Notas

[1] Ciria, Alberto, Perón y el Justicialismo, Siglo XXI, 1971, p. 181. <<

[2] Cooke, J. W., Apuntes para la Militancia, Schapire, Buenos Aires, 1972, p. 98. <<

[3] Eludiremos aquí una discusión pormenorizada sobre las fuentes y orígenes de la escuela revisionista. Solamente esto: para nosotros, Saldías, Quesada, Peña o Alberdi pueden ser ubicados, a lo sumo, como precursores, pero ni por asomo fueron revisionistas. Saldías o Quesada son los que más se acercan a una línea de ruptura con la escuela liberal, pero sólo eso. David Peña no pasa de proponernos a un Facundo con estatura de prócer, angustiado por los problemas constitucionales y por la organización liberal del país. Por lo demás, justo es decirlo, su libro es la obra de un historiador digno y responsable, con pasajes de honda comprensión del drama argentino. Alberdi, por su parte, jamás dejó de ser un consecuente liberal. Sus obras póstumas son, ciertamente, antimitristas. Pero nada más, y no alcanza. <<

[4] Halperin Donghi, Tulio, El revisionismo histórico argentino, Siglo XXI, Buenos Aires, 1970, p. 9. <<

[5] Sobre las relaciones entre peronismo y revisionismo se podría decir bastante. Aquí solamente esto: algunos revisionistas (Palacio, Sierra) llegan a militar activamente en el movimiento. Otros, como don Pepe Rosa (el más grande, sin duda, serio y profundo de los escritores revisionistas), acompañan el proceso con clara complacencia. A Rosa, sin embargo, en el 55, lo echan de la Universidad por rosista, no por peronista. La historia de Palacio llega hasta fines de los años treinta, Rosa piensa hacer llegar la suya hasta el 45. Adoptaron actitudes peronistas, pero no escribieron la historia desde el peronismo ni enfocaron al peronismo en su relación con el pasado. Sobre don Pepe Rosa recomendamos la lectura de un reportaje que le hizo Envido para su N.º 2. Allí, en forma magistral, nuestro historiador explica sus relaciones con el peronismo y su metodología historiográfica. <<

[6] Cooke, Apuntes…, p. 22. <<

[7] Cooke, Apuntes…, p. 42. <<

[8] Cooke, Apuntes…, p. 96. <<

[9] Cooke, J. W., Peronismo y Revolución, Papiro, Buenos Aires, 1971, pp. 57-58-59. <<

[10] Cooke, Peronismo…, p. 60. <<

[11] Perón, Juan, Actualización política y doctrinaria para la toma del poder. <<

[12] Cooke, Peronismo…, p. 103. <<

[13] Cooke, Apuntes…, p. 97. <<

[14] Viñas, David, Rebeliones populares argentinas: De los Montoneros a los Anarquistas, Carlos Pérez, Buenos Aires, 1971, p. 51. <<

[15] Viñas, ob. cit., p. 52. <<

[16] Althusser, Louis, La filosofía como arma de la revolución, Pasado y Presente, Córdoba, 1968, p. 38. <<

[17] Harnecker, Marta, Los conceptos elementales del materialismo histórico, Siglo XXI, México, 1971, p. 10. <<

[18] Cooke, J. W., La Lucha por la Liberación nacional, Papiro, Buenos Aires, 1971, p. 42. <<

[19] Cooke, La lucha…, p. 43. <<

[20] Cooke, Peronismo…, p. 18. <<

[21] Marx, apartándose en buena medida de los esquemas hegelianos con que se había manejado anteriormente en cuestiones similares, responde con una prolija delimitación de la teoría a su contexto histórico: «La “fatalidad histórica” de este movimiento (el desarrollo del capitalismo, JPF) está expresamente restringida a los países de Europa Occidental», Marx, Karl, edit. por Maximilien Rubel, Gallimord, 1968, pp. 1554-55, traducción de Ariel Sibileau. <<

[22] Ionescu, Ghita y Gellner, Ernest (compiladores), Populismo. Sus significados y características nacionales, Amorrortu, 1970, Buenos Aires, p. 39. <<

[23] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 40. <<

[24] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 42. <<

[25] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 42. <<

[26] Germani, Gino, Política y sociedad en una época de transición, Paidós, Buenos Aires, 1971, p. 351. <<

[27] Germani, ob. cit., p. 353. <<

[28] Germani, ob. cit., p. 353. Las masas peronistas se han transformado en los eternos educandos de los últimos treinta años de nuestra historia. La izquierda estructuralista, por ejemplo, aconseja a los intelectuales peronistas «abandonar su populismo», entendido al modo de «creer en lo que el pueblo cree», y no confundir esas creencias populares, ese vago sentir peronista, con la teoría de la revolución, pues esto implicaría confundir al objeto empírico con el objeto de conocimiento. Toda la cuestión se fundamenta científicamente citando todas las citas de Marx que cita Althusser y recurriendo, ¡por supuesto!, al ejemplo del salario. En suma: la tarea de los practicantes de la teoría consiste en trascender la empiria de las masas, ese engañoso mundo de las ideologías, y, siguiendo cuidadosamente los pasos del nuevo Discurso del Método que Marx escribió en 1857, acceder al objeto de conocimiento. La «desperonización de la clase obrera», tarea en la que siempre coinciden la izquierda y el régimen, sólo será posible en tanto la misma acceda también a este nuevo objeto «non ideologique». Una vez más, se trata de educar al soberano. <<

[29] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 47. <<

[30] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 44. <<

[31] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 294. <<

[32] En cuanto a la recurrencia a Hobsbawm que seguidamente emprendemos, no creemos que debamos fundamentarla en demasía. Nos bastará con demostrar que los elementos metodológicos que este autor explicita, se encuentran presentes tanto en sociólogos académicos y dittellianos, como en estructuralistas que aconsejan no fiarse de las apariencias, como en marxistas rabiosos y no tan rabiosos. <<

[33] Hobsbawm, Eric J., Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas de los movimientos sociales en los siglos XIXXX, Ariel, Barcelona, 1968, p. 82. De aquí en más, incluimos en nuestro texto la paginación de las citas. <<

