Agradecimientos
¡Ha viajado tanto este libro mientras lo escribía!
Lo empecé en Fécamp, lo continué en París, me lo llevé a Nueva York, a Megève, a la playa de Carnau, a Londres, a Roma. Cada lugar me ofrecía una atmósfera, una historia, un detalle que me apresuraba a robar. Me topé con los cocodrilos en Nueva York, en las páginas del New York Times, a Shirley en Londres en Fortnum and Mason, Marcel Grobz nació en Megève (¡¡!!), Hortense de una silueta entrevista en una tienda de zapatos, en la calle Passy, la historia de Florine en la casita de Carnau, en la playa… y Joséphine encarna todas las confidencias que las mujeres me murmuran al oído.
Así pues, gracias a Svetlana, Réjane, Michel, Colette, que han dejado que pusiera mi ordenador sobre la mesa de su cocina o de su salón…
Gracias a todos los que me soportan y me rodean cuando escribo: ¡Charlotte y Clément en primer lugar! Coco, Laurent, mi primer lector, Jean, Mireille, Christine y Christine (!), Michel, Michéle… Todos están aquí.
Gracias a Sylvie, que me ha leído a medida que escribía y me ha apoyado.
Gracias, Huguette, por la serenidad que me aporta (sin saberlo).
Gracias a La Revue de Pierre Bergé, que hojeo con placer y que me ha permitido tomar prestado muebles, joyas y cuadros para las necesidades de mis personajes.
Gracias a todos los que me escribís a mi página en Internet y que me enviáis amor, amor, amor y, a veces, ¡ideas! (¡Guiño a Hervé!).
Gracias, Jean-Marie, que velas por mí en las estrellas…