es cierto —dijo, mirando al detective a los ojos. Este lo escuchaba en silencio—. Pero hay algo que me gustaría añadir. Usted ha conseguido averiguarlo todo sobre mí, pero no tiene ni idea de cómo me siento. Estoy seguro de que es usted muy agudo y demás… Sin embargo, perder a un miembro de la familia, ver que la persona que la asesinó desaparece… No sabe lo mucho que flirteé con el suicidio. Es cierto que dejé marchar a Junko. No podía formar parte de sus planes. Pero no es menos cierto que también deseara la muerte de Masaki Kogure. No le miento, pero resulta que no tuve el valor de hacerlo. Solo quiero que sepa que jamás podrá comprender ni cómo me sentí entonces ni como me siento ahora.

Makihara no pronunció palabra, pero Chikako pudo sentir que sus emociones afloraban a la superficie.

—Sé cómo se siente —dijo—. Yo tuve la misma experiencia. —Tada se quedó de piedra—. Perdí a mi hermano pequeño y jamás encontraron al asesino. Lo vi morir con mis propios ojos. No hubo más testigos, de modo que me convertí en sospechoso. Encontrar al asesino se convirtió en mi única razón de vivir. Como usted, quería atrapar al responsable y asegurarme de que recibía el castigo que merecía. —Makihara se ahogaba con sus propias palabras—. Pero a diferencia de usted, jamás tuve la posibilidad de elegir otro camino, acabé malgastado la mitad de mi vida.

Makihara se levantó, cogió su abrigo y se marchó. Chikako y Tada permanecieron allí de pie, en silencio, durante un momento.

Una vez se despidió de Tada, a Chikako le llevó unos minutos dar con Makihara. Estaba en una parada de autobús, fumando y hablando con alguien por teléfono. Terminó la llamada en cuanto Chikako se acercó.

—Acabo de hablar con la señora Kurata. Kaori ha recibido el alta hoy mismo.

—Me pregunto si habrán llegado a casa.

—No. Me ha dicho que, de momento, se hospedarán en un hotel en Akasaka. Kaori y ella. Me ha dado el número de teléfono de la habitación.

—¿Qué hay del ama de llaves, la señora Eguchi?

—El señor Kurata la ha despedido.

—Y a Michiko Kinuta la han sacado del caso. Solo quedamos nosotros dos.

Makihara guardó su teléfono móvil y apagó el cigarrillo en el cenicero de la parada.

—No se lo ha dicho —apuntó Chikako—. No le ha dicho que está buscando a Junko Aoki y que quizá sea la misma persona que asesinó a su hermano.

Makihara tenía los hombros hundidos.

—¿Y para qué? Hacerlo no ayudaría sino a enredar más las cosas. Ya tiene suficiente con lo suyo.

—Probablemente tenga razón —reconoció Chikako mientras se llevaba las manos a los bolsillos—. Pero una cosa, usted no ha malgastado la mitad de su vida. —Makihara fingió estar leyendo la información del panel de la parada de autobuses y actuó como si no estuviese escuchándola—. No ha malgastado la mitad de su vida —repitió—. Es diez años más joven que yo.

—¿Y eso es mucho?

—Pues sí —rio Chikako.

Makihara no se echó a reír, pero se volvió hacia ella cuando le contestó.

—Es natural que Tada quiera olvidarlo todo —afirmó el detective—. Y también es natural que aspire a mantener a la gente que lo ha ayudado a construir su nueva vida lejos de su pasado. Así es como debería ser.

—¿Qué le hace pensar así?

—Yo hice lo opuesto, y cometí un terrible error. Tenía la misma edad que Tada cuando conoció a Junko Aoki. Había una mujer con la que quería casarme, y me correspondía. Le hablé de mi pasado, se lo conté todo sobre mi hermano. No quería ocultarle ningún secreto. Le confesé que llevaba toda la vida buscando a la asesina de mi hermano, y ella dijo que me ayudaría. Entonces, claro —concluyó, sonriendo con tristeza e ironía.

—Entonces —repitió Chikako, asintiendo.

—Supongo que imaginará lo que ocurrió cuando pasó el tiempo.

—Al final, el recuerdo de su hermano se interpuso entre usted y esa chica.

—Exacto. —Makihara levantó las manos y se encogió de hombros—. Me dijo que estaba obsesionado. No podía dejar de pensar en la muerte de mi hermano, y mi única motivación era dar con la culpable y asegurarme de que no quedaba impune. Ella dijo que mi vida giraba en torno a ese asunto, que no podía aspirar a amarla o a construir un hogar a su lado, ni siquiera a amar a los niños que tuviésemos juntos. Yo le aseguré que sí podía, pero ella no me creyó. No conseguimos llegar a un acuerdo —dejó escapar una risa seca—. Me dijo que había estado tanto tiempo buscando venganza que me había vuelto distante. —Chikako negó con la cabeza ante tal triste retrato e intentó que ello no la hiciera venirse abajo—. Rompimos un año más tarde. Yo pasé una temporada mala, pero poco a poco me di cuenta de que ella tenía razón. Por eso sé que Kazuki Tada está haciendo lo correcto.

—Es imposible decir quién de los dos está en lo cierto. Vamos, larguémonos. —Chikako se echó el bolso al hombro y se puso en marcha—. Tiene toda la vida por delante, pero tengo que admitir que me siento aliviada.

—¿Aliviada? ¿Por qué?

—No parece que odie a Junko Aoki. —Chikako miró a Makihara y, durante un instante, pensó percibir algo de miedo en sus ojos.

—No sé si la odio o no —respondió—. Y sigo sin saber si es ella a quien estoy buscando.

—Entiendo.

—Aunque de algo estoy seguro —añadió en una bocanada de vapor blanco—. Ella y yo… Probablemente tengamos mucho en común.