[34] Hay diferencias: la burguesía liberal de Buenos Aires, lejos de iniciar un proceso de industrialización, no pasó de ser una clase intermediaria y menesterosa de la manufactura europea. Su tarea política se redujo a buscar la pacificación y el ordenamiento jurídico del país: era el único modo de asegurarle un mercado a las industrias británicas. Su poder se fortalece después de Caseros, con Mitre, al sellar un fructífero pacto con los ganaderos bonaerenses, sector estructuralmente más dinámico por estar ligado en forma directa al aparato productivo. El interior, por su parte, y especialmente el interior mediterráneo, se hunde en el estancamiento y la miseria, no sólo por no estar respaldadas sus industrias y artesanías (que se venían desarrollando desde el Virreynato) por un efectivo proteccionismo económico, sino también por no contar con Buenos Aires como potencia compradora. <<

[35] «Las montoneras (escribe Milcíades Peña) no aportaban consigo un nuevo orden de producción (…), no eran progresivas en el sentido hegeliano de la palabra, es decir, no significaban el tránsito a otro sistema social (…), si las montoneras hubieran aplastado a Buenos Aires poniéndose a la cabeza de la Nación, se hubieran visto forzadas a reconstruir lo destruido, porque no podían organizar la sociedad de ningún modo», Peña, Milcíades, El paraíso terrateniente, Fichas, Buenos Aires, 1969, p. 27. <<

[36] Hemos escrito «formas más elevadas» y sabemos que ello implica un juicio axiológico. Pero no es otra cosa lo que piensa Hobsbawm: «La distinción entre “primitivo” y “moderno” es a la vez un aserto histórico y un juicio de valor» (p. 269). <<

[37] De este tipo de esquemas es que había comenzado a librarse Marx en la carta a Zassoulitch que citamos al comienzo. Y si decimos «había comenzado» es porque no lo había conseguido totalmente: los borradores sobre la comuna rural rusa están quebrados de altibajos. De cualquier forma, constituyen una pieza de alto valor sobre los peligros de toda teoría universal y necesaria de la evolución de las sociedades. <<

[38] En nuestros trabajos anteriores para Envido (especialmente en «Felipe Varela y la lógica de los hechos», Envido, N.º 2), hemos examinado con mayor detalle crítico la aplicación de estos esquemas de análisis (transformados ya en categorías constitutivas kantianas) a las montoneras del siglo XIX. Si hemos vuelto sobre el tema en este trabajo, es porque queremos marcar la unidad metodológica con que los teóricos antiperonistas interpretan tanto a nuestro movimiento como a las montoneras. Esta unidad del campo enemigo es reflejo de nuestra propia unidad. Es decir: de la línea ideológica peronista que vivifica en y para su lucha política actual, las banderas de los movimientos antiimperialistas del pasado. <<

[39] Peña, Milcíades, Masas, caudillos y elites, Fichas, Buenos Aires, 1971, p. 68. <<

[40] Peña, ob. cit., p. 70. <<

[41] Cfr. Torre, Juan Darlos, «La economía del Peronismo y la política de los sindicatos», en Revista Los Libros, año II, N.º 14, diciembre de 1970. <<

[42] Peña, ob. cit., p. 71. <<

[43] Peña, ob. cit., p. 83. En la figura de Evita encuentra este autor uno de los símbolos más trágicos de la heteronomía obrera: «Jamás (escribe refiriéndose a la Fundación Eva Perón) nadie había especulado más simplemente sobre la simpleza de las masas» (ob. cit., p. 109). Sólo a través de esta simpleza es posible comprender que el pueblo haya amado tanto «a esta “abanderada de los humildes” que vestía modelos de Christian Dior y lucía la orden franquista de Isabel la Católica» (ob. cit., p. 109). Se ha dicho que de haber continuado en vida, Peña no hubiera publicado estos escritos. No lo creemos: toda su interpretación de la historia, desde Mayo a Irigoyen, lo imposibilitaba para comprender el peronismo. Es posible, eso sí, que hubiera pulido algunas expresiones: escribió estos ensayos durante los exultantes y victoriosos años 1955/57, en que los enemigos del peronismo decían lo que realmente pensaban. <<

[44] Viñas, Ismael, «Sindicatos 1968: los límites del reformismo», Revista de Problemas del Tercer Mundo, Buenos Aires, N.º 2, diciembre de 1968, p. 44. El trabajo lo firma también José Vazeilles, pero la parte que utilizamos fue escrita por Viñas. <<

[45] En el planteo de Hobsbawm, el desarrollo de las fuerzas productivas desencadena, como paso previo al surgimiento de la racionalidad política, el fenómeno de la concentración urbana. Es a partir de esta nueva situación que el proletariado comienza a crear sus propias formas orgánicas. Tanto Hennessy como Peña o Viñas, que se manejan con los mismos supuestos de Hobsbawm, encuentran que las causas de la heteronomía proletaria se deben a que el Estado burgués comienza su acción manipulativa apenas se produce la concentración urbana. Impide, de este modo, que los obreros pasen en forma autónoma a la segunda etapa que el desarrollo de las fuerzas productivas fatalmente genera: la etapa organizativa. La burguesía, en suma, torna heterónomo al proletariado pues lo sorprende en la etapa inorgánica de la concentración urbana; conseguido esto, poco le cuesta mantenerlo en esa heteronomía al organizarlo de acuerdo con sus propios objetivos políticos. Este aspecto, es del sindicalismo controlado, lo veremos con mayor detalle en el párrafo siguiente. <<

[46] Ramos, Jorge Abelardo, Revolución y contrarrevolución en la Argentina, Plus Ultra, Buenos Aires, 1965, tomo II, p. 619. <<

[47] Spilimbergo, Jorge Enea, La cuestión nacional en Marx, Coyoacán, Buenos Aires, 1968, p. 18. <<

[48] Ciertos textos de nuestro Cooke parecen suscribir esta interpretación: «Era el paso de la semicolonia pastoril a la nación burguesa moderna, pero a cargo de un movimiento que tenía por eje al proletariado. Era demasiado pronto para que la clase obrera tuviera su propio proyecto de organización social, y demasiado tarde para que una burguesía ligada al mercado interno asumiera la conducción del proceso», Cooke, John William, Peronismo y revolución, Papiro, Buenos Aires, 1971, p. 173. Coincidimos, sin embargo, con el compañero Horacio González, en que sólo «una mala lectura de Cooke» puede ligarlo, en sus aspectos centrales, a las tesis de la izquierda nacional. Para Cooke, en efecto, el peronismo significa ante todo la participación directa del pueblo en las tareas del Estado, tarea que implica la movilización y organización de la conciencia popular. Cfr. González, Horacio, «Humanismo y estrategia en Juan Perón», Envido, N.º 4. <<

