Capítulo 19
Bombas para pirexia
"Ahí está, ¿lo ves?" dijo el vidente ciego señalando algo absurdamente con un dedo viejo y marchito más allá de la borda de proa. El viento hizo ondular su pelo blanco y sus ropas viejas. "Llanowar."
"Sí," respondió seriamente Gerrard. El gran bosque se extendía en todas las direcciones por debajo de la cubierta del Vientoligero. La alguna vez verde corona de Llanowar se veía negra por la corrupción Pirexiana. Figuras arácnidas se trasladaban en conjunto a través del gigantesco dosel. Arriba, en el cielo azul y las nubes blancas, se agrupaban enormes formas negras. De ellas caían miles de bombas. Como aquí no había defensores aéreos los monstruos hacían llover con total impunidad la peste en el bosque.
Gerrard se inclinó hacia el tubo de comunicaciones de proa. "Todo el mundo a las estaciones de batalla. Háganle señales a la flota. Prepárese para atacar a esos… lo que sean esas naves."
Girándose hacia el vidente ciego, Gerrard dijo: "Gracias por la recomendación. Con Benalia caída, Llanowar necesitará especialmente nuestra ayuda."
"Ayúdenlos y ustedes serán ayudados," dijo el anciano crípticamente desde las sombras de su amplio sombrero.
Gerrard frunció el ceño. "Podríamos haber estado aquí mucho antes si hubiéramos sido capaces de encontrarlo. ¿A dónde estaba usted?"
"La mitad de mi vida es real y la otra es sueño," respondió el hombre uniformemente. "Cuando no me pueden encontrar en una, podrán encontrarme en la otra."
Gerrard suspiró sacudiendo la cabeza mientras caminaba hacia el cañón de rayos de babor. "Ha perdido tiempo."
El vidente respiró hondo y murmuró: "Yo nunca pierdo el tiempo."
Gerrard se ató a su arnés de artillero, encendió la máquina y la giró a través de los tres ejes. Al otro lado del castillo de proa, Tahngarth hizo lo mismo. Los dos artilleros en medio del barco subieron a sus posiciones. La tripulación corrió a través de las cubiertas y hacia el puente.
Girando hacia donde había venido Gerrard miró hacia el puente y vio una figura familiar encaramada en el asiento del navegante.
"¡Pero qué…!" refunfuñó abriendo de un tirón el tubo de comunicaciones. "Hanna ¿Qué estás haciendo ahí?"
"Mi trabajo." Su respuesta fue cortante a través del tubo. "Ha llamado a los puestos de combate, Comandante."
"No puedes navegar en tu condición."
"¡Llévanos hacia arriba, Sisay!" dijo repentinamente Hanna. "¡Esas no son naves!"
Gerrard se giró alrededor y observó la negra masa flotando en las nubes. Estaba en lo cierto, no eran naves. No eran nada en absoluto, solo agujeros abriéndose y cerrándose en el cielo.
El Vientoligero se echó hacia atrás y se levantó. El grupo de formas se redujo a una larga y delgada fila horizontal. Parecían las superficies de lagos, viéndose momentáneamente sus bordes cuando el buque surgió desde abajo. El Vientoligero se elevó más alto que ellas y debajo la línea se desplegaba en un grupo de formas cambiantes.
"¿Qué son?" preguntó Gerrard.
"Portales," respondió Hanna. "Portales pequeños. Miles de ellos. Son débiles, no como los que hemos visto antes. Cada uno crea una leve distorsión espacio-temporal. En conjunto el efecto es enorme."
El Vientoligero subió aún más y desde arriba más que agujeros en el tejido de la realidad parecían como áreas borrosas, como la oscilación de la energía térmica saliendo de carbones grises. Debajo de esos puntos brillantes, esferas mecánicas salían precipitadas hacia abajo. Emitían largos gritos en su descenso hacia las copas, se estrellaban y vomitaban cargas de enfermedad.
La voz de Hanna se escuchó nuevamente. "Cada una de ellos debe transportar unas pocas docenas de kilos de material antes de cerrarse. Juntos, destruirán el bosque con la peste."
Esa palabra en sus labios hizo enojar a Gerrard. Tomó aliento y apretando los dientes gritó. "Comuníquenselo a la flota. ¡Abran fuego!"
Su propia arma fue la primera en rugir. Energía carmesí explotó desde la vaporosa boca, tan brillante como sangre cardíaca y tan caliente como lava. El plasma gaseoso subió para estrellarse contra el campo de esferas centelleantes. Envolvió a una docena de los portales pequeños y rasgó a través de los espacios entre ellos.