[49] Murmis, Miguel y Portantiero, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972, p. 71. Murmis y Portantiero anteceden su estudio sobre el peronismo con otro sobre la industrialización bajo control conservador durante la década del treinta. Tienen sus motivos: el peronismo, para ellos, «puede ser categorizado como una respuesta a los problemas que plantea una estructura económico-social en la que ya existe un significativo peso de la industria» (ob. cit., p. 3). En este sentido, «el estudio de la década del 30 resultará pertinente, pues puede servir para mostrar cuál fue la primera respuesta al proceso» (ob. cit., p. 3). Habría, como vemos, una unidad sustancial entre el conservadorismo del 30 y el peronismo del 40. Esta unidad está dada en la estructura por la industrialización, y encuentra su correlato en la superestructura a través de los proyectos políticos con que las clases propietarias intentan dar respuesta al proceso. <<

[50] Murmis y Portantiero, ob. cit., p. 92. La paginación de las citas sigue en el texto. <<

[51] Murmis y Pontantiero, ob. cit., p. 124. Sobre la disolución del Partido Laborista, Peña tiene un texto que no queremos dejar pasar. Luego de comentar cómo Perón le anuncia al pueblo, reunido en Plaza Mayo, la resolución adoptada sobre la cuestión, escribe: «Las masas ovacionan a Perón y celebran alegremente la destrucción del primer intento de organización política autónoma del nuevo proletariado argentino», Peña, ob. cit., p. 106. Es frecuentemente patético este odio oscuro y resentido, que nuestros teóricos de la ultrarrevolución suelen generar por las clases populares, incomprensiblemente empecinadas en guiarse por sus propios convicciones políticas. <<

[52] La negación del carácter «burgués» del Estado peronista y la crítica de la tesis de la «manipulación demagógica» han sido desarrolladas por el compañero Pablo Franco en «Notas para una historia del peronismo», Envido, N.º 3. <<

[53] Viñas, ob. cit., p. 47. <<

[54] Durruty, Celia, Clase obrera y peronismo, Pasado y Presente, Buenos Aires, 1969, p. 15. Las siguientes referencias a páginas pertenecen a este libro. <<

[55] Ionescu y Gellner, ob. cit., p. 204. <<

[56] Documento de Nueva Fuerza en La Opinión del 1/6/72. <<

[57] Weber, Max, Economía y sociedad, FCE, México, 1964, tomo I, p. 173. <<

[58] Cfr. nuestro trabajo «Racionalidad e irracionalidad en Facundo», Envido, N.º 3, abril de 1971. <<

[59] Perón, Juan D., Conducción Política. Todos los restantes textos de Perón que iremos citando en este capítulo pertenecerán, salvo expresa indicación, a esta obra. <<

[60] Perón, Juan D., Actualización política y doctrinaria para la toma del poder. <<

[61] Al introducir y determinar este concepto de «caudillo», Perón está pensando en los caudillos conservadores tipo Barceló, o en esos dirigentes radicales «que arreglan todo a sillazos en el Comité». Sólo a ellos estarían correctamente aplicadas esas notas de compadrazgo y paternalismo que menciona Hennessy, no al conductor. <<

[62] La organización a través del pensamiento de Perón. Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Buenos Aires, 1954, p. 17. <<

[63] Cooke, John William, La lucha por la liberación nacional, Papiro, Buenos Aires, 1971, p. 55. Todas las restantes citas de Cooke que habremos de utilizar pertenecen a este libro; incluiremos su paginación en nuestro texto. <<

[64] Gálvez, Manuel, El uno y la multitud, Alpe, Buenos Aires, 1955, p. 237. <<

[65] Perón, Juan D., Situación política y social anterior a la revolución de 1943, Buenos Aires, 1948, p. 10. <<

[66] Zoilo Laguna, Se vienen las votaciones, Buenos Aires, 1954. <<

[67] De frente, N.º 69, 4/7/55. <<

[68] Revista Así, N.º 415, 10/11/71. <<

[69] Cfr. El lenguaje popular de Perón en Una nación recobrada: enfoques parciales de la Nueva Argentina, Subsecretaría de Informaciones, Buenos Aires, 1952, pp. 183/199. <<

[70] Perón, Eva, Significación social del descamisado, Subsecretaría de Informaciones, Buenos Aires, 1951. <<

[71] Este tema, en el que aquí no insistiremos, está muy bien tratado por Puiggrós (Cfr. El peronismo, sus causas, Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1969). Importa destacar las distintas actitudes adoptadas por Perón y el dirigente comunista José Peter, en torno a la huelga declarada por el gremio de la carne: «Los argumentos esgrimidos por Peter para incitar a la vuelta al trabajo (escribe Puiggrós) reflejaban la línea política del Partido Comunista: los frigoríficos angloamericanos contribuían al esfuerzo de las potencias aliadas en la guerra contra el nazifascismo y no debía malograrse ese esfuerzo con la paralización de los envíos de carnes. Pedía a los obreros sacrificios en momentos en que los frigoríficos ganaban sumas fabulosas». Por el contrario: «En su despacho del Ministerio de Guerra, el coronel Perón conminó a las empresas a aceptar el pliego de reivindicaciones de los obreros y les anunció que su intransigencia obligarla al gobierno a intervenir los frigoríficos. Al vencer Perón la resistencia de las empresas, Peter y los comunistas perdieron la dirección del gremio de la carne» (Puiggrós, ob. cit., p. 49). <<

[72] Estatutos de la Primera Internacional (1866), citado por Poulantzas, Nicos, Clases sociales y poder político en el estado capitalista, Siglo XXI, México, 1969, p. 63. <<

[73] Marx, Karl, Miseria de la filosofía, Ediciones en Lenguas extranjeras, Moscú, p. 170. <<

[74] Magri, Lucio, Problemas de la teoría marxista del partido político en teoría marxista del partido político, Pasado y Presente, Córdoba, 1971, p. 67. <<

[75] Hopfl, Heinz, Breve historia de Inglaterra, El Ateneo, Buenos Aires, 1961, p. 43. <<

[76] Cerroni, Umberto, Para una teoría del partido político en Problemas de la teoría marxista…, ed. cit., p. 18. Las siguientes citas pertenecen a este trabajo, incluimos su paginación en nuestro texto. <<

[77] «En Francia (escribe Daniel Guérin), cuando la democracia lanzó sus primeros vagidos a través de la Revolución francesa, la noción de partido tenía todavía un carácter bastante flojo y episódico. Ni los Feuillante, ni los Girondinos, ni los Montañeses, formaban, hablando con propiedad, un partido político en el sentido británico del término, con su disciplina, su aparato, su programa rigurosamente definido, sus investiduras electorales. En la última fase de la Revolución francesa, no hubo nunca, contrariamente a la leyenda, “partido jacobino”. La “Sociedad de los Jacobinos” era sobre todo un club parisiense de discusión…» (Guérin, Daniel, Del Club revolucionario al partido único, en Partido y revolución, Rodolfo Alonso, Buenos Aires, 1971, p. 76). <<

[78] Marx, K. y Engels, F., Sobre el sistema, colonial del capitalismo, Ediciones Estudio, Buenos Aires, 1964, p. 368. <<

[79] Rubel, Maximilien, De Marx al bolchevismo: partidos y consejos en Partido y revolución, ed. cit., p. 17. <<

[80] Rubel, M., ob. cit., p. 31. <<

[81] Que los moldes europeos se aparezcan siempre por estos planteos sobre el peronismo, ya no sorprende a nadie. Y si se aparecen no es por casualidad sino por simple «colonización pedagógica». Un pensamiento de la dependencia siempre se maneja con categorías elaboradas en los centros imperiales: es uno de los requisitos de todo colonialismo. Un pensamiento nacional, por el contrario, sólo puede ser producido desde y por el movimiento político que se organiza para rescate del país enajenado. <<

[82] Mayor de E. M. Perón, Juan, Apuntes de Historia Militar, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, volumen 398, Buenos Aires, 1951, p. 316. <<

[83] Luna, Félix, El 45, crónica de un año decisivo, Sudamericana, Buenos Aires, 1971, p. 279. Este autor —cuyo mérito habrá de encontrarse en la recopilación de algunos documentos de interés— no concede mayores luces a las masas peronistas: «Un instinto certero (…) los llevaba a la plaza histórica» (p. 275). Literato al fin, lo conmueve la visión del pueblo en la calle: «Aire fresco, popular, saludable, bárbaro, vital» (p. 279). ¿Qué lindo, no? Parece que el 17 no hubo más que unos cuantos muchachones, carajeadores y morochos, que seguían a Perón instintivamente, casi como el perrito a Pavlov. <<

[84] Cfr. Belloni, Alberto, Del anarquismo al peronismo, historia del movimiento obrero argentino, La Siringa, Peña Lillo, Buenos Aires, 1960, p. 53. <<

[85] Smith, Adam, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, FCE, México, 1958, p. 556. <<

[86] Marx, Karl, El Capital, FCE, México, 1964, tomo I, p. 638. <<

[87] Engels, ob. cit., p. 368. <<

[88] Todo esto disgustará seguramente a los practicantes de la teoría marxthusseriana. Pero hay algo cierto: nunca han podido explicar con éxito la acción política. Y no es casual: una filosofía que delimite tan férreamente el campo de lo científico, que se manifieste tan celosa de la autonomía de esta esfera, que encuentre en las estructuras y en las relaciones entre ellas el sentido y —guste o no— el sujeto de la historia, debe necesariamente encontrar serios problemas para explicar la acción política. Porque como dice el mismo Poulantzas: «No pueden descubrirse intereses en las estructuras» (ob. cit., p. 131). Y allá él si no saca las debidas conclusiones de tan sensata afirmación. Althusser, por su parte, acorralado por los compatriotas y herederos del historicismo gramsciano, confiesa: «En nuestro libro falta algo muy importante: digamos, el eco de la práctica política de los partidos comunistas» (Althusser, Dal Sasso, Badaloni y otros, Discusión sobre el pensamiento de Gramsci en Materialismo histórico y materialismo dialéctica, Pasado y Presente, Buenos Aires, 1972, p. 94). <<

[89] Cfr. Abrales, Héctor, «La transferencia de tecnología, arma del imperialismo», Envido, N.º 6, julio de 1972. <<

[90] La cuestión es seria, y su importancia se revela mayor al comprobar que la teoría es manejada también a nivel periodístico por compañeros peronistas, quienes la difunden así como verdad aceptada en nuestro movimiento. En el N.º 497 de Primera Planta, se lee: «Jamás podrá comprender (se hace referencia a Rodolfo Ghioldi, JPF) el papel progresista de las burguesías nacionales de los países oprimidos que luchan contra las burguesías de las naciones opresoras». El análisis se afina en un trabajo publicado por Cenap (El Pueblo), en el cual, luego de superar las trabas impuestas por una exposición excesivamente abstracta, puede inteligirse lo siguiente: «El acceso de la clase obrera al rango de clase hegemónica introduce un cambio cualitativo en el frente (se refiere al frente del 45, JPF) haciéndolo ingresar en su última gran etapa de desarrollo». Esta etapa es más radical que la primera, pues «no son idénticas los programas de liberación nacional planteados por un frente popular hegemonizado por una burguesía nacional y por uno hegemonizado por la clase obrera; aunque indudablemente forman parte del mismo proceso» (p. 16). <<

[91] Luna, Félix, ob. cit., p. 47. <<

[92] En lugar de burguesía «nacional», hay que hablar de burguesía industrial no oligárquica, que se diferencia tanto de los sectores tradicionales agropecuarios, como de la burguesía industrial oligárquica que surge a través de la manufacturación de las materias primas vinculadas con la producción de los sectores agrarios, y que es solamente una rama diferenciada de estos mismos sectores. <<

[93] Marx-Engels, Sobre el sistema colonial del capitalismo, ed. cit., p. 334. <<