El fuego también habló del arma de Tahngarth, los dos cañones en medio del barco, el del vientre y la artillería de Squee en la cola. Líneas de energía corrieron desde el Vientoligero y los rayos se unieron con los ataques múltiples de su armada. Las tolvas enviaron un fuego naranja y los helionautas azul. Proyectiles de plasma, explosiones de rayos, campos de interrupción, la energía se vertió en los portales.
Gerrard dio un grito descargando disparo tras disparo. Se sentía bien estar luchando de nuevo, ardiendo a través de los invasores.
"Comandante, no está resultando," gritó Hanna en el tubo de comunicaciones. "Los portales no existen en este lado. No podremos destruirlos desde arriba. Tendríamos que volar por debajo y arriesgarnos a la contaminación de la peste. Aquí arriba sólo estamos destruyendo el bosque."
Girando alrededor Gerrard miró hacia abajo sobre la borda. La artillería antiaérea de sus disparos atravesó el dosel, vaporizando madera y prendiendo fuego al bosque.
"¡Alto el fuego!" gritó Gerrard. "¡Señales a la flota! ¡Alto el fuego!"
A medida que su cañón se oscureció el estado de ánimo de Gerrard hizo lo mismo. ¿Cómo podría luchar contra un enemigo al que no podía disparar? Aquellos portales eran demasiado pequeños para volar a través de ellos, demasiado numerosos para cerrarlos, demasiado intermitentes para predecirlos, demasiados mortales para volar por debajo. Los Pirexianos habían aprendido como vencer a Gerrard. Habían pagado Benalia en aceite iridiscente pero la habían comprado. Ahora, comprarían Llanowar sin derramar una gota.
Su voz sonó fuertemente cuando se inclinó hacia el tubo de comunicaciones.
"¿Sugerencias?"
"¿Lo puedes repetir, Comandante?" preguntó Sisay por todos.
"Sugerencias. Quiero sugerencias. ¿Cómo podemos luchar contra estos portales?"
Desde los tubos de comunicación sólo respondió el silencio. El resplandeciente mar de portales se deslizó por debajo del Vientoligero. El mutismo sólo fue cortado por el gemido del viento y el zumbido de los motores de la flota.
"¿Hacemos que la flota de otra pasada?" preguntó Sisay en voz baja. "¿O nos vamos a luchar otra batalla, en otra parte?"
"No lo sé," respondió Gerrard. "No lo sé."
* * * * *
Orim se paró en la cubierta de popa mirando hacia atrás. Había trepado por la parte superior con la esperanza de llevarse a Hanna de su puesto. Pronto se hizo evidente la imposibilidad de esa tarea y de la batalla también.
"Da un rodeo," dijo la voz de Gerrard hoscamente a través de los tubos. "Tiene que haber algo que estamos pasando por alto."
Orim sacudió la cabeza con empatía. Ella había repetido esas mismas palabras una innumerable cantidad de veces mientras miraba a la putrefacción que estaba matando a Hanna. Tiene que haber algo que estoy pasando por alto. Era la propia batalla imposible de Orim. ¿Cómo haría la nave para encontrar su camino sin Hanna? ¿Cómo harían Orim y Sisay para encontrar su camino? Y Gerrard… el estaría completamente perdido.
Pero en ese momento ya estaban perdidos. La nave rugió por encima de Llanowar, llevando de cerca su fiel flota. Cruzaron por encima del campo de portales y ni una sola arma abrió fuego sobre dichos dispositivos. Estos parecieron formar una plácido e ilimitado mar.
Agua. La palabra desencadenó recuerdos de un lejano lugar: de Cho-Manno, los Cho-Arrim y su magia acuática. Cuando ella había dejado a su amado había jurado llevarse el poder de las aguas con ella. Orim vislumbró los portales brillantes. ¿Cómo podría encontrar poder en aguas tan negras? Si tan sólo pudiera meditar, podría extraer de los depósitos dentro de ella, y tal vez podría encontrar una cura para esa plaga.
Orim miró desoladamente hacia los portales y el Vientoligero agitó una estela larga y poderosa en ellos.
Y de repente… Orim lo supo. Era una cosa simple, el tipo de cosa que Hanna y Sisay hubieran entendido implícitamente.