[94] Marx, Discurso sobre el problema del librecambio, Ediciones del Siglo, Buenos Aires, 1972, p. 210. <<

[95] Este proceso, claro está, solamente ocurre cuando una nación ha llegado a su máxima concentración de poder. Yalta, por ejemplo, significa la imposición de dos legalidades de diferente origen, pero coexistentes, que delimitan los campos en que habrán de expresarse. Y el surgimiento del Tercer Mundo no es sino expresión de la voluntad organizativa y política de los pueblos sometidos para quebrar ese orden que los poderosos acordaron imponer a la historia. <<

[96] Alberdi, Juan Bautista, Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853, Raigal, Buenos Aires, 1914, p. 103. <<

[97] Busaniche, José Luis, Historia Argentina, Hachette, Buenos Aires, 1969, p. 448. <<

[98] Alberdi, Juan Bautista, Escritos póstumos, Buenos Aires, 1898, tomo V, p. 106. Textos como el que acabamos de citar, de extraordinaria profundidad política, sin duda, han conducido a varios analistas de nuestra historia a entronar la imagen de un Alberdi nacionalista. Ya lo hemos dicho: no es así. En tanto ideólogo de los sectores del litoral federalista entrerriano, Alberdi, el máximo representante (con José Hernández) del liberalismo integracionista en nuestra patria, denuncia acabadamente la política de Buenos Aires. Fue, sin duda, antimitrista, pero no fue nacionalista. Nacionalistas fueron Artigas, Rosas, Peñaloza y Varela. Alberdi, al hablar de las provincias, se refirió siempre a las provincias litorales, las únicas, según él, que podían conducir una política debido a sus posibilidades de vinculación con Europa. Jamás dejó de ver en nuestro sometimiento a los poderes expansionistas europeos la posibilidad de nuestro despegue histórico. En una obra de próxima aparición analizaremos la totalidad de su pensamiento político. <<

[99] Los pueblos también pueden y suelen (y frecuentemente deben) recurrir a la violencia. La diferencia con las minorías represivas, se encuentra en que para las mayorías la violencia no es, de ningún modo, el único camino posible. No por otros motivos, ha insistido siempre Perón en un concepto de revolución pacífica únicamente posible a través de la integración siempre creciente de los distintos sectores sociales. Si la revolución peronista se planteó desde sus orígenes como una revolución pacífica, y si aún lo continúa haciendo así, es porque nucleó y nuclea al más importante movimiento de masas de nuestra historia que se haya movilizado tras un proyecto político. <<

[100] Cooke, Peronismo y revolución, ed. cit., p. 59. <<

[101] Scalabrini Ortiz, Raúl, Yrigoyen y Perón, Ed. Plus-Ultra, Buenos Aires, 1972, p. 16. <<

[102] Marechal, Leopoldo, Proyecciones culturales del momento argentino, en Argentina en Marcha, Comisión nacional de Cooperación intelectual, tomo I, Buenos Aires, 1947, p. 124. <<

[103] Marechal, ob. cit., p. 125. <<

[104] Cooke, ob. cit., p. 60. <<

[105] Citado por Sampay, Arturo Enrique en «La reforma constitucional debe favorecer la modernización de las estructuras», La Opinión, 6/5/1972. <<

[106] Scalabrini Ortiz, ob. cit., p. 105. <<

[107] Anteproyecto de Reforma de la Constitución, Partido Peronista, Buenos Aires, 1949, p. 5. <<

[108] Anteproyecto…, p. 10. Subr. nuestro. <<

[109] Reforma de la Constitución Nacional, Anexo I, Principios y preceptos que contiene el anteproyecto de reforma, comparados con la Constitución de 1853, Partido Peronista, Buenos Aires, 1949, p. 16. Subr. nuestro. <<

[110] Anteproyecto…, p. 14. Subr. nuestro. <<

[111] Esta consigna de humanización de capital arrancó a Scalabrini Ortiz ciertas reflexiones que no queremos dejar pasar. Con prosa sencilla y emotiva, así las dijo: «“Humanizar el capital”, he allí una frase que parece un absurdo, un contrasentido, que posiblemente habrá provocado la crítica mordaz de los teóricos anticapitalistas que con frecuencia son los que mejor hacen el juego al capital, y que es, sin embargo, una fecunda fuente de reflexión analítica. Hace muchos siglos, quizá en el mismo momento en que comenzó a tener noción de su existencia, el hombre se consoló de su fugacidad imaginando un ser semejante a él, pero perfecto, un ser en quien los años se mellaban. La primera idea de una eternidad lleva el nombre de Dios (…) El segundo ente eterno que el hombre crea, en un acto de orgullosa suficiencia, se llama capital (…) Pasa sobre las cosas perecederas sin perecer, pasa sobre los hombres mortales sin fenecer (…) El capital no fenece y por eso fundamentalmente es inhumano. “Humanizar el capital” significa a mi entender emplazarlo, transformarlo en mortal y perecedero como las cosas a las cuales está aplicado. La frase del general Perón entreabre un nuevo mundo de posibilidades técnicas y matemáticas en que parece factible una nueva relación entre los seres humanos. Por otra parte, afirmar implícitamente que la propiedad es violable, con fines de utilidad pública, se sobreentiende, es proyectar de inmediato nuevas perspectivas para la convivencia. Sin la inviolabilidad de la propiedad, todo el artificioso edificio de la Constitución (del 53, JPF) se derrumba con estrépito, porque toda ella ha sido concebida, como bien lo comenta Alberdi, para sostener y apuntalar esa inviolabilidad» (Scalabrini Ortiz, ob. cit., p. 124). <<

[112] Los ganaderos demostraron estar dispuestos a cualquier tipo de concesiones con tal de no disminuir sus márgenes exportables. El tratado Roca-Runciman ha quedado en nuestra historia como el más claro ejemplo de esta vocación entreguista. En junio de 1951, en un discurso tendiente a marcar las diferencias entre la economía social peronista y la economía oligárquica, Perón describió con notable elocuencia el vasallaje de los años infames: «En 1936 (dijo) un enviado argentino fue a comercializar a Londres las carnes argentinas. Comenzó su discurso inaugural diciendo que, económicamente, la República Argentina formaba parte del Imperio Británico. En cierta manera tenía razón. (…) Señores: cuando llegó ese emisario, estuvo allí cuatro meses, planteó el programa y dijo: “Vengo a vender las carnes de la República”. Y le dijeron: “Nos parece bien. Pero nosotros tenemos un tratado, que hemos firmado en Ottawa hace pocos años, que no nos permite comprar la carne fuera de los dominios de nuestro imperio”. El que tenía que vender el setenta por ciento de las carnes argentinas, me imagino que se pasó unos cuantos días sin dormir, y habrá dicho: Señor, esto es la ruina de la República Argentina. Entonces se buscó una combinación y se dijo: Bien, lo que podríamos hacer nosotros, sería tomar el monopolio de todos los transportes de la ciudad de Buenos Aires, y en compensación de eso que ustedes nos dan les vamos a comprar las carnes. En otras palabras: ustedes nos dan la plata y nosotros les compramos las carnes. Me parece que lo más justo habría sido que el gobierno hubiese tomado el monopolio de los transportes de Buenos Aires y comprado la carne para regalarla a los argentinos y no a los ingleses. A los ingleses no hay que achacarles ninguna culpa; ellos hicieron un negocio y defendían sus intereses. ¡Los miserables fueron aquellos malos argentinos!» (Perón habla sobre la independencia económica argentina, Buenos Aires, 1951, S. de I., p. 17). <<

[113] Eggers Lan, Conrado, Peronismo y Liberación Nacional, Ed. Búsqueda, Buenos Aires, 1973, p. 99. <<

[114] Plan de Gobierno 1947-1951, Presidencia de la Nación, Secretaría Técnica, Buenos Aires, 1946, tomo I, p. 7. <<

[115] Citado por Sampay, Arturo Enrique, Constitución y Pueblo, Cuenca Ediciones, Buenos Aires, 1973, p. 209. <<

[116] Anteproyecto…, p. 15. Subr. nuestro. ¿Qué pasó con este artículo después del golpe gorila del 55? Lo dice Arturo Sampay: «Fue derogado el 27 de abril de 1956 por una proclama del gobierno de facto. Este gobierno había dictado, el 7 de diciembre de 1955, las Directivas Básicas de la Revolución Libertadora, cuyas disposiciones tenían fuerza de norma constitucional. Una de estas Directivas disponía: «Crear sobre la base del respeto y garantía a la propiedad privada, las condiciones propicias a la inversión de capitales extranjeros». Este precepto, cuyo contenido fue ratificado por las Actas de la llamada Revolución Argentina, es la contrafigura del artículo 40, pues su intención es garantir los bienes de los monopolios extranjeros, lo cual importa consagrar la impunidad de estos monopolios para explotar al país» (Sampay, ob. cit., p. 186). <<

[117] El doctor Arturo Sampay, la más brillante autoridad sobre el tema, ofrece el siguiente resumen de las reformas que el peronismo introdujo en el texto constitucional: «La reforma constitucional de 1949 tendía: 1.º) a hacer efectivo el predominio político de los sectores populares mediante la elección directa del presidente de la República y mediante la posibilidad de reelegir como presidente al jefe de esos sectores populares victoriosos; 2.º) a estatizar los centros de acumulación y de distribución del ahorro nacional, las fuentes de materiales energéticos y los servicios públicos esenciales; 3.º) a estatizar el comercio exterior; 4.º) a asignar a todos los bienes de producción la función primordial de obtener el bienestar del pueblo; 5.º) a generalizar la enseñanza, a cuyo efecto debía ser absolutamente gratuita, y a los alumnos se les debía conferir becas y asignaciones a sus familias; 6.º) a regionalizar la enseñanza de las universidades, a fin de vincular dicha enseñanza a la producción de las respectivas zonas geo-económicas del país; 7.º) a estatizar las Academias, con el propósito de que ellas se ocupen de la alta investigación científica, necesaria para que el país posea una industria moderna independiente. En síntesis, pues, la llamada “Constitución de 1949” se proponía hacer efectivo el gobierno de los sectores populares, a liberar al país del imperialismo, estatizando el manejo de los recursos financieros, de los recursos naturales y de los principales bienes de producción, con la finalidad de ordenarlos planificadamente para conseguir un desarrollo económico armónico e independiente, que conceda el bienestar moderno a todos y a cada uno de los miembros de la comunidad. Apuntaba, así, a consumar en la Argentina la revolución social requerida por el mundo contemporáneo». Sampay, Arturo E., ob. cit., p. 120. <<

[118] Perón, Juan (Descartes), Política y estrategia: no ataco, critico, Buenos Aires, 1951, p. 12. Se trata del artículo que lleva por título: «Errores de la conducción política». <<

[119] Revista Envido, N.º 4, setiembre de 1971, p. 30. <<

[120] La misma relación que establecemos aquí entre política y economía, debe plantearse respecto del controvertido problema de la Ciencia. Durante muchos años, en nuestro país, se intentó separar a la Ciencia de la Política y la Ideología. Fue una de las tantas maniobras del neocolonialismo. Apareció así un tipo especial de científico que unió su imagen a la del laboratorio cerrado y la Razón atemporal. Alejados de la realidad social y política de nuestro país, estos hombres vivieron condenados a generar verdades cuya utilización final caía en manos que ellos desconocían por vocación y convicción. Pues el técnico, al carecer de un adecuado marco ideológico-político que le permita orientar su práctica, termina siempre por aceptar pasivamente el papel que la sociedad dependiente le impone. Su idolatría por la Ciencia, por el conocimiento objetivo, riguroso y verificable (valores todos que la cultura neocolonial se ha esmerado en inculcarle), lo conduce necesariamente a separar su práctica científica del mundo, para él, turbulento y engañoso de la historia y la ideología. Atrincherado en su laboratorio, considerará que su misión en la vida es producir verdades objetivas y verificables, y dejar en manos de otros especialistas (los hombres de Estado o de Empresa) la utilización social y política de esas verdades. No jura por Dios ni por la Patria, mucho menos por la madre, sólo lo hace por la neutralidad de la Ciencia. Su pasión por los datos verificables, su trato cotidiano con las cosas, lo determinan a trasladar estos valores al orden social, al cual, necesariamente, termina por cosificar. Y ésta es su mayor tragedia. Porque no lo olvidemos jamás: las cosas, en sí mismas, son siempre reaccionarias desde que no expresan sino el orden establecido. La acción política, que es la organización de la voluntad popular revolucionaria, es un acto de pura trascendencia, que niega y supera el orden establecido en función de valores siempre crecientes de justicia social. El hombre de Ciencia advertirá, de este modo, que sus valores más preciados, la neutralidad de su Ciencia y la objetividad y pureza de su Saber, no son sino manifestación de una realidad trágica y total: la dependencia argentina. Es necesario, entonces, desmistificar esa entelequia de la neutralidad de la Ciencia, y demostrar, que un técnico, en un país dependiente, sólo puede asegurarse la honesta utilización de sus esfuerzos de investigación si une su Ciencia con el proyecto y con las luchas políticas de su pueblo. Porque la Ciencia no es neutra: o sus objetivos son marcados por los intereses de la Nación o son instrumentados por el neocolonialismo paga nuestro sometimiento. <<