Girando sobre sus talones Orim corrió a la puerta del puente. La echó hacia atrás y descendió.
La pequeña habitación zumbaba de actividad. Gerrard había acudido al puente para consultar con Sisay en el timón. Los informes se esparcían de los tubos de comunicaciones que florecían aquí y allá: la voz metálica de Karn preguntó por el estado del ataque y el funcionario de señales transmitía consultas de otros buques. Alférez subían y bajaban por la escotilla inferior.
Hanna era la más ocupada de todos trabajando febrilmente en su consola de navegación. El compás y el lápiz que caminaban a través de un mapa de Llanowar arrastraban líneas indicadoras de color rojo a su paso. Sus dedos estaban manchados de carmesí allí donde se había agarrado a la herida de su vientre.
Orim se quedó sin aliento por la vista. La sangre no le molestaba. Solo sus implicaciones, sobre todo esas implicaciones. Corriendo hacia el puesto de Hanna, Orim se arrodilló, agarrando el brazo de su amiga.
"Hanna, tienes que venir abajo…"
"No puedo," le espetó ella con la voz más agotada que molesta.
"Lo harás una vez que nos deshagamos de esos portales."
"Deshacernos de…"
"¿Te acuerdas que no habíamos podido transmigrar a Benalia a causa de esos tres portales sobre la región? Tú dijiste que habían causado distorsiones espacio-temporales que nos desviaban hacia un lado."
"Sí, pero qué tiene que ver…"
"Nuestra propia envoltura es mucho más fuerte que cualquiera de éstas. Incluso a velocidades normales, dejamos una estela en los portales de abajo. Si tuviéramos que…"
"Es verdad," dijo Hanna. A pesar de la horrible palidez de su rostro, un breve y precioso color acudió a sus mejillas. "¡Sisay! ¡Capitana! ¡Llévanos hacia arriba!"
Sin preguntar, Sisay tiró el timón hacia atrás. El Vientoligero respondió como si el barco fuera su propio cuerpo. Incluso Karn cesó sus preguntas abajo pareciendo entender.
Sólo Gerrard fue sorprendido con la guardia baja. Cayó sobre una rodilla y se derramó contra los montantes del puente. Su rostro se estrelló contra el baluarte.
Sacudiendo la cabeza, Gerrard gruñó: "¿Qué pasó? ¿Peligro?"
Hanna rió secamente, "Sólo para los Pirexianos."
Colocándose tranquilamente en el timón, Sisay gritó por encima de su hombro. "¿Cuál es tu plan, Hanna?"
"Una caída en picada," respondió la navegante, "justo a través del mar de portales. Veremos cuántos podemos arrastrar en nuestra estela."
Una sonrisa iluminó el rostro de Sisay. "¡Me encanta! Gerrard será mejor que suspendas a la flota. Diles que den la vuelta y esperen nuestro regreso."
Abriéndose camino a arañazos Gerrard se frotó una hinchazón bajo su barba. "Esperen un minuto. ¿Qué están planeando ustedes tres?"
"Sólo la salvación de Llanowar," dijo Sisay a la ligera. "Más potencia, Karn," dijo dirigiendo la nave hacia una escalada casi vertical. El aire se hizo más fino por todas partes y las nubes se arrastraron lejos de las desgarradoras superficies de sustentación del Vientoligero. "Tú nos pediste sugerencias."
Con un gesto de arrepentimiento Gerrard apretó los tubos de comunicaciones y gritó, "¡Señalen a la flota! ¡Díganles que den vueltas hasta nuevas órdenes!"
"Gracias querido," dijo Sisay. "Hanna, ¿cómo es nuestra posición?"
Mirando a través de las matrices de vista que sobresalían por encima de su escritorio de navegación, Hanna respondió: "Gira cuatro grados a babor y deja que la quilla corte durante otros trescientos metros y estaremos listos para la inmersión."
"¿Tendremos la velocidad para una transmigración?" preguntó Sisay.
"La velocidad no será el problema. El problema será si tendremos tiempo entre los portales y las copas de los árboles antes de estrellarnos, " respondió Hanna con facilidad.
Sisay rió. "Ese es el tipo de problema que me gusta. Aquí vamos," dijo empujando el timón a proa.
Los motores del Vientoligero cesaron por un momento y la nave, como una ballena saltando sobre el océano, colgó un segundo mirando hacia arriba en un arco sin peso para luego colocar su popa hacia el cielo. Dominaria cambió suavemente de popa a proa.