[121] Plan de Gobierno, ed. cit., p. 11. <<

[122] Plan de Gobierno, ed. cit., p. 11. <<

[123] Plan de Gobierno, ed. cit., p. 12. <<

[124] Boletín oficial del 5 de abril de 1946. Subr. nuestro. <<

[125] Cfr. Gómez Morales, Alfredo, Política Económica Peronista, Escuela Superior Peronista, Buenos Aires, 1951, p. 141. Gómez Morales, a quien, al margen de las discrepancias políticas que podamos tener con él, no se le puede negar conocimiento del tema, lo expuso así: «El Banco Central nacionalizado empezó a actuar en el período de transición de la posguerra y debió servir nada menos que a la nueva política económico-financiera concebida y creada por el General Perón. El Banco debió realizar una acción de promoción industrial y de apuntalamiento a la independencia económica del país. Las divisas acumuladas durante el período bélico, que no se pudieron utilizar por las contingencias de la guerra, debieron ser otorgadas por el Banco para facilitar el Plan de fomento industrial, reponer las maquinarias desgastadas, introducir nuevas plantas industriales, adquirir los transportes para movilizar nuestras cosechas, adquirir equipos de vialidad y realizar la recuperación económica, a través de la nacionalización de los servicios públicos…» (Gómez Morales, ob. cit., p. 159). <<

[126] Perón, Juan, La reforma bancaria como promotora de la economía de la Nación, S. de I., Buenos Aires, 1950, p. 9. <<

[127] Esteban, Juan Carlos, Imperialismo y desarrollo económico, Ed. Palestra, Buenos Aires, 1961, p. 60. <<

[128] Mensaje del Presidente Perón, S. de I., Buenos Aires, mayo de 1951, p. 82. <<

[129] Mensaje…, ed. cit., p. 83. <<

[130] Esteban, ob. cit., p. 41. <<

[131] Esteban, ob. cit., p. 46. <<

[132] Perón, Juan, La Reforma Social, S. de I., Buenos Aires, 1948, p. 4. <<

[133] Anales de la Sociedad Rural, agosto de 1944, citado por Cúneo, Dardo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, Pleamar, Buenos Aires, 1967, p. 153. <<

[134] Cúneo, ob. cit., p. 164. <<

[135] Torre, ob. cit., p. 31. <<

[136] Plan económico de 1952, Consejo Económico Nacional, 1952, pp. 60/61. <<

[137] Habla Eva Perón, Partido Peronista Femenino, febrero de 1952, pp. 5/7. <<

[138] Esteban, ob. cit., p. 83. <<

[139] Esteban, ob. cit., pp. 89/90. <<

[140] De los procesos desencadenados a partir de 1952 suele extraerse toda una mitología antiperonista que pretende encontrar en los años 1954 y 1955 sus pruebas más esplendentes. Consiste en interpretar, por ejemplo, la visita de Prebisch, el Congreso de la Productividad y el Contrato con la California como tremendos atentados contra los intereses del pueblo y del país. Nosotros no nos ocuparemos aquí, y dudamos también que en otro lado, de «refutar» esas acusaciones contra el movimiento popular. Esta tarea, por otra parte, ya ha sido realizada por el peronismo a través de trabajos como los de los compañeros Pablo Franco y Fernando Álvarez. Aquí, solamente esto: si entre 1954 y 1955, Perón recibía a los tecnócratas de la dependencia, incentivaba la explotación de la clase obrera, apoyaba abiertamente la iniciativa privada y firmaba contratos viciados de entreguismo y cipayaje, ¿por qué diablos, entonces, la oligarquía y el imperialismo se tomaron el trabajo de voltearlo? Porque hoy ya nadie se traga el cuento de que a la oligarquía le molestaba «el régimen peronista». Lo real era que, al margen de algunas medidas reformistas y aun reaccionarias determinadas por el juego de fuerzas internas del movimiento, el peronismo implicaba necesariamente una política de movilización y concientización revolucionaria para la clase trabajadora. Y esto sí era intolerable para el imperialismo y la oligarquía. <<

[141] Síntesis cronológica de las realizaciones del general Perón, S. de I., Buenos Aires, 1954. <<

[142] Prebisch, Raúl, Informe Preliminar acerca de la situación económica, Secretaría de Prensa de la Presidencia, Buenos Aires, 1955, p. 11. <<

[143] Blanco, Eugenio A., Realidad económica argentina, Ministerio de Hacienda, Buenos Aires, 1956, p. 7. Incluiremos en nuestro texto la paginación de las citas siguientes. <<

[144] Una extensa e importante publicación oficial del aramburato se encargaba de explicitar las razones que determinaron la adhesión a los organismos financieros internacionales: «Siendo de urgente necesidad restaurar la confianza exterior en las finanzas del país, a fin de evitar el perjudicial aislamiento en que la economía argentina había sido mantenida con respecto a las instituciones internacionales, se encaró la participación del país en los planes internacionales que propenden al desenvolvimiento económico y a la estabilidad monetaria internacional. A tal efecto, el Decreto N.º 7013/56 dispuso la iniciación de gestiones para obtener el ingreso de la República Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Logrado el objetivo perseguido y consideradas las condiciones prefijadas por los organismos aludidos, fue dictado el Decreto-ley N.º 15 970 del 31 de agosto de 1956, aprobando el ingreso de la República Argentina al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento», Memoria del Gobierno Provisional de la Revolución Libertadora (1955-1958), Presidencia de la Nación, Servicio de Publicaciones, p. 67. <<

[145] El Hombre del Deber: una serie de semblanzas del general Manuel A. Rodríguez, Librería «La Facultad», Buenos Aires, 1936, pp. 32 y 34. Subr. nuestro. <<

[146] Debe quedar bien en claro que el presente trabajo, exclusivamente por necesidades de redacción, utilizaremos el concepto Ejército como sinónimo de Fuerzas Armadas. En el caso especial en que hagamos mención exclusivamente a la fuerza de tierra, la diferenciaremos claramente de la Marina o Aeronáutica y viceversa. <<

[147] Se dan diversas interpretaciones de la sigla tras la cual se agruparon los militares del 43. La más utilizada: Grupo de Oficiales Unidos. Pero es demasiado sensata. La mentalidad germano industrialista y la tendencia a la desmesura de muchos de sus integrantes, torna más verosímil la que propone Fayt (La naturaleza del peronismo): Grupo Obra de Unificación. O la muy imperativa que menciona Puiggrós (El peronismo: sus causas): ¡Gobierno! ¡Orden! ¡Unidad! <<

[148] Von der Goltz, Colmar, La Nación en Armas, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1930, p. 317, tomo II. <<

[149] Coronel Perón, Juan, Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar, Ministerio de Guerra, Buenos Aires, 1944. <<

[150] Principios del Sindicalismo Justicialista de Perón, Subsecretaría de Informaciones (en adelante: S. de I.), Buenos Aires, 1953, p. 10. <<

[151] Principios…, p. 8. <<

[152] Rouquié, Alain, «Adhesión militar y control político del Ejército en el régimen peronista» (1946-1955). En Fuerzas Armadas, Poder y Cambio, Tiempo Nuevo, Caracas, 1971, p. 230. <<

[153] El general Perón se dirige a sus camaradas del Ejército Argentino, S. de I., Buenos Aires, 1950, pp. 3-6 y 11. <<

[154] Rouquié, ob. cit., p. 210. <<

[155] Discurso del general Juan Perón en la comida anual de camaradería de las FF. AA., S. de I., Buenos Aires, 1950, pp. 9-11. <<

[156] Mensaje del general Juan Perón al inaugurar el 85.º período ordinario de sesiones del Honorable Congreso Nacional, S. de I., Buenos Aires, 1951, p. 158. <<

[157] Cereijo, Ramón, Hacia un mayor y mejor conocimiento de la verdadera situación económica argentina, Ministerio de Hacienda, Buenos Aires, 1950, p. 53. <<

[158] Cereijo, ob. cit., p. 64. <<

[159] Cien años contra el país, Sindicato de Luz y Fuerza, Buenos Aires, 1970, p. 139. <<

[160] Descartes, Política y estrategia, Buenos Aires, 1951, p. 54. <<

[161] Proclama revolucionaria del general Menéndez (28/9/51). Impresa en hojas azules y blancas. <<

[162] Rouquié, ob. cit., p. 223. <<

[163] Cabo, Dardo, «La lucha interna en el movimiento peronista», Revista Nuevo Hombre, año I, N.º 8. <<

[164] Rouquié, ob. cit., p. 227. <<

[165] Cabo, ob. cit. <<

[166] Perón aceptó la campaña de bustos y retratos como un intento por afianzar la unidad y organización del movimiento —ya en crisis— a través de la omnipresencia de su figura. Que se equivocó, es cierto, y no solamente en esto: porque también él tuvo que equivocarse para que aquel gobierno se perdiera. «Yo reconozco (son sus palabras) que en la conducción estratégica he cometido algunos errores (…), la conducción es un acto humano, y el hombre está expuesto a desviaciones de una u otra naturaleza» (Actualización política y doctrinaria para la toma del poder). No necesitamos hacer de Perón un dios infalible, para reconocerlo como el más grande líder de masas de nuestra historia. <<

[167] Disertación publicada en Nueva Plana, N.º 21, 20/3/73. <<

[168] Luna, Félix, El 45, crónica de una año decisivo, Sudamericana, Buenos Aires, 1970, p. 28. <<

[169] Con posterioridad a la redacción de este artículo (mayo de 1973) se producen movimientos políticos de interés en las FF. AA. Afirmar, como algunos compañeros lo hacen, que el Ejército está ganando terreno político para volver a la represión colonizadora en cuanto le sea posible, nos parece simplificar la cuestión. No podemos caer en una concepción de las FF. AA. que las transforme en una entidad reaccionaria por esencia: eso es hacer metafísica y no política. Creemos, por el contrario, que estas posturas políticas del Ejército deben ser observadas con actitud abierta e interesada. También cautelosa, es cierto, pues 18 años de represión sobre el pueblo peronista nos obligan a ser prudentes ante el Ejército. Pero, y al margen de los antecedentes que puedan ensombrecer la figura de algunos integrantes de la cúpula militar, los peronistas debemos aprobar este tipo de posturas políticas asumidas por las FF. AA. Porque hay que tener en claro lo siguiente: es la inmensa realidad de Perón presidente, expresión del poder del Pueblo, la que ha impulsado al Ejército a dar determinados pasos que tiendan a acercarlo al campo popular. Se confirma la tesis que hemos esbozado en nuestro trabajo: la unidad Pueblo-Ejército se posibilita y conquista desde el campo del Pueblo. Lo que nosotros rechazamos es una interpretación que acabe por hacer de Pueblo y Ejército dos entidades separadas y complementarias, dedicándose el Pueblo a la producción y el consenso y el Ejército al monopolio de la fuerza, actitud que degenera fatalmente en paternalismo. Pueblo-Ejército deben acabar por constituir una sola fuerza: la de la Nación en armas (tal como entendió siempre Perón este concepto). Esta unidad se conquista desde el campo popular: es el poder del Pueblo el que va a marcarle al Ejército que su única posibilidad de realización en la comunidad nacional se encuentra en la integración del frente popular. Todo esto no hace sino llevar nuestra atención al tema central de nuestras preocupaciones de hoy: el de la construcción del poder peronista. <<