Squee, todavía atado al cañón de popa, chilló cuando sus pies quedaron suspendidos hacia el sol.
Luego, ávida e inexorable, Dominaria agarró al Vientoligero y le tiró hacia abajo. Los crujidos corrieron de proa a popa y la primera pareció estirarse del centro del buque y este desde el puente y las botavaras. Los perfiles se doblaron apretadamente a lo largo de la línea central derramando aire en lugar de agarrarlo y el Vientoligero se desplomó.
Squee seguía chillando. Aun así, su visión de los cielos no fue tan aterradora como la vista hacia tierra de todos los demás. Llanowar pareció un leopardo, agazapado para saltar.
Los motores del Vientoligero se encendieron y las válvulas tomaron un profundo aliento. Una columna incandescente de energía se formó dentro de la máquina y el fuego reventó desde los tubos de escape. Una fuerza impaciente llegó a la terminal de velocidad de la nave haciéndola embestir hacia abajo.
Llanowar subió rugiendo para tragarse al barco. Las ennegrecidas y podridas copas de sus árboles se alzaron a tientas hacia el cielo. El mar de portales pareció sólo una membrana delgada sobre aquel lugar y en un momento el Vientoligero pasaría a través de ellos y chocaría con las copas de los árboles.
"¿Transmigrar a dónde?" gritó Sisay por encima del rugido de los motores.
"El curso ya está establecido," respondió Hanna. "Un lugar que necesita bombas Pirexianas."
No hubo tiempo para más. El Vientoligero impactó el plano de portales y estos pasaron de proa a popa en un latido de corazón. Las tensiones espacio-temporales se clavaron a través de la cubierta y las bombas emergieron a medias colgando en incontables portales, demasiado lentas para alcanzar la velocidad del Vientoligero. Squee y las alas plegadas despejaron los portales.
"¡Transmigración!" gritó Sisay mirando el suelo mientras salía disparado a su encuentro.
El barco se precipitó aún más rápido y el viento rasguñó sus bordas. Las negras copas de los árboles se posicionaron en ramas individuales y las casas en ruinas en esas ramas, y las siluetas corriendo entre ellas. Una envoltura de salto brotó desde el mástil de proa y formó una ancha estela que abarcó a miles de portales.
"¡Transmigración!" gritó Sisay una última vez.
Una rama enorme se precipitó hacia el parabrisas del Vientoligero para romper a través de él, sólo que ninguna rama quedó. El negro y el verde habían dado paso a un trepidante gris.
La envoltura se agitó más allá de la borda del buque e hizo retroceder el silbido mostrando el vacío del entre-mundos. El caos se agitó y giró. Formas pesadillescas giraron sus cabezas saliendo de las tinieblas y se disolvieron de nuevo antes de que fueran plenamente creadas. Líneas dentadas se convirtieron en cintas recursivas. Parecía que no había un lugar más horrible en todo el multiverso….
Hasta que el caos finalmente se transformó y consolidó en un tortuoso Rath.
Por encima de las cabezas, turbias nubes rojas ondulaban como sangre hirviendo. Por debajo surcos rojos se enroscaban como músculos despellejados. Ejército tras ejército de Pirexianos estaban formados sobre todas esas infernales colinas a la espera de la invasión.
La envoltura de transmigración del Vientoligero se disolvió de alrededor de ella y el calor y el humo se escurrió sobre su proa. Las superficies aerodinámicas fueron desplegadas para agarrar el cáustico aire. La nave redujo la velocidad y en su hirviente estela dejó un campo de portales.
Una granizada de bombas de peste cayó de aquellos dispositivos giratorios entre las tropas desplegadas sobre la superficie. Los dispositivos cuya intención habían sido matar a los elfos cayeron entre los monstruos que los habían creado. Muchos de ellos fueron aplastados por los golpes de las cosas y otros fueron acribillados cuando las esferas rebotaron por el suelo. Las bombas se detuvieron y arrojaron esporas blancas por toda la horda aullante.
"¡Buen trabajo, chicas!" gritó Gerrard con alegría.
Orim estaba acunando el sangrado de Hanna con su cuerpo inconsciente en sus brazos. "¡Sácanos de aquí! ¡Llévanos de vuelta a Llanowar!"
Gerrard se tambaleó por la ladeada cubierta hacia las dos mujeres. "¡Ya la has oído!" dijo con voz áspera arrodillándose delante de Hanna y envolviéndola en sus brazos. "¡Transmigración!"